jueves, 26 de noviembre de 2015

Párate un momento: Evangelio del día 26 de Noviembre – JUEVES- XXXIVª – Semana del Tiempo Ordinario “Sta. Delfina”





26  de Noviembre – JUEVES-
XXXIVª – Semana del Tiempo Ordinario
“Sta. Delfina”

Evangelio: Lc 21, 20-28

En aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos: “Cuando veáis a Jerusalén sitiada por ejércitos, sabed que está cerca su destrucción. Entonces, los que estén en Judea, que huyan a la sierra; los que estén en la ciudad, que se alejen; los que estén en el campo, que no entren en la ciudad; porque serán días de venganza en que se cumplirá todo lo que está escrito.
¡Ay de las que estén encinto o criando en aquellos días! Porque habrá angustia tremenda en esta tierra y un castigo para este pueblo. Caerán a filo de espada, los llevarán cautivos a todas las naciones, Jerusalén será pisoteada por los gentiles, hasta que a los gentiles les llegue su
hora. Habrá signos en el so/y la luna y las estrellas, y en la tierra angustia de las gentes, enloquecidas por el estruendo del mar y el oleaje. Los hombres quedarán sin aliento por el miedo y la ansiedad, ante lo que se le viene encima al mundo, pues las potencias del cielo temblarán. Entonces verán al Hijo del Hombre venir en una nube, con gran poder y gloria. Cuando empiece a suceder esto, alzad la cabeza, se acerca vuestra liberación”.

1.   Es muy dudoso que Jesús pronunciara las frases tan duras, que contiene este texto, sobre la destrucción de Jerusalén (Lc 21, 20-24), el castigo del pueblo y la dispersión de Israel por todas las naciones. La redacción de este discurso salió de la mano de Lucas (J. A. Fitzmyer) que sin duda expresaba las ideas y sentimientos de la comunidad cristiana para la que escribió su evangelio. Este texto puede dejar la impresión de que los sentimientos, que en él se expresan, dejan traslucir resentimientos anti-semíticos, que ningún bien hicieron a la unión y concordia entre creyentes. En todo caso, es conveniente saber que la ruptura entre judíos y cristianos no parece que se consumara hasta el siglo IV (Daniel Boyarin).

2.   En los VV. 25-28, Lucas presenta la profecía de Jesús sobre los acontecimientos que precederán a la venida del Hijo del Hombre. ¿Esperaba Jesús una venida inminente y así lo pensó la Iglesia primitiva? ¿Se trata, más bien, de un proceso histórico que se irá desarrollando, como proceso de creciente liberación, a lo largo de los tiempos? Estas preguntas no han encontrado aún una respuesta clara y definitiva. Ni seguramente será posible encontrarla. En todo caso, es claro que estamos viendo y viviendo guerras, calamidades y situaciones que nos causan miedo y ansiedad. Pues bien, Jesús dice: “Cuando empiecen a suceder estas cosas, alzad la cabeza, se acerca vuestra Iiberación”. Lo que Jesús profiere no es una amenaza. Es una promesa de esperanza.

3.   La “liberación” de la que habla este evangelio, es Ja liberación definitiva y última, que se alcanza mediante la “liberación histórica” de tantas opresiones que sufrimos en este mundo. Es la liberación de los oprimidos por los poderes opresores. La liberación que es eje y nervio central de la fe en Jesús el Señor.

“Sta. Delfina, viuda”

Delfina de Signe, nació hacia 1284 en Puy•Michel en los montes del Luberón, Francia, de la noble familia Glandèves. Una encantadora figura de mujer, que pasa por el mundo llevando a todas partes la luz de su gracia, el perfume de la virtud, el calor de su afecto. No era una santidad ruidosa, que haya marcado la historia de su tiempo, sino una santidad delicadamente femenina que se difundió a su alrededor como linfa silenciosa y generosa para alimentar en el bien a cuantos estuvieron a su alrededor a lo largo de su vida.

Desde niña su presencia fue luz y consuelo para su familia. A los 12 años ya estaba prometida a un joven no inferior a ella por su gentileza, nobleza de sangre y belleza de alma. Elzeario, el novio, era hijo del Señor de Sabran y conde de Ariano en el reino de Nápoles. Desde el nacimiento su madre lo había ofrecido en espíritu a Dios y más tarde un austero tío lo había educado en un monasterio. Las bodas tuvieron lugar cuatro años más tarde. Fue un matrimonio “blanco”, porque los dos jóvenes esposos escogieron la castidad, un medio de perfección espiritual más alto y arduo. En el castillo de Ansouis, los dos nobles cónyuges vivieron no como castellanos sino como penitentes; no como señores feudales sino como ascetas dignos de los tiempos heroicos de la primitiva Iglesia. 
Pasados al castillo de Puy•Michel, entraron a la Tercera Orden Franciscana. Su vida interior se enriqueció con una nueva dimensión, la de la caridad, mediante la cual ellos, ricos por su condición, se hicieron humildes y pobres para socorrer a los pobres. Delfina y su esposo a más de las penitencias, oraciones y mortificaciones, se dedicaron a todas las obras de misericordia, destacándose en todas.
Cuando Elzeario fue enviado a su ducado de Ariano como embajador en el reino de Nápoles, la actividad benéfica de los dos esposos continuó en un ambiente todavía más difícil. En medio de tumultos y rebeliones, los dos Santos fueron embajadores de concordia, de caridad, de oración. Continuaron sus buenas obras multiplicando sus propios esfuerzos y sacrificios hasta conquistarse la admiración del pueblo.
Elzeario murió poco después en París. Delfina en cambio le sobrevivió largo tiempo y honró la memoria de su esposo del mejor modo posible continuando las buenas obras e imitando sus virtudes. Tuvo la alegría de ver a su esposo colocado por la Iglesia en el número de los Santos. Ella, a los 74 años pudo reclinar su cabeza serena y feliz para el eterno descanso. 
Murió en Calfières, el 26 de noviembre de 1358.


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