domingo, 1 de noviembre de 2015

Párate un momento: 2 de Noviembre - LUNES – CONMEMORACIÓN DE TODOS LOS FIELES DIFUNTOS




2 de Noviembre  - LUNES –
CONMEMORACIÓN DE TODOS
LOS FIELES DIFUNTOS

Primera lectura: Lamentaciones 3, 17-26

      Me han arrancado la paz, y ni me acuerdo de la dicha; me digo: “Se me acabaron las fuerzas y mi esperanza en el Señor”.     Fíjate en mi aflicción y en mi amargura, en la  hiel que envenena; no hago más que pensar en ello, y estoy abatido.    Pero hay algo que traigo a la memoria y me da esperanza: que la misericordia del Señor no termina y no se acaba su compasión; antes bien se renuevan cada mañana: ¡qué grande es tu fidelidad!   El Señor es mi lote, me digo, y espero en Él.    El Señor es bueno para los que en él esperan y lo buscan; es bueno esperar en silencio la salvación del Señor.
     
Salmo 129,1-2. 3-4ab. 4c-6. 7-8

R//   Desde lo hondo a ti grito, Señor.

• Desde lo hondo a ti grito, Señor;
Señor, escucha mi voz;
estén tus oídos atentos
a la voz de mi súplica.  R//  

• Si llevas cuentas de los delitos, Señor,
¿quién podrá resistir?
Pero de ti procede el perdón,
y así infundes respeto.   R//  

• Mi alma espera en el Señor,
espera en su palabra;
mi alma aguarda al Señor,
más que el centinela la aurora.  R//  

• Aguarde Israel al Señor,
como el centinela la aurora;
porque del Señor viene la misericordia,
la redención copiosa.   R//  
• Y él redimirá a Israel
de todos sus delitos.    R//  

Segunda lectura: Romanos 6, 3-9

Hermanos: Los que por el bautismo nos incorporamos a Cristo fuimos incorporados a su muerte.
Por el bautismo fuimos sepultados con él en la muerte, para que, así como Cristo fue resucitado de entre los muertos por la gloria del Padre, así también nosotros andemos en una vida nueva.
Porque, si nuestra existencia está unida a él en una muerte como la suya, lo estará también en una resurrección como la suya.    Comprendamos que nuestra vieja condición ha sido crucificada con Cristo, quedando destruida nuestra personalidad de pecadores y nosotros libres de la esclavitud al pecado; porque el que muere ha quedado absuelto del pecado.    Por tanto, si hemos muerto con Cristo, creemos que también viviremos con él; pues sabemos que Cristo, una vez resucitado de entre los muertos, ya no muere la muerte ya no tiene dominio sobre él.

Evangelio: Juan 14, 1 – 6
   En aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos: “Que no tiemble vuestro corazón; creed en Dios y creed también en mí.   En la casa de mi Padre hay muchas estancias; si no fuera así, ¿os habría dicho que voy a prepararos sitio?    Cuando vaya y os prepare sitio, volveré y os llevaré conmigo, para que donde estoy yo, estéis también vosotros.   Y a donde y voy, ya sabéis el camino”.    Tomás le dice: “Señor, no sabemos adónde vas, ¿cómo podemos saber el camino?”.   Jesús le responde: “Yo soy el camino, y la verdad, y la vida.    Nadie va al Padre, sino por mi”.

    La conmemoración de todos los difuntos no es una celebración tipo Halloween, en donde nos mofamos de la muerte y de quienes han pasado por ese trance.    No, nada que ver, por mucho
que algunos se empeñen en encontrar contratiempos comunes. 
La conmemoración de los difuntos es un momento especial para recordar a todos los que nos han precedido.  
 Un momento para orar por nuestros antepasados, por nuestros familiares fallecidos, por los amigos y la gente querida que ya no está entre nosotros.
Por todos los cristianos que, a lo largo de dos mil años, han dado testimonio de compromiso de fe.   
Este es un día de oración en el que pedimos a Dios por ellos.    También es un día de oración en el que les pedimos a ellos que intercedan por nosotros ante el Padre celestial.     Este de los día de los difuntos es un día entrañable, sentimental y de esperanza, de mucha esperanza.


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