7 de Noviembre – SÁBADO –
XXXIª - Semana
del Tiempo Ordinario
Evangelio: Lc 16, 9-15
En aquel tiempo, decía Jesús a sus discípulos: “Ganaos amigos con el
dinero injusto, para que cuando os falte, os reciban en las moradas
eternas. El que es de fiar en lo menudo,
también en lo importante es de
fiar; el que no es honrado en lo menudo,
tampoco en lo importante es honrado. Si
no fuisteis de fiar en el vil dinero, ¿quién os confiará lo que vale de
veras? Si no fuisteis de fiar en lo
ajeno, ¿lo vuestro quién os lo
dará?
Ningún siervo puede servir a dos amos: porque o bien aborrecerá a uno y
amará al otro, o bien se dedicará al primero y no hará caso del segundo. No podéis servir a Dios y al dinero. Oyeron esto los fariseos, amigos del dinero,
y se burlaban de él. Jesús les dijo:
“Vosotros presumís de observantes delante de la gente, pero Dios os conoce por
dentro. La arrogancia con los hombres,
Dios la detesta”.
1. La terrible
sentencia de Jesús, con que empieza este evangelio, confirma el significado de
la parábola del administrador injusto. Jesús no está en contra del dinero, como
instrumento de cambio. Ni está en
contra del capital, necesario para la productividad, para el progreso, para
generar vida y bienestar. Pero con tal que el dinero y el capital se
utilicen para bien. Y para bien de
todos, pero nunca para acumular riqueza a costa del hambre y la necesidad de
los más débiles e indigentes. Por eso Jesús recomienda hacerse amigos con el
“dinero injusto”.
Sencillamente, quedándose sin él, es decir, dándolo. Y
así, cuando os quedéis sin el “dinero injusto”, entonces os recibirán “en las moradas eternas”.
2. Jesús no era
un “comunista prematuro”. Era un hombre honesto y libre.
El término “dinero injusto” aparece en los evangelios
solo en boca de Jesús,
normalmente asociado a la “iniquidad” o la
“injusticia” (Mt 6, 24 par; Lc 16, 13; 16,9; 16, 11). El “dinero injusto”se asocia con la
adquisición no honrada de bienes o con el afán de obtener ganancias (H. Baiz). Y esto es lo que Jesús no soporta. Es más, resulta indignante ver los
equilibrios que hacen no pocos exegetas de renombre para terminar justificando
el lucro y el afán de ganancias. Sobre todo cuando sabemos que eso (las
ganancias o “valor añadido” que produce el capital) lleva consigo y es la causa
del hambre y de la muerte de millones de seres humanos.
3. Por todo
esto se comprende la incompatibilidad que Jesús establece entre Dios y el afán
de ganancias. Como también se comprende la dura sentencia
contra los fariseos, “amigos del dinero”: “Presumís de observantes, pero Dios
os conoce por dentro”. Es sano, es honesto, sentirse con mala conciencia
cuando se quiere aparecer como persona religiosa y honesta; y al mismo tiempo
uno se siente seguro por la sana y sólida cuenta corriente que se tiene en el
banco. El que, siendo así, no siente
mala conciencia, ¿cómo puede considerarse “observante”?
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