sábado, 21 de noviembre de 2015

Párate un momento: Evangelio del día 23 de Noviembre – LUNES – XXXIVª – Semana del Tiempo Ordinario Santos Clemente I y Columbano




23 de Noviembre – LUNES –
XXXIVª – Semana del Tiempo Ordinario
Santos Clemente I y Columbano
Evangelio: Lc 21, 1-4

En aquel tiempo, alzando Jesús los ojos, vio unos ricos que echaban donativos en el cepillo del templo; vio también una viuda pobre que echaba dos reales, y dijo: “Sabed que esta pobre viuda ha echado más que nadie, porque todos los demás han echado de lo que les sobra, pero ella, que pasa necesidad, ha echado todo lo que tenía para vivir”.

1.   El motivo por el que Jesús elogia a esta pobre viuda no necesita muchas explicaciones. La fe de esta mujer, manifestada en su desprendimiento, es ejemplar. Porque cuando la fe llega a tocar el bolsillo, y lo toca hasta tal extremo que el creyente se quita de la boca lo que da, entonces no cabe la menor duda de que la fe de esa persona es tan enorme, que está por encima incluso de la propia subsistencia.
2.   Pero en este breve relato hay algo que hace pensar, y pensar mucho. Cuando se trata de los donativos a la religión (representada en el templo), lo que interesa no es la cantidad que se da, sino la generosidad con que se da. Porque la religión (el templo, la Iglesia...) no es una empresa, cuyo éxito se mide por las ganancias y la acumulación de capital, sino que es un sacramento, es decir, un símbolo que debe centrar nuestra atención y nuestras aspiraciones, no en el interés, sino en el desinterés, o sea, en la generosidad y el desprendimiento.

3.   Los donativos religiosos de los ricos tienen un peligro, a saber: que mediante tales donativos pueden tranquilizar sus conciencias. Es decir, pueden pretender que la caridad con Dios (que no necesita ninguna caridad) borre o tape las negras manchas de la injusticia con el prójimo (que sí necesita que se le haga justicia).

Santos Clemente I y Columbano
    

  SAN CLEMENTE I, papa y mártir. 
Testigo inmediato de la tradición de los apóstoles, había nacido en Roma y fue el tercer sucesor de San Pedro en el gobierno de la Iglesia del año 88 al 97/101. Reorganizó la comunidad de Roma, dividió la ciudad en siete sectores, encomendados a siete diáconos, y mandó redactar con cuidado las Actas de los Mártires. Escribió una importante carta a los cristianos de Corinto para restaurar entre ellos la paz y la concordia. Esta carta es el primer testimonio escrito que tenemos del ministerio papal como solicitud por la unidad en la fe y la caridad de todas las Iglesias. Selló con su sangre el testimonio de su fe. Según una antigua tradición, fue desterrado por el emperador Trajano a tierras del Ponto, concretamente al Quersoneso, actual península de Crimea, y condenado a trabajos forzados, picar piedra en las canteras de mármol, junto con muchos cristianos, a los que sirvió de guía y consuelo. Hoy se conmemora el sepelio de su cuerpo en Roma.
-Oración: Dios todopoderoso y eterno, que te muestras admirable en la gloria de tus santos, concédenos celebrar con alegría la fiesta de san Clemente, sacerdote y mártir de tu Hijo, que dio testimonio con su muerte de los misterios que celebraba y confirmó con el ejemplo lo que predicó con su palabra. Por Jesucristo, nuestro Señor. Amén.

SAN COLUMBANO
Nació en Irlanda, en la primera mitad del siglo VI. Después de abrazar la vida monástica, se trasladó al Continente acompañado de otros monjes y fundó monasterios en Francia, Suiza, Alemania e Italia, que gobernó con austera disciplina; entre ellos, el de Luxeuil en Francia, el de San Galo en Suiza y el de Bobbio en Italia. Además de ser un modelo como cristiano y como religioso, supo adaptar la vida monástica a la obra de evangelización de pueblos muchas veces aún paganos; los monasterios se convirtieron en focos de irradiación cristiana, y de educación y cultura. Compuso una Regla, que actualizaba la de San Benito, y un Penitencial con normas apropiadas para la confesión individual secreta, que estaba en uso en Irlanda y que fue de gran utilidad en el resto de la Iglesia. Murió en Bobbio (Piacenza, Italia) el 23 de noviembre del año 615.
Oración: Señor, Dios nuestro, que has unido de modo admirable en el abad san Columbano la tarea de la evangelización y el amor a la vida monástica, concédenos, por su intercesión y su ejemplo, que te busquemos a ti sobre todas las cosas y trabajemos por la propagación de tu reino. Por Jesucristo, nuestro Señor. Amén.


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