17 de Noviembre – MARTES-
XXXIIIª –Semana del Tiempo Ordinario
STª ISABEL de Hungría
Evangelio:
Lc 19, 1-10
En aquel tiempo, entró Jesús
en Jericó y atravesaba la ciudad. Un
hombre llamado Zaqueo, jefe de publicanos y rico, trataba de distinguir quién
era Jesús, pero la gente se lo impedía, porque era bajo de estatura. Corrió más
adelante y se subió a una higuera, para verlo, porque tenía que pasar por
allí. Jesús, al llegar a aquel sitio,
levantó los ojos y dijo: “Zaqueo, baja enseguida, porque hoy tengo que alojarme
en tu casa”: Él bajó enseguida, y lo recibió muy contento. Al ver esto, todos
murmuraban diciendo: “Ha entrado a hospedarse en casa de un pecador”:
Pero Zaqueo se puso en pie, y dijo al Señor: “Mira, la mitad de mis bienes,
Señor, se la doy a los pobres; y si de algo me he aprovechado, le restituiré
cuatro veces más”. Jesús le contestó:
“Hoy ha sido la salvación de esta casa; también este es hijo de Abrahán. Porque el Hijo del Hombre
ha venido a buscar y salvar lo que estaba perdido”.
1. Este episodio tiene mucho que ver con la
vocación de Leví y el banquete siguiente (Lc 5,27-32). Y es una renovación resumida del capítulo 15 de
Lc, en el que Jesús explicó cómo se comporta Dios con los perdidos y extraviados. En
esos relatos se explica la atracción que Jesús ejercía sobre los pecadores y
los recaudadores de impuestos, que eran los grupos más
despreciados
social y religiosamente. Sin duda, la
gente sabía que Jesús, no solo no rechazaba ni reprendía a esa clase de
individuos, sino que tenía con ellos tan buena relación, que solía comer con
ellos, lo que era el signo más claro de una amistad y una acogida sin
condiciones.
2. Por todo esto se explica que Zaqueo tuviera
tanto interés por ver a Jesús. Y sus sentimientos llegaron al colmo de la
admiración cuando Jesús le dijo que tenía que ir a hospedarse en su casa. Era inimaginable que un profeta de Dios se
fuera a cenar y pasar la noche en la casa del hombre más despreciable y
despreciado del pueblo. La reacción de Zaqueo
impresiona:
1) Por lo que hizo, dar la mitad de su
fortuna a los pobres y
devolver
cuatro veces más al que había robado; 2) Por lo que no dice el texto, ya que el
relato no habla ni de conversión, ni de arrepentimiento, ni se pondera la contrición
de aquel pecador. Según este relato, al Evangelio no le
interesan los sentimientos, le interesan los hechos.
3. ¿De qué les sirven, a los que acumulan
fortunas, sus sentimientos de devoción, piedad, arrepentimiento y solidaridad,
si no sueltan lo que han robado (ellos o sus antepasados [San Jerónimo]),
sabiendo que hay millones de criaturas que tienen que vivir con menos de un
euro al día, al tiempo que ellos se gastan en consumismo innecesario cantidades
que nadie se atreve a declarar? ¡Necesitamos “Zaqueos” urgentemente!.
Isabel, palabra de origen hebreo que
significa: "consagrada a Dios"
"Que
el Señor nos conceda como
a su buena Isabel, el don de un gran desprendimiento para dedicar nuestra vida y nuestros bienes a ayudar a los
más necesitados."
a su buena Isabel, el don de un gran desprendimiento para dedicar nuestra vida y nuestros bienes a ayudar a los
más necesitados."
SU VIDA
Isabel, a los 15 años fue dada en matrimonio
por su padre el Rey de Hungría al príncipe Luis VI de Turingia, el matrimonio
tuvo tres hijos. Se amaban tan intensamente que ella llegó a
exclamar un día: "Dios mío, si a mi esposo lo amo tantísimo, ¿Cuánto más
debiera amarte a Ti?". Su esposo
aceptaba de buen modo las santas exageraciones que Isabel tenía en repartir a
los pobres cuanto encontraba en la casa.
Él respondía a los que
criticaban: "Cuanto más demos nosotros a los pobres, más nos dará Dios a
nosotros".
Cuando
apenas de veinte años y con su hijo menor recién nacido, su esposo, un cruzado,
murió en un viaje a defender Tierra Santa. Isabel casi se desespera al
oír la noticia, pero luego se resignó y aceptó la voluntad de Dios. Rechazó varias ofertas de matrimonio y se
decidió entonces a vivir en la pobreza y dedicarse al servicio de los más
pobres y desamparados.
El sucesor de su marido la desterró del
castillo y tuvo que huir con sus tres hijos, desprovistos de toda ayuda
material. Ella, que cada día daba de
comer a 900 pobres en el castillo, ahora no tenía quién le diera para el
desayuno. Pero confiaba totalmente en
Dios y sabía que nunca la abandonaría, ni a sus hijos. Finalmente algunos familiares la recibieron en
su casa, y más tarde el Rey de Hungría consiguió que le devolvieran los bienes
que le pertenecían como viuda, y con ellos construyó un gran hospital para
pobres, y ayudó a muchas familias necesitadas.
Un Viernes Santo, después de las ceremonia,
cuando ya habían desvestido los altares en la iglesia, se arrodilló ante uno y
delante de varios religiosos hizo voto de renuncia de todos sus bienes y voto
de pobreza, como San Francisco de Asís, y consagró su vida al servicio de
los más pobres y desamparados. Cambió
sus vestidos de princesa por un simple hábito de hermana franciscana, de tela
burda y ordinaria, y los últimos cuatro años de su vida (de los 20 hasta los 24
años) se dedicó a atender a los pobres enfermos del hospital que había fundado. Se propuso recorrer calles y campos pidiendo
limosna para sus pobres, y vestía como las mujeres más pobres del campo. Vivía en una humilde choza junto al
hospital. Tejía y hasta pescaba, con
tal de obtener con qué compararles medicinas a los enfermos.
Tenía
un director espiritual que para ayudarla en su camino a la santidad, la trataba
duramente. Ella exclamaba: "Dios
mío, si a este sacerdote le tengo tanto temor, ¿cuánto más te debería temer a
Ti, si desobedezco tus mandamientos?"
Un día, cuando todavía era princesa, fue al
templo vestida con los más exquisitos lujos, pero al ver una imagen de Jesús
crucificado pensó: "¿Jesús en la Cruz despojado de todo y coronado de
espinas, y yo con corona de oro y vestidos lujosos?" . Nunca más volvió con vestidos lujosos al
templo de Dios.
Una vez se encontró un leproso abandonado en
el camino, y no teniendo otro sitio en dónde colocarlo por el momento, lo
acostó en la cama de su marido que estaba ausente. Llegó este inesperadamente y le contaron el
caso. Se fue furioso a regañarla, pero
al llegar a la habitación, vio en su cama, no el leproso sino un hermoso
crucifijo ensangrentado. Recordó
entonces que Jesús premia nuestros actos de caridad para con los pobres como
hechos a Él mismo.
El pueblo la llamaba "la mamacita buena".
Un
sacerdote de aquella época escribió: "Afirmo delante de Dios que raramente
he visto una mujer de una actividad tan intensa, unida a una vida de oración y
de contemplación tan elevada".
Algunos religiosos franciscanos que la dirigían en su vida de total
pobreza, afirman que varias veces, cuando ella regresaba de sus horas de
oración, la vieron rodeada de resplandores y que sus ojos brillaban como luces
muy resplandecientes.
El mismo emperador Federico II afirmó:
"La venerable Isabel, tan amada de Dios, iluminó las tinieblas de este
mundo como una estrella luminosa en la noche oscura".
Cuando
apenas cumplía 24 años, el 17 de noviembre del año 1231, pasó de esta vida a la
eternidad. A sus funerales asistieron
el emperador Federico II y una multitud tan grande formada por gentes de
diversos países y de todas las clases sociales, que los asistentes decían que
no se había visto ni quizá se volvería a ver en Alemania un entierro tan
concurrido y fervoroso como el de Isabel de Hungría, la patrona de los pobres.
El mismo día de la muerte de la santa, a un
hermano lego se le destrozó un brazo en un accidente y estaba en cama sufriendo
terribles dolores. De pronto vio a
parecer a Isabel en su habitación, vestida con trajes hermosísimos. Él dijo: "¿Señora, Usted que siempre ha
vestido trajes tan pobres, por qué ahora tan hermosamente vestida?". Y ella sonriente le dijo: "Es que voy
para la gloria. Acabo de morir para la
tierra. Estire su brazo que ya ha quedado curado". El paciente estiró el brazo
que tenía totalmente destrozado, y la curación fue completa e instantánea.
Dos días después de su entierro, llegó al
sepulcro de la santa un monje cisterciense el cual desde hacía varios años
sufría un terrible dolor al corazón y ningún médico había logrado aliviarle de
su dolencia. Se arrodilló por un buen rato a rezar junto a
la tumba de la santa, y de un momento a otro quedó completamente curado de su
dolor y de su enfermedad.
Estos
milagros y muchos más, movieron al Sumo Pontífice a declararla santa, cuando
apenas habían pasado cuatro años de su muerte.
Santa Isabel de Hungría es patrona de la
Archidiócesis de Bogotá.
Una Historia
No faltó quien acusó a la princesa ante el
propio duque de estar dilapidando los caudales públicos y dejar exhaustos los
graneros y almacenes. El margrave Luis
quería a su esposa con delirio, pero no pudo resistir, sin duda, el acoso de
sus intendentes y les pidió una prueba de su acusación.
-- Espera un poco -le dijeron- y verás salir a la señora con la faltriquera llena.
-- Espera un poco -le dijeron- y verás salir a la señora con la faltriquera llena.
Efectivamente,
poco tuvo que esperar el duque para ver a su mujer que salía, como a
hurtadillas, de palacio cerrando cautelosamente la puerta. Violentamente la detuvo y la preguntó con
dureza:
--
¿Qué llevas en la falda?
--
Nada..., son rosas -contestó Isabel tratando de disculparse, sin recordar que
estaba en pleno invierno-.
Y,
al extender el delantal, rosas eran y no mendrugos de pan lo que Isabel
llevaba, porque el Señor quiso salir fiador de la palabra de su sierva.
ORACIÓN
Oh Dios misericordioso, alumbra los corazones de tus
fieles; y por las súplicas gloriosas de Santa Isabel, haz que despreciemos las prosperidades.
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