lunes, 16 de noviembre de 2015

Párate un momento: Evangelio del día 7 de Noviembre – MARTES- XXXIIIª –Semana del Tiempo Ordinario STª ISABEL de Hungría







17 de Noviembre – MARTES-
XXXIIIª –Semana del Tiempo Ordinario
STª ISABEL de Hungría

Evangelio: Lc 19, 1-10

   En aquel tiempo, entró Jesús en Jericó y atravesaba la ciudad.   Un hombre llamado Zaqueo, jefe de publicanos y rico, trataba de distinguir quién era Jesús, pero la gente se lo impedía, porque era bajo de estatura. Corrió más adelante y se subió a una higuera, para verlo, porque tenía que pasar por allí.   Jesús, al llegar a aquel sitio, levantó los ojos y dijo: “Zaqueo, baja enseguida, porque hoy tengo que alojarme en tu casa”: Él bajó enseguida, y lo recibió muy contento.   Al ver esto, todos
murmuraban diciendo: “Ha entrado a hospedarse en casa de un pecador”: Pero Zaqueo se puso en pie, y dijo al Señor: “Mira, la mitad de mis bienes, Señor, se la doy a los pobres; y si de algo me he aprovechado, le restituiré cuatro veces más”.   Jesús le contestó: “Hoy ha sido la salvación de esta casa; también este es hijo de Abrahán.   Porque el Hijo del Hombre
ha venido a buscar y salvar lo que estaba perdido”.

1.   Este episodio tiene mucho que ver con la vocación de Leví y el banquete siguiente (Lc 5,27-32).  Y es una renovación resumida del capítulo 15 de Lc, en el que Jesús explicó cómo se comporta Dios con los perdidos y extraviados.   En esos relatos se explica la atracción que Jesús ejercía sobre los pecadores y los recaudadores de impuestos, que eran los grupos más
despreciados social y religiosamente.   Sin duda, la gente sabía que Jesús, no solo no rechazaba ni reprendía a esa clase de individuos, sino que tenía con ellos tan buena relación, que solía comer con ellos, lo que era el signo más claro de una amistad y una acogida sin condiciones.

2.   Por todo esto se explica que Zaqueo tuviera tanto interés por ver a Jesús.   Y sus sentimientos llegaron al colmo de la admiración cuando Jesús le dijo que tenía que ir a hospedarse en su casa.   Era inimaginable que un profeta de Dios se fuera a cenar y pasar la noche en la casa del hombre más despreciable y despreciado del pueblo.   La reacción de Zaqueo
impresiona:  1) Por lo que hizo, dar la mitad de su fortuna a los pobres y
devolver cuatro veces más al que había robado;   2) Por lo que no dice el texto, ya que el relato no habla ni de conversión, ni de arrepentimiento, ni se pondera la contrición de aquel pecador.   Según este relato, al Evangelio no le interesan los sentimientos, le interesan los hechos.

3.   ¿De qué les sirven, a los que acumulan fortunas, sus sentimientos de devoción, piedad, arrepentimiento y solidaridad, si no sueltan lo que han robado (ellos o sus antepasados [San Jerónimo]), sabiendo que hay millones de criaturas que tienen que vivir con menos de un euro al día, al tiempo que ellos se gastan en consumismo innecesario cantidades que nadie se atreve a declarar?   ¡Necesitamos “Zaqueos” urgentemente!.

Santa Isabel de Hungría
Viuda    (1207- 1231)
Isabel, palabra de origen hebreo que significa: "consagrada a Dios"

"Que el Señor nos conceda como
a su buena Isabel,  el don de un gran desprendimiento para dedicar nuestra vida  y nuestros bienes a ayudar a los
más necesitados."

SU VIDA

   Isabel, a los 15 años fue dada en matrimonio por su padre el Rey de Hungría al príncipe Luis VI de Turingia,  el matrimonio tuvo tres hijos.   Se amaban tan intensamente que ella llegó a exclamar un día: "Dios mío, si a mi esposo lo amo tantísimo, ¿Cuánto más debiera amarte a Ti?".   Su esposo aceptaba de buen modo las santas exageraciones que Isabel tenía en repartir a los pobres cuanto encontraba en la casa.   Él respondía a los que criticaban: "Cuanto más demos nosotros a los pobres, más nos dará Dios a nosotros".
Cuando apenas de veinte años y con su hijo menor recién nacido, su esposo, un cruzado, murió en un viaje a defender Tierra Santa.   Isabel casi se desespera al oír la noticia, pero luego se resignó y aceptó la voluntad de Dios.   Rechazó varias ofertas de matrimonio y se decidió entonces  a vivir en la pobreza y dedicarse al servicio de los más pobres y desamparados.
    El sucesor de su marido la desterró del castillo y tuvo que huir con sus tres hijos, desprovistos de toda ayuda material.   Ella, que cada día daba de comer a 900 pobres en el castillo, ahora no tenía quién le diera para el desayuno.   Pero confiaba totalmente en Dios y sabía que nunca la abandonaría, ni a sus hijos.    Finalmente algunos familiares la recibieron en su casa, y más tarde el Rey de Hungría consiguió que le devolvieran los bienes que le pertenecían como viuda, y con ellos construyó un gran hospital para pobres, y ayudó a muchas familias necesitadas.
    Un Viernes Santo, después de las ceremonia, cuando ya habían desvestido los altares en la iglesia, se arrodilló ante uno y delante de varios religiosos hizo voto de renuncia de todos sus bienes y voto de pobreza, como San Francisco de Asís,  y consagró su vida al servicio de los más pobres y desamparados.   Cambió sus vestidos de princesa por un simple hábito de hermana franciscana, de tela burda y ordinaria, y los últimos cuatro años de su vida (de los 20 hasta los 24 años) se dedicó a atender a los pobres enfermos del hospital que había fundado.   Se propuso recorrer calles y campos pidiendo limosna para sus pobres, y vestía como las mujeres más pobres del campo.   Vivía en una humilde choza junto al hospital.   Tejía y hasta pescaba, con tal de obtener con qué compararles medicinas a los enfermos.
Tenía un director espiritual que para ayudarla en su camino a la santidad, la trataba duramente.   Ella exclamaba: "Dios mío, si a este sacerdote le tengo tanto temor, ¿cuánto más te debería temer a Ti, si desobedezco tus mandamientos?"
   Un día, cuando todavía era princesa, fue al templo vestida con los más exquisitos lujos, pero al ver una imagen de Jesús crucificado pensó: "¿Jesús en la Cruz despojado de todo y coronado de espinas, y yo con corona de oro y vestidos lujosos?"   . Nunca más volvió con vestidos lujosos al templo de Dios.
   Una vez se encontró un leproso abandonado en el camino, y no teniendo otro sitio en dónde colocarlo por el momento, lo acostó en la cama de su marido que estaba ausente.   Llegó este inesperadamente y le contaron el caso.   Se fue furioso a regañarla, pero al llegar a la habitación, vio en su cama, no el leproso sino un hermoso crucifijo ensangrentado.   Recordó entonces que Jesús premia nuestros actos de caridad para con los pobres como hechos a Él mismo.
   El pueblo la llamaba "la mamacita buena".
Un sacerdote de aquella época escribió: "Afirmo delante de Dios que raramente he visto una mujer de una actividad tan intensa, unida a una vida de oración y de contemplación tan elevada".   Algunos religiosos franciscanos que la dirigían en su vida de total pobreza, afirman que varias veces, cuando ella regresaba de sus horas de oración, la vieron rodeada de resplandores y que sus ojos brillaban como luces muy resplandecientes.
   El mismo emperador Federico II afirmó: "La venerable Isabel, tan amada de Dios, iluminó las tinieblas de este mundo como una estrella luminosa en la noche oscura".
Cuando apenas cumplía 24 años, el 17 de noviembre del año 1231, pasó de esta vida a la eternidad.   A sus funerales asistieron el emperador Federico II y una multitud tan grande formada por gentes de diversos países y de todas las clases sociales, que los asistentes decían que no se había visto ni quizá se volvería a ver en Alemania un entierro tan concurrido y fervoroso como el de Isabel de Hungría, la patrona de los pobres.
    El mismo día de la muerte de la santa, a un hermano lego se le destrozó un brazo en un accidente y estaba en cama sufriendo terribles dolores.   De pronto vio a parecer a Isabel en su habitación, vestida con trajes hermosísimos.   Él dijo: "¿Señora, Usted que siempre ha vestido trajes tan pobres, por qué ahora tan hermosamente vestida?".   Y ella sonriente le dijo: "Es que voy para la gloria.   Acabo de morir para la tierra. Estire su brazo que ya ha quedado curado". El paciente estiró el brazo que tenía totalmente destrozado, y la curación fue completa e instantánea.
   Dos días después de su entierro, llegó al sepulcro de la santa un monje cisterciense el cual desde hacía varios años sufría un terrible dolor al corazón y ningún médico había logrado aliviarle de su dolencia.   Se arrodilló por un buen rato a rezar junto a la tumba de la santa, y de un momento a otro quedó completamente curado de su dolor y de su enfermedad.
Estos milagros y muchos más, movieron al Sumo Pontífice a declararla santa, cuando apenas habían pasado cuatro años de su muerte.
   Santa Isabel de Hungría es patrona de la Archidiócesis de Bogotá.

Una Historia
   No faltó quien acusó a la princesa ante el propio duque de estar dilapidando los caudales públicos y dejar exhaustos los graneros y almacenes.   El margrave Luis quería a su esposa con delirio, pero no pudo resistir, sin duda, el acoso de sus intendentes y les pidió una prueba de su acusación.
-- Espera un poco -le dijeron- y verás salir a la señora con la faltriquera llena.
Efectivamente, poco tuvo que esperar el duque para ver a su mujer que salía, como a hurtadillas, de palacio cerrando cautelosamente la puerta.   Violentamente la detuvo y la preguntó con dureza:
-- ¿Qué llevas en la falda?
-- Nada..., son rosas -contestó Isabel tratando de disculparse, sin recordar que estaba en pleno invierno-.
Y, al extender el delantal, rosas eran y no mendrugos de pan lo que Isabel llevaba, porque el Señor quiso salir fiador de la palabra de su sierva.

                    ORACIÓN
  Oh Dios misericordioso, alumbra los corazones de tus fieles; y por las súplicas gloriosas de Santa Isabel, haz que despreciemos las prosperidades.





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