28 de Noviembre – SÁBADO –
XXXIVª – Semana del Tiempo Ordinario
San Esteban: Monje y Mártir
Evangelio: Lc 21,34-36
En aquel tiempo, dijo Jesús a sus
discípulos: “Tened cuidado no se os embote la mente con el vicio, la bebida y
la preocupación del dinero, y se os eche encima de repente aquel día; porque
caerá como un lazo sobre todos los habitantes de la tierra. Estad siempre
despiertos, pidiendo fuerza para escapar de todo lo que está por venir; y
manteneos en pie ante el Hijo del Hombre”.
1. Lo último
que Jesús les dice a sus discípulos y a quienes creen en lo que él dijo, es que
cuiden, con vigilancia y oración, para que no se les “embote la mente”.
Propiamente, lo que dice Jesús es que no dejen que se les opriman o se les
sobrecarguen los corazones. Todos, en efecto, tenemos el peligro de pasar por
situaciones o, lo que es peor, orientar nuestra vida de forma que el corazón se
embote. Y cuando el corazón se embota, con ello la mente se incapacita para ver
lo que realmente nos ocurre. Nada influye tanto en la mente como los afectos y
sentimientos que ocupan y cargan el corazón. Cada ser humano es lo que son sus
afectos. La afectividad es la fuerza interior que dirige nuestras vidas.
2. Pero Jesús
dice más. Lo que embota el corazón y la mente es la postura, la opción
fundamental, del que solo piensa en sí, en su propio bienestar y disfrute de la
vida, de los placeres y del dinero que los puede costear.
De sobra sabemos que eso nos incapacita para vernos por dentro, y para
ver lo que realmente nos conviene. De eso es de lo que Jesús nos previene.
Porque un individuo que va así por la vida es un peligro para sí mismo y para
todo el que se roce con él.
3. Si Jesús
dice esto, no es para amargarnos la vida. Ni para reprimir lo que nos hace
felices. El problema está en distinguir con cuidado que una cosa es la
diversión y otra cosa es la fiesta. En la fiesta compartimos la felicidad. En la
diversión alimentamos el burdo egoísmo del que solo piensa en sí. Y eso es lo
que embota el corazón y la mente, y lo que nos impide ver lo que realmente
ocurre en la vida, en el mundo, en la sociedad y en la Iglesia. De ahí, la
importancia que tienen estas palabras de Jesús al cerrar el año litúrgico.
San Esteban: Monje y Mártir
San Esteban el Joven, Monje y Mártir: En Constantinopla, san Esteban el Joven, monje y
mártir, que en tiempo del emperador Constantino Coprónimo, por dar culto a las
imágenes sagradas fue atormentado con variados suplicios y confirmó la verdad
católica con el derramamiento de su sangre. († 764)
San Esteban el joven, uno de los más famosos mártires de
la persecución iconoclasta, nació en Constantinopla. Cuando tenía quince años,
sus padres, le confiaron a los monjes del antiguo monasterio de San Auxencio,
no lejos de Calcedonia. El oficio del joven consistía en comprar las
provisiones. Cuando murió el Egúmeno (Abad) Juan, Esteban fue elegido para
sucederle. El monasterio consistía en una serie de celdas aisladas,
desperdigadas en la montaña. El nuevo abad se estableció en una cueva de la cumbre.
Ahí unió el trabajo a la oración: se ocupaba en copiar antiguos libros.
El emperador Constantino V Coprónimo (718-775) continuó
la guerra que su padre, León III Isáurico (675-741), había declarado a las
imágenes. Como era de esperar, encontró entre los monjes la oposición más
fuerte y contra ellos tomó las medidas más rigurosas, Como estaba al tanto de
la gran influencia de Esteban, el emperador se esforzaba -sin éxito alguno-
para que suscribiese el decreto promulgado por los obispos iconoclastas en el
sínodo de Hiera del año 753 (Sínodo espurio por ser convocado por el Emperador
y no por el Papa).
Esteban fue llevado preso en un navío a un monasterio de
Crisópolis, donde fue sometido a juicio. Al principio, le trataron cortésmente,
pero después empezaron a maltratarle con brutalidad. El santo les preguntó cómo
se atrevían a calificar de ecuménico un concilio que no había sido aprobado por
los otros patriarcas, y defendió tenazmente la veneración de las sagradas
imágenes. Por ello, fue desterrado a la isla de Proconeso.
Dos años más tarde, Constantino Coprónimo mandó que fuese
trasladado a una prisión de Constantinopla. Unos cuantos días después, el santo
compareció ante el emperador. Este le preguntó si creía que pisotear una imagen
era lo mismo que pisotear a Cristo. Esteban replicó: "Ciertamente que
no". Pero en seguida, tomando una moneda, preguntó qué castigo merecía el
que pisoteara la imagen del emperador que había en ella. La sola idea de ese
crimen provocó gran indignación. Entonces Esteban preguntó: "¿De modo que
es un crimen enorme insultar la imagen del rey de la tierra y no lo es arrojar
al fuego las imágenes del Rey del cielo?". Las respuestas del monje
sacudieron a Coprónimo y desataron su ira, hasta que lo condenó a ser azotado;
sin embargo, sin que mediara orden del emperador, San Esteban fue asesinado por
un grupo de oficiales en el palacio de Constantinopla.
No hay comentarios:
Publicar un comentario