21 de Noviembre – SÁBADO –
XXXIIIª – Semana del Tiempo Ordinario
“Presentación de la Santísima Virgen”
Evangelio: Lc 20, 27-40
En aquel
tiempo, se acercaron a Jesús unos saduceos, que niegan la resurrección y le
preguntaron: “Maestro, Moisés nos dejó escrito: ‘Si a uno se le muere su
hermano dejando mujer pero sin hijos, cásese con la viuda y dé descendencia a
su hermano”. Pues bien, había siete hermanos: el primero se casó y murió sin
hijos. Y el segundo y el tercero se casaron con ella, y así los siete murieron
sin dejar hijos. Por último murió la mujer. Cuando llegue la resurrección, ¿de
cuál de ellos será la mujer? Porque los siete han estado casados con ella”.
Jesús les contestó: “En esta vida hombres y mujeres se casan; pero los que sean
juzgados dignos de la vida futura y de la resurrección de entre los muertos, no
se casarán. Pues ya no pueden morir, son como ángeles: son hijos de Dios,
porque participan en la resurrección. Y que resucitan los muertos, el mismo
Moisés lo indica en el episodio de la zarza, cuando llama al Señor: “Dios de
Abrahán, Dios de Isaac, Dios de Jacob”. No es Dios de muertos sino de vivos:
porque para Él todos están vivos”. Intervinieron unos letrados: “Bien dicho,
Maestro”. Y no se atrevían a hacerle más preguntas”.
1. Una de las cuestiones
teológicas fundamentales, que distinguían a las saduceos de los fariseos, era
que no creían en la resurrección para la vida futura, mientras que los fariseos
sí creían en eso. Conviene recordar que en casi todo el Antiguo Testamento no
se menciona la fe en la vida eterna. Solo al final, en Dn 12,2; 2 Mac 7,9 y Jub
23, 31. La fe de los fariseos era, en cierto modo, una innovación teológica.
2. Los saduceos, para defender
su postura, echan mano de la ley del levirato, muy extendida en el Oriente
antiguo. Y plantean a Jesús su caso extravagante, pero no caen en la cuenta de
que la vida, posterior a la resurrección de los muertos, no necesita
perpetuarse mediante las leyes biológicas que son fuente de fecundidad y de
vida en este mundo. Aunque, hablando con más precisión, de la vida después de
la muerte solo podemos hablar por negaciones: sabemos lo que no es. Pero nunca sabremos
en este mundo lo que es la vida que, por la fe, esperamos para después de la
muerte.
3. Además, es importante dejar
claro que la “ley del levirato” (de “levir” = cuñado),
según establece Deut 25, 5-10, tenía la finalidad de asegurar el nombre y la
herencia de la familia (J. Dheilly). Es evidente que eso no tiene, ni puede
tener, sentido cuando hablamos de la “otra vida”.
Hoy,
celebramos junto con toda la Iglesia, la Presentación en el Templo de la niña
Santa María.
Es en
una antigua y piadosa tradición que encontramos los orígenes de esta fiesta
mariana que surge en el escrito apócrifo llamado "Protoevangelio de
Santiago". Este relato cuenta que cuando la Virgen María era muy niña sus
padres San Joaquín y Santa Ana la llevaron al templo de Jerusalén y allá la
dejaron por un tiempo, junto con otro grupo de niñas, para ser instruida muy
cuidadosamente respecto a la religión y a todos los deberes para con Dios.
Históricamente,
el inicio de esta celebración fue la dedicación de la Iglesia de Santa María la
Nueva en Jerusalén en el año 543. Estas fiestas se vienen conmemorando en
Oriente desde el siglo VI, inclusive el emperador Miguel Comeno cuenta sobre
esto en una Constitución de 1166.
Más
adelante, en 1372, el canciller en la corte del Rey de Chipre, habiendo sido
enviado a Aviñón, en calidad de embajador ante el Papa Gregorio XI, le contó la
magnificencia con que en Grecia celebraban esta fiesta el 21 de noviembre. El
Papa entonces la introdujo en Aviñón, y Sixto V la impuso a toda la Iglesia.
Oración:
Santa
Madre María, tú que desde temprana edad te consagraste al Altísimo, aceptando
desde una libertad poseída el servirle plenamente como templo inmaculado, tú
que confiando en tus santos padres, San Joaquín y Santa Ana, respondiste con
una obediencia amorosa al llamado de Dios Padre, tú que ya desde ese momento en
el que tus padres te presentaron en el Templo percibiste en tu interior el
profundo designio de Dios Amor; enséñanos Madre Buena a ser valientes
seguidores de tu Hijo, anunciándolo en cada momento de nuestra vida desde una
generosa y firme respuesta al Plan de Dios. Amén
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