jueves, 14 de enero de 2016

Párate un momento: evangelio de día 15 de enero – VIERNES- San Francisco Fernández de Capillas y compañeros mártires






15 de enero – VIERNES-
1ª Semana del Tiempo Ordinario
San Francisco Fernández de Capillas y compañeros mártires

EVANGELIO
El Hijo del hombre tiene autoridad en la tierra para perdonar pecados

Lectura del santo evangelio según San Marcos 2, 1-12

Cuando a los pocos días entró Jesús en Cafarnaún, se supo que estaba en casa.
Acudieron tantos que no quedaba sitio ni a la puerta. Y les proponía la palabra.
Y vinieron trayéndole un paralítico llevado entre cuatro y, como no podían presentárselo por el gentío, levantaron la techumbre encima de donde él estaba, abrieron un boquete y descolgaron la camilla donde yacía el paralítico. Viendo Jesús la fe que tenían, le dice al paralítico:
-«Hijo, tus pecados quedan perdonados».
Unos escribas, que estaban allí sentados, pensaban para sus adentros:
-«Por qué habla este así? Blasfema. ¿Quién puede perdonar pecados, sino solo uno, Dios?».
Jesús se dio cuenta de lo que pensaban y les dijo:
-«¿Por qué pensáis eso? ¿Qué es más fácil: decirle al paralítico "tus pecados te son perdonados" o decir: "Levántate, ¿coge la camilla y echa a andar”?
Pues, para que veáis que el Hijo del hombre tiene autoridad en la tierra para perdonar pecados-dice al paralítico-: “Te digo: levántate, coge tu camilla y vete a tu casa” ».
Se levantó, cogió inmediatamente la camilla y salió a la vista de todos. Se quedaron atónitos y daban gloria a Dios, diciendo:
-«Nunca hemos visto una cosa igual».

1.- El dato más significativo, y de mayor actualidad, que contiene este evangelio, es el hecho de que Jesús perdona los pecados a un hombre que estaba paralítico (Mc 2,5b). Jesús le perdona sus pecados a aquello hombre sin exigirle confesión, sin preguntarle si estaba arrepentido, si tenia propósito de enmienda o si pensaba cumplir la penitencia. A Jesús le bastó ver la fe que tenían (Mc 2,5ª); el paralítico y los que lo llevaban. En las comunidades cristianas del N.T. se insiste en que la Iglesia naciente perdonaba los pecados sin exigir confesión a los pecadores (Mt 16,19;18,18; Jn 20,23; Lc17,14; Sant 5,16; 1Jn 1,9).

2.- Durante cerca de ocho siglos, no existió la confesión de los pecados. La penitencia se administraba una sola vez en la vida de cada persona. Y esto se hacia cuando alguien había cometido un pecado público y escandaloso. La confesión ante un sacerdote no la impuso ningún papa, ni un concilio. La introdujeron los monjes irlandeses en el s. VIII. Más tarde se empezó a practicar como se hace ahora. Y es el concilio de Trento (s. XVI), en Ses. XIV, la impuso como obligación.

3.- Pero Trento impuso la confesión utilizando dos argumentos muy discutibles: 1) Presenta el perdón de los pecados “como un acto judicial” (DH 1685), cuando en realidad es un “acto de misericordia y perdón).  2) Habla de la confesión de los pecados como un hecho instituido por el Señor (DH 1679) y así da a entender que siempre se practicó en la Iglesia, cosa que históricamente no se puede demostrar. Por eso parece más conveniente la práctica de “la penitencia comunitaria”, recomendada por el papa Pablo VI. Otra cosa es abrir la conciencia a un sacerdote para encontrar paz y consejo.

San Francisco Fernández de Capillas y compañeros mártires

En 1692 se decretó la libertad religiosa en China, en virtud del cual todos sus súbditos podían seguir la religión cristiana y todos los misioneros podían predicarla en sus vastos dominios.
Como consecuencia, la acción misionera y la difusión del mensaje evangélico se desarrollaron notablemente y fueron muchos los chinos que, atraídos por la luz de Cristo, pidieron recibir el bautismo.

Pero desgraciadamente la cuestión espinosa de los «ritos chinos»,  irritó   sobremanera al emperador K'ang Hsi y preparó la persecución (fuertemente influenciada por la del vecino Japón), que en unos sitios más en otros menos, abierta o solapada, violenta o velada,se extendió prácticamente con sucesivas oleadas desde la primera década del siglo XVII hasta la mitad del siglo XIX, matando a misioneros y a fieles laicos y destruyendo no pocas iglesias.

Fue exactamente el 15 de enero de 1648 cuando los Tártaros Manciù, habiendo invadido la región del Fujian y mostrándose hostiles a la religión cristiana, dieron muerte a San Francisco Fernández de Capillas, sacerdote de la Orden de los Frailes Predicadores. Después de haberlo encarcelado y torturado, lo decapitaron mientras rezaba con otros los misterios dolorosos del Rosario. San Francisco Fernández de Capillas ha sido reconocido por la Santa Sede como Protomártir de China.

Hacia la mitad del siglo siguiente, el XVIII, otros cinco misioneros españoles, que habían ejercido su actividad entre los años 1715-1747, fueron también asesinados como resultado de una nueva ola de persecución iniciada en 1729 y con secuaces más encarnizados en 1746. Era la época de los emperadores Yung-Cheng y de su hijo K'ien-Lung. Todos fueron martirizados en la ciudad de Fuzhou.

San Pedro Sans i Iordà, O.P., Obispo, natural de Ascó (Tarragona) nacido en 1680 decapitado el 26 de mayo de 1747 en Fuzhou. 
San Francisco Serrano, O.P., Obispo electo. nacido en Huéneja (Granada) en 1695.  Muere por asfixia, y luego su cadáver fue quemado, el 25 de octubre de 1748. 

San Juan Alcober, O.P., Sacerdote, nacido en Granada en 1694, muere ahorcado el 28 de octubre de 1748.

San Joaquín Royo, O.P. Sacerdote, Hinojosa (Teruel) en 1691, Muere el 28 de octubre de 1748, como los otros compañeros.

San Francisco Díaz del Rincón, O.P. Sacerdote, nació en Écija,(Sevilla), en 1713, muere ahorcado el 28 de octubre de 1748.

Fueron beatificados por León XIII el 14 de mayo de 1893 y canonizados por Juan Pablo II el 1 de octubre del 2000.





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