15 de enero
– VIERNES-
1ª Semana
del Tiempo Ordinario
San
Francisco Fernández de Capillas y compañeros mártires
EVANGELIO
El Hijo del hombre tiene
autoridad en la tierra para perdonar pecados
Lectura del santo evangelio según San Marcos 2, 1-12
Cuando a los pocos días
entró Jesús en Cafarnaún, se supo que estaba en casa.
Acudieron tantos que no quedaba sitio ni
a la puerta. Y les proponía la palabra.
Y vinieron trayéndole un
paralítico llevado entre cuatro y, como no podían presentárselo por el gentío, levantaron
la techumbre encima de donde él estaba, abrieron un boquete y descolgaron la
camilla donde yacía el paralítico. Viendo Jesús la fe que tenían, le dice al
paralítico:
-«Hijo, tus pecados quedan
perdonados».
Unos escribas, que estaban
allí sentados, pensaban para sus adentros:
-«Por qué habla este así?
Blasfema. ¿Quién puede perdonar pecados, sino solo uno, Dios?».
Jesús se dio cuenta de lo
que pensaban y les dijo:
-«¿Por qué pensáis eso?
¿Qué es más fácil: decirle al paralítico "tus pecados te son
perdonados" o decir: "Levántate, ¿coge la camilla y echa a andar”?
Pues, para que veáis que
el Hijo del hombre tiene autoridad en la tierra para perdonar pecados-dice al
paralítico-: “Te digo: levántate, coge tu camilla y vete a tu casa” ».
Se levantó, cogió
inmediatamente la camilla y salió a la vista de todos. Se quedaron atónitos y
daban gloria a Dios, diciendo:
-«Nunca hemos visto una
cosa igual».
1.-
El dato más significativo, y de mayor actualidad, que contiene este evangelio,
es el hecho de que Jesús perdona los pecados a un hombre que estaba paralítico
(Mc 2,5b). Jesús le perdona sus pecados a aquello hombre sin exigirle
confesión, sin preguntarle si estaba arrepentido, si tenia propósito de
enmienda o si pensaba cumplir la penitencia. A Jesús le bastó ver la fe que
tenían (Mc 2,5ª); el paralítico y los que lo llevaban. En las comunidades
cristianas del N.T. se insiste en que la Iglesia naciente perdonaba los pecados
sin exigir confesión a los pecadores (Mt 16,19;18,18; Jn 20,23; Lc17,14; Sant
5,16; 1Jn 1,9).
2.-
Durante cerca de ocho siglos, no existió la confesión de los pecados. La penitencia
se administraba una sola vez en la vida de cada persona. Y esto se hacia cuando
alguien había cometido un pecado público y escandaloso. La confesión ante un
sacerdote no la impuso ningún papa, ni un concilio. La introdujeron los monjes
irlandeses en el s. VIII. Más tarde se empezó a practicar como se hace ahora. Y
es el concilio de Trento (s. XVI), en Ses. XIV, la impuso como obligación.
3.-
Pero Trento impuso la confesión utilizando dos argumentos muy discutibles: 1)
Presenta el perdón de los pecados “como un acto judicial” (DH 1685), cuando en
realidad es un “acto de misericordia y perdón).
2) Habla de la confesión de los pecados como un hecho instituido por el
Señor (DH 1679) y así da a entender que siempre se practicó en la Iglesia, cosa
que históricamente no se puede demostrar. Por eso parece más conveniente la
práctica de “la penitencia comunitaria”, recomendada por el papa Pablo VI. Otra
cosa es abrir la conciencia a un sacerdote para encontrar paz y consejo.
San
Francisco Fernández de Capillas y compañeros mártires
En 1692 se
decretó la libertad religiosa en China, en virtud del cual todos sus súbditos
podían seguir la religión cristiana y todos los misioneros podían predicarla en
sus vastos dominios.
Como
consecuencia, la acción misionera y la difusión del mensaje evangélico se
desarrollaron notablemente y fueron muchos los chinos que, atraídos por la luz
de Cristo, pidieron recibir el bautismo.
Pero desgraciadamente la cuestión espinosa de los «ritos
chinos», irritó sobremanera al emperador K'ang Hsi
y preparó la persecución (fuertemente influenciada por la del vecino Japón),
que en unos sitios más en otros menos, abierta o solapada, violenta o velada,se
extendió prácticamente con sucesivas oleadas desde la primera década del siglo
XVII hasta la mitad del siglo XIX, matando a misioneros y a fieles laicos y
destruyendo no pocas iglesias.
Fue exactamente el 15 de enero de 1648 cuando los Tártaros Manciù, habiendo
invadido la región del Fujian y mostrándose hostiles a la religión cristiana,
dieron muerte a San Francisco Fernández de Capillas, sacerdote de la Orden de
los Frailes Predicadores. Después de haberlo encarcelado y torturado, lo
decapitaron mientras rezaba con otros los misterios dolorosos del
Rosario. San Francisco Fernández de Capillas ha sido reconocido
por la Santa Sede como Protomártir de China.
Hacia la mitad del siglo siguiente, el XVIII, otros cinco misioneros
españoles, que habían ejercido su actividad entre los años 1715-1747, fueron
también asesinados como resultado de una nueva ola de persecución iniciada en
1729 y con secuaces más encarnizados en 1746. Era la época de los emperadores
Yung-Cheng y de su hijo K'ien-Lung. Todos fueron martirizados en la ciudad de
Fuzhou.
San Pedro Sans i Iordà, O.P., Obispo, natural de Ascó (Tarragona) nacido en
1680 decapitado el 26 de mayo de 1747 en Fuzhou.
San Francisco
Serrano, O.P., Obispo electo. nacido en Huéneja (Granada) en 1695. Muere por asfixia, y luego su cadáver fue quemado, el
25 de octubre de 1748.
San Juan Alcober, O.P., Sacerdote,
nacido en Granada en 1694, muere ahorcado el 28 de octubre de
1748.
San Joaquín Royo, O.P. Sacerdote, Hinojosa
(Teruel) en 1691, Muere el 28 de octubre de 1748, como los otros
compañeros.
San Francisco Díaz del Rincón, O.P. Sacerdote, nació en Écija,(Sevilla), en
1713, muere ahorcado el 28 de octubre de 1748.
Fueron beatificados por León XIII el 14 de mayo de
1893 y canonizados por Juan Pablo II el 1 de octubre del 2000.
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