Evangelio
según san Mateo (4,12-17.23-25):
En aquel tiempo, al enterarse Jesús de que habían arrestado a Juan se retiró a Galilea. Dejando Nazaret, se estableció en Cafarnaún, junto al lago, en el territorio de Zabulón y Neftalí. Así se cumplió lo que había dicho el profeta Isaías: «País de Zabulón y país de Neftalí, camino del mar, al otro lado del Jordán, Galilea de los gentiles. El pueblo que habitaba en tinieblas vio una luz grande; a los que habitaban en tierra y sombras de muerte, una luz les brilló.»
Entonces comenzó Jesús a predicar diciendo: «Convertíos, porque está cerca el reino de los cielos.»
Recorría toda Galilea, enseñando en las sinagogas y proclamando el Evangelio del reino, curando las enfermedades y dolencias del pueblo. Su fama se extendió por toda Siria y le traían todos los enfermos aquejados de toda clase de enfermedades y dolores, endemoniados, lunáticos y paralíticos. Y él los curaba. Y le seguían multitudes venidas de Galilea, Decápolis, Jerusalén, Judea y Trasjordania.
1.- Este texto está claramente manipulado por el último redactor
del evangelio de Mateo. La cita de Is 8,1-2 no coincide ni con el texto hebreo
ni con la traducción de los LXX (U. Lux, W. Carter, K. Stendhal). Además, este
pasaje quedó redactado de forma que en él lo que destaca es que Jesús se fue de
la “tierra santa”, dominada por el templo y sus sacerdotes, a una “tierra en
sombras de muerte”, dominada por el poder imperial de los gentiles
(Blass/Debrunner/Funk, 162.5.7). ¿Por qué pensó Jesús que así, y en tales
condiciones, es como mejor podía realizar su tarea y hacer el mayor bien que
podía hacer?
2.- La respuesta es tan sorprendente, que seguramente el miedo
(del que no nos damos cuenta) es lo que nos impide entender y aceptar semejante
respuesta. Se trata de esto: Jesús centró su enseñanza en que la solución, para
un pueblo oprimido, está en aceptar y vivir lo que representa el “reinado de
Dios” (Mt 4,17.23). Ahora bien, esto solo es posible cuando en cada ser humano
se produce una “metánoia”, que significa “un cambio de mentalidad” o “cambio en
el modo de pensar”, es so la mentalidad que rige nuestra forma de vivir (J.
Goetzmann).
3.- Por esto, Jesús pedía a la gente, no propiamente la
“conversión” o el “arrepentimiento”, sino cambiar las convicciones que
determinan cómo vivimos y nos portamos (Mt 4,17; Mc 1,15). Pero lo curioso (y
lo que nos desconcierta) es que Jesús, para que la gente cambiase de
mentalidad, lo que hacia era ir “curando las enfermedades y dolencias del
pueblo” (Mt 4,23). Su actividad no era religiosa y sobrenatural, sino sencillamente
humana y terapéutica. O sea, para Jesús, Dios reina en el mundo y el mundo se
arregla cuando somos tan profundamente humanos, que no soportamos ver a la
gente sufrir. Así es como reina Dios. Así es como se arregla el mundo.
San
Raimundo de Peñafort, presbítero
San Raimundo de Peñafort, presbítero de la Orden de
Predicadores, eximio maestro en derecho canónico, que escribió de modo muy
acertado sobre el sacramento de la penitencia. Elegido maestro general de la
Orden, preparó la redacción de las nuevas Constituciones y, llegado a edad muy
avanzada, se durmió en el Señor en la ciudad de Barcelona, en España.
Nació hacia el año 1175, en Peñafort, cerca
de Barcelona, España. Pronto demuestra tener una extraordinaria inteligencia, y
a los 20 años es profesor de filosofía en Barcelona. Hacia los 30 años, fue a
la prestigiosa Universidad de Bolognia, Italia para perfeccionar su derecho
civil y canónico. Allí se doctoró y fue profesor. En 1219, fue nombrado
archidiácono de la diócesis de Barcelona. Se destacó por su amor a los pobres.
En 1222, a los 40 años de edad, ingresó en
la Orden de Predicadores (Dominicos) a penas 8 meses después de la muerte del
fundador, Santo Domingo de Guzmán.
Raimundo
consideraba que el orgullo era un peligro para su alma. Convencido de la importancia de hacer penitencia por la
complacencia con que había enseñado, pidió que le impusieran severas
penitencias y oficios humillantes. Pero sus superiores le encargaron investigar
como responder a preguntas difíciles de moral que los fieles presentan. El
llamó a estas "casos de conciencia". El resultado de su trabajo fue
su famoso libro, "Summa de casibus paenitentialibus", la primera obra
de su género. Esta ha sido de gran provecho para confesores y moralistas.
Tenía gran celo por la evangelización,
trabajando incesantemente en la predicación, la instrucción y la confesión.
Insigne predicador dotado con la "eficacia de la palabra", recorrió
las provincias españolas de Aragón, Castilla y Cataluña. Sus acompañantes
comentaban que parecía casi imposible que un predicador lograra tantas
conversiones con sus sermones.
Según una tradición muy discutida, San
Raimundo colaboró con San Pedro Nolasco en la fundación de la orden de los
Mercedarios los Padres Mercedarios, dedicada principalmente a rescatar a los
secuestrados por los mahometanos.
En 1230 el Papa Gregorio IX llamó a Raimundo
a Roma y le dio varios encargos:
1- Lo nombró su confesor. En una ocasión le
impuso al Papa de penitencia atender siempre muy bien las peticiones que le
hicieran los pobres.
2- Le encomendó reunir el corpus canónico de
los decretos de los Pontífices y concilios que no se encontrasen ya en la
colección que Graciano había hecho en 1150. Después de tres años de trabajo
publicó su famosísimo libro en 5 volúmenes titulado "Decretales",
compuesto el cual fue confirmado por el Papa. Hasta la compilación del Codex
Juris Canonici, en 1917, la compilación de San Raimundo era considerada como la
mejor colección de derecho canónico a la que los canonistas hacían referencia.
3- En 1235 lo nombró obispo de Tarragona, a
pesar de las súplicas del santo. Pero poco después el santo contrajo una grave
enfermedad y el Papa le liberó del cargo a condición de que Raimundo propusiera
un candidato apto.
Para recuperarse de su enfermedad, Raimundo
volvió a Barcelona, su tierra natal. Allí fue recibido con gran gozo y se
dedicó a la contemplación, la predicación y la confesión. Tanto la Santa Sede
como el rey confiaron en Raimundo importantes trabajos.
San Raimundo General de la orden Dominica
En 1238 llegaron a Barcelona los diputados
del capítulo general de la orden dominica, que había tenido lugar en Bolonia,
para anunciar a Raimundo que había sido elegido superior general, como sucesor
de Jordano de Sajonia. Raimundo quiso resistir pero al fin aceptó por
obediencia. Visitó a pie todas las casas de la orden sin disminuir en nada sus
austeridades y prácticas. Inculcó a sus hijos el amor de la vida entregada en
regularidad, del estudio, y de los misterios espirituales. Hizo una síntesis de
las constituciones de su orden, anotando los pasajes dudosos. Tres capítulos
generales aprobaron el nuevo código. En uno de dichos capítulos, tenido en
Paris en 1239, Raimundo obtuvo que se aprobara la medida de aceptar la dimisión
voluntaria de su superior, cuando ésta se fundara en razones justas. Al año
siguiente, habiendo sido superior solo dos años, renunció al cargo. Su razón
fue que había cumplido 65 años de edad.
Vivió 34 años mas, los cuales empleó en la
evangelización. Esclarecía la doctrina ante las herejías y buscaba la
conversión de todos, tanto cristianos pecadores como judíos y musulmanes. Con
este objeto, consiguió que Santo Tomás (dominico también) escribiera su Summa
contra Gentes y obtuvo que se enseñara el árabe y el hebreo en varios conventos
de su orden. Fundó un convento en Túnez y otro en Murcia, sur de España, que en
aquella época estaba dominada por los musulmanes. En una carta al superior
general en 1256 le informa que 10,000 sarracenos habían recibido el bautismo.
Esto es cosa extraordinaria ya que este tipo de conversiones son muy escasas.
Introdujo la inquisición en Barcelona y mostraba una gran caridad a todos. Sin
embargo no le faltaron adversidades. En una ocasión fue acusado de comprometer
fraudulentamente a un rabino judío.
La "barca"
milagrosa
Uno de los incidentes más famosos en la vida
de San Raimundo ocurrió durante un viaje en el que acompañaba al rey Jaime a
Mayorca. El soberano que era mujeriego, había prometido enmendarse, pero no
había cumplido su promesa. En vista de ello, Raimundo le pidió licencia para
partir a Barcelona; el rey no solo le negó, sino que amenazó de muerte a quien
se atreviera a sacar al santo de la isla. Confiando en Dios, Raimundo dijo a su
compañero: "Los reyes de la tierra pueden impedirnos la huida, pero el Rey
del cielo nos dará los medios para ello". Acto seguido se dirigió al mar,
extendió su túnica sobre las olas, ató un extremo de ella a un palo para que
sirviera de vela y, haciendo la señal de la cruz, montó sin temor en aquella improvisada
"barca". Su compañero quedó temblando en la playa. La milagrosa barca
hizo en seis horas el trayecto hasta Barcelona, a sesenta leguas de distancia.
Las gentes que vieron llegar al santo le recibieron con aclamaciones. Sin
inmutarse por ello, Raimundo recogió su túnica, que estaba perfectamente seca,
se la echó sobe los hombros y se dirigió a su monasterio. Una capilla y una
torre fueron construidas en el sitio en que desembarcó.
Muerte y canonización
Los reyes Alfonso de Castilla y Jaime de
Aragón visitaron a San Raimundo durante su última enfermedad. San Raimundo
murió en Barcelona el 6 de enero de 1275, a los 100 años de edad. Ante su
sepulcro se obraron milagros. La bula de canonización, publicada en 1601, cita
algunos de esos milagros, entre estos el que se narra arriba.
Sus restos mortales están en la Catedral de
Barcelona, España.
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