28 DE ENERO -JUEVES-
Sto.
Tomás de Aquino,
presbítero
y doctor de la Iglesia
3ª SEMANA
DEL TIEMPO ORDINARIO
Evangelio
según san Mc 4, 21-25
En aquel tiempo, dijo
Jesús a la muchedumbre: “¿Se trae el candil para meterlo debajo del celemín o
debajo de la cama, o para ponerlo en el candelero? Si se esconde algo es para
que se descubra; si algo se hace a ocultas, es para que salga a la luz. El que
tenga oídos para oír que oiga”. Les dijo también: “Atención a lo que estáis
oyendo: la medida que uséis la usarán con vosotros, y con creces. Porque al que
tiene se le dará, y al que no tiene se le quitará hasta lo que tiene”.
1. Esta advertencia, que los evangelios
sinópticos ponen a continuación de la parábola del sembrador (Mc 4, 21-23; Mt
13, 10-17; Lc 8, 9-10), no se refiere a los cobardes que no se atreven a decir
en público lo que tendrían que decir para que lo sepa todo el mundo, y lo
mantienen oculto, como el que mete una lámpara debajo de la cama o el que
oculta la luz para que todo se quede en oscuridad y tinieblas. ¿No sería eso una
postura irracional, sin pies ni cabeza?
2. Pero no. Jesús se refiere a otra cosa. El
problema está en la siguiente pregunta: ¿por qué, con tanta frecuencia, el
Evangelio se enseña, se explica, se exhorta a su cumplimiento, y, sin embargo,
la mayoría de los oyentes ni se enteran, ni se interesan por lo que se les
dice, ni se preocupan de verdad por lo que se preocupó
Jesús? Lo más obvio (y lo
más frecuente) es que las explicaciones del Evangelio, en el mejor de los
casos, comunican ideas, conocimientos, teorías... Pero no contagian vida.
Porque el centro del Evangelio no es lo que se piensa, sino que es lo que se vive.
La teología es “dogma”. El Evangelio es “una forma de vida”. Jesús transmitió el
Evangelio viviendo y conviviendo con los discípulos. Los que “siguen” a Jesús,
no
los que “estudian”
cristología, son los que se enteran del Evangelio.
3. En la nueva cultura, que se está imponiendo,
ya no interesan ni los conocimientos. Lo que interesa es la satisfacción de los
deseos que nos seducen. Los conocimientos están en las técnicas de la
comunicación (Internet...). Lo que se nos fomenta y nos domina es la seducción.
Y nos sometemos a los seductores que satisfacen los deseos de bienestar
ilimitado. Solo el Evangelio, que nos humaniza, podrá dar sentido a nuestras
vidas.
Santo
Tomás de Aquino
(Llamado Doctor Angélico; Roccaseca, actual
Italia, 1224 - Fossanuova, id., 1274) Teólogo y filósofo italiano. Hijo de una
de las familias aristócratas más influyentes de la Italia meridional, estudió
en Montecassino, en cuyo monasterio benedictino sus padres quisieron que
siguiera la carrera eclesiástica. Posteriormente se trasladó a Nápoles, donde
cursó estudios de artes y teología y entró en contacto con la Orden de los
Hermanos Predicadores.
En 1243 manifestó su
deseo de ingresar en dicha Orden, pero su familia se opuso firmemente, e
incluso su madre consiguió el permiso de Federico II para que sus dos hermanos,
miembros del ejército imperial, detuvieran a Tomás. Ello ocurrió en Acquapendente
en mayo de 1244, y el santo permaneció retenido en el castillo de Santo
Giovanni durante un año. Tras una queja de Juan el Teutónico, general de los
dominicos, a Federico II, éste accedió a que Tomás fuera puesto en libertad.
Luego se le permitió trasladarse a París, donde permaneció desde 1245 hasta
1256, fecha en que obtuvo el título de maestro en teología.
Durante estos años estuvo al cuidado de Alberto
Magno, con quien entabló una duradera amistad. Les unía -además del hecho de
pertenecer ambos a la Orden dominica- una visión abierta y tolerante, aunque no
exenta de crítica, del nuevo saber greco árabe, que por aquellas fechas llegaba
masivamente a las universidades y centros de cultura occidentales. Tras
doctorarse, ocupó una de las cátedras reservadas a los dominicos, tarea que
compatibilizó con la redacción de sus primeras obras, en las cuales empezó a
alejarse de la corriente teológica mayoritaria, derivada de las enseñanzas
de San Agustín de Hipona.
En 1259 regresó a
Italia, donde permaneció hasta 1268 al servicio de la corte pontificia en
calidad de instructor y consultor del Papa, a quien acompañaba en sus viajes.
Durante estos años redactó varios comentarios al Pseudo-Dionisio y a Aristóteles, finalizó la Suma contra
los gentiles, obra en la cual repasaba críticamente las filosofías y
teologías presentes a lo largo de la historia, e inició la redacción de su obra
capital, la Suma Teológica, en la que estuvo ocupado entre 1267 y
1274 y que representa el compendio último de todo su pensamiento.
Tomás de Aquino supo
resolver la crisis producida en el pensamiento cristiano por el averroísmo,
interpretación del pensamiento aristotélico que resaltaba la independencia del
entendimiento guiado por los sentidos y planteaba el problema de la doble
verdad, es decir, la contradicción de las verdades del entendimiento y las de
la revelación.
En oposición a esta
tesis, defendida en la Universidad de París por Siger de Brabante, afirmó la necesidad de que ambas
fueran compatibles, pues, procediendo de Dios, no podrían entrar en
contradicción; ambas verdades debían ser, además, complementarias, de modo que
las de orden sobrenatural debían ser conocidas por revelación, mientras que las
de orden natural serían accesibles por el entendimiento; filosofía y teología
son, por tanto, distintas y complementarias, siendo ambas racionales, pues la
teología deduce racionalmente a partir de las premisas reveladas.
A medio camino entre
el espiritualismo agustiniano y el naturalismo emergente del averroísmo,
defendió un realismo moderado, para el cual los universales (los conceptos
abstractos) existen fundamentalmente in re (en las cosas) y
sólo formalmente post rem (en el entendimiento). En último
término, Tomás de Aquino encontró una vía para conciliar la revalorización del
mundo material que se vivía en Occidente con los dogmas del cristianismo, a
través de una inteligente y bien trabada interpretación de Aristóteles.
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