miércoles, 27 de enero de 2016

Párate un momento: Evangelio del día 28 DE ENERO -JUEVES- Sto. Tomás de Aquino,




28 DE ENERO -JUEVES-
Sto. Tomás de Aquino,
presbítero y doctor de la Iglesia
3ª SEMANA DEL TIEMPO ORDINARIO

Evangelio según san Mc 4, 21-25

En aquel tiempo, dijo Jesús a la muchedumbre: “¿Se trae el candil para meterlo debajo del celemín o debajo de la cama, o para ponerlo en el candelero? Si se esconde algo es para que se descubra; si algo se hace a ocultas, es para que salga a la luz. El que tenga oídos para oír que oiga”. Les dijo también: “Atención a lo que estáis oyendo: la medida que uséis la usarán con vosotros, y con creces. Porque al que tiene se le dará, y al que no tiene se le quitará hasta lo que tiene”.

1.   Esta advertencia, que los evangelios sinópticos ponen a continuación de la parábola del sembrador (Mc 4, 21-23; Mt 13, 10-17; Lc 8, 9-10), no se refiere a los cobardes que no se atreven a decir en público lo que tendrían que decir para que lo sepa todo el mundo, y lo mantienen oculto, como el que mete una lámpara debajo de la cama o el que oculta la luz para que todo se quede en oscuridad y tinieblas. ¿No sería eso una postura irracional, sin pies ni cabeza?

2.   Pero no. Jesús se refiere a otra cosa. El problema está en la siguiente pregunta: ¿por qué, con tanta frecuencia, el Evangelio se enseña, se explica, se exhorta a su cumplimiento, y, sin embargo, la mayoría de los oyentes ni se enteran, ni se interesan por lo que se les dice, ni se preocupan de verdad por lo que se preocupó
Jesús? Lo más obvio (y lo más frecuente) es que las explicaciones del Evangelio, en el mejor de los casos, comunican ideas, conocimientos, teorías... Pero no contagian vida. Porque el centro del Evangelio no es lo que se piensa, sino que es lo que se vive. La teología es “dogma”. El Evangelio es “una forma de vida”. Jesús transmitió el Evangelio viviendo y conviviendo con los discípulos. Los que “siguen” a Jesús, no
los que “estudian” cristología, son los que se enteran del Evangelio.

3.   En la nueva cultura, que se está imponiendo, ya no interesan ni los conocimientos. Lo que interesa es la satisfacción de los deseos que nos seducen. Los conocimientos están en las técnicas de la comunicación (Internet...). Lo que se nos fomenta y nos domina es la seducción. Y nos sometemos a los seductores que satisfacen los deseos de bienestar ilimitado. Solo el Evangelio, que nos humaniza, podrá dar sentido a nuestras vidas.


Santo Tomás de Aquino

 (Llamado Doctor Angélico; Roccaseca, actual Italia, 1224 - Fossanuova, id., 1274) Teólogo y filósofo italiano. Hijo de una de las familias aristócratas más influyentes de la Italia meridional, estudió en Montecassino, en cuyo monasterio benedictino sus padres quisieron que siguiera la carrera eclesiástica. Posteriormente se trasladó a Nápoles, donde cursó estudios de artes y teología y entró en contacto con la Orden de los Hermanos Predicadores.
En 1243 manifestó su deseo de ingresar en dicha Orden, pero su familia se opuso firmemente, e incluso su madre consiguió el permiso de Federico II para que sus dos hermanos, miembros del ejército imperial, detuvieran a Tomás. Ello ocurrió en Acquapendente en mayo de 1244, y el santo permaneció retenido en el castillo de Santo Giovanni durante un año. Tras una queja de Juan el Teutónico, general de los dominicos, a Federico II, éste accedió a que Tomás fuera puesto en libertad. Luego se le permitió trasladarse a París, donde permaneció desde 1245 hasta 1256, fecha en que obtuvo el título de maestro en teología.
Durante estos años estuvo al cuidado de Alberto Magno, con quien entabló una duradera amistad. Les unía -además del hecho de pertenecer ambos a la Orden dominica- una visión abierta y tolerante, aunque no exenta de crítica, del nuevo saber greco árabe, que por aquellas fechas llegaba masivamente a las universidades y centros de cultura occidentales. Tras doctorarse, ocupó una de las cátedras reservadas a los dominicos, tarea que compatibilizó con la redacción de sus primeras obras, en las cuales empezó a alejarse de la corriente teológica mayoritaria, derivada de las enseñanzas de San Agustín de Hipona.
En 1259 regresó a Italia, donde permaneció hasta 1268 al servicio de la corte pontificia en calidad de instructor y consultor del Papa, a quien acompañaba en sus viajes. Durante estos años redactó varios comentarios al Pseudo-Dionisio y a Aristóteles, finalizó la Suma contra los gentiles, obra en la cual repasaba críticamente las filosofías y teologías presentes a lo largo de la historia, e inició la redacción de su obra capital, la Suma Teológica, en la que estuvo ocupado entre 1267 y 1274 y que representa el compendio último de todo su pensamiento.
Tomás de Aquino supo resolver la crisis producida en el pensamiento cristiano por el averroísmo, interpretación del pensamiento aristotélico que resaltaba la independencia del entendimiento guiado por los sentidos y planteaba el problema de la doble verdad, es decir, la contradicción de las verdades del entendimiento y las de la revelación.
En oposición a esta tesis, defendida en la Universidad de París por Siger de Brabante, afirmó la necesidad de que ambas fueran compatibles, pues, procediendo de Dios, no podrían entrar en contradicción; ambas verdades debían ser, además, complementarias, de modo que las de orden sobrenatural debían ser conocidas por revelación, mientras que las de orden natural serían accesibles por el entendimiento; filosofía y teología son, por tanto, distintas y complementarias, siendo ambas racionales, pues la teología deduce racionalmente a partir de las premisas reveladas.
A medio camino entre el espiritualismo agustiniano y el naturalismo emergente del averroísmo, defendió un realismo moderado, para el cual los universales (los conceptos abstractos) existen fundamentalmente in re (en las cosas) y sólo formalmente post rem (en el entendimiento). En último término, Tomás de Aquino encontró una vía para conciliar la revalorización del mundo material que se vivía en Occidente con los dogmas del cristianismo, a través de una inteligente y bien trabada interpretación de Aristóteles.


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