22 de enero
– VIERNES-
San
Vicente, diácono y mártir
2ª Semana
del Tiempo Ordinario
EVANGELIO
Llamó a los que quiso para que estuvieran con él
Llamó a los que quiso para que estuvieran con él
Lectura del santo evangelio según san Marcos 3, 13-19
En aquel tiempo, Jesús
subió al monte, llamó a los que quiso y se fueron con él.
E instituyo doce para que
estuvieran con él y para enviarlos a predicar, y que tuvieran autoridad para
expulsar demonios:
Simón, a quien puso de
nombre Pedro, Santiago el de Zebedeo y Juan, el hermano de Santiago, a quienes
puso el nombre de Boanerges, es decir hijos del trueno, Andrés, Felipe,
Bartolomé, Mateo, Tomás, Santiago el de Alfeo, Tadeo, Simón el de Caná y Judas
Iscariote, el que lo entregó.
1.-
Este relato tiene una importancia singular, no tanto por la institución de “los
Doce”, sino por lo que significa la teología del episcopado en la Iglesia, ya
que los obispos se explican y se justifican a partir de los apóstoles de Jesús
(Y. Congar). Aquellos “Doce”, como tales, no tuvieron una significación
especial en la Iglesia naciente. Duraron hasta Pentecostés. Por eso se suplió
la ausencia de Judas con la elección de Matías (Hech 1,15-26). Pero después,
fueron muriendo y nadie pensó en completar el número de “doce”(H. D. Betz).
2.-
Sim embargo, el relato está pensado como la reproducción de un acontecimiento
importante. Por eso todo empieza indicando que Jesús “subió al monte” (Mc
3,13). Los montes significan, en los evangelios, lugares donde se realizan
acontecimientos de revelación que permanecen ocultos a la gente: la elección de
los doce (Mc 3,13; Lc 6,12), la transfiguración (Mc 9,2.9; Mt 17, 1.9; Lc
9,28.37), discursos de enorme alcance (Mt 5-7; Mc 13,3 par), el lugar donde
Jesús se retira para la oración (Mc 6,46; Mt 14,23), el monte de los olivos (Mc
13,3 par) (H. Kleine). La indicación de “subir al monte” para algo trascendente
aparece hasta 24 veces en la traducción de los LXX (S. C. Allison).
3.-
¿Qué significa todo esto? La experiencia de Dios, representada en el “monte”, y
la decisión de “separarse” (Mc 3,13) o sea, dejar lo que habían tenido hasta
entonces indica con fuerza que lo que Jesús pone en marcha, exige un cambio en
la vida de una persona. Un cambio tan hondo, tan a fondo, que los valores
rectores de la vida empiezan a ser otros. ¿Por qué ocurre, con tanta
frecuencia, que mucha gente reduce su fe a practicar ciertas observancias
solamente en ciertos días y a ciertas horas? ¿Por qué el Evangelio nos resbala
y no entra en nuestras vidas? Jesús allí cambió hasta el nombre de aquellos
hombres. Es decir, ya se les distinguía, no por lo que fueron hasta entonces,
sino por lo que desde entonces empezaron a ser. Si Jesús no nos cambia así, el
Evangelio nos resbala, no entra en nosotros.
SAN
VICENTE, diácono y mártir
San Vicente, diácono
de Zaragoza y mártir,
que durante la persecución bajo el emperador Diocleciano
hubo de sufrir cárcel, hambre, potro, láminas candentes, hasta que, en
Valencia, en la Hispania Cartaginense (hoy España), voló al cielo a recoger el
premio del martirio (304).
Etimología: Vicente =
Aquel que es un vencedor, es de origen latino.
El Diácono San Vicente
es el mártir más famoso de España. Un siglo después de su martirio, que tuvo
lugar probablemente en el año 304, San Agustín le dedicaba todos los años, en
este día, una homilía.
Los Hechos de su
martirio, apócrifos como muchas Pasiones de otros mártires, se inspiran en
documentos y tradiciones basados en realidades históricas. Las noticias
históricas, reducidas a lo esencial, dicen que Vicente, natural de Huesca,
durante la persecución de Diocleciano fue llevado encadenado de Zaragoza a
Valencia para ser procesado ante el gobernador Daciano, junto con su obispo, y
que sufrió el martirio en Valencia.
A estas pocas noticias
históricas se añaden las narraciones de los Hechos. EL obispo de Zaragoza era
un poco tartamudo y, por tanto, le iba mal en la oratoria. Pero tuvo la fortuna
de encontrar al joven Vicente, bien preparado culturalmente y hábil en el
manejo de la palabra. Fue ordenado Diácono y se le confió el cargo de coadjutor
del obispo para la predicación del Evangelio.
En el imperio romano
campeaba una cruel persecución, y Daciano, gobernador de Valencia, hizo pronto
encadenar a los hombres más importantes de la Iglesia española. Al Diácono
Vicente le fueron puestos grilletes y así lo condujeron a pie de Zaragoza a
Valencia, junto con su obispo; pero aún en esas circunstancias aprovechó la
ocasión para predicar el Evangelio, y en nombre del obispo tomó la palabra para
confutar las acusaciones del gobernador y para exponerle el mensaje evangélico
sin las distorsiones de la propaganda anticristiana.
Daciano no se
convenció, pero comprendió que el adversario que había que destruir era
precisamente Vicente. Pero primero ordenó que lo torturaran. Después lo
metieron en una celda oscura, en donde el pavimento estaba totalmente lleno de
cascajos cortantes para prolongar los suplicios. Pero Vicente, con voz todavía
fuerte, entonó himnos de agradecimiento a Dios. Entonces, el gobernador, para
quitarle este motivo de gloria, ordenó que lo colocaran en una cama muy cómoda,
pero en ese momento murió el Diácono.
Llevaron el cuerpo al
campo para que lo devoraran las fieras, pero apareció un cuervo que defendió el
cadáver de la voracidad de los otros animales. Entonces Daciano ordenó que lo
metieran en un costal junto con una gran piedra y lo echaran al río; pero el
cuerpo no se hundió y las aguas lo fueron llevando hasta dejarlo en una orilla.
Los cristianos lo recogieron y erigieron una iglesia para su tumba.
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