26 DE ENERO
– MARTES-
Santos
Timoteo y Tito
3ª - SEMANA
DEL TIEMPO ORDINARIO
-Evangelio según Mc 3, 31-35
En aquel tiempo, llegaron
la madre y los hermanos de Jesús y desde fuera lo mandaron llamar. La gente que tenía centrada alrededor le dijo:
“Mira, tu madre y tus hermanos están fuera y te buscan”. Les contestó: “¿Quiénes son mi madre y mis
hermanos?” Y paseando la mirada por el
corro, dijo: “Estos son mi madre y mis hermanos.
El que cumple la voluntad
de Dios, ese es mi hermano y mi hermana y mi madre”.
1. Para comprender el alcance de este episodio,
hay que tener en cuenta, ante todo, la importancia que tenía la familia (y el
orden familiar) en el imperio romano y sus colonias. La familia era —sobre todo a partir de
Augusto— la base para el mantenimiento de la religión y del orden social. La casa era el templo básico. Y el “pater-familias” el sumo sacerdote, jefe,
propietario y rector al que todos, desde la mujer
y los hijos hasta los
esclavos, se sometían. Para mantener el status y el orden social. Así se
perpetuaba el Imperio (R. Turcan). Todos
los instantes del día se cumplían sumisamente como un gran ritual (Plinio el
Viejo, 28, 27). Esto era entonces decisivo.
2. Jesús —que no se identificó nunca con aquel
orden social— lo primero que hizo fue dejar su casa y alejarse de su familia. Por eso es tan fuerte el hecho de que sus parientes
lo tuvieran por “loco” (Mc 3, 21) hasta “despreciarlo” (Mc 6, 1-6). En este relato, Jesús afirma que no tiene otra
familia que quienes anteponen la voluntad de Dios a cualquier otra relación de
parentesco o interés de estabilidad económica, política o social.
3. Está claro que Jesús tomó en serio la
voluntad de Dios. Las relaciones de
parentesco en el Imperio, se regían por el sometimiento. Las relaciones que establece Jesús, para los humanos,
se rigen por lo mas específicamente humano el cariño, que no es posible sino
desde la libertad. Lo que sucede es que
somos más fieles al status social y político, que nos suministra la familia,
que a nuestra verdadera condición humana, que nos señala Jesús con su forma de
vida. Suele mandar más en nosotros la
seguridad que la fe.
Santos TIMOTEO y TITO
San Pablo nombró
obispos a Timoteo y Tito,
sus discípulos y colaboradores.Los Santos Timoteo y Tito vivieron en la órbita del gran apóstol de las Gentes, y el nuevo calendario los coloca después de la fiesta de la “conversión” de San Pablo.
Timoteo es la imagen del discípulo ejemplar: obediente, discreto, eficaz, valiente. Por estas cualidades Pablo quiso que fuera su compañero de apostolado, en vez de Juan Marcos, durante el segundo viaje misionero en el año 50.
Había nacido en Listra, en donde Pablo lo encontró durante el primer viaje, y fue de los primeros convertidos al Evangelio; había sido educado en la religión hebrea por la abuela Loida y por la madre Eunice. Desde su encuentro con Pablo, siguió su itinerario apostólico; lo acompaña a Filipos y a Tesalónica.
Después los encontramos juntos en Atenas, en Corinto, en Éfeso y finalmente en Roma durante el primer cautiverio de Pablo. Fue un infatigable “viajero enviado” por el apóstol de las Gentes, y mantuvo los contactos entre Pablo y las jóvenes comunidades cristianas fundadas por él.
A menudo le llevaba las cartas y le daba noticias respecto de las mismas comunidades. Entre el 63 y el 66, cuando recibió la primera carta que le envió Pablo, Timoteo era el jefe de la Iglesia de Éfeso. Desde Roma Pablo le escribió una segunda carta, invitándolo a visitarlo antes del invierno. Es conmovedora la petición del anciano apóstol al “hijo” Timoteo, para que le llevara el abrigo que había dejado en Tróade, pues le servía para el frío en la cárcel de Roma. Timoteo estuvo presente en el martirio de Pablo; después regresó definitivamente a la sede de Éfeso, en donde, según una antigua tradición, murió mártir en el año 97.
El segundo fiel colaborador de Pablo fue San Tito, de origen pagano. Convertido y bautizado por el mismo apóstol, que lo llama “hijo mío”, se encuentra en compañía de Pablo en Jerusalén, en el año 49. Hizo con él el tercer viaje misionero y fue Tito quien llevó la “carta de las lágrimas” de Pablo a los fieles de Corinto, entre los cuales restableció la armonía y organizó la colecta para los pobres de Jerusalén.
Después del cautiverio de Roma, Pablo, de paso por Creta, dejó ahí a Tito con la misión de organizar la primera comunidad cristiana. Aquí recibió la carta de Pablo. Es un documento muy importante, porque nos informa sobre la vida interna de la Iglesia apostólica. Después Tito fue a Roma donde su Maestro, que lo mandó probablemente a evangelizar a Dalmacia, en donde todavía hoy está muy difundido su culto. Una antigua tradición, históricamente no confirmada, dice que Tito murió en Creta, de edad muy avanzada.
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