domingo, 24 de enero de 2016

Párate un momento: Evangelio del día 25 DE ENERO - LUNES - LA CONVERSIÓN DE SAN PABLO




25 DE ENERO - LUNES -
LA CONVERSIÓN DE SAN PABLO

Lectura del libro de los Hechos de los apóstoles 22, 3-16

       En aquellos días, dijo Pablo al pueblo:
       -«Yo soy judío, nací en Tarso de Cilicia, pero me crié en esta ciudad; fui alumno de Gamaliel y aprendí hasta el último detalle de la ley de nuestros padres; he servido a Dios con tanto fervor como vosotros mostráis ahora. Yo perseguí a muerte este nuevo camino, metiendo en la cárcel, encadenados, a hombres y mujeres; y son testigos de esto el mismo sumo sacerdote y todos los ancianos. Ellos me dieron cartas para los hermanos de Damasco, y fui allí para traerme presos a Jerusalén a los que encontrase, para que los castigaran.
       Pero en el viaje, cerca ya de Damasco, hacia mediodía, de repente una gran luz del cielo me envolvió con su resplandor, caí por tierra y oí una voz que me decía:
       - "Saulo, Saulo, ¿por qué me persigues?"
       Yo pregunté:
       - "¿Quién eres, Señor?"
       Me respondió:
       - "Yo soy Jesús Nazareno, a quien tú persigues."
       Mis compañeros vieron el resplandor, pero no comprendieron lo que decía la voz.
       Yo pregunté:
       - "¿Qué debo hacer, Señor?"
       El Señor me respondió:
       - “Levántate, sigue hasta Damasco, y allí te dirán lo que tienes que hacer. "
       Como yo no veía, cegado por el resplandor de aquella luz, mis compañeros me llevaron de la mano a Damasco.
       Un cierto Ananías, devoto de la Ley, recomendado por todos los judíos de la ciudad, vino a verme, se puso a mi lado y me dijo:
       - "Saulo, hermano, recobra la vista."
Inmediatamente recobré la vista y lo vi.
       Él me dijo:
       - "El Dios de nuestros padres te ha elegido para que conozcas su voluntad, para que vieras al Justo y oyeras su voz, porque vas a ser su testigo ante todos los hombres, de lo que has visto y oído. Ahora, no pierdas tiempo; levántate, recibe el bautismo que, por la invocación de su nombre, lavará tus pecados."»


SALMO RESPONSORIAL 116, 1. 2

R. Id al mundo entero y proclamad el Evangelio.

       Alabad al Señor, todas las naciones,
aclamadlo, todos los pueblos. R.

       Firme es su misericordia con nosotros,
su fidelidad dura por siempre. R.

EVANGELIO
Id al mundo entero y proclamad el Evangelio

Lectura del santo evangelio según san Marcos 16, 15-18

       En aquel tiempo, se apareció Jesús a los Once y les dijo:
       - «ld al mundo entero y proclamad el Evangelio a toda la creación. El que crea y se bautice se salvará; el que se resista a creer será condenado. A los que crean, les acompañarán estos signos: echarán demonios en mi nombre, hablarán lenguas nuevas, cogerán serpientes en sus manos y, si beben un veneno mortal, no les hará daño. impondrán las manos a los enfermos, y quedarán sanos.»


      
    1. La Iglesia recuerda la conversión de san Pablo por la importancia singular que este apóstol tuvo en los orígenes del cristianismo. Seguramente su aportación más importante consistió en que hizo, del “incipiente movimiento rural” de campesinos galileos (eso es lo que nos presentan los evangelios), una “religión universal”,  que se extendió por las grandes ciudades del Imperio, hasta llegar a Roma. Pablo hizo que la Iglesia no quedase bloqueada en el judaísmo. Y logró que se integrara en la cultura de aquel tiempo, en todo el Imperio (H. Küng).

       2. Pero Pablo tuvo una laguna importante: no conoció a Jesús. El Jesús que anduvo por la tierra. Pablo solo conoció al Resucitado, el Mesías constituido Hijo de Dios y Señor nuestro (Rom 1, 4). Pablo no se cansa de repetir esta experiencia suya (Gal 11-16; 1 Cor 9, 1; 15,8; 2 Cor 4, 6; Hech 9, 1-19; 22, 3-21; 26, 9.18). Y con esta experiencia, sin hablar con los apóstoles que convivieron con Jesús, se fue a Arabia y luego se puso a predicar (Gal 1, 16-17). Y hasta llegó a decir que Cristo “según la carne” no le interesaba (2 Cor 5, 16). Por eso, sin duda, él siguió creyendo en el mismo Dios que había creído siempre, el Dios de Abrahán (Gal 3, 16-21; Rom 4, 2-20) (U. Schnelle)


       3. De ahí, el abismo que separa a Jesús de Pablo. Los evangelios hablan siempre de “Jesús”. Pablo se refiere casi siempre a “Jesucristo”,  El Hijo de Dios, el Señor, el Mesías. En Pablo, el “mensaje evangélico”, como centro de la vida, se desplazó hacia una “religión de redención” (G. Bornkamm). El centro del cristianismo, ¿quedó descolocado? El hecho es que el centro de la vida de la Iglesia ya no está “en la ética” de la honradez y la bondad, sino en la observancia de los ritos que nos prometen una eternidad feliz.

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