viernes, 29 de enero de 2016

Párate un momento: Evangelio del día 30 DE ENERO – SÁBADO - Santa Martina





30 DE ENERO – SÁBADO -
Santa Martina 
3ª SEMANA DEL TIEMPO ORDINARIO

Evangelio según san Mc 4, 35-41

Aquel día, al atardecer, dijo Jesús a sus discípulos: “Vamos a la otra orilla”. Dejando a la gente, se lo llevaron en barca, como estaba; y otras barcas lo acompañaban. Se levantó un fuerte huracán y las olas rompían contra la barca hasta casi llenarla de agua. Él estaba a popa, dormido sobre un almohadón. Lo despertaron, diciéndole: “Maestro, ¿no te importa que nos hundamos?”. Se puso en pie, increpó al viento y dijo al lago: “¡Silencio, cállate!”. El viento cesó y vino una gran calma. Les dijo: “¿Por qué sois tan cobardes? ¿Aún no tenéis fe?”. Se quedaron espantados y se decían unos a otros: “Pero, ¿quién es este?  ¡Hasta el viento y las aguas le obedecen!”.

1.   Cuando se leen relatos como el que nos encontramos aquí, resulta inevitable la pregunta que se refiere a si lo que se cuenta en este episodio es un hecho histórico; o si no será, más bien, una forma de exaltar y enaltecer a Jesús, para presentarlo como verdadero Dios presente en Jesús. Esta pregunta suele llevar a muchos lectores de los evangelios a la duda, la incredulidad o sencillamente al abandono de la
religión. Por eso vendrá bien recordar que las historias de milagros, en la literatura antigua, eran una forma literaria, que se usaba en aquellos tiempos para explicar cómo “lo trascendente” se hace visible y tangible en “lo inmanente”. Los evangelios no son libros de religión. Son libros que contienen un mensaje religioso. Y lo que importa es el mensaje que nos transmite el relato que tenemos presente.

2.   En este episodio de la tempestad calmada, se trata obviamente de un “mil de salvamento” Ci. P. Meier, G. Theissen). Que viene a decir que, a veces, superamos situaciones o salimos de peligros que humanamente parecen no tener explicación. La finalidad de este tipo de relatos está en decirnos que nunca es bueno darse por
perdidos. Porque, a veces, intervienen en nuestras vidas fuerzas que humanamente
no tienen solución.

3.   Nunca sabremos explicar con seguridad si, en tantas ocasiones, lo que ocurre es que Dios interviene en favor nuestro. O más bien, lo que aquí se nos quiere decir es que hemos de ser personas que, como Jesús, dan seguridad, ofrecen protección y garantizan que estaremos dispuestos a sacar a los demás de las peores situaciones de peligro o amenaza. Eso es la fe: dar seguridad, ofrecer protección, hacer que los demás se sientan seguros cuando estamos unidos de verdad.


Santa Martina

  
La historia de esta joven santa comienza por su tumba, 1400 años después de su martirio; es decir, cuando en 1634 el activísimo Urbano VIII, empeñado en lo espiritual en la contrareforma católica, y en lo material en la restauración de famosas iglesias romanas, descubrió las reliquias de la mártir, les propuso a los romanos la devoción a Santa Martina y fijó la celebración para el 30 de enero. El mismo compuso el elogio con el himno: “Martinae celebri plaudite nomini, Cives Romulei, plandite gloriae”, que era una invitación a honrar a la santa en la vida inmaculada, en la caridad ejemplar y en el valiente testimonio que demostró a Cristo con su martirio.
Son pocas las noticias históricas. La más antigua es del siglo VI, cuando el Papa Onorio le dedicó una iglesia en Roma. Quinientos años después, al hacer excavaciones en esta iglesia, se encontraron efectivamente las tumbas de tres mártires. En el siglo VIII ya se celebraba la fiesta de la santa. No se sabe nada más, y por eso es necesario buscar noticias en una Passio legendaria. Según esta narración, Santa Martina era una diaconisa, hija de un noble romano. Debido a su abierta profesión de fe, la arrestaron y la llevaron al tribunal del emperador Alejandro Severo (222-235). Este príncipe semi-oriental, abierto a todas las curiosidades, hasta el punto de incluir a Cristo entre los dioses venerados en la familia imperial, fue muy tolerante con los cristianos y su gobierno marcó un fructuoso paréntesis de calma respecto de la Iglesia, que en ese tiempo logró una gran expansión misionera.
El autor de la Passio ignora todo esto, y hace más bien una lista de las atroces tortures con que el emperador martirizó a la santa. Cuenta que cuando Martina fue llevada ante la estatua de Apolo, la convirtió en pedazos y ocasionó un terremoto que destruyó el temple y mató a los sacerdotes del dios.
El prodigio se repitió con la estatua y el templo de Artemidas. Todo esto hubiera debido hacer pensar a sus perseguidores; pero no, se obstinaron más y sometieron a la jovencita a crueles tormentos, de los que salió siempre ilesa. Entonces resolvieron cortarle la cabeza con una espada, y su sangre corrió a fertilizar el terreno de la Iglesia romana.


No hay comentarios:

Publicar un comentario