domingo, 31 de julio de 2016

Párate un momento:El Evangelio del día 1 DE AGOSTO - LUNES - 18ª ~ SEMANA DEL T.O.-C Santa Fe, Esperanza, Caridad y Sofia




1 DE AGOSTO - LUNES  -
18ª ~ SEMANA DEL T.O.-C
Santa Fe, Esperanza, Caridad y Sofia

       Evangelio según san Mateo 14, 13-21
   En aquel tiempo, al enterarse Jesús de la muerte de Juan el Bautista, se marchó de allí en barca a un sitio tranquilo y apartado. Al saberlo la gente, lo siguió por tierra desde los pueblos. Al desembarcar vio Jesús el gentío, le dio lástima y curó a los enfermos.
       Como se hizo tarde, se acercaron los discípulos a decirle:
       “Estamos en despoblado y es muy tarde; despide a la multitud, para que vayan a las aldeas y se compren de comer”.
       Jesús les replicó:
       “No hace falta que vayan, dadles vosotros de comer”.
       Ellos le replicaron:
       “Si aquí no tenemos más que cinco panes y dos peces”.
       Les dijo:
       “Traédmelos”.
        Mandó a la gente que se recostara en la hierba y, tomando los cinco panes y los dos peces, alzó la mirada al cielo, pronunció la bendición, partió los panes y se los dio a los discípulos; los discípulos se los dieron a la gente.
       Comieron todos hasta quedar satisfechos y recogieron doce cestos llenos de sobras. Comieron unos cinco mil hombres, sin contar mujeres y niños”.

       1.   El recuerdo, una vez más, de la multiplicación de los panes no se puede quedar en repetir de nuevo la generosidad que nos propone y nos exige la vida y el ejemplo
de Jesús. O quizá decir, una vez más, que debemos compartir con los demás.
       Todo eso ya es sabido. Y nunca insistiremos bastante en la importancia que tiene. Pero, tal como están ahora mismo las cosas, la pregunta que debemos afrontar es esta:
       -¿estamos dando y aportando los cristianos lo que tendríamos que dar y aportar para
poder salir, lo antes posible, de la crisis que estamos viviendo?
       -¿Qué está haciendo la Iglesia en estas circunstancias?
       Es más,  -¿qué pueden hacer las religiones en situaciones como esta?

       2.   La historia de Occidente nos da una clave decisiva. En los siglos II y III, el cristianismo era en gran medida un ejército de desheredados (Justino, Apol. II, 10, 8;
Atenágoras, Leg,, 11, 3; Taciano, Orat., 32, 1; Mm. Félix, Oct., 8, 4; 12, 7; Orígenes, C.
Cels., 1, 27) (E. R. Dodds).
       Y esto se vivió así, en los tiempos que transcurrieron desde Marco Aurelio a Constantino (161-306), cuando se produjo en Occidente la crisis más grave de su historia.
       La gente veía que todo se hundía. Y por todo el Imperio se extendió el horrible desamparo que describe Epicteto (3.13.1.3). Pues bien, en tal situación está más que probada la capacidad de acogida en que se emplearon a fondo las comunidades y casas de los cristianos. Dentro de cada comunidad de creyentes en Jesús se experimentaba el calor humano y se tenía la prueba de que alguien se interesa por nosotros, con todas sus consecuencias.

       3.   - ¿No tendría que ser esta la liturgia de la Iglesia?     
       - ¿No debería consistir en esto “carné de identidad” de cada parroquia, de cada convento, de cada casa religiosa de cada obispado?
       La multiplicación de los panes, vivida hoy, se tendría que traducir en acogida, respeto, tolerancia, diálogo. Y, sobre todo, en el empeño incansable por actualizar la teología.
       Con la teología que tenemos en la Iglesia,        - ¿qué influencia podemos ejercer para hacer más humano este mundo?
¿A quién pueden entusiasmar nuestros tratados de teología o nuestros catecismos?       Con ese lenguaje y esas doctrinas, que ya estaban anticuadas en los tiempos de Lutero,   - ¿cómo vamos luchar contra esta crisis?

Santa Fe, Esperanza, Caridad y Sofía

Santas Fe, Esperanza, Caridad y Sofía, Mártires
 (137 d.C.) En el siglo II durante el reinado del emperador Adriano (117-138) en Roma vivía la piadosa viuda Sofía (este nombre significa, sabiduría). Ella tenía tres hijas con nombres de grandes santos cristianos, Fe, Esperanza y Caridad. Siendo una cristiana muy creyente, Sofía educó a sus hijas en amor a Dios, enseñándoles a no apegarse a bienes materiales. La voz de que esta familia era cristiana llegó al emperador y decidió personalmente ver a estas tres hermanas y a su educadora madre.
Las cuatro se presentaron ante el emperador y sin temor demostraron su fe en Cristo Resucitado de entre los muertos y dando vida eterna a todos los que creyeron en Él. Admirado por la valentía de las jóvenes cristianas, el emperador las envió a una idólatra, a quien le dijo que tenía que hacerlas abdicar de la fe. Pero toda la argumentación y verborragia de la maestra idólatra resultaron vanos, pues con llameante fe las hermanas no cambiaron sus creencias. Nuevamente las trajeron ante el emperador, Adriano, quien comenzó minuciosamente a obligarlas a que ofrecieran ofrendas a los dioses paganos. Pero las jóvenes con certeza no cumplieron su mandato.
"Nosotras tenemos al Dios del Cielo," le contestaron, — nuestro deseo es permanecer siendo sus hijas y a tus dioses los escupimos y no tememos tus amenazas. Estamos prontas para sufrir y hasta morir por nuestro querido Señor Jesucristo.
Entonces el encolerizado Adrián ordenó a las jóvenes aplicarles diversos padecimientos. Los verdugos comenzaron con Vera (o Fe en español). A la vista de su madre y hermanas la azotaron sin límite, arrancándole partes de su cuerpo. Luego la colocaron sobre una llameante reja de hierro. Por la fuerza Divina el fuego no dañó el cuerpo de la santa mártir. Encolerizado Adrián no vio el milagro de Dios y ordenó que la arrojaran a una tina con resina hirviente. Pero por voluntad de Dios la tina se enfrió y no produjo ningún daño a la cristiana. Ordenaron decapitarla.

"Con alegría voy hacia mi Señor Salvador," dijo santa Vera. Con valor inclinó su cabeza bajo el sable y así entregó su alma al Señor. Las hermanas menores Esperanza y Caridad, apoyadas por la gran voluntad de su hermana mayor, soportaron martirios semejantes. El fuego no les ocasionó daño alguno, tras lo cual las decapitaron.
Santa Sofía no sufrió castigos físicos, pero le impusieron castigos más duros que los corporales, castigos espirituales por la separación de las hijas martirizadas. La sufriente madre sepultó los restos de sus hijas y durante dos días no se separó de sus sepulturas. Al tercer día el Señor le envió un pacífico final y recibió su alma en el seno Celestial. Santa Sofía sufrió por Cristo, grandes penas espirituales junto a sus hijas, son santas veneradas por la Iglesia. Sus sufrimientos fueron en el año 137. Vera tenía entonces 12 años, Esperanza 10 y la menor Caridad — solo 9 años.
De este modo tres niñas y su madre demostraron que para los hombres fortalecidos por el Espíritu Santo la poca fuerza física no es de ningún modo obstáculo para manifestar la fuerza espiritual y entereza. Con sus santas oraciones que Dios nos fortalezca en la fe cristiana y en la vida caritativa.


sábado, 30 de julio de 2016

Párate un momento: El Evangelio del día 31 de julio Domingo 18 – Semana del T.O.-C





31 de julio Domingo
18 – Semana del T.O.-C

Primera lectura del libro del Eclesiastés (1,2;2,21-23):

¡Vanidad de vanidades, dice Qohelet; ¡vanidad de vanidades, todo es vanidad! Hay quien trabaja con sabiduría, ciencia y acierto, y tiene que dejarle su porción a uno que no ha trabajado. También esto es vanidad y grave desgracia. Entonces, ¿qué saca el hombre de todos los trabajos y preocupaciones que lo fatigan bajo el sol? De día su tarea es sufrir y penar, de noche no descansa su mente. También esto es vanidad.

Salmo 89

R/. Señor, tú has sido nuestro refugio de generación en generación.

·     Tú reduces el hombre a polvo, diciendo:
«Retornad, hijos de Adán.»
Mil años en tu presencia son un ayer, que pasó; una vela nocturna. R/.

·     Los siembras año por año,
como hierba que se renueva:
que florece y se renueva por la mañana,
y por la tarde la siegan y se seca. R/.

·     Enséñanos a calcular nuestros años,
para que adquiramos un corazón sensato.
Vuélvete, Señor, ¿hasta cuándo?
Ten compasión de tus siervos. R/.

·     Por la mañana sácianos de tu misericordia,
y toda nuestra vida será alegría y júbilo.
Baje a nosotros la bondad del Señor
y haga prósperas las obras de nuestras manos. R/.

Segunda Lectura de la carta del apóstol san Pablo a los Colosenses (3,1-5.9-11):
Ya que habéis resucitado con Cristo, buscad los bienes de allá arriba, donde está Cristo, sentado a la derecha de Dios; aspirad a los bienes de arriba, no a los de la tierra. Porque habéis muerto, y vuestra vida está con Cristo escondida en Dios. Cuando aparezca Cristo, vida nuestra, entonces también vosotros apareceréis, juntamente con él, en gloria. En consecuencia, dad muerte a todo lo terreno que hay en vosotros: la fornicación, la impureza, la pasión, la codicia y la avaricia, que es una idolatría. No sigáis engañándoos unos a otros. Despojaos del hombre viejo, con sus obras, y revestíos del nuevo, que se va renovando como imagen de su Creador, hasta llegar a conocerlo. En este orden nuevo no hay distinción entre judíos y gentiles, circuncisos e incircuncisos, bárbaros y escitas, esclavos y libres, porque Cristo es la síntesis de todo y está en todos.

Evangelio según san Lucas (12,13-21),
En aquel tiempo, dijo uno del público a Jesús:
«Maestro, dile a mi hermano que reparta conmigo la herencia.»
Él le contestó:
«Hombre, ¿quién me ha nombrado juez o árbitro entre vosotros?»
Y dijo a la gente:
«Mirad: guardaos de toda clase de codicia. Pues, aunque uno ande sobrado, su vida no depende de sus bienes.»
Y les propuso una parábola:
«Un hombre rico tuvo una gran cosecha. Y empezó a echar cálculos: "¿Qué haré? No tengo donde almacenar la cosecha." Y se dijo: "Haré lo siguiente: derribaré los graneros y construiré otros más grandes, y almacenaré allí todo el grano y el resto de mi cosecha. Y entonces me diré a mí mismo: hombre, tienes bienes acumulados para muchos años; túmbate, come, bebe y date buena vida." Pero Dios le dijo: "Necio, esta noche te van a exigir la vida. Lo que has acumulado, ¿de quién será?" Así será el que amasa riquezas para sí y no es rico ante Dios.»

Domingo 18 del Tiempo Ordinario. Ciclo C
Dos sabios ante la riqueza.

El domingo pasado, el evangelio se fijó en un tema muy importante para Lucas: la oración. Este domingo recoge otra cuestión capital de su evangelio: la actitud ante la riqueza.

Una elección curiosa: la primera lectura

            En el Antiguo Testamento, la riqueza se ve a veces como signo de la bendición divina (casos de Abrahán y Salomón); otras, como un peligro, porque hace olvidarse de Dios y lleva al orgullo; los profetas la consideran a menudo fruto de la opresión y explotación; los sabios denuncian su carácter engañoso y traicionero. En esta última línea se inserta la primera lectura de hoy, que recoge dos reflexiones de Qohélet, el famoso autor del “Vanidad de vanidades, toda vanidad”.
            La primera reflexión afirma que todo lo conseguido en la vida, incluso de la manera más justa y adecuada, termina, a la hora de la muerte, en manos de otro que no ha trabajado (probablemente piensa en los hijos).

¡Vanidad de vanidades, dice Qohelet;
vanidad de vanidades, todo es vanidad!
Hay quien trabaja con sabiduría, ciencia y acierto,
y tiene que dejarle su porción a uno que no ha trabajado.
También esto es vanidad y grave desgracia.

            La segunda se refiere a la vanidad del esfuerzo humano. Sintetizando la vida en los dos tiempos fundamentales, día y noche, todo lo ve mal.

Entonces, ¿qué saca el hombre de todos los trabajos y preocupaciones que lo fatigan bajo el sol?
De día su tarea es sufrir y penar, de noche no descansa su mente.
También esto es vanidad.

            Ambos temas (lo conseguido en la vida y la vanidad del esfuerzo humano) aparecen en la descripción del protagonista de la parábola del evangelio.

Petición, parábola y enseñanza (Lc 12,31-21)

            En el evangelio de hoy podemos distinguir tres partes: el punto de partida, la parábola, y la enseñanza final.

            El punto de partida

            En aquel tiempo, dijo uno del público a Jesús:
            ‒ Maestro, di a mi hermano que reparta la herencia conmigo.
            Él le respondió:
            ‒ ¡Hombre! ¿Quién me ha constituido juez o repartidor entre vosotros?
            Y les dijo:
            ‒ Mirad y guardaos de toda codicia, porque, aun en la abundancia, la vida de uno no está asegurada por sus bienes.

            Si esa misma propuesta se la hubieran hecho a un obispo o a un sacerdote, inmediatamente se habría sentido con derecho a intervenir, aconsejando compartir la herencia y encontrando numerosos motivos para ello. Jesús no se considera revestido de tal autoridad. Pero aprovecha para advertir del peligro de codicia, como si la abundancia de bienes garantizara la vida. Esta enseñanza la justifica, como es frecuente en él, con una parábola.

            La parábola.

Los campos de cierto hombre rico dieron mucho fruto; y pensaba entre sí, diciendo: “¿Qué haré, pues no tengo donde reunir mi cosecha?” Y se dijo: “Voy a hacer esto: Voy a demoler mis graneros, edificaré otros más grandes y reuniré allí todo mi trigo y mis bienes, y diré a mi alma: Alma, tienes muchos bienes en reserva para muchos años. Descansa, come, bebe, banquetea”. Pero Dios le dijo: “¡Necio! esta misma noche te reclamarán el alma; las cosas que preparaste, ¿para quién serán?”

            A diferencia de Qohélet, Jesús no presenta al rico sufriendo, penando y sin lograr dormir, sino como una persona que ha conseguido enriquecerse sin esfuerzo; y su ilusión para el futuro no es aumentar su capital de forma angustiosa sino descansar, comer, beber y banquetear.
            Pero el rico de la parábola coincide con el de Qohélet en que, a la larga, ninguno de los dos podrá conservar su riqueza. La muerte hará que pase a los descendientes o a otra persona.

            La enseñanza final. 

        Si todo terminara aquí, podríamos leer los dos textos de este domingo como un debate entre sabios.
            Qohélet, aparentemente pesimista (todo lo obtenido es fruto de un duro esfuerzo y un día será de otros) resulta en realidad optimista, porque piensa que su discípulo dispondrá de años para gozar de sus bienes.
            Jesús, aparentemente optimista (el rico se enriquece sin mayor esfuerzo), enfoca la cuestión con un escepticismo cruel, porque la muerte pone fin a todos los proyectos.
            Pero la mayor diferencia entre Jesús y Qohélet la encontramos en la última frase.

            Así es el que atesora riquezas para sí, y no se enriquece en orden a Dios.

            Frente al mero disfrute pasivo de los propios bienes (Qohélet), Jesús aconseja una actitud práctica y positiva: enriquecerse a los ojos de Dios. Más adelante, sobre todo en el capítulo 16, dejará claro Lucas cómo se puede hacer esto: poniendo sus bienes al servicio de los demás.


viernes, 29 de julio de 2016

PÁRATE UN MOMENTO: EL EVANGELIO DEL DÍA 3O DE JULIO - SÁBADO - 17ª ~ SEMANA DEL T.O.- San Pedro Crisólogo




3O DE JULIO - SÁBADO -
17ª ~ SEMANA DEL T.O.-
San Pedro Crisólogo

       Evangelio según san Mateo 14, 1-12
       En aquel tiempo, oyó el virrey Herodes lo que se contaba de Jesús y dijo a sus ayudantes:
        “Este es Juan Bautista que ha resucitado de entre los muertos, por eso los poderes actúan en él”.
       Es que Herodes había mandado prender a Juan y lo había metido en la cárcel encadenado, por motivo de Herodías, mujer de su hermano Felipe: porque Juan le decía que no le estaba permitido vivir con ella.
       Quería mandarlo matar; pero tuvo miedo de la gente, que lo tenía por profeta.     El día del cumpleaños de Herodes, la hija de Herodías danzó delante de todos y le gustó tanto a Herodes, que juró darle lo que pidiera. Ella, instigada por su madre, le dijo: “Dame ahora mismo en una bandeja la cabeza de Juan Bautista”.      
       El rey lo sintió; pero por el juramento y los invitados, ordenó que se la dieran; y mandó decapitar a Juan en la cárcel.       Trajeron la cabeza en una bandeja, se la entregaron a la joven, y ella se la llevó a su madre. Sus discípulos recogieron el cadáver, lo enterraron y fueron a contárselo a Jesús.      

       1.-  En la fiesta del nacimiento de Juan Bautista (24 de junio), quedó destacado que      Juan, de familia sacerdotal, tenía su futuro asegurado limitándose a seguir el mismo oficio  sacerdotal y sagrado, que había sido el de su padre, Zacarías.
       La religión da seguridad en la vida. Si exceptuamos situaciones especiales, que a veces se producen en la vida, lo normal es que los “hombres de la religión” suelen ser personas respetadas y respetables, estimadas y bien valoradas en su ambiente.
       Juan Bautista lo sabía. Y sin embargo, renunció a esa seguridad y a todos los beneficios que le       ofrecían el templo y el sacerdocio.
       Juan vio claramente que lo importante en la vida no es la seguridad del que vive instalado, sino la libertad que solo pueden tener quienes optan por la “ánachóresis”, tal como se produjo, desde los lejanos tiempos de los faraones, en Egipto. Era la huida del propio ambiente y de los consiguientes compromisos económico-sociales.
       Se trataba de la experiencia que se daba en personas desarraigadas, que tenían problemas con la administración, los descontentos con el orden social imperante o incluso bandidos perseguidos por la justicia (R. Teja, H. Henne, M. Naldini).

       2.-   Juan Bautista vivió de forma que dio pie a que de él se pensara todo esto o, al menos, algo de esto.
       En todo caso, lo que es seguro es que Juan y Jesús quedaron íntimamente relacionados por el Evangelio. Ambos proclamaron un mensaje de integridad y honradez a carta cabal. Y los dos terminaron sus vidas de forma violenta.
       El evangelio de Mateo insiste en que el final de los profetas es el asesinato (Mt 5,17, 21. 33-41; 22, 3-6; 23, 29-36) (U. Luz).

       3.   Lo que menos interesa, en esta narración, son los detalles de cómo se produce el asesinato de Juan. Lo que queda claro es que a los gobernantes les importa mas su buen nombre y sus conveniencias, que la vida de las personas inocentes y justas.
       Es lo que seguimos viendo en los criterios y en las conductas de quienes, por lo general, nos gobiernan. Callarse, ante este hecho, es colaborar a que el sufrimiento de los inocentes se perpetúe.

San Pedro Crisólogo


SAN PEDRO nació en Imola, en la Emilia oriental. Estudió las ciencias sagradas, y recibió el diaconado de manos de Cornelio, obispo de Imola, de quien habla con la mayor veneración y gratitud.  Cornelio formó a Pedro en la virtud desde sus primeros años y le hizo comprender que en el dominio de las pasiones y de sí mismo residía la verdadera grandeza y que era éste el único medio de alcanzar el espíritu de Cristo.
Elegido Obispo de Ravena - 433 AD.
Según la leyenda, San Pedro Crisólogo fue elevado a la dignidad episcopal de la manera siguiente: Juan, el arzobispo de Ravena, murió hacia el año 433. El clero y el pueblo de la ciudad eligieron a su sucesor y pidieron a Cornelio de Imola que encabezase la embajada que iba a Roma a pedir al Papa San Sixto III que confirmase la elección. Cornelio llevó consigo a su diácono Pedro. Según se cuenta, el Papa había tenido la noche anterior una visión de San Pedro y San Apolinar (primer obispo de Ravena, que había muerto por la fe), quienes le ordenaron que no confirmase la elección. Así pues, Sixto III propuso para el cargo a San Pedro Crisólogo, siguiendo las instrucciones del cielo. Los embajadores acabaron por doblegarse. El nuevo obispo recibió la consagración y se trasladó a Ravena, donde el pueblo le recibió con cierta frialdad.  Es muy poco probable que San Pedro haya sido elegido en esta forma ya que el emperador Valentiniano III y su madre, Gala Placidia, residían entonces en Ravena y San Pedro gozaba de su estima y confianza, así como de las del sucesor de Sixto III, San León Magno.
Cuando San Pedro llegó a Ravena, aún había muchos paganos en su diócesis y abundaban los abusos entre los fieles. El celo infatigable del santo consiguió extirpar el paganismo y corregir los abusos. Se distinguió por la inmensa caridad e incansable vigilancia con que atendió a su grey, exponiéndoles con suma claridad doctrinal la palabra de Dios. Escuchaba con igual condescendencia y caridad tanto a los humildes como a los poderosos.
En la ciudad de Clasis, que era entonces el puerto de Ravena, San Pedro construyó un bautisterio y una iglesia dedicada a San Andrés. 

Sermones
En el siglo IX, se escribió una biografía de San Pedro que da muy pocos datos sobre él. Alban Butler llenó esa laguna con citas de los sermones del santo. Se conservan 176 homilías de estilo popular y muy expresivas. Son todas muy cortas, pues temía fatigar a sus oyentes. Explican el Evangelio, el Credo, el Padre Nuestro y citas de santos para imitación y exaltación de las virtudes del verdadero cristiano.  En una homilía define al avaro como "esclavo del dinero”, mientras que para el misericordioso el dinero es "siervo".
Sus sermones, al lector moderno, no le parecerán modelos de elocuencia. Pero la vehemencia y la emoción con que predicaba a veces le impedía seguir hablando. Aunque el estilo oratorio de San Pedro no sea perfecto si es, según Butler "exacto, sencillo y natural". Una vez más se demuestra que la capacidad persuasiva de los santos no depende de elocuencia natural sino en la fuerza del Espíritu Santo que toca, por medio de ellos, a los corazones. 
San Pablo: "Y me presenté ante vosotros débil, tímido y tembloroso. Y mi palabra y mi predicación no tuvieron nada de los persuasivos discursos de la sabiduría, sino que fueron una demostración del Espíritu y del poder para que vuestra fe se fundase, no en sabiduría de hombres, sino en el poder de Dios." (I Corintios 2:3-5)
San Pedro predicó en favor de la comunión frecuente y exhortó a los cristianos a convertir la Eucaristía en su alimento cotidiano. Sus sermones le valieron el apelativo "Crisólogo" (hombres de palabras de oro") y movieron a Benedicto XIII a declarar al santo doctor de la Iglesia, en 1729.  

Sumisión a la fe
Eutiques, archimandrita de un monasterio de Constantinopla escribió una circular a los prelados más influyentes, entre ellos a San Pedro Crisólogo.  Les hacía una apología sobre la doctrina monofisita (una sola naturaleza en Cristo) en la víspera del Concilio de Calcedonia.  Pedro le contestó que había leído su carta con la pena más profunda, porque, así como la pacífica unión de la Iglesia alegra a los cielos, así las divisiones los entristecen. Y añade que, por inexplicable que sea el misterio de la Encarnación, nos ha sido revelado por Dios y debemos creerlo con sencillez.  Exhorta a Eutiques a dirigirse al Papa León, puesto que "en el interés de la paz y de la fe no podemos discutir sobre cuestiones relativas a la fe sin el consentimiento del obispo de Roma". Eutiques fue condenado por San Flavio el año 448.

Final de su vida
Ese mismo año, San Pedro Crisólogo recibió con grandes honores en Ravena a San Germán de Auxerre; el 31 de julio, ofició en los funerales del santo francés, y conservó como reliquias su capucha y su camisa de pelo. San Pedro Crisólogo no sobrevivió largo tiempo a San Germán. Habiendo tenido una revelación sobre su muerte próxima, volvió a su ciudad natal de Imola, donde regaló a la Iglesia de San Casiano varios cálices preciosos.  Después de aconsejar que se procediese con diligencia a elegir a su sucesor, murió en Imola, el 31 de julio del 451 (otras fuentes: el 3 de diciembre del 450), y fue sepultado en la iglesia de San Casiano.

San Pedro Crisólogo, ruega por nosotros para que, como tú, amemos la verdad y la demos a conocer.



jueves, 28 de julio de 2016

Párate un momento: El Evangelio del día 29 DE JULIO - VIERNES - 17ª ~ SEMANA DEL T.O.-C Santas Marta y Beatriz




29 DE JULIO - VIERNES -
17ª ~ SEMANA DEL T.O.-C
Santas  Marta y Beatriz

       Evangelio según san Mateo 13, 54-58
   Fue Jesús a su ciudad y se puso a enseñar en la sinagoga.
       La gente decía admirada:
       “¿De dónde saca este esa sabiduría y esos milagros?
        ¿No es el hijo del carpintero?
       ¿No es su madre María, y sus hermanos Santiago, José, Simón y Judas?
       ¿No viven aquí todas sus hermanas?        Entonces,
       ¿de dónde saca todo eso?”
       Y aquello les resultaba escandaloso.      Jesús les dijo:
       “Solo en su tierra y en su casa desprecian a un profeta”.
        Y no hizo allí muchos milagros, porque les faltaba fe.


       1.   Este episodio es recogido por los tres evangelios sinópticos (Mc 6, 1-6; Mt 13, 53-58; Lc 4, 16-30).
       Señal de que la Iglesia naciente le concedió importancia a este episodio. Sin duda, es un relato importante para conocer más de cerca quién fue Jesús y cómo fue visto por quienes habían convivido con él durante la mayor parte de su vida.
       El relato dice que Jesús era “hijo de José el carpintero”. Los relatos evangélicos, posteriores a la infancia, no se refieren a cuestiones teológicas (virginidad de María, paternidad de José) que se plantearon más tarde (entre los siglos II al y).
       Se limitan a relatar lo que se pensaba entre los vecinos del pueblo. Y lo que se pensaba en el pueblo es que Jesús era hijo de José y de María. Y que tenía varios hermanos y hermanas de carne y hueso.
       No se trata de “parientes”, sino de hijos del mismo padre y de la misma madre.
       El término “adelphós” significa eso siempre que se usa en el N. T. al referirse a familiares (J. F. Meier, U. Luz).

       2.   A los parientes y vecinos de Nazaret no les cabía en la cabeza que un vecino ignorante y sin formación se pusiera a hablar de Dios y de la Ley en la sinagoga.
       Aquello les extrañaba y hasta “les resultaba escandaloso”. ¿Por qué el escándalo?
       Para un israelita piadoso, solo podía hablar de Dios quien tuviera formación intelectual y la preparación debida para ello. Pero allí todos sabían que Jesús, el hijo del carpintero, no estaba capacitado para hablar en la sinagoga sobre temas que solo conocían los maestros de la Ley.
       De una persona vulgar y sin títulos adecuados, ¿cómo se podía esperar que saliera una palabra creíble sobre Dios, sobre la Ley o sobre la Religión?

       3.   Los vecinos de Nazaret pensaban, en lo que estaban presenciando, desde “la lógica de la religión” que habían aprendido. Pero, por lo visto, no tenían ni idea de “la lógica del Evangelio” que Jesús enseñaba.
       Y, si es que hablamos de la lógica del Evangelio, ya nos estamos refiriendo a otra cosa, que tiene que ver poco con la “sabiduría” del “orden presente” de este mundo.
       Jesús había dicho que la cosas de Dios están escondidas “a los sabios y entendidos”. Y, por el contrario, quienes las conocen son “la gente sencilla” (Mt 11, 25).
       Es la sorprendente sabiduría de los pequeños, los sin importancia, los “nadies”, esos son los que contagian lo que Jesús transmitía.
       Los vecinos del pueblo, por lo visto, estaban muy marcados por la religión y por lo que enseñaban los Letrados.
       Pero aquí queda patente que todo eso no ayuda para creer en Jesús, para acoger su palabra y su vida.
       Lo de la religión nos ayuda para ser muy “religiosos”. Pero no es lo que mejor nos prepara para ser muy “creyentes” en Jesús y su Evangelio.
Santas Marta y Beatriz

Santa Beatriz de Silva, fue del linaje de los Reyes de Portugal, hija del Señor Ruiz Gómez de Silva  y Doña Isabel de Meneses, hija del conde de Viana. 
Nació Beatriz en Campo Mayor (Portugal)  en el 1426. Tuvo once hermanos, entre ellos el conde de Porto Alegre y el bienaventurado Fray Amadeo, de la Orden de San Francisco.   
Al casarse Doña Isabel, hija del príncipe Don Juan de Portugal, en el 1447, llevó consigo a Castilla a Beatriz que tenia ya más de 20 años.  En la corte de Castilla, Beatriz,  estuvo como dama de la reina Doña Isabel, segunda mujer que fue de Don Juan II; padres de la Reina Isabel la Católica. 
En Tordesilla, ella recibió el mensaje de la Virgen  “de fundar una nueva orden en honor de la Inmaculada”. Abandona la corte y marcha a Toledo en el 1453, allí lleva vida retirada en Santo Domingo el Real (Dominicas), mientras llega la hora de poner por obra el mensaje de la Virgen. Ofreció a Dios su virginidad y llevaba por devoción el rostro siempre cubierto con velo blanco, llevando una vida ejemplar y santa. 
Ayudada por la Reina Isabel la Católica y las actuaciones del Papa Sixto IV en el 1484 dejó el Monasterio de Santo Domingo y pasó con doce compañeras más, a la casa llamada Palacios de Galiana  y la Iglesia de Santa Fe, que recibió de la Reina Isabel la Católica, en Toledo.   Allí comenzó a poner esta casa en forma de Monasterio para fundar la nueva Orden de la Inmaculada Concepción, 1492.
 La Orden comenzó a florecer con muchas vocaciones y se fundaron otros Monasterios. Murió Santa Beatriz el 17 -8 – 1492,  al descubrir su rostro para darle la Santa Unción, una estrella de gran resplandor apareció en su frente,  mientras que su rostro se presentaba como el de una persona  que está en el Cielo.  
Su cuerpo es venerado y tanto monjas como seglares van a su sepulcro para obtener de Dios ayuda y gracias en sus necesidades.
Fue Beatificada en el 1926. 
El 3 de Octubre de 1976 fue Canonizada por Pablo VI. 


Hermana de Lázaro y María
Martirologio Romano: Memoria de santa Marta, que recibió en su casa de Betania, cerca de Jerusalén, a Jesús, el Señor, y muerto su hermano Lázaro, proclamó: «Tú eres el Cristo, el Hijo de Dios vivo, que has venido al mundo» (s. I).

Etimoligía: Marta = ama de casa, señorial, atractiva. Viene de la lengua hebrea.
Marta es hermana de María y de Lázaro y vivía en Betania, pequeña población distante unos cuatro kilómetros de Jerusalén, en las cercanías del Monte de los Olivos.
Jesús Nuestro Señor vivía en Galilea pero cuando visitaba Jerusalén acostumbraba hospedarse en la casa de estos tres discípulos en Betania, que, tal vez, habían cambiado también su morada de Galilea por la de Judea. Marta se esforzó en servirle lo mejor que pudo y, más tarde, con sus oraciones impetró la resurrección de su hermano.

San Juan nos dice que "Jesús amaba a Marta y a su hermana María y Lázaro" (Jn 11:5).

Lucas añade: "Yendo ellos de camino, entró en un pueblo; y una mujer, llamada Marta, le recibió en su casa. Tenía ella una hermana llamada María, que, sentada a los pies del Señor, escuchaba su Palabra, mientras Marta estaba atareada en muchos quehaceres. Acercándose, pues, dijo: «Señor, ¿no te importa que mi hermana me deje sola en el trabajo? Dile, pues, que me ayude.» -Lucas 10:38-40
No podemos estar seguros de la motivación de Marta al hacer su petición al Señor pero todo parece indicar que se quejaba contra su hermana. Nuestro Señor aprecia el servicio de Marta, pero al mismo tiempo sabía que era imperfecto. Muchas veces nuestro servicio, aunque sea con buena intención, este mezclado con el afán de sobresalir, la compulsión por ser protagonistas, la competencia para sentirnos que somos los mejores. Es entonces que salen las comparaciones. ¿Porque la otra no hace nada y soy la que trabajo?
El Señor corrige a Marta, penetra en su corazón afanado y dividido y establece prioridades:
«Marta, Marta, te preocupas y te agitas por muchas cosas; y hay necesidad de pocas, o mejor, de una sola. María ha elegido la parte buena, que no le será quitada.» -Lucas 10: 41-42
Esa única cosa de la que hay necesidad es de poner todo el corazón en amar a Dios, atender a Jesús que nos habla, que quiere levantarnos de nuestra miseria.
Toda vida activa debe surgir de la contemplación. La vida activa sin contemplación lleva al alma a dispersarse perder de vista el fin. La vida contemplativa se concentra en Dios y se une a El por la adoración y el amor. La vida contemplativa es una especie de noviciado del cielo, pues la contemplación es la ocupación de los bienaventurados del paraíso. Por ello, Cristo alabó la elección de María y afirmó: "sólo una cosa es necesaria". Eso significa que la salvación eterna debe ser nuestra única preocupación.
Si contemplamos como van las cosas en cualquier Iglesias podremos ver muchas actividades, programas, ideas... Es relativamente fácil hacer cosas por Jesús, pero cuanto nos cuesta estar en silencio ante su Presencia. En seguida pensamos en cosas que hacer. No comprendemos que lo primero y más importante es atenderlo a El directamente por medio de la oración.
Jesús encontró más digna de alabanza la actitud contemplativa de María. Cuanto quisiera El Señor que todos, como María, nos sentáramos ante el para escucharle. Ella se consagraba a la única cosa realmente importante, que es la atención del alma en Dios. También el Padre nos pide que, ante todo, escuchemos a Su Hijo (Mt 17-5).
Entonces, ¿no es necesario trabajar? Claro que sí lo es. Pero para que el trabajo de fruto debe hacerse después de haber orado. El servicio de Marta es necesario, pero debe estar subordinado al tiempo del Señor. Hay que saber el momento de dejar las cosas, por importantes que parezcan, y sentarse a escuchar al Señor. Esto requiere aceptar que somos criaturas limitadas. No podemos hacerlo todo. No podemos siquiera hacer nada bien sin el Señor
San Agustín escribe: "Marta, tú no has escogido el mal; pero María ha escogido mejor que tú". San Basilio y San Gregorio Magno consideran a la hermana María modelo evangélico de las almas contemplativas y su santidad no está en duda, sin embargo, es curioso que, de los tres hermanos, solo Marta aparece en el santoral universal.