lunes, 11 de julio de 2016

Párate un momento: El Evangelio del día 12 DE JULIO - MARTES 15~ SEMANA DEL TIEMPO ORDINARIO San Juan Gualberto






12 DE JULIO - MARTES 15~ SEMANA DEL TIEMPO ORDINARIO
San Juan Gualberto

Evangelio según san Mateo 11, 20-24
       En aquel tiempo, se puso Jesús a recriminar a las ciudades donde había hecho casi todos sus milagros, porque no se habían convertido:
 “¡Ay de ti, Corozaín, ay de ti,
Betsaida! Si en Tiro y Sidón se hubieran hecho los milagros que en vosotras, hace
tiempo que se habrían convertido, cubiertas de sayal y ceniza.
Os digo que el día del juicio les será más llevadero a Tiro y a Sidón que a vosotras.
Y tú, Cafarnaúm, ¿piensas escalar el cielo? Bajarás al Abismo. Porque si en Sodoma se hubieran hecho los
milagros que, en ti, habría durado hasta hoy.
Os digo que el día del juicio le será más
llevadero a Sodoma que a ti”.

1.   Ante todo no deberíamos rechazar enseguida la autenticidad de estas palabras de Jesús. Es probable que la “forma” en que están redactadas no sea exacta. Pero lo que interesa es el “fondo” de lo que aquí nos quiere enseñar Jesús.
¿Dónde y en qué está ese fondo del contenido de este texto?

2.   Estamos cerca del final del capítulo once del evangelio de Mateo, que concluirá
con la oración de Jesús al Padre en la que expresa su identidad con él. Y en la que
recopilará Jesús su decidida preferencia por los últimos, los pequeños, los “nadies, como se diría ahora.
Pues bien, antes del final de esta sección del Evangelio, sabemos —por el texto de hoy— que Jesús recriminó con extrema dureza a quienes se cerraron para no escucharle ni aceptar su mensaje.
 Jesús era consciente de que él hablaba en nombre del Padre. Lo que representa que su mensaje era —y sigue siendo— la interpelación del “Dios-Humanizado” a la humanidad. Para que todos los que hemos venido a este mundo como “seres humanos” no destrocemos nuestra propia humanidad, cerrándonos al llamamiento de Jesús, que es la presencia entre nosotros de la “humanidad de Dios”, para que no nos cerremos al mensaje de bondad, justicia y misericordia, que el mismo Jesús nos presenta y nos propone como “proyecto de vida”.
Jesús tuvo que ser duro, porque nuestra dureza para acoger el proyecto que nos humaniza y nos hace felices es mucho más dura para nosotros mismos y contra nosotros mismos.

3.   Con demasiada frecuencia, estamos ciegos para ver los caminos que nos abre el
Evangelio para encontrar nuestra propia felicidad. Esa ceguera no es la ceguera de la maldad. Es, más bien, la ceguera que produce el virus dañino y canalla del sistema económico, político y social, que se sirve de nuestras incontables carencias, para
ofrecernos la seducción que ciega y no nos deja ver los caminos que nos pueden llevar a encontrar el sentido que buscamos para nuestras vidas y humanizar este mundo tan deshumanizado.
Por ahí va la “religión de Jesús”, que nos abre horizontes de esperanza y de plenitud de vida.

San Juan Gualberto

 
Nació en Florencia, de familia muy rica y su único hermano fue asesinado. Era heredero de una gran fortuna y su padre deseaba que ocupara altos puestos en el gobierno.
Un Viernes Santo iba este santo por un camino rodeado de varios militares amigos suyos, y de pronto se encontró en un callejón al asesino de su hermano. El enemigo no tenía a donde huir, y Juan dispuso matarlo allí mismo. El asesino se arrodilló, puso sus brazos en cruz y le dijo: "Juan, hoy es Viernes Santo. Por Cristo que murió por nosotros en la cruz, perdóname la vida". Al ver Gualberto aquellos brazos en cruz, se acordó de Cristo crucificado. Se bajó de su caballo. Abrazó a su enemigo y le dijo: "Por amor a Cristo, te perdono".
Siguió su camino y al llegar a la próxima iglesia se arrodillo ante la imagen de Cristo crucificado y le pareció que Jesús inclinaba la cabeza y le decía: "Gracias Juan".
Desde aquel día su vida cambió por completo. En premio de su buena acción, Jesús le concedió la vocación, y Juan dejó sus uniformes militares y sus armas y se fue al convento de los monjes benedictinos de su ciudad a pedir que lo admitieran como religioso. Su padre se opuso totalmente y exigió al superior del convento que le devolvieran a Juan inmediatamente.
Cuando el papá vio al antiguo guerrero convertido en sencillo y piadoso monje se echó a llorar, y dándole su bendición se retiró.
En aquellos tiempos, el peor defecto que había en la Iglesia era la Simonía, es decir, algunos compraban los altos cargos, y así llegaban a dirigir la Santa Iglesia algunos hombres indignos. En el convento de Florencia, donde estaba Juan, se murió el superior, uno de los monjes fue con el obispo y con dinero hizo que lo nombraran superior a él. También el obispo había comprado su cargo.
Gualberto no pudo soportar esta indignidad y se retiró de aquel convento con otros monjes y antes de salir de la ciudad, declaró públicamente en la plaza principal que el superior del convento y el obispo merecían ser destituidos porque habían cometido el pecado de simonía. Más tarde logró que los destituyeran.
Fundador. Se fue a un sitio muy apartado y silencioso, llamado Valleumbroso y allá fundó un monasterio de mojes benedictinos que se propusieron cumplir exactamente todo lo que San Benito había recomendado a sus monjes. El monasterio llegó a ser muy famoso y le llegaron vocaciones de todas partes. Con los mejores religiosos de su nuevo convento fue fundando varios monasterios más y así logró difundir por muchas partes de Italia las buenas costumbres, y fue atacando sin misericordia la simonía y las costumbres corrompidas. Las gentes sentían gran veneración por él.
Después de haber logrado que muchas personas abandonaran sus vicios y se convirtieran y que muchos sacerdotes empezara a llevar una vida santa, y gozando del enorme aprecio del Papa y de numerosos obispos, murió el 12 de julio de 1073, dejando muchos monasterios de religiosos que trataban de imitarlo en sus virtudes y llegaron a gran santidad.



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