viernes, 29 de julio de 2016

PÁRATE UN MOMENTO: EL EVANGELIO DEL DÍA 3O DE JULIO - SÁBADO - 17ª ~ SEMANA DEL T.O.- San Pedro Crisólogo




3O DE JULIO - SÁBADO -
17ª ~ SEMANA DEL T.O.-
San Pedro Crisólogo

       Evangelio según san Mateo 14, 1-12
       En aquel tiempo, oyó el virrey Herodes lo que se contaba de Jesús y dijo a sus ayudantes:
        “Este es Juan Bautista que ha resucitado de entre los muertos, por eso los poderes actúan en él”.
       Es que Herodes había mandado prender a Juan y lo había metido en la cárcel encadenado, por motivo de Herodías, mujer de su hermano Felipe: porque Juan le decía que no le estaba permitido vivir con ella.
       Quería mandarlo matar; pero tuvo miedo de la gente, que lo tenía por profeta.     El día del cumpleaños de Herodes, la hija de Herodías danzó delante de todos y le gustó tanto a Herodes, que juró darle lo que pidiera. Ella, instigada por su madre, le dijo: “Dame ahora mismo en una bandeja la cabeza de Juan Bautista”.      
       El rey lo sintió; pero por el juramento y los invitados, ordenó que se la dieran; y mandó decapitar a Juan en la cárcel.       Trajeron la cabeza en una bandeja, se la entregaron a la joven, y ella se la llevó a su madre. Sus discípulos recogieron el cadáver, lo enterraron y fueron a contárselo a Jesús.      

       1.-  En la fiesta del nacimiento de Juan Bautista (24 de junio), quedó destacado que      Juan, de familia sacerdotal, tenía su futuro asegurado limitándose a seguir el mismo oficio  sacerdotal y sagrado, que había sido el de su padre, Zacarías.
       La religión da seguridad en la vida. Si exceptuamos situaciones especiales, que a veces se producen en la vida, lo normal es que los “hombres de la religión” suelen ser personas respetadas y respetables, estimadas y bien valoradas en su ambiente.
       Juan Bautista lo sabía. Y sin embargo, renunció a esa seguridad y a todos los beneficios que le       ofrecían el templo y el sacerdocio.
       Juan vio claramente que lo importante en la vida no es la seguridad del que vive instalado, sino la libertad que solo pueden tener quienes optan por la “ánachóresis”, tal como se produjo, desde los lejanos tiempos de los faraones, en Egipto. Era la huida del propio ambiente y de los consiguientes compromisos económico-sociales.
       Se trataba de la experiencia que se daba en personas desarraigadas, que tenían problemas con la administración, los descontentos con el orden social imperante o incluso bandidos perseguidos por la justicia (R. Teja, H. Henne, M. Naldini).

       2.-   Juan Bautista vivió de forma que dio pie a que de él se pensara todo esto o, al menos, algo de esto.
       En todo caso, lo que es seguro es que Juan y Jesús quedaron íntimamente relacionados por el Evangelio. Ambos proclamaron un mensaje de integridad y honradez a carta cabal. Y los dos terminaron sus vidas de forma violenta.
       El evangelio de Mateo insiste en que el final de los profetas es el asesinato (Mt 5,17, 21. 33-41; 22, 3-6; 23, 29-36) (U. Luz).

       3.   Lo que menos interesa, en esta narración, son los detalles de cómo se produce el asesinato de Juan. Lo que queda claro es que a los gobernantes les importa mas su buen nombre y sus conveniencias, que la vida de las personas inocentes y justas.
       Es lo que seguimos viendo en los criterios y en las conductas de quienes, por lo general, nos gobiernan. Callarse, ante este hecho, es colaborar a que el sufrimiento de los inocentes se perpetúe.

San Pedro Crisólogo


SAN PEDRO nació en Imola, en la Emilia oriental. Estudió las ciencias sagradas, y recibió el diaconado de manos de Cornelio, obispo de Imola, de quien habla con la mayor veneración y gratitud.  Cornelio formó a Pedro en la virtud desde sus primeros años y le hizo comprender que en el dominio de las pasiones y de sí mismo residía la verdadera grandeza y que era éste el único medio de alcanzar el espíritu de Cristo.
Elegido Obispo de Ravena - 433 AD.
Según la leyenda, San Pedro Crisólogo fue elevado a la dignidad episcopal de la manera siguiente: Juan, el arzobispo de Ravena, murió hacia el año 433. El clero y el pueblo de la ciudad eligieron a su sucesor y pidieron a Cornelio de Imola que encabezase la embajada que iba a Roma a pedir al Papa San Sixto III que confirmase la elección. Cornelio llevó consigo a su diácono Pedro. Según se cuenta, el Papa había tenido la noche anterior una visión de San Pedro y San Apolinar (primer obispo de Ravena, que había muerto por la fe), quienes le ordenaron que no confirmase la elección. Así pues, Sixto III propuso para el cargo a San Pedro Crisólogo, siguiendo las instrucciones del cielo. Los embajadores acabaron por doblegarse. El nuevo obispo recibió la consagración y se trasladó a Ravena, donde el pueblo le recibió con cierta frialdad.  Es muy poco probable que San Pedro haya sido elegido en esta forma ya que el emperador Valentiniano III y su madre, Gala Placidia, residían entonces en Ravena y San Pedro gozaba de su estima y confianza, así como de las del sucesor de Sixto III, San León Magno.
Cuando San Pedro llegó a Ravena, aún había muchos paganos en su diócesis y abundaban los abusos entre los fieles. El celo infatigable del santo consiguió extirpar el paganismo y corregir los abusos. Se distinguió por la inmensa caridad e incansable vigilancia con que atendió a su grey, exponiéndoles con suma claridad doctrinal la palabra de Dios. Escuchaba con igual condescendencia y caridad tanto a los humildes como a los poderosos.
En la ciudad de Clasis, que era entonces el puerto de Ravena, San Pedro construyó un bautisterio y una iglesia dedicada a San Andrés. 

Sermones
En el siglo IX, se escribió una biografía de San Pedro que da muy pocos datos sobre él. Alban Butler llenó esa laguna con citas de los sermones del santo. Se conservan 176 homilías de estilo popular y muy expresivas. Son todas muy cortas, pues temía fatigar a sus oyentes. Explican el Evangelio, el Credo, el Padre Nuestro y citas de santos para imitación y exaltación de las virtudes del verdadero cristiano.  En una homilía define al avaro como "esclavo del dinero”, mientras que para el misericordioso el dinero es "siervo".
Sus sermones, al lector moderno, no le parecerán modelos de elocuencia. Pero la vehemencia y la emoción con que predicaba a veces le impedía seguir hablando. Aunque el estilo oratorio de San Pedro no sea perfecto si es, según Butler "exacto, sencillo y natural". Una vez más se demuestra que la capacidad persuasiva de los santos no depende de elocuencia natural sino en la fuerza del Espíritu Santo que toca, por medio de ellos, a los corazones. 
San Pablo: "Y me presenté ante vosotros débil, tímido y tembloroso. Y mi palabra y mi predicación no tuvieron nada de los persuasivos discursos de la sabiduría, sino que fueron una demostración del Espíritu y del poder para que vuestra fe se fundase, no en sabiduría de hombres, sino en el poder de Dios." (I Corintios 2:3-5)
San Pedro predicó en favor de la comunión frecuente y exhortó a los cristianos a convertir la Eucaristía en su alimento cotidiano. Sus sermones le valieron el apelativo "Crisólogo" (hombres de palabras de oro") y movieron a Benedicto XIII a declarar al santo doctor de la Iglesia, en 1729.  

Sumisión a la fe
Eutiques, archimandrita de un monasterio de Constantinopla escribió una circular a los prelados más influyentes, entre ellos a San Pedro Crisólogo.  Les hacía una apología sobre la doctrina monofisita (una sola naturaleza en Cristo) en la víspera del Concilio de Calcedonia.  Pedro le contestó que había leído su carta con la pena más profunda, porque, así como la pacífica unión de la Iglesia alegra a los cielos, así las divisiones los entristecen. Y añade que, por inexplicable que sea el misterio de la Encarnación, nos ha sido revelado por Dios y debemos creerlo con sencillez.  Exhorta a Eutiques a dirigirse al Papa León, puesto que "en el interés de la paz y de la fe no podemos discutir sobre cuestiones relativas a la fe sin el consentimiento del obispo de Roma". Eutiques fue condenado por San Flavio el año 448.

Final de su vida
Ese mismo año, San Pedro Crisólogo recibió con grandes honores en Ravena a San Germán de Auxerre; el 31 de julio, ofició en los funerales del santo francés, y conservó como reliquias su capucha y su camisa de pelo. San Pedro Crisólogo no sobrevivió largo tiempo a San Germán. Habiendo tenido una revelación sobre su muerte próxima, volvió a su ciudad natal de Imola, donde regaló a la Iglesia de San Casiano varios cálices preciosos.  Después de aconsejar que se procediese con diligencia a elegir a su sucesor, murió en Imola, el 31 de julio del 451 (otras fuentes: el 3 de diciembre del 450), y fue sepultado en la iglesia de San Casiano.

San Pedro Crisólogo, ruega por nosotros para que, como tú, amemos la verdad y la demos a conocer.



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