3 de Julio -14 –
Domingo del Tiempo Ordinario -C
PRIMERA LECTURA
Lectura del libro de Isaías 66,
10-14c
Festejad a Jerusalén, gozad con ella, todos los que la amáis,
alegraos de su alegría, los que por ella llevasteis luto, mamaréis a sus pechos
y os saciaréis de sus consuelos, y apuraréis las delicias de sus ubres
abundantes.
Porque así dice el
Señor:
- «Yo haré derivar
hacia ella, como un río, la paz, como un torrente en crecida, las riquezas de
las naciones.
Llevarán en brazos
a sus criaturas y sobre las rodillas las acariciarán; como a un niño a quien su
madre consuela, así os consolaré yo, y en Jerusalén seréis consolados.
Al verlo, se
alegrará vuestro corazón, y vuestros huesos florecerán como un prado; se
manifestará a sus siervos la mano del Señor».
SALMO RESPONSORIAL 65, 1-3a. 4-5.
16 y 20
R. Aclamad al Señor, tierra
entera.
·
Aclamad al
Señor, tierra entera;
tocad en honor de su nombre;
cantad himnos a su gloria;
decid a Dios: «¡Qué temibles son tus obras!» R.
·
Que se
postre ante ti la tierra entera,
que toquen en tu honor,
que toquen para tu nombre.
Venid a ver las obras de Dios,
sus temibles proezas en favor de los hombres. R.
·
Transformó
el mar en tierra firme,
a pie atravesaron el río.
Alegrémonos en él,
que con su poder gobierna eternamente. R.
·
Los que
teméis a Dios, venid a escuchar,
os contaré lo que ha hecho conmigo.
Bendito sea Dios, que no rechazó mi súplica, ni me retiró su
favor. R.
SEGUNDA LECTURA
Lectura de la carta del apóstol
san Pablo a los Gálatas 6, 14-18
Hermanos:
Dios me libre de
gloriarme si no es en la cruz de nuestro Señor Jesucristo, por la cual el mundo
está crucificado para mí, y yo para el mundo.
Pues lo que cuenta
no es circuncisión ni la incircuncisión, sino la nueva criatura.
La paz y la
misericordia de Dios vengan sobre todos los que se ajustan a esta norma;
también sobre el Israel de Dios.
En adelante, que nadie me
moleste, pues yo llevo en mi cuerpo las marcas de Jesús.
La gracia de
nuestro Señor Jesucristo esté con vuestro espíritu, hermanos. Amén.
Lectura del santo Evangelio según
san Lucas 10, 1-9
En aquel tiempo, designó el
Señor otros setenta y dos y los mandó delante de él, de dos en dos, a todos los
pueblos y lugares adonde pensaba ir él. Y les decía:
- «La mies es
abundante y los obreros pocos; rogad, pues, al dueño de la mies que envíe
obreros a su mies.
¡Poneos en camino!
Mirad que os envío como corderos en medio de lobos.
No llevéis bolsa,
ni alforja, ni sandalias; y no saludéis a nadie por el camino.
Cuando entréis en
una casa, decid primero: "Paz a esta casa". Y si allí hay gente de
paz, descansará sobre ellos vuestra paz; si no, volverá a vosotros.
Quedaos en la misma
casa, comiendo y bebiendo de lo que tengan: porque el obrero merece su salario.
No andéis cambiando de casa.
Si entráis en una
ciudad y os reciben, comed lo que os pongan, curad a los enfermos que haya en
ella y decidles: "El reino de Dios. ha llegado a vosotros"».
Homenaje a
los apóstoles anónimos.
Las
instrucciones de Jesús a los discípulos cuando los envía de misión, en el
evangelio de Mateo se dirigen a los Doce, pero en el de Lucas a setenta y dos.
En la perspectiva de Lucas, la misión no es obra de un pequeño grupo de
selectos; si el mensaje del evangelio se difundió por el imperio romano fue
gracias a gran número de personas anónimas, igual que ocurre en nuestros días.
Tres
advertencias previas sobre el evangelio
1) Entre el envío de los setenta y dos y su vuelta
introduce Lucas otras palabras de Jesús (sobre Corozaín y Betsaida, etc.), que
la liturgia ha suprimido.
2) El discurso de Jesús tiene unas palabras muy duras
contra los pueblos que no acojan a los discípulos; en nuestra época tan
políticamente correcta pueden escandalizar a algunas personas.
3) En consecuencia, la liturgia ofrece la posibilidad
de dos lecturas: una larga y otra breve (en ningún
caso el texto completo de Lucas 10,1-20).
Lectura breve, políticamente correcta
(Lucas 10, 1-12)
En aquel tiempo, designó el Señor otros setenta y dos y los mandó por
delante, de dos en dos, a todos los pueblos y lugares adonde pensaba ir él. Y
les decía:
‒ La mies es abundante y los obreros pocos; rogad, pues, al dueño de la
mies que mande obreros a su mies. ¡Poneos en camino!
Mirad que os mando como corderos en medio de lobos. No llevéis talega, ni
alforja, ni sandalias; y no os detengáis a saludar a nadie por el camino.
Cuando entréis en una casa, decid primero: "Paz a esta
casa." Y si allí hay gente de paz, descansará sobre ellos vuestra paz; si
no, volverá a vosotros. Quedaos en la misma casa, comed y bebed de
lo que tengan, porque el obrero merece su salario. No andéis cambiando
de casa.
Si entráis en un pueblo y os reciben bien, comed lo que os pongan, curad a
los enfermos que haya, y decid: "Está cerca de vosotros el Reino de
Dios."
Curiosamente,
lo primero que deben hacer los setenta y dos es rezar para que el Señor envíe
operarios a su mies. El tema empalma con el del domingo pasado, a propósito de
los tres casos de vocación. Jesús hablaba con tanta dureza que parecía no
querer seguidores. Aquí queda claro que son absolutamente necesarios y hay que
pedir al dueño de la mies que los envíe. El dueño de la mies no es Dios Padre,
sino el mismo que Jesús, que les ordena ponerse en camino. Con una advertencia
y unas órdenes.
La
advertencia: no van a una labor fácil ni agradable. Van como corderos en medio
de lobos. Mateo, cuando copia esta frase, añade una otras palabras de Jesús:
“sed prudentes como serpientes y sencillos como palomas”. Haced lo posible para
que el lobo no os coma. Pero Lucas ve otro tipo de peligro en los lobos y otra
forma de afrontarlo. El peligro no es la dentellada que provoca la muerte sino
la que desprestigia y tira por tierra el mensaje del evangelio. El imperio
romano estaba repleto de grupos y predicadores religiosos parecidos a muchos de
los actuales que utilizan la religión como forma de ganarse la vida. Por eso,
la mejor forma de evitar las dentelladas de los lobos es llevar una forma de
vida totalmente pobre y austera: No llevéis talega, ni alforja, ni
sandalias. La talega hace referencia al dinero, la alforja al
alimento, las sandalias al vestido.
Luego
añade unas palabras que sólo se encuentran en su evangelio: y no os
detengáis a saludar a nadie por el camino. Eso mismo le dijo el
profeta Eliseo a su criado Guejazí, un día que lo envió a una misión urgente
(curar al hijo de la sunamita). Lucas, que conocía el Antiguo Testamento de
memoria, pensó que este momento era el adecuado para poner en boca de Jesús las
mismas palabras. La misión de los discípulos es urgente, no se puede perder el
tiempo charlando a mitad de camino.
¿Qué
hacer cuando llegan a un pueblo o aldea? Jesús concede una importancia capital
al alojamiento, insistiendo en no cambiar de casa. Probablemente refleja su
experiencia personal; y Lucas, la de los primeros misioneros. El cambiar de
casa puede provocar muchos celos y tensiones.
Las
palabras siguientes resultan extrañas en este sitio: Si entráis en un
pueblo y os reciben bien, comed lo que os pongan, curad a los enfermos que
haya, y decid: "Está cerca de vosotros el Reino de Dios." Los
discípulos ya habían llegado a un pueblo y habían sido bien acogidos por una
familia, que les da de comer. Si Lucas hubiera escrito con ordenador, quizá
hubiera marcado bloque, cortado y pegado, cambiando el orden de las frases. O
quizá no, porque este orden ilógico deja para el final, dándole mayor
importancia, la misión de los discípulos: curar a los enfermos y anunciar la
cercanía del Reino de Dios.
Continuación, políticamente incorrecta
(Lucas 10,17-20)
Cuando entréis en un pueblo y no os reciban, salid a la plaza y decid:
"Hasta el polvo de vuestro pueblo, que se nos ha pegado a los pies, nos lo
sacudimos sobre vosotros. De todos modos, sabed que está cerca el reino de
Dios." Os digo que aquel día será más llevadero para Sodoma que para ese
pueblo.
[Aquí sigue la condena de Corozaín y Betsaida, dos
ciudades galileas que no aceptaron a Jesús, para que no se extrañen los
discípulos si son rechazados; y otras palabras sobre los que les prestan
atención, que es como si escuchasen a Jesús y a Dios Padre].
Los setenta y dos volvieron muy contentos y le dijeron:
‒ Señor, hasta los demonios se nos someten en tu nombre.
Él les contestó:
‒ Veía a Satanás caer del cielo como un rayo. Mirad: os he dado potestad
para pisotear serpientes y escorpiones y todo el ejército del enemigo. Y no os
hará daño alguno. Sin embargo, no estéis alegres porque se os someten los
espíritus; estad alegres porque vuestros nombres están inscritos en el cielo.
Lectura del libro de Isaías 66, 10-14c
El texto, muy poético, puede desconcertar al lector
moderno. Por eso comienzo con dos aclaraciones:
1) Para un judío, Jerusalén representa infinitamente
más que para un católico Roma o el Vaticano. Desde el siglo VI a.C. hasta el
tiempo de Jesús, que fueron los siglos más duros en la historia de Judá
(dominio sucesivo de babilonios, persas, griegos y romanos), la mayor esperanza
se centraba en la gloria y esplendor de Jerusalén. El tema aparece en numerosos
textos proféticos y Salmos.
2) Jerusalén es representada como ciudad y como madre.
Como ciudad, quedó totalmente destruida después de la conquista de los
babilonios en el año 586 a.C. Como madre, se vio desprovista de hijos, porque
fueron deportados. Y los hijos, a su vez, están desprovistos del alimento y el
cariño de su madre.
En este contexto, el profeta proclama su mensaje
utópico, centrado en la vuelta de los hijos a su madre, la mayor alegría para
Jerusalén y el mayor consuelo para los desterrados. También habla, en el
centro, de la paz y la riqueza que inundarán la ciudad. Un mundo maravilloso de
alegría, consuelo, paz y esplendor.
¿Cómo se consigue? ¿Qué deben hacer los judíos? Según
este poema, nada. Todo lo hace Dios. Es él quien hace derivar hacia Jerusalén
la paz y la riqueza de las naciones; es él quien consuela. Es él quien
manifiesta a sus siervos su poder (su mano), como dice la última frase del
poema.
Festejad a Jerusalén, gozad con ella, todos los que la amáis,
alegraos de
su alegría, los que por ella llevasteis luto.
Mamaréis a sus pechos y os saciaréis de sus consuelos,
Mamaréis a sus pechos y os saciaréis de sus consuelos,
y apuraréis
las delicias de sus ubres abundantes.
Porque así dice el Señor:
Porque así dice el Señor:
«Yo haré
derivar hacia ella, como un río, la paz,
como un
torrente en crecida, las riquezas de las naciones.
Llevarán en brazos a sus criaturas y sobre las rodillas las acariciarán;
Llevarán en brazos a sus criaturas y sobre las rodillas las acariciarán;
como a un
niño a quien su madre consuela, así os consolaré yo,
y en
Jerusalén seréis consolados.
Al verlo, se alegrará vuestro corazón,
Al verlo, se alegrará vuestro corazón,
y vuestros
huesos florecerán como un prado;
la mano del
Señor se manifestará a sus siervos.
El contraste entre la lectura de Isaías
y el evangelio
El mundo utópico de Isaías, el esplendor de Jerusalén, se realiza sin esfuerzo
alguno, por pura obra de Dios. En cambio, el mundo utópico que predican Jesús y
los discípulos conlleva mucho sacrificio y esfuerzo. Además, es un mensaje que
puede ser rechazado, como le ocurrió al mismo Jesús en Corozaín y Betsaida.
Pero la última palabra es de victoria y esperanza: Satanás, símbolo de la
oposición al evangelio, cae del cielo como un rayo, mientras que los discípulos
triunfan sobre los espíritus inmundos y, sobre todo, sus nombres están escritos
en el cielo.
Además, y esta es la gran aportación de Lucas, esos
discípulos enviados a la misión no son un grupo de selectos. Todos hemos
conocido gente que nos ha hecho gran bien desde el punto de vista humana y
cristiano, que nos han anunciado el Reino de Dios. Y también nosotros hemos
llevado y debemos llevar adelante esa tarea, a veces dura, y muchas veces con
sensación de fracaso. Pero esto no es motivo para dejar de esperar en el
triunfo de la utopía.
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