miércoles, 13 de julio de 2016

Párate un momento: El Evangelio del día 14 DE JULIO – JUEVES – 15ª- SEMANA DEL T.O.-C San Camilo de Lelis





14 DE JULIO – JUEVES –
15ª- SEMANA DEL T.O.-C
San Camilo de Lelis

Evangelio según san Mateo 11, 28-30

En aquel tiempo, Jesús exclamó:
 “Venid a mí todos los que estáis cansados y agobiados, y yo os aliviaré.
Cargad con mi yugo y aprended de mi; que soy manso y humilde de corazón, y encontraréis vuestro descanso.
Porque mi yugo es llevadero y mi carga
Iigera”.

1.   Estas palabras de Jesús son un mensaje genial. La “humanidad de Dios”, presente en Jesús, llama a los seres humanos, los busca, los quiere junto a él.
No les llama para imponerles carga alguna. Ni para amenazarles. Ni para exigirles. Y, menos aún, para recordarles que es nuestro juez y conoce nuestras conductas y nuestras debilidades, fallos y contradicciones.
Nada de eso. Ocurre con frecuencia que los llamados “representantes de Dios”, las “Jerarquías de la Religión”, los que, desde las religiones más primitivas, se han denominado “despótes” y “despoina’Ç incluso “t~rannos”
(E. Lane, H. Pleket), los que se consideraban como “los más fuertes” (“krátoi”), los
representantes del “todopoderoso” (“pankratés) (Esquilo. Cf. W. Kiefner), lo que han impuesto han sido “rituales de sumisión”, cuyo ideal de creyente ha sido el “homo humilis”=”cercano al suelo”, el hombre sometido, callado, obediente y con aguante.
Para fortalecer así sus pretensiones de poder, utilizando para ello a Dios.

2.   Jesús, sin embargo, llama a los “cansados y agobiados”.
Los agobiados en sus conciencias por la religión. Pero también a los castigados por la crisis actual: los parados, los desahuciados, los inmigrantes, los jóvenes sin futuro, los enfermos, los desengañados y los humillados. A todos los que se ven obligados a vivir las duras condiciones actuales de injusticia y humillación, el Dios de Jesús los llama.
Llama, por tanto, a quienes se ven sin fuerzas, sin futuro, sin esperanza. ¿Para qué los llama?

3.   Para quitarles de encima el peso de un yugo insoportable. “El “yugo” de la Ley
suprema, la ley del Trascendente.
Es, en el fondo, el “yugo” que justifica a los poderes que nos quitan cada semana los derechos que, durante siglos, habíamos conquistado.
Jesús nos da la libertad y la valentía que necesitamos para enfrentarnos a un atropello masivo, mundial, que, cada día que pasa, nos aplasta.
En una situación, como la que estamos soportando, necesitamos fortaleza, esperanza, una fe íntegra y, sobre todo, unirnos en la resistencia, la protesta, la responsabilidad de personas honradas que saben estar en su sitio.
Y, sobre todo, Jesús nos quita de encima el
“yugo” del miedo. El miedo creciente que hace posible la sumisión de la gente al peso de tanto dolor como nos están echando encima. Si siempre ha sido importante la fe en el Evangelio, ahora esa fe es más necesaria que nunca. En esta situación es cuando vivimos en condiciones de caer en la cuenta de que la vida, por más dura que se nos presente, siempre tiene salida y en ella cabe la esperanza.
 Aceptemos a Jesús en el centro de nuestra vida. Aunque tenga que ser un Jesús “sin religión”, pero con el “yugo llevadero” del que se siente seguro en sus brazos.

San Camilo de Lelis



Nació en Abruzos (Italia) en 1550. Siguió la carrera militar, igual que su padre. Le apareció una llaga en un pie, que lo hizo dejar la carrera de las armas e irse al Hospital de Santiago en Roma para que lo curaran. En el hospital de Roma se dedicó a ayudar y atender a otros enfermos, mientras buscaba su propia curación. Pero en esa época adquirió el vicio del juego. Fue expulsado del hospital y en Nápoles perdió todos los ahorros de su vida en el juego, quedando en la miseria.
Tiempo atrás, en un naufragio, había hecho a Dios la promesa de hacerse religioso franciscano, pero no lo había cumplido. Estando en la más completa pobreza se ofreció como obrero y mensajero en un convento de los Padres Capuchinos, donde escuchó una charla espiritual que el padre superior les hacía a los obreros, y sintió fuertemente la llamada de Dios a su conversión. Empezó a llorar y pidió perdón por sus pecados, con la firme resolución de cambiar su forma de actuar por completo.
Tenía 25 años. Pidió ser admitido como franciscano, pero en el convento se le abrió de nuevo la llaga en el pie, y fue despedido. Se fue al hospital y se curó, y logró que lo admitieran como aspirante a capuchino. Pero en el noviciado apareció de nuevo la llaga y tuvo que irse de allí también. De nuevo en el hospital de Santiago, se dedicó a atender a los demás enfermos, por lo que fue nombrado asistente general del hospital. Dirigido espiritualmente por San Felipe Neri, estudió teología y fue ordenado sacerdote.
 En 1575 se dio cuenta que ante la gran cantidad de peregrinos que llegaban a Roma, los hospitales eran incapaces de atender bien a los enfermos que llegaban. Fue entonces que decidió fundar una comunidad de religiosos que se dedicaran por completo a los hospitales.

San Camilo trataba a cada enfermo como trataría a Nuestro Señor Jesucristo en persona. Aunque tuvo que soportar durante 36 años la llaga de su pié, nadie lo veía triste o malhumorado. Con sus mejores colaboradores fundó la Comunidad Siervos de los Enfermos el 8 de diciembre de 1591. Ahora se llaman Padres Camilos. Murió el 14 de julio de 1614, a los 64 años.

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