miércoles, 27 de julio de 2016

Párate un momento: El Evangelio del día 28 DE JULIO – JUEVES - 17ª ~ SEMANA DEL T.-O.- C San Pedro Poveda




28 DE JULIO – JUEVES -
17ª ~ SEMANA DEL T.-O.- C
San Pedro Poveda

       Evangelio según san Mateo 13, 47-53
   En aquel tiempo, dijo Jesús a la gente:       “el Reino de los cielos se parece también a la red que echan en el mar y recoge toda clase de peces: cuando está llena, la arrastran a la orilla, se sientan y reúnen los buenos en cestos ya los malos los tiran.
       Lo mismo sucederá al final del tiempo: saldrán los ángeles, separarán a los malos de los buenos y los echarán al horno encendido.
        Allí será el llanto y el rechinar de dientes.
       ¿Entendéis bien todo esto?”
       Ellos contestaron:
       “Si”.
        Él les dijo:
       “Ya veis, un letrado que entiende del Reino de los cielos es como un padre de familia que va sacando lo nuevo y lo antiguo”.
        Cuando Jesús acabó estas parábolas, partió de allí.

       1.   Las muchas y brutales violencias, desigualdades e injusticias, que vemos por todas partes en este mundo, nos plantean constantemente una pregunta inevitable:
       - ¿no hay una justicia que ponga a cada uno en su sitio, que castigue a los responsables del sufrimiento y premie a las víctimas que sufren las patéticas consecuencias del mal?
       Como es lógico, no aceptamos que las víctimas tengan, en definitiva, el mismo destino que los verdugos. A no ser que nos resignemos a tener que aceptar la intolerable conclusión de los resignados y pesimistas: este mundo es inevitablemente injusto, de forma que en él siempre habrá vencedores y vencidos.
        -¿No nos queda otra salida, otra solución y, por tanto, alguna esperanza?
      
       2.   Como primera respuesta a esta lacerante pregunta, habría que decir, antes de ninguna otra respuesta, que, en lugar de quejamos de la pasividad de Dios, ¿por qué no nos quejamos de nuestra propia pasividad en la búsqueda y el logro de un mundo más justo y más humano?
       Es un hecho que somos nosotros, los mortales, quienes hemos construido y desarrollado el “poder” de los que mandan. Pero no hemos construido y desarrollado igualmente, y en la misma medida, el “derecho” y la “justicia” que defienda eficazmente a las víctimas de los poderes que nosotros hemos inventado y somos nosotros quienes los mantenemos.
       El poder del capital, se ha globalizado. Lo que no se ha globalizado ha sido la justicia. Ni a estas alturas tenemos todavía un “tribunal penal internacional” que haga justicia, con eficacia y las debidas garantías, en el mundo.      Nos quejamos de que Dios no hace justicia.
       -¿Por qué no tomamos en serio nuestra responsabilidad de exigir a las instituciones de ámbito mundial que se proteja a los débiles y se castigue a los canallas?
       Si los responsables de las injusticias, por acción o por omisión, somos nosotros,
       -¿por qué le pedimos a Dios que ponga orden donde somos nosotros los que hemos puesto el más intolerable desorden?

       3.   Quienes tenemos creencias religiosas pensamos que Dios es justo. Pero ignoramos cómo ejerce su justicia.
       Eso se sitúa más allá del umbral de la esperanza. En todo caso, lo que sí conviene aclarar es que las metáforas del “fuego” y el “rechinar de dientes” no pasan de eso, son meras metáforas, que no podemos interpretar en un sentido literal.
       Los premios y castigos de la “otra vida” pueden ser una solución, para algunos. Pero también pueden ser el argumento que justifica la violencia de los terroristas, los de antes y los de ahora.

San Pedro Poveda

San Pedro Poveda nació en Linares, el 3 de diciembre de 1874. Murió el 28 de julio de 1936 en el inicio de la guerra civil española. Dio testimonio de su fe cristiana y de su ser sacerdote hasta el último momento. Fue canonizado por el Papa Juan Pablo II el 4 de mayo de 2003.
Pedro Poveda es un santo para nuestros días. Su vida es la del creyente que vive la fe en el día a día y que no vacila en confesarla, aún en medio de la dificultad.
“Mi creencia mi fe, no es vacilante, es firme inquebrantable¨.
Son palabras suyas en 1920. Palabras vividas desde su juventud y en las difíciles circunstancias en las que le tocó vivir.
Cuando las escribió, Poveda estaba a punto de trasladarse a Madrid con un nombramiento de Capellán de la Casa Real. En la capital (1921-1936), Poveda se relacionó con las principales asociaciones y personalidades de la vida intelectual y pedagógica que, desde la orilla creyente, se esforzaban por defender la autonomía de la labor docente en medio del ambiente de descristianización programada del país.
Su presencia activa, era al mismo tiempo serena, tolerante. Quienes le trataron entonces han escrito que “la santidad del P. Poveda resplandecía en apoyar resueltamente toda obra de Dios especialmente educativa, partiera de quien partiera la iniciativa".
Su actividad no se quedó en palabras. Sus esfuerzos por afianzar su Obra, la Institución Teresiana, no mermaron su apoyo a otras propuestas educativas y proyectos. Él ofreció alternativas para los católicos que querían vivir su fe sin disociarla de su tarea profesional. Estaba convencido de que “Creer bien y enmudecer, no es posible".

Pedro Poveda Impulsor del laicado
Reconocido por la UNESCO, en su centenario, como Humanista y Pedagogo, fue un promotor de la acción de los laicos, medio siglo antes de que el Concilio Vaticano II reconociera su llamada a la santidad desde el ejercicio de su tarea profesional en medio de la sociedad.
Convencido del papel insustituible de las mujeres en la sociedad futura, confió a mujeres jóvenes su proyecto educativo. En una época en que la mujer accedía por primera vez a los estudios superiores en España, quiso entre sus colaboradoras personas que mostraran “con los hechos que la ciencia hermana bien con la santidad de vida”.

Con los más pobres
Poveda había iniciado su labor evangelizadora en el barrio de las cuevas que rodean la ciudad de Guadix (sur de España), al inicio del siglo XX, donde un grupo de personas, los “cueveros”, vivían al margen de una de las diócesis más antiguas del país. Gitanos, obreros sin cualificar, parados, alfareros, formaban un mundo aparte, en el que rara vez entraba un accitano del centro de la ciudad. El joven Poveda, aún seminarista, inició una labor de acercamiento a aquél mundo marginal, conquistó el corazón de los cueveros, y fundó para ellos las Escuelas del Sagrado Corazón que aún perduran.
En Guadix fue ordenado sacerdote en 1897 y permaneció allí hasta 1905.
Guadix 1903 Una acción educativa coordinada
Nombrado canónigo del Santuario de Covadonga, atalaya hacia el panorama español y europeo, se dedicó a la oración y al estudio durante siete años. Contemplando a la Santina y mirando hacia Europa, vislumbró el desafío que plantearía a España una educación para todos y propuso una acción unificada de los católicos en el campo pedagógico. Impulsó numerosas iniciativas y publicó folletos y artículos en la prensa para llamar la atención sobre el problema.
       Primera academia en Oviedo 1911De nuevo, empezó haciendo. En Oviedo, en 1911, inició la primera Academia. Un centro educativo residencial para jóvenes que accedían a los estudios del Magisterio y después ocuparían sus puestos en la enseñanza estatal. Lo mismo hizo en Linares (1912).
En 1913 se trasladó a Jaén, donde fue canónigo de la Catedral, se hizo Maestro y trabajó como profesor del Seminario y de las Escuelas Normales. Allí conoció a María Josefa Segovia, a quien pidió dirigir una Academia en la ciudad, (1913), convirtiéndola en su principal colaboradora. Ella fue la primera Directora General de la Institución Teresiana. Desde Jaén Poveda impulsó la extensión de su Obra a otras ciudades de España. En 1914 fundó en Madrid la primera residencia universitaria femenina de España.

Poveda con niños en Guadix 1902 Encarnación y humanismo cristiano
En 1917, la Institución Teresiana quedó inscrita en el registro de asociaciones civiles de Jaén según la vigente Ley de Asociaciones y fue aprobada entre las asociaciones diocesanas, según el Código de Derecho Canónico recién promulgado. Quedó constituida desde el principio como una institución laical con diversas asociaciones. Se acogía a la titularidad de Teresa de Jesús, en quien Poveda encontró un modelo de verdadero humanismo centrado en Dios, mujer de oración y de acción. Porque los asociados no vivirían en conventos sino en medio de la sociedad, les propuso como estilo de vida el de los primeros cristianos, siendo luz y sal en medio de las gentes.
En 1924 la Obra de Poveda fue reconocida a perpetuidad por el Papa Pío XI. Cuatro años después, la Asociación impulsó la presencia de sus miembros fuera de España: en América (1928) y en Italia (1934).
La primera iglesia dedicada a San Pedro Poveda se encuentra en India.
En 1921, el padre Poveda se trasladó a Madrid con un nombramiento como capellán de la Casa Real Española. Murió fusilado en Madrid el 28 de julio de 1936, a los 61 años de edad. Dos miembros de la Institución Teresiana encontraron su cadáver en el cementerio del Este, llamado actualmente de la Almudena. Sus últimas palabras fueron:  Soy sacerdote de Cristo.
El 21 de abril de 1955 se abrió el proceso de beatificación, siendo directora general de la Institución Josefa Segovia. Fue beatificado en Roma el 10 de octubre de 1993 junto a Victoria Díez, también miembro de la Institución Teresiana, y canonizado en Madrid en 2003, por el papa Juan Pablo II. Sus reliquias yacen actualmente en el Centro Santa María de Los Negrales, de la Institución Teresiana, en la sierra madrileña a 40 kilómetros de Madrid en donde también se veneran los restos de Josefa Segovia Morón.



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