27 de Julio – miércoles –
17ª – Semana del T.-O.-C
San Pantaleón
Evangelio según san Mateo 13,44-45
En aquel tiempo, dijo Jesús
a la gente: “El Reino de los cielos
se parece a un tesoro escondido en el campo: el que lo encuentra, lo vuelve a esconder,
y lleno de alegría, va a vender todo lo que tiene y compra el campo.
El Reino de los cielos se
parece también
a un comerciante de perlas finas que, al encontrar una de gran valor,
se va a vender todo lo que tiene y la compra”.
1. Se sabe que, en la Antigüedad, era frecuente
la práctica de enterrar objetos valiosos.
Filóstrato
habla de un hombre que “ofrecía sacrificios a la madre Tierra, en la esperanza
de hallar un tesoro” (Apol 6, 39).
Y F.
Josefo informa de los numerosos tesoros que los romanos encontraron bajo tierra
en Jerusalén (2 Bar. 6, 7-9).
Con esta
referencia, a algo que era una costumbre de aquel tiempo, Jesús quiere enseñar algo
determinante para entender el Evangelio, a saber: Jesús nos dice que, para vivir
su proyecto, hay que abandonar todas las demás prioridades. (cf. Mt 4, 18-22;
8, 19-22; 9, 9) (W. Carter).
Esta
misma enseñanza se repite en la parábola del comerciante de perlas finas. Un
oficio que difícilmente se libraba del engaño y la codicia en las transacciones,
como advierte el Eclesiástico (25, 29).
2. Al plantear así su proyecto de vida, Jesús no
nos pide que abandonemos nuestros proyectos profesionales~ amorosos o lúdicos.
Sería una aberración inconcebible imaginar que Jesús entra en competencia con
el trabajo, el amor humano o el gozo y la felicidad del descanso, el juego, la
sana diversión.
Todo lo
contrario. El proyecto del Evangelio es el proyecto de la rectitud y la coherencia
como ciudadanos, como trabajadores, como profesionales, como esposos, padres o
hermanos, como personas que saben gozar de la vida en la más sana convivencia
con los demás.
Al decir
esto, parece lógico recordar la sabia propuesta que hizo Max Weber cuando
presentó la “profesión” como “vocación”.
Es
decir, “la idea de una misión impuesta por Dios”.
Así se
entiende mejor el proyecto que Cromwell propuso al Parlamento: “Os ruego que
evitéis los abusos de todas las profesiones, especialmente de una, que hace a muchos
pobres para que pocos se hagan ricos” (La ética protestante..., 1, 3).
3. Jesús no vino a adiestrarnos en la codicia de
las riquezas. Todo lo contrario. Lo que Jesús nos viene a decir, mediante estas
parábolas, es que, por muy grande que sea nuestra riqueza, hay cosas que valen
más que todo el dinero del mundo.
La gran
deformación, la más brutal perversión, que la cultura del capitalismo ha hecho con
todos nosotros, es meternos en la cabeza que lo más importante en la vida es la
riqueza, el dinero, la estabilidad económica, etc.
Por
supuesto, decir esto hoy, a quienes sufren las peores consecuencias de la
crisis económica, es una auténtica agresión. Pero es una agresión porque todos
dependemos del dinero. Y no le dará más importancia a nuestra propia humanidad,
a nuestra seguridad en los demás, a nuestra dignidad, a la estabilidad que nos
tendría que dar a todos la seguridad de que contamos con los otros, no que los
otros son unos competidores.
San Pantaleón
Médico mártir de 29 años de edad 275-+305
Pantaleón significa en griego "el que se compadece de
todos".
Médico nacido en Nikomedia (actual Turquía). Fue decapitado por
profesar su fe católica en la persecución del emperador romano Diocleciano, el
27 de julio del 305.
Lo que se sabe de San Pantaleón
procede de un antiguo manuscrito del siglo VI que está en el Museo
Británico. Pantaleón era hijo de un
pagano llamado Eubula y de madre cristiana. Pantaleón era médico. Su maestro
fue Euphrosino, el médico más notable del imperio. Fue médico del
emperador Galerio Maximiano en Nicomedia.
Conoció la
fe, pero se dejó llevar por el mundo pagano en que vivía y sucumbió ante las
tentaciones, que debilitan la voluntad y acaban con las virtudes, cayendo en la
apostasía. Un buen cristiano llamado Hermolaos le abrió los ojos, exhortándole
a que conociera "la curación proveniente de lo más Alto", le llevó al
seno de la Iglesia. A partir de entonces entregó su ciencia al servicio de
Cristo, sirviendo a sus pacientes en nombre del Señor.
En el año 303,
empezó la persecución de Diocleciano en Nikomedia. Pantaleón regaló todo lo que
tenía a los pobres. Algunos médicos por envidia, lo delataron a las
autoridades. Fue arrestado junto con Hermolaos y otros dos cristianos. El
emperador, que quería salvarlo en secreto, le dijo que apostatara, pero
Pantaleón se negó e inmediatamente curó milagrosamente a un paralítico para
demostrar la verdad de la fe. Los cuatro fueron condenados a ser
decapitados. San Pantaleón murió mártir a la edad de 29 años el 27 de julio
del 304. Murió por la fe que un día había negado. Como San Pedro y San
Pablo, tuvo la oportunidad de reparar y manifestarle al Señor su amor.
Las actas
de su martirio nos relatan sobre hechos milagrosos:
Trataron
de matarle de seis maneras diferentes; con fuego, con plomo fundido,
ahogándole, tirándole a las fieras, torturándole en la rueda y atravesándole
una espada. Con la ayuda del Señor, Pantaleón salió ileso. Luego permitió
libremente que lo decapitaran y de sus venas salió leche en vez de sangre y el
árbol de olivo donde ocurrió el hecho floreció al instante. Podría ser que
estos relatos son una forma simbólica de exaltar la virtud de los mártires,
pero en todo caso, lo importante es que Pantaleón derramó su sangre por Cristo
y los cristianos lo tomaron como ejemplo de santidad.
En Oriente
le tienen gran veneración como mártir y como médico que atendía gratuitamente a
los pobres. También fue muy famoso en Occidente desde la antigüedad.
Se
conservan algunas reliquias de su sangre, en Madrid (España), Constantinopla
(Turquía) y Ravello (Italia).
El
Milagro de su sangre
Una
porción de su sangre se reserva en una ampolla en el altar mayor del Real Monasterio de la Encarnación en Madrid de los Austrias, junto a la
Plaza de Oriente, Madrid, España. Fue tomada de otra más grande que se guarda
en la Catedral italiana de Ravello. Fue donada al monasterio junto con un trozo
de hueso del santo por el virrey de Nápoles. En Madrid lo custodian las
religiosas Agustinas Recoletas dedicadas a la oración. Hay constancia de que la
reliquia ya estaba en la Encarnación desde su fundación en el año 1616.
La sangre,
en estado sólido durante todo el año, se licuefacciona [o ocurre el fenómeno de
licuefacción], como la sangre de San Jenaro, sin
intervención humana. Esto ocurre en la víspera del aniversario de su martirio,
o sea, cada 26 de julio. Así ha ocurrido cada año, cuando se celebraron 1700
años de su martirio. En ese año el milagro tuvo lugar mientras las
religiosas oraban en el coro del templo y ante la presencia de cientos de
visitantes. El monasterio abre las puertas al público para que todos sean
testigos. En algunas ocasiones, la sangre ha tardado en solidificarse para
señalar alguna crisis, como ocurrió durante las dos guerras mundiales.
Muchas
veces se ha intentado explicar el fenómeno mediante mecanismos netamente
naturales, como la temperatura o las fases de la luna. Sin embargo, ninguna de
las explicaciones ha resultado satisfactoria para la ciencia. La iglesia
no se ha definido sobre el milagro. Las hermanas dicen sencillamente que es
"un regalo de Dios".
Para
facilitar la vista del público y evitar el deterioro de la reliquia, en el 1995
las monjitas instalaron monitores de televisión que aumentan diez veces la
imagen de la cápsula que contiene la sangre del santo.
La
sangre de un médico mártir se licúa. ¿Qué nos dice Dios con este portento?
Acaso no
necesitamos este testimonio valiente de quien dio su vida por la fe. Su
sangre nos recuerda nuestra propia responsabilidad de vivir la fe en un tiempo
donde tantos caen en la apostasía o simplemente en la indiferencia.
Cuanto necesitamos el ejemplo de San Pantaleón, quien supo vivir su profesión
al servicio de Jesucristo.
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