jueves, 7 de julio de 2016

Párate un momento El Evangelio del día 8 DE JULIO – VIERNES - 14~ SEMANA DEL T.O.- C Beato Eugenio III




8 DE JULIO – VIERNES -
14~ SEMANA DEL T.O.- C
Beato Eugenio III

Evangelio según san Mateo 10, 16-23
En aquel tiempo, dijo Jesús a sus Apóstoles:
“Mirad que os mando como ovejas entre
lobos; por eso, sed sagaces como serpientes y sencillos como palomas.
Pero no os fieis de la gente, porque os entregarán a los tribunales, os azotarán en las sinagogas y os harán comparecer ante gobernadores y reyes por mi causa; así daréis testimonio ante ellos y ante los gentiles.
Cuando os arresten, no os preocupéis de lo que vais a decir o de cómo lo diréis: en su momento se os sugerirá lo que tenéis que decir; no seréis vosotros los que habléis, el Espíritu de vuestro Padre hablará por vosotros.
Los hermanos entregarán a sus hermanos, los padres a los hijos; se rebelarán los hijos contra sus padres, y los matarán.
Todos os odiarán por mi nombre: el que persevere hasta el final, se salvará.
Cuando os persigan en una ciudad, huid a otra.
Creedme, no terminaréis con las ciudades de Israel antes de que vuelva el Hijo del Hombre”.

1.   Lo sorprendente de estas palabras de Jesús a sus apóstoles es que, al encargarles una misión que consiste en remediar el sufrimiento humano, les advierte que
se preparen para la persecución que les espera: “os azotarán en las sinagogas y os
llevarán ante gobernadores y reyes” (Mt 10, 17-18).
¿Cómo se explica que unos hombres que se van a dedicar a hacer el bien, por eso mismo serán torturados y llevados a los tribunales?
Sabiendo, además, que los perseguidores serán las autoridades religiosas (sinagogas) y civiles (gobernadores y reyes).
¿Es que remediar el dolor humano puede ser conducta de delincuentes?

2.   Evangelizar es hacer ahora lo que, en su tiempo, hizo Jesús. Y bien sabemos lo  que le ocurrió a Jesús.
 Tiene que ser así. Porque suprimir el sufrimiento es suprimir las causas y los causantes de la mayoría de nuestros sufrimientos.
Esto supondría modificar, el sistema político, el sistema económico, el sistema legal, acabar con los privilegios de los ricos y la falta de protección que soportan los pobres.
Es decir, enfrentarse al sufrimiento es acabar con las desigualdades y sus causas.
Ahora bien, los que mandan en el sistema actual no están dispuestos a que les quiten o les recorten los pilares de la desigualdad que se provoca por los privilegios de unos y el
desamparo de los demás.
 En esto —dicho de manera muy genérica— está el secreto y la causa que lo explica todo.

3.   Todo esto supuesto, la gran pregunta, que tenemos que hacernos los cristianos,
es sencillamente esta: si a mí no me persiguen ni me complican la vida, ¿no será que
eso tiene su explicación en que no quiero complicarme la vida?
Esto es tan serio, y tiene tan graves consecuencias, que desencadena hasta el odio entre hermanos, padres e hijos ~ sangre con sangre.  En el fondo, el problema está en que el común de los mortales no aguanta que le toquen en su dinero, en sus privilegios en su buena instalación.
El que toca ahí, queda “tocado”, “dañado”, “señalado”, quizá apuntado a alguna lista negra o simplemente ahí, “en la calle”, sin oficio ni beneficio.
El que aguanta eso durante una vida entera, ese es persona de muchos quilates. Y de una coherencia a toda prueba.
Quien está dispuesto a semejante futuro, ese es el que toma en serio el evangelio.

Beato Eugenio III

 
San Antonio lo señala como a "uno de los Pontífices más grandes y que más sufrieron".
Nació en Montemagno, entre Pisa y Lucca. Después de ocupar un cargo en la curia episcopal de Pisa, ingresó en 1135 al monasterio cisterciense de Claraval. Tomó el nombre de Bernardo, y San Bernardo fue su superior en aquel monasterio. Cuando el Papa Inocencio II pidió que algunos cisterciences fuesen a Roma, San Bernardo envió a su homónimo como jefe de la expedición. Los cistercienses se establecieron en el convento de San Anastasio (Tre Fontane). 
A la muerte del Papa Lucio II, en 1145, los cardenales eligieron para sucederle a Bernardo, el abad de San Anastasio. El nuevo Pontífice tomó el nombre de Eugenio y fue consagrado en la abadía de Farfa. En enero de 1147, aceptó con gusto la invitación que le hizo Luis VII de que fuese a predicar la cruzada en Francia. En la segunda cruzada no tuvieron buenos resultados. El Papa permaneció en Francia hasta que el clamor popular por el fracaso de la cruzada le hizo imposible permanecer más tiempo en ese lugar. Durante su estancia en aquel país, presidió los sínodos de París, Tréveris y Reims, que se ocuparon principalmente de promover la vida cristiana; también hizo cuanto pudo por reorganizar las escuelas de filosofía y teología. En mayo de 1148 el Pontífice volvió a Italia y excomulgó a Arnoldo de Brescia (quien en sus peores momentos presagiaba a los demagogos doctrinarios de épocas posteriores). San Bernardo dedicó al Sumo Pontífice su tratado ascético "De Consideratione", donde afirmaba que el Papa tenía como principal deber atender a las cosas espirituales y que no debía dejarse distraer demasiado por asuntos que corresponden a otros. 
Eugenio III partió de Roma en el verano de 1150 y permaneció dos años y medio en la Campania, procurando obtener el apoyo del emperador Conrado III y de su sucesor, Federico Barbarroja. 

El santo murió en Roma el 8 de julio de 1153.

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