28ª - SEMANA DEL T.O. - C
Santa Soledad Torres
Acosta y
San Juan XXIII
Evangelio según san Lucas 11, 37-41
En aquel tiempo, cuando
Jesús terminó de hablar, un fariseo lo invitó a comer a su
casa. Él entró y se puso a la mesa.
Como el fariseo se sorprendió al ver que no se lavaba
las manos antes de comer, el Señor le dijo:
“Vosotros, los fariseos, limpiáis por
fuera la copa y el plato, mientras por dentro rebosáis de robos y
maldades. ¡Necios! El que hizo lo de fuera, ¿no hizo también lo de dentro?
Dad limosna de lo de dentro, y lo tendréis limpio
todo”.
1. Este breve relato resume, en pocas palabras,
lo esencial de la extensa diatriba
de Jesús contra los escribas y fariseos, que Mateo recoge
en el capítulo 23 de su evangelio, y también el capítulo 7 de Marcos, que trata
extensamente las contradicciones que entraña el ritualismo de los observantes
religiosos.
La originalidad de Lucas
consiste en que une la “denuncia” profética de la tradición judía al contexto de
un banquete, el “simposio” de la tradición helenista. Así, el discurso que
compone Lucas es, a la vez, más humano y más profundo.
2. Este evangelio, de Lc 11, 39-41, resume la
“acusación principal”, que Jesús hace contra la religiosidad de escribas y fariseos
(F. Bovon).
Se trata de la
acusación, no tanto de unas “personas”, sino de unos “rituales religiosos” que
tienen la particularidad maligna de pervertir a las personas que los hacen
suyos y los ponen en práctica con toda fidelidad.
La perversión
consiste en que la práctica de tales rituales crea una falsa conciencia. Porque
son rituales de “purificación”. Pero es una purificación puramente “externa”,
que limpia por fuera, pero deja el interior de la persona tal como estaba antes
del ritual.
En este caso, que
recoge el evangelio de Lucas, los ritos que se limitan a lavatorios que limpian
el cuerpo, pero no cambian el corazón.
Ni modifican las costumbres. Ni hacen que el sujeto
sea más honrado, transparente, honesto, etc.
En la historia del
“hecho religioso”, lo primero no fue Dios, sino el rito (K. Lorenz, W.
Burkert). Y el rito nació como un ceremonial que tenía como finalidad tranquilizar
la conciencia.
Hay datos que así
lo confirman desde el paleolítico superior.
En tanto que de Dios se empieza a tener alguna
noticia cuando el homo sapiens llevaba cerca de 90.000 años existiendo (K.
Meuli, K. Lorenz, W. Burkert).
3. Además, “los ritos son acciones que, debido
al rigor de la observancia de las
normas, se constituyen en un fin en sí” (G.
Theissen, W. Turner).
Lo que entraña una consecuencia,
de la que muchos observantes de los ritos ni se dan cuenta.
Se trata de la
consecuencia que consiste en que la persona, que se entrega a las prácticas
rituales, pone en ellas su fe y termina siendo, no
solo un “engañado”, sino además posiblemente un “hipócrita”. Con el rito se
queda en paz. Pero su conducta no cambia.
Por eso se
comprenden las contradicciones en que vivían los fariseos. Y en las que viven
no pocos observantes de ahora.
¿Por qué hay tanta
gente, que es fiel
observante de ceremonias sagradas y cofradías,
mientras que la honradez de esa
misma gente tiene tanto que ocultar?
Santa Soledad Torres
Acosta y
San Juan XXIII
Santa Soledad Torres Acosta
El
párroco de Chamberí, un barrio pobre de Madrid se entristecía al ver que muchos
enfermos morían en el más completo abandono y sin recibir los santos
sacramentos. Pensó en reunir a un grupo de mujeres piadosas que visitaran a los
enfermos en sus domicilios y les ayudaran a bien morir. Al enterarse Soledad
Torres de este deseo del párroco se presentó a él para ofrecerse a ayudarle en
tan caritativa misión de misericordia. Ella desde niña había asistido a varios
moribundos y sentía un gusto especial en ello. Era una gracia que le había
concedido el Espíritu Santo. Al ver que era débil y enfermiza, el sacerdote no
la aceptó en una primera entrevista, pero después se dio cuenta de que María
Soledad tenía un alma muy especial. Con ella y seis compañeras más, fundó el 15
de agosto de 1851, la comunidad de Siervas de María o Ministros de los enfermos.
La
novedad de esta comunidad estaba en que ellas debían asistir a domicilio y
totalmente gratis a los enfermos que lo solicitaran. Por aquellos tiempos se
propagó por Europa una terrible epidemia del cólera y en los hospitales no
cabían los enfermos. Muchos de ellos eran abandonados por sus familiares por
temor al contagio. María Soledad y sus religiosas se hacían presente por todas
partes para atender a los más abandonados. El sacerdote que había inspirado la
fundación se fue de misionero a lejanas tierras y el sucesor, dejándose llevar
de rumores y chismes, destituyó a Soledad del cargo de superiora. Ella se
alegró de poder asemejarse a Cristo en padecer incomprensiones y persecuciones.
En sus visitas a Jesús Sacramentado obtenía fuerzas para sufrir con paciencia y
por amor a Dios. Más tarde se supo la verdad de todo y fue restablecida en su
cargo. Bajo su dirección las Siervas de María, Ministras de los enfermos se
extendieron prodigiosamente.
Santa
María Soledad muere en Madrid el 11 de octubre de 1887 a la edad de 61 años.
Fue canonizada por Pablo VI en 1970. En
la actualidad las Siervas de María son unas 2380 religiosas en diversos países
y tienen 126 casas.
Alabado
sea Dios que suscita en las almas la caridad. Que por intercesión de Santa
María Soledad siempre haya almas que se dediquen a los enfermos.
Beatificada
por Pío XII, el 5 de febrero de 1950, y canonizada por Pablo VI, el 25 de enero
de 1970.
San Juan
XXIII
Juan XXIII (1881/11/25 -
1963/06/03)
Juan
XXIII: Angelo Giuseppe Roncalli. Papa 1958-1963
Nació
el 25 de noviembre de 1881 en Sotto
il Monte, cerca de Bérgamo.
Descendiente de una familia
campesina profundamente católica, humilde y a la vez muy numerosa:
eran trece hermanos, de los cuales él era el tercero. Cursó estudios en Bérgamo
y Roma.
En el año 1904 se ordenó sacerdote.
En el año 1904 se ordenó sacerdote.
Regresó
a su ciudad natal como secretario del obispo, Giacomo Radini-Tedeschi. Profesor
de historia eclesiástica en el seminario diocesano. Durante la I Guerra Mundial fue sargento médico y más tarde
capellán. En el año 1921 colaboró en la reorganización de
la Sociedad para la Propagación de
la Fe, y en 1925 viaja a
Bulgaria como representante del papa. Trabajó (1933-1944)
como delegado apostólico en
Turquía y en Grecia.
En la II Guerra Mundial
ayudó
en el rescate de judíos de Hungría y
en 1944 le eligieron como diplomático de nuncio papal en Francia. Cardenal y
patriarca (arzobispo) de Venecia en 1953.
Fallecido Pío XII, el 28 de octubre de 1958 fue elegido Papa, cuando contaba 77 años.
Sus mayores éxitos fueron la convocatoria del
Concilio Vaticano II con el objetivo de llevar a cabo la renovación de
la vida religiosa católica gracias a la modernización (aggiornamento) de la enseñanza, la disciplina y la organización de
la Iglesia, así como alentar la unificación de los cristianos, extender el ecumenismo
eclesiástico
y posibilitar el acercamiento a otras creencias. Sus escasas intervenciones en
el Concilio (que finalizó después de su muerte) apoyaron el movimiento por el
cambio al que la mayoría de los delegados era favorable.
Escribió
siete encíclicas, entre
ellas Mater et magistra (1961),
donde enfatiza la dignidad individual como base de las instituciones sociales,
y Pacem in terris (1963),
que exhortó a la cooperación internacional por la paz y la justicia, y al
compromiso de la Iglesia a interesarse por los problemas de toda la humanidad.
En 1960 se creó el Secretariado para la Promoción de la Unidad de los
Cristianos, con contactos con la Iglesia
ortodoxa, con los líderes protestantes,
con el Consejo Mundial de las
Iglesias, y por su fomento del diálogo con los judíos.
Entre
sus obras destaca un estudio de cinco volúmenes sobre san Carlos Borromeo. Sus diarios, publicados con el
título de Diario de un alma (1965)
y Cartas a su familia (1969),
exponen la profunda sencillez y humildad de su vida espiritual.
Juan
XXIII falleció el 3 de junio de 1963 en el Vaticano.
Los
beatos San Juan XXIII y San Juan Pablo II fueron inscritos en el Libro de los
Santos. El Papa Francisco presidió la ceremonia de canonización de dos de sus
predecesores. El Papa proclamó santos a sus dos grandes predecesores del siglo
XX, que desde ese momento se llaman San Juan Pablo II y San Juan XXIII. Eran
las 10:15 de la mañana del Domingo de la Divina Misericordia, 27 de abril de
2014.
Beatificación
3 de septiembre de 2000 por San Juan Pablo II
Canonización
27 de abril de 2014 por Francisco
Festividad 11 de octubre
3 de septiembre de 2000 por San Juan Pablo II
Canonización
27 de abril de 2014 por Francisco
Festividad 11 de octubre
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