24 DE
OCTUBRE - LUNES
30ª - SEMANA
DEL T.O.-C
San Antonio María Claret
Evangelio según san Lucas 13, 10-17
Un
sábado enseñaba Jesús en una sinagoga.
Había una mujer que desde hacía dieciocho años estaba enferma por causa
de un espíritu, y andaba encorvada, sin poderse enderezar. Al verla, Jesús la
llamó y le dijo:
"Mujer, quedas libre de tu enfermedad”. Le impuso
las manos, y enseguida se
puso derecha. Y glorificaba a
Dios.
Pero el jefe de la sinagoga,
indignado porque Jesús había curado en sábado, dijo a la gente:
"Seis días tenéis para trabajar; venid esos
días a que os curen, y no los sábados'.
Pero el Señor, dirigiéndose a él, dijo:
"Hipócritas, cualquiera de vosotros, ¿no desata
del pesebre al buey o al burro y lo lleva a abrevar, aunque sea sábado? Y a
esta, que es hija de Abrahán, y que Satanás ha tenido atada dieciocho años, ¿no
había que soltarla en sábado?"
A estas palabras, sus enemigos quedaron
abochornados, y toda la gente se alegraba de los milagros que hacía”.
1. El caso, que aquí presenta Lucas, es patético
y elocuente. Una mujer encorvada,
humillada, con el cuerpo y la cabeza siempre mirando al suelo, sin poder ir por la vida
con el cuerpo erguido y la frente levantada.
Son los signos
externos y visibles del sometimiento y de la humillación. Pero, en cuanto Jesús
vio a la mujer inclinada y, por eso mismo, humillada, inmediatamente, sin que
la mujer se lo pidiera, por más que fuera sábado y en plena sinagoga, Jesús la
curó.
Jesús siempre en
contra del dolor de las personas.
Jesús siempre a
favor de la liberación de la mujer.
Jesús no soportaba
ni personas padeciendo, ni mujeres privadas de libertad o humilladas mirando
siempre al suelo, postradas y dominadas
por las fuerzas del mal.
2. Como
es lógico, hay que reconocer que al jefe de la sinagoga no le faltaban razones
para quejarse ante la gente.
Todos traían a sus
enfermos a que Jesús los curase precisamente
el día que eso estaba prohibido.
Los casos de
curaciones en sábado, que relatan los evangelios, son siempre casos de
enfermedades crónicas, que no
entrañaban peligro de muerte y,
por tanto, podían esperar al día
siguiente.
Por otra parte, si
el jefe de la sinagoga se quejó así ante la gente, sin duda alguna
lo hizo porque el sábado era el día que la gente
llevaba a sus enfermos a que Jesús los curase.
Todo el mundo sabía
que el sábado era el día que Jesús curaba a los enfermos crónicos. Es decir,
Jesús curaba exactamente el día que la religión prohibía curar. Para Jesús, la
salud de las personas estaba antes que la observancia de los rituales de la
religión.
3. Ante la queja del jefe de la sinagoga, la
respuesta de Jesús es tremenda. Porque
viene a decir que la religión, con sus normas y
prohibiciones, lo que hace es que trata a las personas peor que a los burros y
a las vacas.
No es sacar las
cosas de quicio. Se conoce (Lc 14, 5; Mt 12, 11) el caso de estos animales que,
si caían en un pozo se les prestaba ayuda urgente (E. Lohse, C.
Dietzfelbinger).
O sea, era una religión
deshumanizada. Que ponía más interés en
la ganancia económica, que representaba una vaca, que, en la bondad humana, que
suponía liberar a una mujer esclavizada por el mal. Esto justamente es lo que
Jesús no toleraba entonces. Ni tolera
hoy.
San Antonio María Claret
Biografía de San Antonio María Claret
Antonio
Claret nace en Sallent (Barcelona), a unos 15 Kms de Manresa, en 1807, en el
seno de una familia profundamente cristiana, dedicada a la fabricación textil.
Infancia.
La
infancia del santo no transcurrió con total tranquilidad. La guerra
napoleónica, la influencia de las ideas de la revolución francesa, el juramento
de la Constitución de 1812, y las tensiones entre absolutistas y liberales
marcaron de alguna manera la vida del santo. En el aspecto religioso está
marcado por la vivencia de la providencia de Dios, por un lado; y por la idea
de la eternidad, por otro. Su piedad se ve influida por la devoción a la Virgen
María y a la Eucaristía.
Estudiante y trabajador textil
A
los doce años, su padre le pone a trabajar en el telar familiar. Reconociendo
su habilidad para la fabricación, va a Barcelona para perfeccionarse en el arte
textil. Se dedica con verdadera pasión al trabajo; vivía para él día y noche.
Sus oraciones, en cambio, no eran tantas
ni tan fervorosas, aunque no deja la misa dominical ni el rezo del rosario.
Poco a poco se le va olvidando el deseo infantil de ser sacerdote, pero Dios le
iba dirigiendo según sus planes. Unos duros desengaños, y sobre todo la palabra
del Evangelio ¿de qué le sirve a uno ganar todo el mundo si al final pierde su
vida?, sacuden su conciencia. A pesar de las ofertas para montar su propia
fábrica, se niega a satisfacer el deseo de su padre y decide ser cartujo.
Vocación sacerdotal misionera
A
los 22 años ingresa en el seminario de Vic, sin perder de vista su intención de
ser monje cartujo. Cuando se dirige a la Cartuja de Montealegre, al año
siguiente, una tormenta le obliga a retroceder y su sueño de vida retirada
empieza a desvanecerse. Prosigue sus estudios seminarísticos en Vic. Sufre una
fuerte tentación contra la castidad, en la que reconoce la intercesión maternal
de la Virgen María en su favor y sobre todo la voluntad de Dios, que le quiere
misionero, evangelizador.
Aunque no
había concluido los estudios teológicos, el 13 de junio de 1835 recibe la
ordenación sacerdotal porque su obispo veía en él algo extraordinario. Queda
encargado de su parroquia natal, Sallent. Pero la parroquia no era lo suyo. Siente,
cada vez con más fuerza, que el Señor lo llama a evangelizar. La situación
política en Cataluña, dividida por la guerra civil entre liberales y carlistas,
y la de la Iglesia, sometida a la desconfianza de los gobernantes, no dejaba
otra solución que la de salir de su patria y ofrecerse a Propaganda Fide,
encargada entonces de toda la obra de evangelización de cualquier tipo.
Tras
un viaje lleno de peligros, llegó a Roma. Aprovechó unos días que tenía libres
para hacer ejercicios espirituales en la casa del Gesù de los Jesuitas. Su
director le animó a solicitar el ingreso en la Compañía de Jesús. A principios
de 1840, a los cuatro meses de haber comenzado el noviciado, se ve aquejado de
un dolor intenso en la pierna derecha que le impide caminar. La mano de Dios se
hace sentir. El P. General de los jesuitas le dijo con resolución: Es la
voluntad de Dios que Usted vaya pronto a España; no tenga miedo; ánimo.
Misionero Apostólico en Catalunya y Canarias
De
nuevo en Cataluña, se le confía la parroquia de Viladrau. Al estar ésta bien
atendida, puede desplazarse para dar misiones y ejercicios en poblaciones
cercanas. Su obispo, conocedor de la vocación claretiana y de los frutos de su
predicación, le deja libre de toda atadura parroquial para poder evangelizar de
pueblo en pueblo. Por el deseo de comunión con la Jerarquía y por las
facultades pastorales que comportaba, solicitó a Propaganda Fide el título de
"Misionero Apostólico", que él llenó de contenido espiritual y
apostólico.
Recorrió
prácticamente toda Cataluña de 1843 a 1847, predicando la Palabra de Dios,
siempre a pie, sin aceptar dinero ni regalos por su ministerio. Le movía a ello
la imitación de Jesucristo. A pesar de su neutralidad política, pronto iba a
sufrir persecuciones por parte de los gobernantes, y calumnias de quienes
combatían la fe.
Pero San
Antonio María Claret no iba a ser sólo predicador incansable de misiones al
pueblo y de ejercicios a sacerdotes y religiosas. Pronto va descubriendo otros
medios de apostolado más eficaces: publicó devocionarios, pequeños opúsculos
dirigidos a sacerdotes, religiosas, niños, jóvenes, casadas, padres de
familia...; fundó la Librería Religiosa en 1848, que en dos años lanzó
2.811.000 ejemplares de libros, 2.059.500 opúsculos y 4.249.200 hojas volantes.
Como
medio eficaz de perseverancia y progreso en la vida cristiana funda o potencia
Cofradías, entre ellas la Hermandad del Santísimo e Inmaculado Corazón de
María, que fue el anticipo de las "religiosas en sus casas" o
"hijas del Santísimo e Inmaculado Corazón de María", que con el
tiempo llegará a ser el Instituto Secular "Filiación Cordimariana".
Al
serle imposible predicar en Cataluña por la rebelión armada, su obispo lo envió
a las Canarias. De febrero de 1848 a mayo de 1849 recorrió las islas. Pronto y
familiarmente se le comenzó a llamar "el Padrito". Tan popular se
hizo que es copatrono de la diócesis de las Palmas con la Virgen del Pino.
Fundador y Arzobispo de Cuba
De
vuelta ya en Cataluña, el 16 de julio de 1849, funda en una celda del seminario
de Vic la Congregación de los Misioneros Hijos del Inmaculado Corazón de María.
La gran obra de Claret comienza humildemente con cinco sacerdotes dotados del
mismo espíritu que el Fundador. A los pocos días, el 11 de agosto, comunican a
Mossen Claret su nombramiento como Arzobispo de Cuba. A pesar de su resistencia
y sus objeciones a cuenta de la Librería Religiosa y la recién fundada
Congregación de Misioneros, hubo de aceptar ese cargo por obediencia y fue
consagrado en Vic el 6 de octubre de 1850.
La
situación en la isla de Cuba es deplorable: explotación y esclavitud,
inmoralidad pública, inseguridad familiar, desafecto a la Iglesia y sobre todo
progresiva descristianización. Nada más llegar comprende que lo más necesario
es emprender un trabajo de renovación en la vida cristiana y promueve una serie
de campañas misioneras, en las que participa él mismo, para llevar la Palabra
de Dios a todos los poblados. Dio a su ministerio episcopal una interpretación
misionera. En seis años recorrió tres veces toda su diócesis. Se preocupó de la
renovación espiritual y pastoral del clero y la fundación de comunidades
religiosas. Para la educación de la juventud y el cuidado de las instituciones
asistenciales logró que los, los Jesuitas y las Hijas de la Caridad
establecieran comunidades en Cuba; con la M. Antonia París fundó las Religiosas
de María Inmaculada Misioneras Claretianas el 27 de agosto de 1855. Luchó
contra la esclavitud; creó una Granja-escuela para los niños pobres, puso una
Caja de Ahorros con marcado carácter social, fundó bibliotecas populares. Tanta
y tan diversa actividad le supone enfrentamientos, calumnias, persecuciones y
atentados. El sufrido en Holguín (1 febrero 1856) casi le cuesta la vida,
aunque le hace derramar su sangre por Cristo.
Confesor de la Reina Isabel II y apóstol en Madrid y
en España
La
Reina Isabel II lo elige personalmente como su Confesor en 1857 y se ve
obligado a trasladarse a Madrid. Debe acudir semanalmente al menos a la Corte a
ejercer su ministerio de confesor y a cuidarse de la educación cristiana del
príncipe Alfonso y de las infantas. Debido a su influencia espiritual y a su
firmeza, poco a poco va cambiando la situación religiosa y moral de la Corte.
Vive austera y pobremente.
Los
ministerios de palacio no llenan ni el tiempo ni el espíritu apostólico de
monseñor Claret: ejerce una intensa actividad en la ciudad: predica y confiesa,
escribe libros, visita cárceles y hospitales. Aprovecha los viajes con los
Reyes por España para predicar por todas partes. Promueve la Academia de San
Miguel, un proyecto en el que pretende aglutinar a intelectuales y artistas
para que "se asocien para fomentar las ciencias y las artes bajo el
aspecto religioso, aunar sus esfuerzos para combatir los errores, propagar los
buenos libros y con ellos las buenas doctrinas".
La
Reina le nombra protector de la iglesia y del hospital de Montserrat de Madrid,
y en 1859 Presidente de El Escorial. Su gestión no puede ser más eficaz y más
amplia: restauración del edificio, equipamiento de la iglesia, establecimiento
de una comunidad y un seminario.
Una
de sus mayores preocupaciones será dotar a España de obispos celosos y proteger
e impulsar la vida consagrada, especialmente la de los Institutos fundados por
él, los Misioneros y las Religiosas de María Inmaculada, o por otros.
Mantiene
celosamente su independencia y neutralidad política siempre, lo que le acarrea
múltiples enemistades. Se convierte en el blanco del odio y venganza de muchos:
"no obstante de haber marchado siempre con precaución en este terreno -se
refiere a los favoritismos-, no he escapado de las malas lenguas",
confiesa. Su unión con Jesucristo alcanza un punto álgido en la gracia de la
conservación de las especies sacramentales otorgado en La Granja de Segovia el
26 de agosto de 1861.
Exilio y Padre en el Concilio Vaticano I
A
raíz de la revolución de septiembre de 1868 parte con la Reina hacia el exilio.
En París mantiene su ministerio con la Reina y el Príncipe de Asturias, funda
las Conferencias de la Sda. Familia y se prodiga en múltiples actividades
apostólicas.
Para
la celebración de las bodas de oro sacerdotales del Papa Pío IX va a Roma.
Participa en la preparación del Concilio Vaticano I, en el que interviene
defendiendo la infalibilidad pontificia. Al concluir las sesiones, con la salud
ya muy quebrantada y presumiendo próxima su muerte, se traslada a la comunidad
que sus Misioneros tienen en Prades (Francia).
Muerte y glorificación
Hasta
ahí llegan sus perseguidores, que pretenden apresarle y llevarlo a España para
juzgarlo y condenarlo. Debe huir como un delincuente y refugiarse en el
monasterio cisterciense de Fontfroide.
En
este monasterio de Fontfroide, a los 63 años, rodeado del afecto de los monjes
y de algunos de sus misioneros, fallece el 24 de octubre de 1870.
Sus
restos mortales se trasladaron a Vic en 1897. Es beatificado por Pío XI el 25
de febrero de 1934. Pío XII lo canoniza el 7 de mayo de 1950.
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