6 DE OCTUBRE - JUEVES
27ª - SEMANA DEL T. O. – C
San Bruno de Colonia
Evangelio de San Lucas 11, 5-13
En aquel tiempo, dijo Jesús a
sus discípulos:
“Si alguno de
vosotros tiene un amigo
y viene a media noche para
decirle:
“Amigo, préstame
tres panes, pues uno de mis amigos ha venido de viaje y no tengo nada que
ofrecerle”.
Y, desde dentro, el
otro responde:
“No me molestes; la
puerta está cerrada; mis niños y yo estamos acostados: no puedo levantarme para
dártelos”.
Si el otro insiste
llamando, yo os digo que, si no se levanta y se los da por ser amigo suyo, al
menos por la importunidad se levantará y le dará cuanto necesite.
Pues así os digo a vosotros:
Pedid y se os dará,
buscad y hallaréis, llamad y se os abrirá; porque quien pide, recibe, quien
busca, halla, y al que llama, se le abre.
¿Qué padre entre
vosotros, cuando el hijo le pide pan, le dará una piedra?
¿O si le pide un
pez, le dará una serpiente?
¿O si le pide un huevo,
le dará un escorpión?
Si vosotros, pues,
que sois malos, sabéis dar cosas buenas a vuestros hijos, ¿cuánto más vuestro
Padre celestial dará el Espíritu Santo a los que se lo piden?”.
1. Es importante tener
presente que Jesús, no solo recomienda la oración de petición, sino que además
elogia la insistencia en esa oración. Y la elogia hasta el punto de que el
texto del evangelio viene a decir que la eficacia de la oración depende precisamente
de esa insistencia, sin cansarse, sin desfallecer, incluso haciéndose pesado en
la repetición machacona de quien ora y reza sin tregua ni descanso.
¿Por qué es esa precisamente la forma de orar que Jesús
recomienda?
2. En la insistencia del
que no se cansa en repetir la misma petición, superando todo
desaliento,
se demuestra, ante todo, la fuerza del deseo: quien tanto pide la misma cosa,
es que la desea mucho.
Pero, sobre todo, al insistir tanto, el orante demuestra, no solo
el “deseo” intenso, sino además la “confianza”. Lo cual es clave.
Porque quizá se fía ciegamente de otro, eso es lo que mejor indica
que ese otro significa tanto en la vida, que el “exceso de aprecio” lleva
derechamente al “exceso de identificación” con lo que el otro quiere, desea o
necesita.
Cuando dos personas se aprecian enormemente, la identificación
entre ambas produce la identificación de deseos o necesidades: lo que uno desea
o anhela, lo desea y anhela el otro igualmente.
3. La poca fe que tenemos
en la oración es la señal más clara de la poca fe que nos guía en la vida.
Nuestro aprecio de Jesús es más teórico que vital. En teoría, en teología,
en nuestras lecturas, Jesús nos admira, nos entusiasma incluso. Pero la verdad
es que no pasamos de eso.
Y si hablamos del Padre del Cielo, es un hecho que tenemos que
vernos en apuros muy graves para acudir con insistencia y fe ciega en el Padre.
Nos conviene revisar nuestra oración de petición. Porque eso es,
en definitiva, revisar nuestra fe, nuestra confianza y lo que representa Jesús
en nuestra vida. Y, en última instancia, lo que para nosotros representa Dios.
San Bruno de Colonia
San Bruno Fundador de los Cartujos 6 de Octubre Año 1101
Bruno
significa: "fuerte como una coraza o armadura metálica" (Brunne, en
alemán es coraza).
San
Bruno Este santo se hizo famoso por haber fundado la comunidad religiosa más
austera y penitente, los monjes cartujos, que viven en perpetuo silencio y
jamás comen carne ni toman bebidas alcohólicas.
Nació
en Colonia, Alemania, en el año 1030. Desde joven demostró poseer grandes
cualidades intelectuales, y especialísimas aptitudes para dirigir
espiritualmente a los demás. Ya a los 27 años era director espiritual de
muchísimas personas importantes. Uno de sus dirigidos fue el futuro Papa Urbano
II.
Ordenado
sacerdote fue profesor de teología durante 18 años en Reims, y Canciller del
Sr. Arzobispo, pero al morir éste, un hombre indigno, llamado Manasés, se hizo
elegir arzobispo de esa ciudad, y ante sus comportamientos tan inmorales, Bruno
lo acusó ante una reunión de obispos, y el Sumo Pontífice destituyó a Manasés.
Le ofrecieron el cargo de Arzobispo a nuestro santo, pero él no lo quiso
aceptar, porque se creía indigno de tan alto cargo. El destituido en venganza,
le hizo quitar a Bruno todos sus bienes y quemar varias de sus posesiones.
Dicen
que por aquel tiempo oyó Bruno una narración que le impresionó muchísimo. Le
contaron que un hombre que tenía fama de ser buena persona (pero que en la vida
privada no era nada santo) cuando le estaban celebrando su funeral, habló tres
veces. La primera dijo: "He sido juzgado". La segunda: "He sido
hallado culpable". La tercera: "He sido condenado". Y decían que
las gentes se habían asustado muchísimo y habían huido de él y que el cadáver
había sido arrojado al fondo de un río caudaloso. Estas narraciones y otros
pensamientos muy profundos que bullían en su mente, llevaron a Bruno a alejarse
de la vida mundana y dedicarse totalmente a la vida de oración y penitencia, en
un sitio bien alejado de todos.
Teniendo
todavía abundantes riquezas y gozando de la amistad de altos personajes y de
una gran estimación entre la gente, y pudiendo, si aceptaba, ser nombrado
Arzobispo de Reims, Bruno renunció a todo esto y se fue de monje al monasterio
de San Roberto en Molesmes. Pero luego sintió que, aunque allí se observaban
reglamentos muy estrictos, sin embargo, lo que él deseaba era un silencio total
y un apartamiento completo del mundo. Por eso dispuso irse a un sitio mucho más
alejado. Iba a hacer una nueva fundación.
San
Hugo, obispo de Grenoble, vio en un sueño que siete estrellas lo conducían a él
hacia un bosque apartado y que allá construían un faro que irradiaba luz hacia
todas partes. Al día siguiente llegaron Bruno y seis compañeros a pedirle que
les señalara un sitio muy apartado para ellos dedicarse a la oración y a la
penitencia. San Hugo reconoció en ellos los que había visto en sueños y los
llevó hacia el monte que le había sido indicado en la visión. Aquel sitio se
llamaba Cartuja, y los nuevos religiosos recibieron el nombre de Cartujos.
San
Bruno redactó para sus monjes un reglamento que es quizás el más severo que ha
existido para una comunidad. Silencio perpetuo. Levantarse a media noche a
rezar por más de una hora. A las 5:30 de la mañana ir otra vez a rezar a la
capilla por otra hora, todo en coro. Lo mismo a mediodía y al atardecer.
Nunca
comer carne ni tomar licores. Recibir visitas solamente una vez por año.
Dedicarse por varias horas al día al estudio o a labores manuales especialmente
a copiar libros. Vivir totalmente incomunicados con el mundo... Es un
reglamento propio para hombres que quieren hacer gran penitencia por los
pecadores y llegar a un alto grado de santidad.
San
Hugo llegó a admirar tanto la sabiduría y la santidad de San Bruno, que lo
eligió como su director espiritual, y cada vez que podía se iba al convento de
la Cartuja a pasar unos días en silencio y oración y pedirle consejos al santo
fundador. Lo mismo el Conde Rogerio, quien desde el día en que se encontró con
Bruno la primera vez, sintió hacia él una veneración tan grande, que no dejaba
de consultarlo cuando tenía problemas muy graves que resolver. Y aun se cuenta
que una vez a Rogerio le tenían preparada una trampa para matarlo, y en sueños
se le apareció San Bruno a decirle que tuviera mucho cuidado, y así logró
librarse de aquel peligro.
Por
aquel tiempo había sido nombrado Papa Urbano II, el cual de joven había sido
discípulo de Bruno, y al recordar su santidad y su gran sabiduría y su don de
consejo, lo mandó ir hacia Roma a que le sirviera de consejero. Esta obediencia
fue muy dolorosa para él, pues tenía que dejar su vida retirada y tranquila de
La Cartuja para irse a vivir en medio del mundo y sus afanes. Pero obedeció
inmediatamente. Es difícil calcular la tristeza tan grande que sus monjes sintieron
al verle partir para lejanas tierras. Varios de ellos no fueron capaces de
soportar su ausencia y se fueron a acompañarlo a Roma. Y entonces el Conde
Rogerio le obsequió una finca en Italia y allá fundó el santo un nuevo
convento, con los mismos reglamentos de La Cartuja.
Los
últimos años del santo los pasó entre misiones que le confiaba el Sumo
Pontífice, y largas temporadas en el convento dedicado a la contemplación y a
la penitencia. Su fama de santo era ya muy grande.
Murió
el 6 de octubre del año 1101 dejando en la tierra como recuerdo una fundación
religiosa que ha sido famosa en todo el mundo por su santidad y su austeridad.
Que
Dios nos conceda como a él, el ser capaces de apartarnos de lo que es mundano y
materialista, y dedicarnos a lo que es espiritual y lleva a la santidad.
Que
sean pocas tus palabras (S. Biblia).
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