miércoles, 5 de octubre de 2016

Párate un momento: El Evangelio del día 6 DE OCTUBRE - JUEVES 27ª - SEMANA DEL T. O. – C San Bruno de Colonia





6 DE OCTUBRE - JUEVES
27ª - SEMANA DEL T. O. – C
San Bruno de Colonia

Evangelio de San Lucas 11, 5-13
En aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos:
“Si alguno de vosotros tiene un amigo
y viene a media noche para decirle:
“Amigo, préstame tres panes, pues uno de mis amigos ha venido de viaje y no tengo nada que ofrecerle”.
Y, desde dentro, el otro responde:
“No me molestes; la puerta está cerrada; mis niños y yo estamos acostados: no puedo levantarme para dártelos”.
Si el otro insiste llamando, yo os digo que, si no se levanta y se los da por ser amigo suyo, al menos por la importunidad se levantará y le dará cuanto necesite.
 Pues así os digo a vosotros:
Pedid y se os dará, buscad y hallaréis, llamad y se os abrirá; porque quien pide, recibe, quien busca, halla, y al que llama, se le abre.
¿Qué padre entre vosotros, cuando el hijo le pide pan, le dará una piedra?
¿O si le pide un pez, le dará una serpiente?
¿O si le pide un huevo, le dará un escorpión?
Si vosotros, pues, que sois malos, sabéis dar cosas buenas a vuestros hijos, ¿cuánto más vuestro Padre celestial dará el Espíritu Santo a los que se lo piden?”.

1.   Es importante tener presente que Jesús, no solo recomienda la oración de petición, sino que además elogia la insistencia en esa oración. Y la elogia hasta el punto de que el texto del evangelio viene a decir que la eficacia de la oración depende precisamente de esa insistencia, sin cansarse, sin desfallecer, incluso haciéndose pesado en la repetición machacona de quien ora y reza sin tregua ni descanso.
¿Por qué es esa precisamente la forma de orar que Jesús recomienda?

2.   En la insistencia del que no se cansa en repetir la misma petición, superando todo
desaliento, se demuestra, ante todo, la fuerza del deseo: quien tanto pide la misma cosa, es que la desea mucho.
Pero, sobre todo, al insistir tanto, el orante demuestra, no solo el “deseo” intenso, sino además la “confianza”. Lo cual es clave.
Porque quizá se fía ciegamente de otro, eso es lo que mejor indica que ese otro significa tanto en la vida, que el “exceso de aprecio” lleva derechamente al “exceso de identificación” con lo que el otro quiere, desea o necesita.
Cuando dos personas se aprecian enormemente, la identificación entre ambas produce la identificación de deseos o necesidades: lo que uno desea o anhela, lo desea y anhela el otro igualmente.

3.   La poca fe que tenemos en la oración es la señal más clara de la poca fe que nos guía en la vida.
Nuestro aprecio de Jesús es más teórico que vital. En teoría, en teología, en nuestras lecturas, Jesús nos admira, nos entusiasma incluso. Pero la verdad es que no pasamos de eso.
Y si hablamos del Padre del Cielo, es un hecho que tenemos que vernos en apuros muy graves para acudir con insistencia y fe ciega en el Padre.
Nos conviene revisar nuestra oración de petición. Porque eso es, en definitiva, revisar nuestra fe, nuestra confianza y lo que representa Jesús en nuestra vida. Y, en última instancia, lo que para nosotros representa Dios.

San Bruno de Colonia

San Bruno Fundador de los Cartujos 6 de Octubre Año 1101

Bruno significa: "fuerte como una coraza o armadura metálica" (Brunne, en alemán es coraza).
San Bruno Este santo se hizo famoso por haber fundado la comunidad religiosa más austera y penitente, los monjes cartujos, que viven en perpetuo silencio y jamás comen carne ni toman bebidas alcohólicas.
Nació en Colonia, Alemania, en el año 1030. Desde joven demostró poseer grandes cualidades intelectuales, y especialísimas aptitudes para dirigir espiritualmente a los demás. Ya a los 27 años era director espiritual de muchísimas personas importantes. Uno de sus dirigidos fue el futuro Papa Urbano II.
Ordenado sacerdote fue profesor de teología durante 18 años en Reims, y Canciller del Sr. Arzobispo, pero al morir éste, un hombre indigno, llamado Manasés, se hizo elegir arzobispo de esa ciudad, y ante sus comportamientos tan inmorales, Bruno lo acusó ante una reunión de obispos, y el Sumo Pontífice destituyó a Manasés. Le ofrecieron el cargo de Arzobispo a nuestro santo, pero él no lo quiso aceptar, porque se creía indigno de tan alto cargo. El destituido en venganza, le hizo quitar a Bruno todos sus bienes y quemar varias de sus posesiones.
Dicen que por aquel tiempo oyó Bruno una narración que le impresionó muchísimo. Le contaron que un hombre que tenía fama de ser buena persona (pero que en la vida privada no era nada santo) cuando le estaban celebrando su funeral, habló tres veces. La primera dijo: "He sido juzgado". La segunda: "He sido hallado culpable". La tercera: "He sido condenado". Y decían que las gentes se habían asustado muchísimo y habían huido de él y que el cadáver había sido arrojado al fondo de un río caudaloso. Estas narraciones y otros pensamientos muy profundos que bullían en su mente, llevaron a Bruno a alejarse de la vida mundana y dedicarse totalmente a la vida de oración y penitencia, en un sitio bien alejado de todos.
Teniendo todavía abundantes riquezas y gozando de la amistad de altos personajes y de una gran estimación entre la gente, y pudiendo, si aceptaba, ser nombrado Arzobispo de Reims, Bruno renunció a todo esto y se fue de monje al monasterio de San Roberto en Molesmes. Pero luego sintió que, aunque allí se observaban reglamentos muy estrictos, sin embargo, lo que él deseaba era un silencio total y un apartamiento completo del mundo. Por eso dispuso irse a un sitio mucho más alejado. Iba a hacer una nueva fundación.
San Hugo, obispo de Grenoble, vio en un sueño que siete estrellas lo conducían a él hacia un bosque apartado y que allá construían un faro que irradiaba luz hacia todas partes. Al día siguiente llegaron Bruno y seis compañeros a pedirle que les señalara un sitio muy apartado para ellos dedicarse a la oración y a la penitencia. San Hugo reconoció en ellos los que había visto en sueños y los llevó hacia el monte que le había sido indicado en la visión. Aquel sitio se llamaba Cartuja, y los nuevos religiosos recibieron el nombre de Cartujos.
San Bruno redactó para sus monjes un reglamento que es quizás el más severo que ha existido para una comunidad. Silencio perpetuo. Levantarse a media noche a rezar por más de una hora. A las 5:30 de la mañana ir otra vez a rezar a la capilla por otra hora, todo en coro. Lo mismo a mediodía y al atardecer.
Nunca comer carne ni tomar licores. Recibir visitas solamente una vez por año. Dedicarse por varias horas al día al estudio o a labores manuales especialmente a copiar libros. Vivir totalmente incomunicados con el mundo... Es un reglamento propio para hombres que quieren hacer gran penitencia por los pecadores y llegar a un alto grado de santidad.
San Hugo llegó a admirar tanto la sabiduría y la santidad de San Bruno, que lo eligió como su director espiritual, y cada vez que podía se iba al convento de la Cartuja a pasar unos días en silencio y oración y pedirle consejos al santo fundador. Lo mismo el Conde Rogerio, quien desde el día en que se encontró con Bruno la primera vez, sintió hacia él una veneración tan grande, que no dejaba de consultarlo cuando tenía problemas muy graves que resolver. Y aun se cuenta que una vez a Rogerio le tenían preparada una trampa para matarlo, y en sueños se le apareció San Bruno a decirle que tuviera mucho cuidado, y así logró librarse de aquel peligro.
Por aquel tiempo había sido nombrado Papa Urbano II, el cual de joven había sido discípulo de Bruno, y al recordar su santidad y su gran sabiduría y su don de consejo, lo mandó ir hacia Roma a que le sirviera de consejero. Esta obediencia fue muy dolorosa para él, pues tenía que dejar su vida retirada y tranquila de La Cartuja para irse a vivir en medio del mundo y sus afanes. Pero obedeció inmediatamente. Es difícil calcular la tristeza tan grande que sus monjes sintieron al verle partir para lejanas tierras. Varios de ellos no fueron capaces de soportar su ausencia y se fueron a acompañarlo a Roma. Y entonces el Conde Rogerio le obsequió una finca en Italia y allá fundó el santo un nuevo convento, con los mismos reglamentos de La Cartuja.
Los últimos años del santo los pasó entre misiones que le confiaba el Sumo Pontífice, y largas temporadas en el convento dedicado a la contemplación y a la penitencia. Su fama de santo era ya muy grande.
Murió el 6 de octubre del año 1101 dejando en la tierra como recuerdo una fundación religiosa que ha sido famosa en todo el mundo por su santidad y su austeridad.
Que Dios nos conceda como a él, el ser capaces de apartarnos de lo que es mundano y materialista, y dedicarnos a lo que es espiritual y lleva a la santidad.
Que sean pocas tus palabras (S. Biblia).




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