31 de Octubre – Lunes –
31ª – Semana del T.O.-C
San Alonso Rodríguez,religioso
Lectura del santo evangelio según san Lucas (14,12-14):
En aquel tiempo, dijo
Jesús a uno de los principales fariseos que lo había invitado:
«Cuando des una comida o una cena, no invites a
tus amigos, ni a tus hermanos, ni a tus parientes, ni a los vecinos ricos;
porque corresponderán invitándote, y quedarás pagado.
Cuando des un banquete, invita a pobres, lisiados,
cojos y ciegos; dichoso tú, porque no pueden pagarte; te pagarán cuando
resuciten los justos.»
1.- ¡Justicia!
¡Justicia! Todos queremos justicia. Es un grito que nace desde lo más profundo
de la humanidad. Queremos decir que se nos de lo que es justo, lo que es
nuestro, aquello a lo que tenemos derecho.
Entonces vienen
los abogados, los legisladores, los sabios. Y nos empiezan a explicar que
justicia es dar a cada uno lo suyo, que la justicia no es más que una especie
de mercado en el que todos tienen que quedar contentos porque se han de llevar
lo que es suyo, lo que tienen en propiedad. Luego, viene la segunda parte de la
explicación: ¿qué es lo mío? ¿qué es lo suyo? Ese “mío” se termina definiendo
en papeles, en documentos, que justifican la propiedad. “Dar a cada uno lo
suyo”, una de las definiciones más antiguos de justicia, se puede terminar
reduciendo a una suerte de compadreo, donde los que saben, los que tienen
papeles, abusan de los demás. O bien en una suerte de “te doy para que me des”.
Dicho en otras palabras, si te hago un favor, me lo tienes que pagar con un
favor de similar categoría.
Este es el tipo
de justicia a que nos tienen acostumbrados los tribunales de justicia que hay
en nuestros países. Quizá no sea mala justicia. Quizá es lo mejor a que podemos
aspirar en este mundo nuestro tan limitado. La aplicación de esa justicia ha
hecho mucho bien a la humanidad. De otra forma, este mundo habría estado
dominado por el abuso de los poderosos.
2.- Pero Jesús no se conforma con esta
justicia. Quiere ir más allá. Rompe la limitación de esta justicia como un “dar
a cada uno lo suyo” y se sitúa en el plano de la gratuidad. “Cuando des un
banquete, invita a pobres, lisiados, cojos y ciegos; dichoso tú, porque no
pueden pagarte; te pagarán cuando resuciten los justos.”
Alguno le podía
haber respondido: “largo me lo fiais”. Y tendría algo de razón. Esos a quienes
Jesús nos dice que tenemos que invitar no nos van a poder pagar nunca. Pero en
el mundo de la gratuidad no hay nada que pagar. El regalo es regalo, don. No se
pide nada a cambio. Porque la paga está en el mismo dar, en el compartir.
3.- Lo que Jesús no dice en este texto, pero
que es obvio, es que para construir el Reino hay que saltar del plano de la
justicia al de la gratuidad. En el plano de la justicia se puede conseguir algo,
pero tiene sus límites insalvables. Siempre habrá alguien que cumpliendo estrictamente
la justicia abuse de sus hermanos. Hay que pasar a una relación con nuestros
hermanos y hermanas basada en la gratuidad, en el dar y compartir sin esperar
paga ninguna. Aunque sólo sea porque, si somos sinceros, hemos de reconocer que
lo mejor que tenemos –la vida– la hemos recibido gratis de nuestro Padre Dios.
San Alonso Rodríguez,
religioso
de la Compañía de
Jesús
Vida de San
Alonso Rodríguez
Estaba un día enfermo y le llevó el enfermero
la comida a la cama con un mandato de parte del Padre Superior: «que se coma
todo el plato». Cuando regresa el enfermero, le encuentra deshaciendo el plato
y comiéndolo pulverizado. El santo se impuso a sí mismo una obediencia ciega;
se exigió a sí mismo tanto que uno de los padres le dijo un buen día «que
obedecía a lo asno».
Nació en Segovia en el año 1533, segundo de
los once hijos del matrimonio formado por Diego Rodríguez y María Gómez que
vivían del comercio de paños.
Su niñez y juventud estuvieron ligadas a la
Compañía de Jesús. A los doce años fueron alojados en su casa Pedro Fabro y
otro jesuita, cuyas enseñanzas atesoró. Estudió en el Colegio de los jesuitas
de Alcalá de Henares.
A la muerte de su padre se encarga de sacar
adelante el negocio familiar, pero su incompetencia es notable para el negocio
de los paños.
Contrae matrimonio con María Juárez con quien
tiene dos hijos. Pero la mala fortuna parece que le persigue: muere uno de sus
hijos y su mujer y el negocio va de mal en peor; luego fallece su otro hijo y
su madre. Alonso se ha quedado solo.
Se produce entonces una crisis fuerte que
resuelve con confesión general y con el deseo de comenzar una nueva vida
tomando un impresionante ritmo interior de trato con Dios y que mantiene por
seis años. Cede a sus hermanos sus bienes y marcha a Valencia en 1569 con el propósito
de ingresar en la Compañía; pero no contaba con insalvables obstáculos: su
edad, la falta de estudios y escasa salud.
Trabaja
entonces en comercio y de ayo.
Por fin es admitido en el Colegio Monte Sión
en el año 1571; desde el año 1572 ocupa el cargo de portero hasta el 1610 que
hacen casi cuarenta años
Es considerado en la Compañía como modelo para los hermanos legos por
su ejercicio permanente para lograr auténtica familiaridad con Dios, por su
obediencia absoluta y por su amor y deseo de tribulación.
Este humilde y santo portero fue durante su
vida un foco radiante de espiritualidad de la que se beneficiaron tanto los
superiores que le trataron como los novicios con los que tuvo contacto; un
ejemplo representativo está en San Pedro Claver, el apóstol de los esclavos.
Con sus cartas ejerce un verdadero
magisterio. Su lenguaje es sencillo y el popular de la época, pero logra
páginas de singular belleza al tratar temas de mayor entusiasmo. La santidad
que describe en sus escritos no es aprendida en los libros, es fruto de su
experiencia espiritual.
Fue canonizado por el papa León XIII junto
con San Pedro Claver.
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