miércoles, 12 de octubre de 2016

Párate un momento: El Evangelio del día 13 DE OCTUBRE - JUEVES 28ª - SEMANA DEL T. O.-C SAN TEOFILO, Obispo





13 DE OCTUBRE - JUEVES
28ª - SEMANA DEL T. O.-C
SAN TEOFILO, Obispo

Evangelio según san Lucas 11,47-54
       En aquel tiempo, dijo el Señor:
 “¡Ay de vosotros, que edificáis mausoleos a los profetas, después que vuestros padres los mataron!
Así sois testigos de lo que hicieron
vuestros padres, y lo aprobáis; porque ellos los mataron y vosotros les edificáis sepulcros.
Por algo dijo la sabiduría de Dios:
“Les enviaré profetas y apóstoles: a algunos los perseguirán y matarán” y así a esta generación se le pedirá cuenta de la sangre de los profetas derramada desde la creación del mundo: desde la sangre de Abel hasta la de Zacarías, que pereció entre el altar y el santuario,
Sí, os lo repito: se le pedirá cuenta a esta generación. ¡Ay de vosotros, juristas, que os habéis quedado con la llave del saber: vosotros no habéis entrado y habéis cerrado el paso a los que intentaban
entrar!”
 Al salir de allí; los letrados y fariseos empezaron a acosarlo y a tirarle de la lengua con muchas preguntas capciosas, para cogerlo con sus propias palabras.

1.   En este discurso de Jesús, que tiene su paralelo en el capítulo 23 de Mateo, la
diatriba-denunciante de Jesús se centra en dos hechos tremendos que el Evangelio atribuye a los hombres que más se identifican con la religión, sus tradiciones, sus observancias y sus prácticas.
Estos dos hechos patéticos son:
1) El asesinato de los profetas;
2) El secuestro del saber religioso.
Por tanto, a quienes se identifican
incondicionalmente con la religión establecida, Jesús les dice que son asesinos y secuestradores.
Con las desoladoras consecuencias que eso deja en la vida: violencia mortal (el asesinato) y exclusión de la esperanza (quedarse con la llave del saber).

2.   La violencia mortal de la religión apunta directamente a los profetas. Por una
causa que se comprende enseguida: donde no se busca sinceramente la justicia, no vale el intento de buscar a Dios mediante el culto, la piedad y los ceremoniales religiosos (L. Alonso Shökel; J. L. Sicre; 1. Ramlot).
Por eso, en la historia de la Iglesia, con frecuencia han ido apareciendo “hombres de Dios”, auténticos profetas, que, fieles a Jesús, el más grande de todos los profetas, han levantado la voz de la protesta y la denuncia ante los turbios y disimulados intereses de los responsables o representantes de la religión establecida. A fin de cuentas, la religión cuesta dinero y, a veces, es un “producto caro”, que se encarece más porque los “hombres de la
religión” no siempre se conforman con un nivel de vida sobrio y austero.

3.   La exclusión de la esperanza es la consecuencia inevitable de lo que atinadamente dice el texto de este evangelio: “os habéis quedado con la llave del saber” (Lc
11, 52).
Es esa obsesión de obispos, sacerdotes y hombres de la religión en general, que consiste en que ellos, y solo ellos, tienen derecho a hablar con autoridad indiscutible de las cosas de Dios. Lo que quiere decir que solamente los “hombres consagrados” pueden decir la última palabra en los temas más decisivos para darnos (o arrebatarnos) la esperanza, el sentido de la vida.
Menos mal que, en los tiempos que corren, muchos clérigos han perdido de tal manera casi toda su credibilidad, que ya es poca la gente que toma en serio lo que dicen. Pero esto es también una señal más del desamparo en que vivimos los creyentes en este momento.

SAN TEOFILO, Obispo


Martirologio Romano: Conmemoración de san Teófilo, obispo de Antioquía, varón muy erudito, que ocupó esta sede como sexto sucesor de san Pedro y compuso un libro para defender la fe ortodoxa contra el hereje Marción. (c.120 - c.181).
Había nacido pagano cerca de los ríos Tigris y el Éufrates en Asiria. Recibió una educación helenística. Se convirtió observando las costumbres de los cristianos, claramente superiores a la de los paganos, y leyendo la Biblia. De su experiencia de convertido y de su conocimiento de la cultura helenística se sirvió para polemizar contra los filósofos paganos de su época y aquellos cristianos helenizantes. Luchó contra las herejías que fueron surgiendo en su época. Fue un apologista que tuvo como misión la fe cristiana y a la vez ganarse nuevos cristianos.
Fue elegido sexto obispo de Antioquía en el 169. Como tal fue autor de muchos escritos de los cuales el más conocido este fragmento de la defensa de la fe cristiana “A Autólico”: "Pero si tú me dices: - Muéstrame tu Dios, yo te diré: Muéstrame tu hombre, y yo te mostraré mi Dios. Muéstrame que ven claro los ojos de tu alma, y que entienden bien los oídos de tu corazón... Dios se muestra a aquellos que lo pueden ver, cuando han abierto los ojos del alma. Todos tienen sus ojos, pero alguno los ha velado, incapaces de ver la luz del sol. El hecho es que los ciegos no ven, no demuestran por qué la luz del sol no aparece. Los ciegos se enfadan consigo mismos y con sus ojos. Del mismo modo, muchacho, si tú tienes los ojos del alma velados de tus culpas y de tus malos hábitos, no podrás ver la luz.
Como un espejo limpio: así es como el hombre debe ver su propia alma pura. Si el espejo está oxidado, la faz del hombre no aparece sobre la superficie. Del mismo modo, si el hombre es pecador, este hombre no puede contemplar a Dios".



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