13 DE OCTUBRE - JUEVES
28ª - SEMANA DEL T. O.-C
SAN TEOFILO, Obispo
Evangelio según san Lucas 11,47-54
En
aquel tiempo, dijo el Señor:
“¡Ay de
vosotros, que edificáis mausoleos a los profetas, después que vuestros padres
los mataron!
Así sois testigos de lo que hicieron
vuestros padres, y lo aprobáis; porque ellos los mataron y vosotros
les edificáis sepulcros.
Por algo dijo la sabiduría de Dios:
“Les enviaré profetas y apóstoles: a algunos los
perseguirán y matarán” y así a esta generación se le pedirá cuenta de la sangre
de los profetas derramada desde la creación del mundo: desde la sangre de Abel
hasta la de Zacarías, que pereció entre el altar y el santuario,
Sí, os lo repito: se le pedirá cuenta a esta
generación. ¡Ay de vosotros, juristas, que os habéis quedado con la llave del
saber: vosotros no habéis entrado y habéis cerrado el paso a los que intentaban
entrar!”
Al salir de
allí; los letrados y fariseos empezaron a acosarlo y a tirarle de la lengua con
muchas preguntas capciosas, para cogerlo con sus propias palabras.
1. En este discurso de Jesús, que tiene su
paralelo en el capítulo 23 de Mateo, la
diatriba-denunciante de Jesús se centra en dos
hechos tremendos que el Evangelio atribuye a los hombres que más se identifican
con la religión, sus tradiciones, sus observancias y sus prácticas.
Estos dos hechos
patéticos son:
1) El asesinato de los
profetas;
2) El secuestro del
saber religioso.
Por tanto, a
quienes se identifican
incondicionalmente con la religión establecida, Jesús
les dice que son asesinos y secuestradores.
Con las desoladoras
consecuencias que eso deja en la vida: violencia mortal (el asesinato) y
exclusión de la esperanza (quedarse con la llave del saber).
2. La violencia mortal de la religión apunta
directamente a los profetas. Por una
causa que se comprende enseguida: donde no se busca
sinceramente la justicia, no vale el intento de buscar a Dios mediante el
culto, la piedad y los ceremoniales religiosos (L. Alonso Shökel; J. L. Sicre;
1. Ramlot).
Por eso, en la
historia de la Iglesia, con frecuencia han ido apareciendo “hombres de Dios”,
auténticos profetas, que, fieles a Jesús, el más grande de todos los profetas,
han levantado la voz de la protesta y la denuncia ante los turbios y
disimulados intereses de los responsables o representantes de la religión
establecida. A fin de cuentas, la religión cuesta dinero y, a veces, es un
“producto caro”, que se encarece más porque los “hombres de la
religión” no siempre se conforman con un nivel de
vida sobrio y austero.
3. La exclusión de la esperanza es la
consecuencia inevitable de lo que atinadamente dice el texto de este evangelio:
“os habéis quedado con la llave del saber” (Lc
11, 52).
Es esa obsesión de
obispos, sacerdotes y hombres de la religión en general, que consiste en que
ellos, y solo ellos, tienen derecho a hablar con autoridad indiscutible de las
cosas de Dios. Lo que quiere decir que solamente los “hombres consagrados”
pueden decir la última palabra en los temas más decisivos para darnos (o arrebatarnos)
la esperanza, el sentido de la vida.
Menos mal que, en
los tiempos que corren, muchos clérigos han perdido de tal manera casi toda su
credibilidad, que ya es poca la gente que toma en serio lo que dicen. Pero esto
es también una señal más del desamparo en que vivimos los creyentes en este
momento.
SAN TEOFILO, Obispo
Martirologio
Romano: Conmemoración de san Teófilo, obispo de Antioquía, varón muy erudito,
que ocupó esta sede como sexto sucesor de san Pedro y compuso un libro para
defender la fe ortodoxa contra el hereje Marción. (c.120 - c.181).
Había
nacido pagano cerca de los ríos Tigris y el Éufrates en Asiria. Recibió una
educación helenística. Se convirtió observando las costumbres de los
cristianos, claramente superiores a la de los paganos, y leyendo la Biblia. De
su experiencia de convertido y de su conocimiento de la cultura helenística se
sirvió para polemizar contra los filósofos paganos de su época y aquellos
cristianos helenizantes. Luchó contra las herejías que fueron surgiendo en su
época. Fue un apologista que tuvo como misión la fe cristiana y a la vez ganarse
nuevos cristianos.
Fue
elegido sexto obispo de Antioquía en el 169. Como tal fue autor de muchos
escritos de los cuales el más conocido este fragmento de la defensa de la fe
cristiana “A Autólico”: "Pero si tú me dices: - Muéstrame tu Dios, yo te diré:
Muéstrame tu hombre, y yo te mostraré mi Dios. Muéstrame que ven claro los ojos
de tu alma, y que entienden bien los oídos de tu corazón... Dios se muestra a
aquellos que lo pueden ver, cuando han abierto los ojos del alma. Todos tienen
sus ojos, pero alguno los ha velado, incapaces de ver la luz del sol. El hecho
es que los ciegos no ven, no demuestran por qué la luz del sol no aparece. Los
ciegos se enfadan consigo mismos y con sus ojos. Del mismo modo, muchacho, si tú
tienes los ojos del alma velados de tus culpas y de tus malos hábitos, no
podrás ver la luz.
Como
un espejo limpio: así es como el hombre debe ver su propia alma pura. Si el
espejo está oxidado, la faz del hombre no aparece sobre la superficie. Del
mismo modo, si el hombre es pecador, este hombre no puede contemplar a
Dios".
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