viernes, 7 de octubre de 2016

Párate un momento.El Evangelio del día 8 DE OCTUBRE - SÁBADO 27ª - SEMANA DEL T.-O.-C San Abrahán patriarca




8 DE OCTUBRE - SÁBADO
27ª -  SEMANA DEL T.-O.-C
San Abrahán patriarca

Evangelio según san Lucas 11, 27-28
En aquel tiempo, mientras Jesús hablaba a las turbas, una mujer de entre el gentío levantó la voz diciendo:
“¡Dichoso el vientre que te llevó y los pechos que te criaron”!
Pero él repuso:
“¡Dichosos los que escuchan la Palabra de Dios y la cumplen”!

1.   En este breve relato nos encontramos con dos bienaventuranzas, una frente a otra.
La primera elogia a la Virgen, la madre de Jesús.
La segunda elogia, no ya la Palabra de Dios, sino a quienes escuchan esa Palabra y la ponen en práctica. Es decir, elogia a quienes viven de acuerdo con lo que nos dice Dios mediante su Palabra, que es Jesús (Jn 1, 14).
Pues bien, planteada así la cuestión, nos preguntamos si se trata de una mera “graduación” (una bienaventuranza es más importante que la otra) o se trata de un “contraste” (lo importante en la vida, no es el elogio de la Virgen, sino vivir de acuerdo con la Palabra) (cf. F. Bovon).
Aquí se podría pensar en el contraste entre la tradición católica (la Virgen) y la tradición protestante (la Palabra).

2.   Por supuesto, no se trata de poner en duda ni la importancia de la Virgen, la Madre de Dios, ni de afirmar que la tradición protestante es más fiel al Evangelio que la tradición católica. Ni el evangelista Lucas pudo pensar en semejante cosa. Ni ahora nosotros vamos a proyectar sobre el Evangelio la justificación de nuestras divisiones y enfrentamientos.
El Maestro Eckhart puso el dedo en la llaga cuando, desde su experiencia mística, dijo en un sermón, explicando este texto, que María
es más bienaventurada como “creyente” que como “madre”.
Es decir, lo que cuenta, para valorar a María, no es su categoría por haber dado a luz a Jesús, sino por haber escuchado la palabra de Dios y haber vivido de acuerdo con lo que dice y exige Dios (Predigt 49).

3.   En el fondo, lo que está en juego es la importancia que le damos a la ética del Evangelio, como eje y centro que determina nuestras vidas.
Es humano elogiar la relación de maternidad.
- ¿Quién no elogia a su propia madre?
- ¿Quién no se siente ofendido si otro ofende a su madre?
Todo esto es profundamente humano.
Pero nada de eso nos libera de las limitaciones que son propias de la condición humana.
Solo cuando escuchamos la Palabra de Dios, hacemos nuestra esa Palabra y la traducimos en un “proyecto de vida”, entonces es cuando se muestra no solo “el ser humano” que somos, sino que entonces es cuando “somos humanos”, con la originalidad y la belleza que especifican lo propiamente humano.

San Abrahán patriarca


(óleo de Caravaggio)
(Ur, hoy desaparecida, actual Irak, ss. XIX- XVIII a.C. - cerca de Mambré, actual Israel, s. XVIII a.C.) Patriarca hebreo.
 Según la narración bíblica, el padre de Abraham, Teraj, salió con su familia de Ur, en tierra de los caldeos, y llegó a Jarán. De allí, obedeciendo un mandato de Dios, Abraham marchó con su mujer, Sara, y con todo su séquito a Canaán, donde llevó una vida nómada. A raíz de una época de hambre se trasladó a Egipto, pero luego volvió y se estableció en la llanura de Mambré, cerca de Hebrón.
Dios realizó con él la Alianza, prometiéndole la tierra de Canaán para él y para sus descendientes, que serían tan numerosos "como el polvo de la tierra". Su esposa Sara no había concebido hasta entonces, pero Abraham tuvo un hijo (Ismael) de Agar, esclava de Sara. Poco después le volvió a visitar Dios en Mambré y le prometió un hijo de la propia Sara. Ella se rió al oírlo, puesto que tenía ya noventa años, pero Dios cumplió su promesa y Abraham fue padre de Isaac. Tenía entonces cien años. Agar fue expulsada de la casa y marchó con su hijo Ismael al desierto, donde se instalaron.

El sacrificio de Isaac 
Años después, Dios quiso probar la obediencia de Abraham y le mandó que le ofreciera en sacrificio a Isaac. El patriarca aceptó el mandato, pero en el último momento Dios le eximió de tan dura carga. Al morir Sara, Abraham compró un sepulcro en la cueva de Macpela, en Hebrón, y allí la sepultó. En esa misma tumba fue enterrado él cuando murió, a los 175 años de edad.
Abraham y su hijo, Isaac, así como el hijo de éste, Jacob, son tenidos por patriarcas. Jacob, que además recibió el nombre de Israel, tuvo doce hijos que llegaron a ser patriarcas de las tribus de Israel. Y, según la Biblia, esta familia creció y se convirtió en una gran nación. Es difícil valorar el trasfondo histórico de la historia de Abraham. Acaso vivió realmente, pero es posible también de una figura legendaria, conmemorada en las crónicas de su pueblo migratorio.
Abraham constituye una parte muy importante de la historia bíblica de la salvación y es considerado el padre del judaísmo. Tanto por parte de la religión judía como de la cristiana es considerado el depositario de la bendición para todos los pueblos. El judaísmo lo ha considerado siempre como un modelo de hombre justo y ha alabado su vida mediante numerosas tradiciones. En las épocas oscuras de la historia de Israel, los profetas hebraicos siempre intentaron devolver la confianza a su pueblo recordando a Abraham y su alianza con Dios: «Considerad la roca de que habéis sido cortados, la cantera de donde habéis sido extraídos. Mirad a Abraham, vuestro padre».
Pero Abraham no sólo es una figura importante en la religión judía, también lo es en las religiones cristiana e islámica: tanto Juan Bautista como Pablo se oponen a la creencia de que solamente los descendientes carnales de Abraham están llamados a la salvación en el día del Juicio Final. Según ellos, la promesa que hizo Dios a Abraham no se limita al pueblo judío, sino que contempla una filiación espiritual. En cuanto a la religión islámica, se la denomina «Millat Ibrahim», que significa «religión de Abraham», pues en el Islam se considera a Abraham como un precursor religioso del Profeta.








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