jueves, 13 de octubre de 2016

Párate un momento: El Evangelio del día 17 DE OCTUBRE - LUNES 29a SEMANA DEL TIEMPO ORDINARIO San Ignacio de Antioquia, obispo




17 DE OCTUBRE - LUNES
29a SEMANA DEL TIEMPO ORDINARIO
San Ignacio de Antioquia, obispo

Evangelio según san Lucas 12, 13-21
       En aquel tiempo, dijo uno del público a Jesús:
“Maestro, dile a mi hermano que
reparta conmigo la herencia”.
Él le contestó:
“Hombre, ¿quién me ha nombrado juez
o árbitro entre vosotros?”.
Y dijo a la gente:
“Mirad: guardaos de toda clase de codicia. Pues, aunque uno ande sobrado, su vida no depende de sus bienes”.
Y les propuso una parábola:
“Un hombre rico tuvo una gran cosecha. Y empezó a echar cálculos: ¿Qué haré? No tengo donde almacenar la cosecha. Y se dijo: “Haré lo siguiente: derribaré los graneros y construiré otros más grandes, y almacenaré allí todo el grano y el resto de mi cosecha. Y entonces me diré a mí mismo: Hombre, tienes bienes acumulados
para muchos años: túmbate, come, bebe y date buena vida”-
Pero Dios le dijo: “Necio, esta noche te van a exigir la vida. Lo que has acumulado, ¿de quién será?”
Así será el que amasa riquezas para sí y no es rico ante Dios”.

1.   Cuando el interés por el dinero se interpone entre las personas, aunque se trate de hermanos, y sobre todo cuando lo que está en juego es el derecho a una herencia, nos encontramos con el triste espectáculo, repetido tantas veces, en el que vemos que el dinero divide a los humanos, rompe las relaciones de hermandad y la cosa termina de manera que el “amor” es sustituido por la “codicia” y, a veces, termina en “odio”.
Y es que, cuando el deseo central de la vida es el dinero, y cuando la satisfacción que da felicidad y seguridad es el dinero, eso es, en definitiva, según el criterio de Jesús, un “demente”, un “necio” (aphrón) (Lc 12, 20).
Un término que, tomado del A. T. (a través de los LXX) indica al sujeto que, no solo procede sin razón ni lógica, sino además al margen de los valores éticos fundamentales. Y por eso, de espaldas a Dios.
El codicioso se queda sin hermanos y sin Dios. Solo le queda el deseo de dinero. Nada más que eso.

2.   Y en esto, el Evangelio es claro y fuerte: cuando lo que manda en la vida es la codicia de dinero, eso se convierte en una fuerza que destroza las relaciones humanas y cualquier sistema de valores éticos, que puedan hacer posible la convivencia.
Sin olvidar lo que indica Jesús: que una persona así, no tiene en cuenta algo tan
elemental como es el hecho evidente de que, en cualquier momento, se nos acaba la vida. Y entonces, ¿de qué sirve el capital y todos los servicios, seguridades y privilegios que lleva consigo la abundancia de dinero?

3.   Este mundo, globalizado y súper desarrollado, está saliendo a duras penas de la crisis más profunda de los últimos tiempos. Porque no es ya solo una crisis económica. Es también una crisis política, ética y, en última instancia, una crisis cultural cuya hondura no podemos valorar todavía.
- ¿A dónde nos lleva todo esto?
 Estamos pasando de la cultura de “lo escrito” a la cultura de “lo informático y virtual”.
O sea, “lo decisivo” en la vida se está desplazando de “lo humano” a “lo mecánico”.
Ya no mandamos las “personas”. Mandan las “tecnologías”
-       ¿No es este el momento de afirmar
nuestra fe, nuestra estabilidad y nuestro futuro en la realidad última y definitiva, que nos trasciende, y que es la única que nos puede dar la consistencia y la confianza mutua que hemos perdido?

San Ignacio de Antioquia, obispo


Mártir. Año 107
       San Ignacio de Antioquía:Ignacio significa: "lleno de fuego" (Ingeus: fuego).
Nuestro santo estaba lleno de fuego de amor por Dios.
Antioquía era una ciudad famosa en Asia Menor, en Siria, al norte de Jerusalén. En esa ciudad (que era la tercera en el imperio Romano, después de Roma y Alejandría) fue donde los seguidores de Cristo empezaron a llamarse "cristianos". De esa ciudad era obispo San Ignacio, el cual se hizo célebre porque cuando era llevado al martirio, en vez de sentir miedo, rogaba a sus amigos que le ayudaran a pedirle a Dios que las fieras no le fueran a dejar sin destrozar, porque deseaba ser muerto por proclamar su amor a Jesucristo.
Dicen que fue un discípulo de San Juan Evangelista. Por 40 años estuvo como obispo ejemplar de Antioquía que, después de Roma, era la ciudad más importante para los cristianos, porque tenía el mayor número de creyentes.
Mandó el emperador Trajano que pusieran presos a todos los que no adoraran a los falsos dioses de los paganos. Como Ignacio se negó a adorar esos ídolos, fue llevado preso y entre el perseguidor y el santo se produjo el siguiente diálogo.
¿Por qué te niegas a adorar a mis dioses, hombre malvado?
No me llames malvado. Más bien llámame Teóforo, que significa el que lleva a Dios dentro de sí.
¿Y por qué no aceptas a mis dioses?
Porque ellos no son dioses. No hay sino un solo Dios, el que hizo el cielo y la tierra. Y a su único Hijo Jesucristo, es a quien sirvo yo.
El emperador ordenó entonces que Ignacio fuera llevado a Roma y echado a las fieras, para diversión del pueblo.
Encadenado fue llevado preso en un barco desde Antioquía hasta Roma en un largo y penosísimo viaje, durante el cual el santo escribió siete cartas que se han hecho famosas. Iban dirigidas a las Iglesias de Asia Menor.
En una de esas cartas dice que los soldados que lo llevaban eran feroces como leopardos; que lo trataban como fieras salvajes y que cuanto más amablemente los trataba él, con más furia lo atormentaban.
El barco se detuvo en muchos puertos y en cada una de esas ciudades salían el obispo y todos los cristianos a saludar al santo mártir y a escucharle sus provechosas enseñanzas. De rodillas recibían toda su bendición. Varios se fueron adelante hasta Roma a acompañarlo en su glorioso martirio.
Con los que se adelantaron a ir a la capital antes que él, envió una carta a los cristianos de Roma diciéndoles: "Por favor: no le vayan a pedir a Dios que las fieras no me hagan nada. Esto no sería para mí un bien sino un mal. Yo quiero ser devorado, molido como trigo, por los dientes de las fieras para así demostrarle a Cristo Jesús el gran amor que le tengo. Y si cuando yo llegue allá me lleno de miedo, no me vayan a hacer caso si digo que ya no quiero morir. Que vengan sobre mí, fuego, cruz, cuchilladas, fracturas, mordiscos, desgarrones, y que mi cuerpo sea hecho pedazos con tal de poder demostrarle mi amor al Señor Jesús". ¡Admirable ejemplo!
Al llegar a Roma, salieron a recibirlo miles de cristianos. Y algunos de ellos le ofrecieron hablar con altos dignatarios del gobierno para obtener que no lo martirizaran. Él les rogó que no lo hicieran y se arrodilló y oró con ellos por la Iglesia, por el fin de la persecución y por la paz del mundo. Como al día siguiente era el último y el más concurrido día de las fiestas populares y el pueblo quería ver muchos martirizados en el circo, especialmente que fueran personajes importantes, fue llevado sin más al circo para echarlo a las fieras. Era el año 107.
Ante el inmenso gentío fue presentado en el anfiteatro. Él oró a Dios y en seguida fueron soltados dos leones hambrientos y feroces que lo destrozaron y devoraron, entre el aplauso de aquella multitud ignorante y cruel. Así consiguió Ignacio lo que tanto deseaba: ser martirizado por proclamar su amor a Jesucristo.
Algunos escritores antiguos decían que Ignacio fue aquel niño que Jesús colocó en medio de los apóstoles para decirles: "Quien no se haga como un niño no puede entrar en el reino de los cielos" (Mc. 9,36).
San Ignacio dice en sus cartas que María Santísima fue siempre Virgen. Él es el primero en llamar Católica, a la Iglesia de Cristo (católica significa: universal).



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