20 de octubre – jueves
29ª – Semana del T. O. – C
San Cornelio, centurión
Lectura del santo evangelio según san Lucas (12,49-53):
En aquel tiempo, dijo Jesús
a sus discípulos:
«He venido a prender fuego en el mundo, ¡y ojalá
estuviera ya ardiendo! Tengo que pasar por un bautismo, ¡y qué angustia hasta
que se cumpla!
¿Pensáis que he venido a traer al mundo paz? No,
sino división. En adelante, una familia de cinco estará dividida: tres contra
dos y dos contra tres; estarán divididos el padre contra el hijo y el hijo
contra el padre, la madre contra la hija y la hija contra la madre, la suegra
contra la nuera y la nuera contra la suegra.»
1.- La metáfora del fuego tiene en la Biblia dos
significados de especial importancia, que se destacan sobre todos los demás
textos que hablan del fuego. Son los textos que se refieren al fuego en el que
se revela Dios (la zarza ardiendo) (Ex e, 2-3) y la columna de fuego que guía
al pueblo en el desierto de la vida (Ex 13, 21 – 22). El fuego señala, por
tanto, la comunicación de Dios y la luz que guía al pueblo (F. Bovon).
2.- Pero en este Evangelio hay algo más, que es
determinante. Se trata de la relación que se establece entre el fuego y el bautismo.
No un bautismo cualquiera, sino el bautismo que vivió el propio Jesús: “Tengo
que pasar por un bautismo” (Lc 12, 50) y del que les hablo a los hijos del
Zebedeo cuando estos pretendieron los primeros puestos: “¿Podeis beber la copa
que voy a beber, o ser bautizados con el bautismo con que voy a ser bautizado?”
(Mc 10, 38).
El bautismo del que
habla Jesús se refiere a su propia muerte. Así se cumple exactamente lo que,
hace bastantes años, supo formular acertadamente Oscar Culmann: para Jesús,
“ser bautizado” es “ser crucificado”, o sea, sufrir y morir por el pueblo.
- ¿A dónde nos lleva todo esto?
- ¿Qué nos vuelve a decir a nosotros?
3.- Ante todo, cuando aquí hablamos del bautismo
de Jesús, no se trata del bautismo que administraba Juan Bautista en el Jordan.
No es el bautismo que Jesús había recibido sino el que iba a recibir. Y que se
realizó en la pasión, la condena y la muerte de Jesús en la cruz.
Ahora
bien, la “gran confusión” que hemos de superar, al hablar de este asunto, es la
confusión que se organiza en nosotros cuando no sabemos distinguir la muerte de
Jesús, tal como “ocurrió”, de la muerte de Jesús, tal como “fue interpretada”.
La “muerte
histórica” de Jesús, tal como ocurrió, se encuentra en los relatos de la
pasión de Jesús, en los evangelios.
La “muerte
teológica” de Jesús, tal como se interpretó, se encuentra en las cartas de
Pablo.
La
muerte de Jesús, que relatan los evangelios, fue la ejecución de un delincuente,
decretada por Pilatos por la presión de los sacerdotes.
La
muerte de Jesús, que presenta Pablo, fue un ritual religioso, decretado por el
Padre del Cielo para el perdón de nuestros pecados.
Es claro
que Jesús no hablaba de un ritual religioso, sino del final trágico de su vida.
Que nos viene a decir: quien se pone de parte de los que sufren, termina
sufriendo. Pero en este mundo, no hay más “revelación de Dios”, ni más “luz
para el pueblo”, que “existir para los demás”. Aquí y en esto está el nudo del
cristianismo.
San Cornelio, centurión
Hoy,
20 de octubre, conmemoramos a San CORNELIO el CENTURIÓN, Obispo.
SAN
CORNELIO EL CENTURIÓN (¿?-¿60?) nació probablemente en Cesárea Marítima, en la
época de esplendor del Imperio Romano.
Cornelio
era capitán de una centuria del ejército romano en Cesárea Maritima,
aproximadamente 50 kilómetros al norte de la actual Tel Aviv, Israel. Cornelio
era conocido por ser un hombre justo y pío, que gustaba de ayudar a los demás.
De
acuerdo con los Hechos de los Apóstoles, San Cornelio tuvo una visión en la que
un ángel lo conminó a buscar al apóstol San Pedro, quien para entonces estaba
predicando en Jaffa. El Centurión lo mandó llamar, y San Pedro se presentó con
él.
A
raíz de la conversación que sostuvieron, San Pedro le dijo: “Dios no tiene
acepción de personas, sino que se complace en toda nación que le teme y
practica la justicia. (…) ¿Puede acaso negarse el agua del bautismo a éstos,
que recibieron el Espíritu Santo como nosotros?”
A
continuación, San Pedro bautizó a todos los gentiles presentes, comenzando con
San Cornelio el Centurión. Según la tradición, San Cornelio fue nombrado obispo
o bien de Cesárea, o bien de Scepsis, cerca de la actual Bayramiç, Turquía.
La
conversión de San Cornelio tuvo enorme trascendencia, pues hasta entonces la fe
de Jesús no se había extendido a personas que no fueran del pueblo judío.
En
lo que fue el primer concilio de la cristiandad, el Concilio de Jerusalén,
hacia el año 50, San Pedro explicó su postura, abogando junto con San Pablo y
Santiago por predicar entre los gentiles.
De
este modo, el bautizo de San Cornelio el Centurión dio lugar a que el
cristianismo se separara propiamente del judaísmo y llegara a ser una religión
ecuménica.
SAN
CORNELIO EL CENTURIÓN nos ofrece el primer ejemplo de la fuerza de la fe para
ganar almas.
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