martes, 28 de febrero de 2017

El Mensaje del Papa Francisco para la Cuaresma 2017 lleva por título “La Palabra es un don. El otro es un don”.




- El Mensaje del Papa Francisco para la Cuaresma 2017 lleva por título
La Palabra es un don. El otro es un don”.

En él, el Santo Padre habla del pasaje sobre Lázaro y el rico; y señala que “la Cuaresma es el tiempo propicio para renovarse en el encuentro con Cristo vivo en su Palabra, en los sacramentos y en el prójimo. El Señor 'que en los cuarenta días que pasó en el desierto venció los engaños del Tentador' nos muestra el camino a seguir”.

A continuación, el texto completo del mensaje:

Queridos hermanos y hermanas:

La Cuaresma es un nuevo comienzo, un camino que nos lleva a un destino seguro: la Pascua de Resurrección, la victoria de Cristo sobre la muerte. Y en este tiempo recibimos siempre una fuerte llamada a la conversión: el cristiano está llamado a volver a Dios «de todo corazón» (Jl 2,12), a no contentarse con una vida mediocre, sino a crecer en la amistad con el Señor.

Jesús es el amigo fiel que nunca nos abandona, porque incluso cuando pecamos espera pacientemente que volvamos a él y, con esta espera, manifiesta su voluntad de perdonar (cf. Homilía, 8 enero 2016).

La Cuaresma es un tiempo propicio para intensificar la vida del espíritu a través de los medios santos que la Iglesia nos ofrece: el ayuno, la oración y la limosna. En la base de todo está la Palabra de Dios, que en este tiempo se nos invita a escuchar y a meditar con mayor frecuencia. En concreto, quisiera centrarme aquí en la parábola del hombre rico y el pobre Lázaro (cf. Lc 16,19- 31).

Dejémonos guiar por este relato tan significativo, que nos da la clave para entender cómo hemos de comportarnos para alcanzar la verdadera felicidad y la vida eterna, exhortándonos a una sincera conversión.

1. El otro es un don

La parábola comienza presentando a los dos personajes principales, pero el pobre es el que viene descrito con más detalle: él se encuentra en una situación desesperada y no tiene fuerza ni para levantarse, está echado a la puerta del rico y come las migajas que caen de su mesa, tiene llagas por todo el cuerpo y los perros vienen a lamérselas (cf. vv. 20-21). El cuadro es sombrío, y el hombre degradado y humillado.

La escena resulta aún más dramática si consideramos que el pobre se llama Lázaro: un nombre repleto de promesas, que significa literalmente «Dios ayuda». Este no es un personaje anónimo, tiene rasgos precisos y se presenta como alguien con una historia personal.

Mientras que para el rico es como si fuera invisible, para nosotros es alguien conocido y casi familiar, tiene un rostro; y, como tal, es un don, un tesoro de valor incalculable, un ser querido, amado, recordado por Dios, aunque su condición concreta sea la de un desecho humano (cf. Homilía, 8 enero 2016).

Lázaro nos enseña que el otro es un don. La justa relación con las personas consiste en reconocer con gratitud su valor. Incluso el pobre en la puerta del rico, no es una carga molesta, sino una llamada a convertirse y a cambiar de vida.

La primera invitación que nos hace esta parábola es la de abrir la puerta de nuestro corazón al otro, porque cada persona es un don, sea vecino nuestro o un pobre desconocido. La Cuaresma es un tiempo propicio para abrir la puerta a cualquier necesitado y reconocer en él o en ella el rostro de Cristo.

Cada uno de nosotros los encontramos en nuestro camino. Cada vida que encontramos es un don y merece acogida, respeto y amor. La Palabra de Dios nos ayuda a abrir los ojos para acoger la vida y amarla, sobre todo cuando es débil. Pero para hacer esto hay que tomar en serio también lo que el Evangelio nos revela acerca del hombre rico.

2.   El pecado nos ciega

La parábola es despiadada al mostrar las contradicciones en las que se encuentra el rico (cf. v. 19). Este personaje, al contrario que el pobre Lázaro, no tiene un nombre, se le califica sólo como «rico». Su opulencia se manifiesta en la ropa que viste, de un lujo exagerado.

La púrpura, en efecto, era muy valiosa, más que la plata y el oro, y por eso estaba reservada a las divinidades (cf. Jr 10,9) y a los reyes (cf. Jc 8,26). La tela era de un lino especial que contribuía a dar al aspecto un carácter casi sagrado.

Por tanto, la riqueza de este hombre es excesiva, también porque la exhibía de manera habitual todos los días: «Banqueteaba espléndidamente cada día» (v. 19). En él se vislumbra de forma patente la corrupción del pecado, que se realiza en tres momentos sucesivos: el amor al dinero, la vanidad y la soberbia (cf. Homilía, 20 septiembre 2013).

El apóstol Pablo dice que «la codicia es la raíz de todos los males» (1 Tm 6,10). Esta es la causa principal de la corrupción y fuente de envidias, pleitos y recelos.

El dinero puede llegar a dominarnos hasta convertirse en un ídolo tiránico (cf. Exh. ap. Evangelii gaudium, 55). En lugar de ser un instrumento a nuestro servicio para hacer el bien y ejercer la solidaridad con los demás, el dinero puede someternos, a nosotros y a todo el mundo, a una lógica egoísta que no deja lugar al amor e impide la paz.

La parábola nos muestra cómo la codicia del rico lo hace vanidoso. Su personalidad se desarrolla en la apariencia, en hacer ver a los demás lo que él se puede permitir.

Pero la apariencia esconde un vacío interior. Su vida está prisionera de la exterioridad, de la dimensión más superficial y efímera de la existencia (cf. ibíd., 62).

El peldaño más bajo de esta decadencia moral es la soberbia. El hombre rico se viste como si fuera un rey, simula las maneras de un dios, olvidando que es simplemente un mortal.

Para el hombre corrompido por el amor a las riquezas, no existe otra cosa que el propio yo, y por eso las personas que están a su alrededor no merecen su atención. El fruto del apego al dinero es una especie de ceguera: el rico no ve al pobre hambriento, llagado y postrado en su humillación

Cuando miramos a este personaje, se entiende por qué el Evangelio condena con tanta claridad el amor al dinero: «Nadie puede estar al servicio de dos amos. Porque despreciará a uno y querrá al otro; o, al contrario, se dedicará al primero y no hará caso del segundo. No podéis servir a Dios y al dinero» (Mt 6,24).

3.   La Palabra es un don

El Evangelio del rico y el pobre Lázaro nos ayuda a prepararnos bien para la Pascua que se acerca. La liturgia del Miércoles de Ceniza nos invita a vivir una experiencia semejante a la que el rico ha vivido de manera muy dramática.

El sacerdote, mientras impone la ceniza en la cabeza, dice las siguientes palabras: «Acuérdate de que eres polvo y al polvo volverás». El rico y el pobre, en efecto, mueren, y la parte principal de la parábola se desarrolla en el más allá. Los dos personajes descubren de repente que «sin nada vinimos al mundo, y sin nada nos iremos de él» (1 Tm 6,7).

También nuestra mirada se dirige al más allá, donde el rico mantiene un diálogo con Abraham, al que llama «padre» (Lc 16,24.27), demostrando que pertenece al pueblo de Dios.

Este aspecto hace que su vida sea todavía más contradictoria, ya que hasta ahora no se había dicho nada de su relación con Dios. En efecto, en su vida no había lugar para Dios, siendo él mismo su único dios.

El rico sólo reconoce a Lázaro en medio de los tormentos de la otra vida, y quiere que sea el pobre quien le alivie su sufrimiento con un poco de agua.

Los gestos que se piden a Lázaro son semejantes a los que el rico hubiera tenido que hacer y nunca realizó. Abraham, sin embargo, le explica: «Hijo, recuerda que recibiste tus bienes en vida, y Lázaro, a su vez, males: por eso encuentra aquí consuelo, mientras que tú padeces» (v. 25). En el más allá se restablece una cierta equidad y los males de la vida se equilibran con los bienes.

La parábola se prolonga, y de esta manera su mensaje se dirige a todos los cristianos. En efecto, el rico, cuyos hermanos todavía viven, pide a Abraham que les envíe a Lázaro para advertirles; pero Abraham le responde: «Tienen a Moisés y a los profetas; que los escuchen» (v. 29). Y, frente a la objeción del rico, añade: «Si no escuchan a Moisés y a los profetas, no harán caso ni aunque resucite un muerto» (v. 31).

De esta manera se descubre el verdadero problema del rico: la raíz de sus males está en no prestar oído a la Palabra de Dios; esto es lo que le llevó a no amar ya a Dios y por tanto a despreciar al prójimo.

La Palabra de Dios es una fuerza viva, capaz de suscitar la conversión del corazón de los hombres y orientar nuevamente a Dios. Cerrar el corazón al don de Dios que habla tiene como efecto cerrar el corazón al don del hermano.

Queridos hermanos y hermanas, la Cuaresma es el tiempo propicio para renovarse en el encuentro con Cristo vivo en su Palabra, en los sacramentos y en el prójimo. El Señor "que en los cuarenta días que pasó en el desierto venció los engaños del Tentador" nos muestra el camino a seguir.

Que el Espíritu Santo nos guie a realizar un verdadero camino de conversión, para redescubrir el don de la Palabra de Dios, ser purificados del pecado que nos ciega y servir a Cristo presente en los hermanos necesitados.

Animo a todos los fieles a que manifiesten también esta renovación espiritual participando en las campañas de Cuaresma que muchas organizaciones de la Iglesia promueven en distintas partes del mundo para que aumente la cultura del encuentro en la única familia humana.

Oremos unos por otros para que, participando de la victoria de Cristo, sepamos abrir nuestras puertas a los débiles y a los pobres. Entonces viviremos y daremos un testimonio pleno de la alegría de la Pascua.

Vaticano, 18 de octubre de 2016

Fiesta de San Lucas Evangelista


FRANCISCO

Párate un momento:El Evangelio del dia 1 DE MARZO - MIÉRCOLES DE CENIZA San David de Gales




1 DE MARZO - MIÉRCOLES   DE    CENIZA
San David de Gales

Evangelio según san Mateo 6, 1-6. 16-18
       En aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos:
"Cuidad de no practicar vuestra justicia delante de los hombres para ser vistos por ellos; de lo contrario, no tendréis recompensa de vuestro Padre celestial.
Por tanto, cuando hagas limosna, no vayas tocando la trompeta por delante como hacen los hipócritas en las sinagogas y por las calles con el fin de ser honrados por los hombres; os aseguro que ya han recibido su paga. Tú, en cambio, cuando hagas limosna, que no sepa tu mano izquierda lo que hace tu derecha; así tu limosna quedará en secreto, y tu Padre que ve en lo secreto, te lo pagará.
    Cuando recéis no seáis como los hipócritas, a quienes les gusta rezar de pie en las sinagogas y en las esquinas para que los vea la gente. Os aseguro que
    ya han recibido su paga. Cuando tú vayas a rezar entra en tu cuarto, cierra la puerta y reza a tu Padre, que está en lo escondido, y tu Padre, que ve en lo escondido, te lo pagará.
Cuando ayunéis no andéis cabizbajos, como los farsantes que desfiguran su cara para hacer ver a la gente que ayunan.
Os aseguro que ya han recibido su paga. Tú, en cambio, cuando ayunes, perfúmate la cabeza y lávate la cara, para que tu ayuno lo note, no la gente, sino tu Padre que está en lo escondido; y tu Padre, que ve en lo escondido, te lo recompensará".

1.  El tiempo litúrgico de Cuaresma ha perdido, entre la gran mayoría de la gente, la significación religiosa y sagrada que, durante siglos, ha tenido en los países de tradición cristiana. Es una consecuencia más del hecho cultural la "secularización".
Esto, que llamamos "secularización", es uno de los cambios más  importantes que se han  producido, en los países más desarrollados, en
últimos tiempos. Una de las manifestaciones más claras de la "secularización” consiste en que se difumina, y termina por desaparecer, la distinción y la separación entre "lo sagrado" y "lo profano.
Antiguamente, la Cuaresma era, para los cristianos, algo parecido a lo que es el Ramadán para los musulmanes. Era un tiempo (del miércoles de ceniza hasta la Semana Santa) de rezos y mortificaciones. Porque se pensaba que así nos hacíamos mejores personas y nos
acercábamos a Dios.

2. El evangelio de hoy nos presenta tres actos religiosos importantes:
a) La limosna (relación con los demás).
b) La oración (relación con Dios).
c) El ayuno (relación consigo mismo).
Pues bien, Jesús dice que estas tres cosas se deben hacer de forma que nadie se entere de que somos personas religiosas. Por eso,
Jesús insiste en que todo eso se haga "en secreto", ocultamente (en krytptó), o sea de forma que nadie lo vea ni lo note. Porque Dios —el Dios que se nos da a conocer en Jesús— "solamente ve lo oculto", lo que no se advierte y, por tanto, pasa inadvertido. De manera que, cuanto más inadvertido, más lo ve Dios y más se fija Dios en lo que haces.

3.  Por supuesto, aquí se nos recomienda la humildad y la consiguiente fuga de toda forma de ostentación o vanidad infantil. Pero aquí nos enseña Jesús algo mucho más fuerte, más importante. Jesús no quiere que se note nuestra religiosidad, sino nuestra honradez, nuestra honestidad, nuestra generosidad.
Dicho de otra manera y con más claridad: Jesús quiere una religiosidad "laica" y "secular". Una religión que se manifiesta, no en actos religiosos de ostentación, sino en comportamientos honestos, honrados, misericordiosos y de extrema bondad. Incluyendo en esos actos, también la oración, el recurso a Dios, la fe en Dios. Pero que todo eso se note, no en tus exhibiciones religiosas, sino en tu integridad ética.

San David de Gales, obispo

Martirologio Romano: En Menevia, en Cambria, san David (o Dewi), obispo, que, imitando los ejemplos y virtudes de los Padres orientales, fundó un monasterio, del cual partieron muchos monjes que evangelizaron Cambria, Irlanda, Cornualles y Armórica (c. 601).
San David, o Dewi Sant, como se le conoce en idioma galés, es el santo patrono de Gales. Era un monje, abad y obispo celta que vivió durante el siglo VI. Fue arzobispo de Gales, y uno de los primeros santos que ayudaron a diseminar el cristianismo entre las tribus celtas paganas del oeste de las islas británicas.

Dewi nació cerca de Capel Non, en la costa suroriental de Gales, cerca de lo que ahora es la ciudad de Sain Dewi. Estudió en un monasterio de nombre Hen Fynyw.
Dewi hizo muchos viajes como misionero por todo Gales, donde estableció varias iglesias. También viajó al sur y oeste de Inglaterra y Cornualles. Fundó un monasterio en Glyn Rhosyn en la ribera del pequeño Río Alun, donde actualmente se yergue la catedral de la ciudad de Saint David.
Existen muchas historias acerca de la vida de Dewi, pero tal vez la más conocida se dice que ocurrió en el Sínodo de Llanddewi Brefi. Estaban por decidir se Dewi se convertiría en arzobispo. Una multitud se congregó en el Sínodo y cuando Dewi se puso de pié para tomar la palabra, uno de los miembros de la congregación grito: "No podremos verlo ni oírlo". En ese momento, el piso se elevó hasta que todos podían verlo y oírlo. Así, no era de sorprender que pronto fuera nombrado arzobispo.
Se dice que Dewi vivió más de 100 años, y generalmente se acepta que murió en al año 589. Las últimas palabras que dirigió a sus seguidores fueron en un sermón un domingo antes de su muerte. Según uno de sus biógrafos, Dewi les dijo: "Sean alegres y mantengan su fe y su credo. Hagan las pequeñas cosas que me han visto u oído hacer. Yo caminaré por la ruta que nuestros ancestros recorrieron antes que nosotros".
"Hagan las pequeñas cosas" es una frase muy conocida en galés que ha sido la inspiración de muchos. Se dice que el martes 1 de marzo del año 589 el monasterio se llenó de ángeles y Cristo recibió su alma.
Tal como se celebra en la actualidad, el Día de San David data del año 1120, cuando Dewi fue canonizado por el Papa Callactus Segundo, y el 1 de marzo quedó incluido en el calendario de la Iglesia.
San David fue, y sigue siendo, una figura muy importante de Gales. El Día de San David es una gran celebración para Gales.



lunes, 27 de febrero de 2017

El Evangelio del dia 28 - DE FEBRERO - MARTES 8ª - SEMANA DEL T.O.-A SANTOS MARTIRES DE ALENJANDRIA



28 - DE FEBRERO - MARTES
8ª - SEMANA DEL T.O.-A
SANTOS MARTIRES DE ALENJANDRIA

Evangelio según san Marcos 10, 28-31
       En aquel tiempo, Pedro se puso a decirle a Jesús:
"Ya ves que nosotros lo hemos dejado todo y te hemos seguido".
Jesús dijo:
 "Os aseguro que quien deje casa, o hermanos o hermanas, o madre o padre, o hijos o tierras, por mí y por el Evangelio, recibirá ahora, en este tiempo, cien veces más -casas y hermanos y hermanas y madres e hijos y tierras, con persecuciones-, y en la edad futura, vida eterna.
Muchos primeros serán últimos, y muchos últimos primeros".

1.  Dejarlo todo por Jesús es antepone el bien, los derechos, la dignidad y la felicidad de los seres humanos (y de la sociedad en general) al interés propio, a las propias conveniencias y al beneficio personal. Buscar de verdad y luchar en serio, por el bien, los derechos, la dignidad y la felicidad de los que carecen de todo eso, supone y exige tener la convicción de que la felicidad de los otros
está antes que mis conveniencias particulares.

2.  Por eso Jesús afirma que quien echa por este camino en la vida, encontrará "cien veces más", pero añade que "con persecuciones". Porque todo el sistema económico, social, político, jurídico, sobre el que se asienta y se hace firme nuestro bienestar y nuestra convivencia, tiene su base y su estructura en el desarrollo y potenciación del “deseo”, la “apetencia” y, finalmente, la “codicia”. Estos mecanismos son los que acarrean ruinas constantes, desgracias interminables, envidias, odios, enfrentamientos, crisis de todo género y de todos los colores. De ahí que el “seguimiento de Jesús”, tal como aquí lo presenta el evangelio de Marcos, es la clave de la fe y la nota distintiva de quienes toman en serio a Jesus. 
3. La razón más fuerte de que esto sea así, consiste en que la ética sin misericordia conduce derechamente a la dictadura y a la tiranía. Todos los dictadores, los tiranos y los canallas, que en el mundo han sido, no han cesado de invocar los principios éticos más nobles: la justicia, el derecho, la libertad... Y en nombre de tales principios, han privado de libertad a los débiles y a los incautos, a los
ingenuos y a los cobardes. El "principio misericordia" (J. Sobrino) tiene que ser
siempre el principio rector de nuestras vidas.

SANTOS MARTIRES DE ALENJANDRIA
Conmemoración de muchísimos santos mártires en Alejandría de Egipto, que, en tiempos del emperador Teodosio, con el aumento del número de cristianos fueron capturados por los fieles de Serapis y, rechazaron con firmeza adorar su ídolo, fueron cruelmente masacrados. c. 392.
Teófilo, arzobispo de Alejandría, obtuvo un rescripto del emperador Teodosio, por el cual le autorizaba a convertir el templo de Dionisio en una iglesia cristiana. Esto produjo motines que trajeron en consecuencia la muerte de mucha gente. Los rebeldes hicieron su cuartel general en el gran templo de Serapis, desde donde hacían sus correrías y se apoderaban de los cristianos, a quienes inducían a ofrecer sacrificios a Serapis; los que se negaban sufrían una muerte cruel.
El emperador manifestó admiración por aquellos que habían recibido la corona del martirio. Para honrar más su gloriosa muerte, perdonó a los asesinos, pero ordenó que todos los templos paganos en Egipto fueran destruidos. Cuando se supo esto en Alejandría, los paganos abandonaron el templo de Serapis, derribaron el ídolo y lo quemaron. Se le había hecho creer al pueblo que, al ser tocado el ídolo, el cielo se vendría abajo y la tierra sería un caos.
Tan pronto como vieron que nada de esto sucedía, muchos de los paganos abrazaron el cristianismo. Dos iglesias fueron construidas sobre el templo de Serapis, uno de los monumentos más grandes del mundo antiguo.




domingo, 26 de febrero de 2017

Párate un momento: El Evangelio del dia 27 DE FEBRERO - LUNES 8ª SEMANA DEL T.O.-A SAN GABRIEL DE LA DOLOROSA, religioso



27 DE  FEBRERO  -  LUNES
8ª SEMANA DEL T.O.-A
SAN GABRIEL DE LA DOLOROSA, religioso

Evangelio según san Marcos 10,17-27
En aquel tiempo, cuando salía Jesús al camino, se le acercó uno corriendo, se arrodilló y le preguntó:
"Maestro bueno, ¿qué haré para heredar la vida eterna?".
Jesús le contestó:
"¿Por qué me llamas bueno? No hay nadie bueno más que Dios. Ya sabes los mandamientos: no matarás, no cometerás adulterio, no robarás, no darás falso testimonio, no estafarás, honra a tu padre y a tu madre”. 
Él replicó:
"Maestro, todo eso lo he cumplido desde pequeño".
Jesús se le quedó mirando con cariño y le dijo:
"Una cosa te falta: anda, vende lo que tienes, dale el dinero a los pobres —así tendrás un tesoro en el cielo—, y luego, sígueme".
A estas palabras, él frunció el ceño y se marchó pesaroso, porque era muy rico.
Jesús, mirando alrededor, dijo a sus discípulos:
"¡Qué difícil les va a ser a los ricos entrar en el Reino de Dios!"
Los discípulos se extrañaron de estas palabras.
 Jesús añadió:
"Hijos, ¡qué difícil les es entrar en el Reino de Dios a los que ponen su confianza en el dinero! Más fácil le es a un camello pasar por el ojo de una aguja, que a un rico entrar en el Reino de Dios".
Ellos se espantaron y comentaban:
"Entonces, ¿quién puede salvarse?"
Jesús se les quedó mirando y les dijo:
"Es imposible para los hombres, no para Dios.
Dios lo puede todo".

1.  Este (seguramente un joven) era un laico al que Jesús llama para que le siga. El "seguimiento" de Jesús no es un privilegio para los clérigos, sino que es una llamada para todos los cristianos.
Como resulta que la espiritualidad cristiana ha sido pensada y escrita por teólogos, monjes y clérigos en general, los clérigos "espirituales" han utilizado este relato para justificar su superioridad sobre los laicos "mundanos". Esto no se ha hecho por motivos de orgullo, sino por sentimientos de responsabilidad apostólica. Por eso ha sido tan difícil cambiar esta mentalidad.
En este relato, Jesús no llama a un cristiano para que se haga sacerdote o fraile, sino que llama a un israelita para que se haga cristiano. La llamada al seguimiento de Jesús es para todos los creyentes en Jesús. La "fe" se define por el "seguimiento" de Jesús.

2.  El relato se interpreta mal también cuando se dice que Jesús quiere que todos seamos pobres. La pobreza es sufrimiento y humillación. Y Jesús no quiere eso.
Lo que Jesús quiere es que la economía se gestione de manera que la sociedad y las instituciones públicas funcionen de manera que nadie sufra porque carece de trabajo, de jornal, de seguros, de derechos... La llamada de Jesús al "seguimiento" es la exigencia de trabajar para que esta situación sea un hecho.

3.  Es una equivocación entender el "seguimiento de Jesús" como "ascética privada", como "pobreza y renuncia privada", como mera "espiritualidad interior". Todo eso puede ser compatible con una vida segura y bien respaldada por una institución (la Iglesia, la Orden religiosa) económicamente fuerte. En
tal caso, el "seguimiento" se convierte en un engaño.
Seguir a Jesús es renunciar a lo que le da a uno la riqueza (prestigio, seguridad, bienestar...), para darlo a los pobres, es decir, para que el prestigio, la seguridad y el bienestar
estén al alcance de todos, no por imposición del poder totalitario, sino por la fuerza de nuestras convicciones éticas.

SAN GABRIEL DE LA DOLOROSA, religioso
El 1 El primero de marzo de 1838 nació en el pueblecito de Asís (Italia) un niño llamado Francisco que, como el famoso fundador de los franciscanos, llegó a ser santo. Era el undécimo de trece hermanos y quedó huérfano de madre a los cuatro años.
Francisco (que tomó más tarde como nombre religioso Gabriel de la Dolorosa) tenía un "temperamento suave, jovial, insinuante, decidido y generoso, poseía también un corazón sensible y lleno de afectividad... Era de palabra fácil apropiada, inteligente, amena y llena de una gracia que sorprendía..." De estatura más bien alta (medía 1,70 metros), tenía "buena voz, era ágil y bien formado" (ib.).
 Con su familia se trasladó a Spoleto donde, como el otro Francisco, era un líder de los jóvenes. Allí fue a la escuela de los hermanos de las Escuelas Cristianas, y al liceo clásico con los jesuitas. Le agradaba mucho el canto, y consiguió premios en poesía latina y en las veladas teatrales.  Era un joven dinámico, con una gran pasión por su fe cristiana. En su habitación había colocado una escultura de la Piedad para su veneración íntim .
Cuando iba al teatro Meliso con su padre, muchas veces salía a escondidas para ir a rezar bajo el pórtico de la catedral, que estaba muy cerca; después regresaba antes de que concluyera la función para salir con los demás espectadores. Algunas veces usaba cilicio y se sabe que en una ocasión rechazó las proposiciones deshonestas de un libertino, amenazándole con una navaja.

Interviene la Virgen María
El 22 de agosto de 1856 estaba asistiendo a la procesión de la "Santa Icone", una imagen mariana venerada en Spoleto, cuando la Virgen María le habló al corazón para invitarle con apremio: "Tú no estás llamado a seguir en el mundo. ¿Qué haces, pues, en él? Entra en la vida religiosa". El 10 de septiembre de 1856 entró en el noviciado pasionista de Morrovalle (Macerata) y tomó el nombre religioso de Gabriel. Tenía solo 18 años. Su entrega fue con todo su corazón y en la vida religiosa encontró su felicidad: "La alegría y el gozo que disfruto dentro de estas paredes son indecibles". Sus mayores amores eran Jesús Crucificado, la Eucaristía y la Virgen María.

Muerte
En el convento de Isola, cuando los primeros rayos del sol entraban por la ventana de su Ex-voto celda en la mañana del 27 de febrero de 1862, Gabriel, sumido en éxtasis de amor y rodeado por los religiosos que lloraban junto a su lecho, abandonó la tierra y fue al cielo, invitado por la Virgen María.
Treinta años más tarde, El 17 de octubre de 1892, se iniciaron los trámites para inscribirlo entre los santos ya que la devoción de los fieles y los milagros que realizaba eran muchos.
Fue canonizado por Benedicto XV en 1920.
Declarado copatrón de la juventud católica italiana, 1926
Patrón principal de Abruzo en 1959.



sábado, 25 de febrero de 2017

Párate un momento: El Evangelio del dia 25 de Febrero – Domingo 8ª – Semana del T.O.-A




25 de Febrero – Domingo
8ª – Semana del T.O.-A

Lectura del libro de Isaías (49,14-15):
Sión decía:
«Me ha abandonado el Señor,
mi dueño me ha olvidado».
¿Puede una madre olvidar al niño que amamanta, no tener compasión del hijo de sus entrañas?
Pues, aunque ella se olvidara, yo no te olvidaré.

Salmo: 61,2-3.6-7.8-9ab

R/. Descansa sólo en Dios, alma mía

V/. Sólo en Dios descansa mi alma,
porque de él viene mi salvación;
sólo él es mi roca y mi salvación,
mi alcázar: no vacilaré. R/.

V/. Descansa sólo en Dios, alma mía,
porque él es mi esperanza;
sólo él es mi roca y mi salvación,
mi alcázar: no vacilaré. R/.

V/. De Dios viene mi salvación y mi gloria,
él es mi roca firme, Dios es mi refugio.
Pueblo suyo, confiad en él
desahogad ante él vuestro corazón. R/.

Lectura de la primera carta del apóstol san Pablo a los Corintios (4,1-5):
Hermanos:
Que la gente solo vea en nosotros servidores de Cristo y administradores de los misterios de Dios. Ahora, lo que se busca en los administradores es que sean fieles. Para mí lo de menos es que me pidáis cuentas vosotros o un tribunal humano; ni siquiera yo me pido cuentas. La conciencia, es verdad, no me remuerde; pero tampoco por eso quedo absuelto: mi juez es el Señor.
Así, pues, no juzguéis antes de tiempo, dejad que venga el Señor. Él iluminará lo que esconden las tinieblas y pondrá al descubierto los designios del corazón; entonces cada uno recibirá de Dios lo que merece.

Evangelio según san Mateo (6,24-34):
En aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos:
«Nadie puede servir a dos señores. Porque despreciará a uno y amará al otro; o, al contrario, se dedicará al primero y no hará caso del segundo. No podéis servir a Dios y al dinero.
Por eso os digo: no estéis agobiados por vuestra vida pensando qué vais a comer, ni por vuestro cuerpo pensando con qué os vais a vestir.
¿No vale más la vida que el alimento, y el cuerpo que el vestido?
Mirad los pájaros del cielo: no siembran ni siegan, ni almacenan y, sin embargo, vuestro Padre celestial los alimenta.
¿No valéis vosotros más que ellos?
¿Quién de vosotros, a fuerza de agobiarse, podrá añadir una hora al tiempo de su vida?
¿Por qué os agobiáis por el vestido?
Fijaos cómo crecen los lirios del campo: ni trabajan ni hilan. Y os digo que ni Salomón, en todo su fasto, estaba vestido como uno de ellos.
Pues si a la hierba, que hoy está en el campo y mañana se arroja al horno, Dios la viste así,
¿no hará mucho más por vosotros, gante de poca fe?
No andéis agobiados pensando qué vais a comer, o qué vais a beber, o con qué os vais a vestir. Los paganos se afanan por esas cosas. Ya sabe vuestro Padre celestial que tenéis necesidad de todo eso.
Buscad sobre todo el reino de Dios y su justicia; y todo esto se os dará por añadidura. Por tanto, no os agobiéis por el mañana, porque el mañana traerá su propio agobio. A cada día le basta su desgracia».

Evangelio para tiempo de crisis: del agobio a la confianza.

Después de exponer la diferencia entre la actitud cristiana y la actitud legalista de los escribas (los dos domingos anteriores), el Sermón del Monte pasa a indicar la diferencia entre el cristiano y el fariseo con respecto a las obras de piedad (oración, limosna y ayuno). La liturgia ha omitido esta parte. Y también omite el comienzo de la tercera sección del discurso, donde se trata la diferencia entre el cristiano y el pagano con respecto a los bienes materiales.
            La doble experiencia de que Jesús fue traicionado por dinero (Mt 26,14-16) y de que «la seducción de la riqueza ahoga la palabra de Dios y queda sin fruto» (Mt 13,22) hace que el primer evangelio trate con gran energía el tema de los bienes materiales, aunque sus expresiones resultan a veces demasiado concisas e incluso oscuras.
            Siguiendo el hilo del discurso encontramos los siguientes temas: una exhortación inicial a poner el corazón en Dios, no en el dinero (Mt 6,19-21); una segunda exhortación a la generosidad (6,22-23); imposibilidad de compaginar el culto a Dios con el culto al dinero (6,24); exhortación a no agobiarse y a tener fe en la providencia (6,25-34).
            La liturgia de este domingo se limita a los dos temas finales.

La gran alternativa

            En aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos:
            ‒ Nadie puede estar al servicio de dos amos. Porque despreciará a uno y querrá al otro; o, al contrario, se dedicará al primero y no hará caso del segundo. No podéis servir a Dios y al dinero.

            «No tendrás otros dioses frente a mí», ordena el primer mandamiento. «No podéis servir a Yahvé y a Baal», dice el profeta Elías a los israelitas en el monte Carmelo. La formulación tan parecida del evangelio demuestra que las palabras de Jesús se insertan en la línea de la lucha contra la idolatría. Al principio, los israelitas pensaban que los únicos rivales de Dios eran los dioses de los pueblos vecinos (Baal, Astarté, Marduk, etc.). Los profetas les hicieron caer en la cuenta de que los rivales de Dios pueden darse en cualquier terreno, incluido el económico. Para Jesús, la riqueza puede convertirse en un dios al que damos culto y nos hace caer en la idolatría.
            Naturalmente, ninguno de nosotros va a un banco o una caja de ahorros a rezarle al dios del dinero, ni hace novenas a los banqueros. Pero podemos estar cayendo en la idola­tría del dinero. Según la Biblia, al dinero se le da culto de tres formas:
            1) Mediante la injusticia directa (robo, fraude, asesinato). El dinero se convierte en el bien absoluto, un dios por encima de Dios, del prójimo, y de uno mismo.
            2) Mediante la injusticia indirecta, el egoísmo, que no daña directamente al prójimo, pero hace que nos despreocupemos de él (recordar la parábola del rico y Lázaro: Lc 16,19-31).
            3) Mediante el agobio por los bienes de este mundo, que nos hace perder la fe en la Providencia. A este tema, fundamental para la mayoría de los cristianos, dedica san Mateo el apartado más extenso de esta sección del discurso.

Del agobio a la fe en la Providencia

               Por eso os digo:
            No estéis agobiados por la vidapensando qué vais a comer o beber, ni por el cuerpo, pensando con qué os vais a vestir. ¿No vale más la vida que el alimento, y el cuerpo que el vestido? Mirad a los pájaros: ni siembran, ni siegan, ni almacenan y, sin embargo, vuestro Padre celestial los alimenta. ¿No valéis vosotros más que ellos?
            ¿Quién de vosotros, a fuerza de agobiarsepodrá añadir una hora al tiempo de su vida?
            ¿Por qué os agobiáis por el vestido? Fijaos cómo crecen los lirios del campo: ni trabajan ni hilan. Y os digo que ni Salomón, en todo su fasto, estaba vestido como uno de ellos. Pues, si a la hierba, que hoy está en el campo y mañana se quema en el horno, Dios la viste así, ¿no hará mucho más por vosotros, gente de poca fe?
            No andéis agobiadospensando qué vais a comer, o qué vais a beber, o con qué os vais a vestir. Los gentiles se afanan por esas cosas. Ya sabe vuestro Padre del cielo que tenéis necesidad de todo eso.
Sobre todo buscad el reino de Dios y su justicia; lo demás se os dará por añadidura.
            Por tanto, no os agobiéis por el mañanaporque el mañana traerá su propio agobioA cada día le bastan sus disgustos.»

            Seis veces aparece en este breve párrafo el verbo «agobiarse». No habla Jesús de cualquier tipo de agobio, sino del provocado por las necesidades materiales de la comida y el vestido. En ambos casos hace referencia a imágenes cotidianas (Dios alimenta a los pájaros y viste espléndidamente a los lirios) para infundir fe en la Providencia. Pero en medio y al final incluye unas reflexiones más bien irónicas: «por más que te agobies no vas a vivir un año más», y «no te agobies, que ya se encargará la vida de agobiarte».
            Algunos consideran este pasaje es el más utópico y alienante del evangelio, contrario a toda experiencia y al sentido común. Pero hay que ponerse en el punto de vista de Jesús, que se mueve en dos coordenadas muy distintas a las nuestras: una profunda fe en Dios y un despego absoluto con respecto a los bienes de este mundo. Al ponernos como modelos a los pájaros y a los lirios nos está hablando de seres que simplemente subsisten, no acumulan casas, fincas, joyas, tesoros. Para Jesús, basta con subsistir, con tener «el pan nuestro de cada día». Y está convencido de que Dios lo dará. (Los pobres, o las personas que han pasado en algunos momentos de su vida grandes necesida­des, entienden esto mucho mejor que los que se limitan a discutir el problema).
            Por otra parte, este texto sobre la Providencia se puede entender muy bien aplicando la teoría marxista de los objetivos a corto y largo plazo. Según el marxismo, el objetivo importante es a largo plazo (la dictadura del proletariado); los objetivos a corto plazo (reivindicaciones salariales, aumento del nivel de vida, etc.) pueden convertirse en una trampa para la clase obrera, que terminaría aburguesada y le haría renunciar al objetivo primordial.
            Jesús, con una perspectiva humana y religiosa, adopta la misma postura. Lo importante es «el reino de Dios y su justicia», esa sociedad perfecta que debemos anticipar los cristianos en la medida de lo posible. Dentro de ella no tienen cabida las desigualdades hirientes ni la injusticia, el que hermanos nuestros mueran de hambre o pasen terribles necesidades mientras a otros nos sobran cantidad de bienes. Pero, si nos preocupamos sólo de la comida y del vestido, de las necesidades primarias, renunciaremos a buscar el Reinado de Dios. En cambio, si nos esforzamos ante todo por el Reinado de Dios, «todo eso (la comida, el vestido) se os dará por añadidura».
            Para evitar una concepción alienante de la Providencia es útil recordar cómo la entendió la Iglesia primiti­va:
            1) En primer lugar, no excluye el trabajo. A los cristianos de Tesalónica les dice Pablo claramente: «El que no trabaja, que no coma» (2 Tes 3,10).
            2) Cuando alguien pasa necesidad, los demás no piden a Dios que le ayuden; lo ayudan ellos. Es lo que hicieron los cristianos de Grecia con los de Jerusalén (2 Cor 8-9). La Providencia de los demás somos nosotros. Lo malo es cuando nuestro egoísmo impide a muchas personas creer en la Providencia. En ese caso deberíamos aplicarnos las palabras de san Pablo: «Por vuestra culpa blasfeman de Dios».

            En resumen, todo el mensaje de Jesús se sintetiza en dos princi­pios básicos: a) el valor relativo de los bienes terrenos en comparación con el valor supremo de Dios y de su reinado; b) el valor absoluto de la persona necesitada, que exige de nosotros una postura de generosidad.

La preocupación maternal de Dios

            Sión decía:
            «Me ha abandonado el Señor, mi dueño me ha olvidado.»
            ¿Es que puede una madre olvidarse, de su criatura, no conmoverse por el hijo de sus entrañas? Pues, aunque ella se olvide, yo no te olvidaré.

            El evangelio, para inculcar la fe en la Providencia habla de Dios como un padre que se preocupa de sus criaturas. La brevísima primera lectura usa una imagen más expresiva aún: Dios como madre, incapaz de olvidarse del hijo de sus entrañas.