miércoles, 8 de febrero de 2017

Párate un momento: El Evangelio del dia 9 DE FEBRERO - JUEVES - 5ª - SEMANA DEL T.O.-A Beato San Fray Leopoldo de Alpandeire




9 DE FEBRERO - JUEVES -
5ª - SEMANA DEL T.O.-A
Beato San Fray Leopoldo de Alpandeire

Evangelio según san Marcos 7, 24-30
       En aquel tiempo, Jesús fue a la región de Tiro. Se alojó en una casa procurando pasar desapercibido, pero no lo consiguió: una mujer que tenía una hija poseída por un espíritu impuro se enteró enseguida, fue a buscarlo y se le echó a los pies. La mujer era pagana, una fenicia de Siria, y le rogaba que echase el demonio de su hija.
Él le dijo:
"Deja que coman primero los hijos. No está bien echarles a los perros el pan de los hijos".
Pero ella replicó:
"Tienes razón, Señor: pero también los perros, debajo de la mesa, comen las migajas que tiran los niños".
Él le contestó:
"Anda vete, que por eso que has dicho, el demonio ha salido de tu hija".
Al llegar a su casa, se encontró a la niña echada en la cama; el demonio se había marchado.

1.  Este relato pone en evidencia hasta qué   extremos de violencia pueden llevar las creencias religiosas.
Con frecuencia, se ha intentado suavizar este episodio, diciendo que Jesús le dijo a la mujer lo de los "hijos" y los "perros" para probar su humildad. La intención de Jesús nadie la puede saber. Lo que conocemos es lo que el relato de Marcos pone en boca de Jesús. Y lo que pone el texto de este relato es muy duro.
Porque pone al descubierto cómo las creencias religiosas establecen diferencias, que resultan despectivas y humillantes.
Lo más seguro es que Jesús, como un israelita que era, participaba del lenguaje que se utilizaba en las relaciones de los judíos con los no-judíos.
Que una persona religiosa le llame "perro" al que es de otra religión, es cosa corriente y sucede no raras veces.

2.  Lo ejemplar, lo grande, en este relato, es la humildad de la mujer, ante todo. Una humildad que brotaba del cariño que aquella madre sentía por su hija enferma. Y junto a eso, la capacidad de Jesús para sintonizar con el dolor ajeno. Y, en función de eso, cambiar de opinión y modificar las propias palabras e incluso posiblemente sus propias convicciones.
En esto radica, sobre todo, la grandeza de Jesús. Para él, en efecto, el dolor de aquella madre era algo tan decisivo, que por eso dejó de tener valor la distinción que, por lo visto, hacían
los judíos de entonces entre los "hijos" (los israelitas) y los "perros" (los paganos).

3.  Vendría bien que cada cual revisara sus propias palabras, sus ideas y convicciones, cuando nos referimos a los de la propia religión y a los de otras creencias. Porque las religiones nos siguen separando, dividiendo, alejando y
hasta enfrentando.
Cuando el sentimiento religioso es tan fuerte y tan hondo, que nos hace cambiar nuestra actitud y nuestros sentimientos hacia quienes
no piensan ni viven como nosotros, entonces es que la fuerza del Evangelio es más grande que cualquier otro sentimiento, sea el que sea.

Beato Fray Leopoldo de Alpandeire
En 1864 el 24 de junio, Nace en Alpandeire (Málaga). Sus padres, Diego Márquez y Jerónima Sánchez. El 29 de junio es bautizado por el párroco Antonio Vallecillo Sánchez, se le impusieron los nombres de Francisco, Tomás de san Juan Bautista.
El 11 de septiembre recibe el sacramento de la Confirmación en Alpandeire. Le es administrado por el Excmo. Sr, D. Marcelo Spínola y Maestre, obispo de Málaga.
En Mayo de1895 en Ronda, se celebra un solemne triduo en honor del Reo, Diego José de Cádiz, con motivo de su beatificación. Durante estos días decide seriamente llevar a cabo su propósito de consagrarse a Dios en la vida religiosa.
En el mes de agosto de 1899 ingresa como postulante en el convento de capuchinos de Sevilla. Vistió el hábito capuchino, en el convento de Sevilla, de manos del P, Diego de Valencina, guardián y maestro de novicios. Su nombre de religión, desde aquél día, será Fray Leopoldo de Alpandeire. El 16 de noviembre de1900 emite sus votos simples en Sevilla. Los recibe el mismo P. Diego de Valencina.
En los meses de otoño de 1903 fue trasladado al convento de Granada, aunque oficialmente, su traslado no es confirmado hasta el 13 de enero de 1905. Antes residió varios meses en Antequera. Durante sus primeros años en Granada lo dedicaron al cultivo de la huerta. Años más tarde comenzó a ejercer de limosnero, cargo que desempeñaría hasta poco antes de su muerte. El 23 de noviembre. Hace su profesión solemne en manos del P. Francisco de Mendata, guardián.
18 de noviembre de 1913 es trasladado al convento de Sevilla.
En 1914, el 21 de febrero. Le destinan de nuevo al convento de Granada donde permanecerá el resto de su vida. En 1950, el 16 de noviembre celebra sus bodas de oro de profesión religiosa.
El acto tuvo lugar en la iglesia conventual de Granada. Renovó sus votos en manos del P. Provincial, fray Buenaventura de Cogollos Vega.
En 1953, el 9 de febrero. Sufre una caída, con fractura de fémur, que le retendrá en el convento durante tres años exactos; hasta su muerte.
En 1956, el 9 de febrero a la una y cuarenta minutos entregó su alma al Creador.
El 26 de junio de 1961 se inicia su Proceso de Beatificación y Canonización que preside el Excmo. Sr. Arzobispo de Granada, U. Rafael García y García de Castro.

Milagros de Fray Leopoldo:
Uno de los tantos milagros fue la de un joven que padecía varias enfermedades delicadas que lo llevaron a la muerte certificados por dos médicos granadinos. El padre del joven al recibir la noticia se fue a una habitación continua y empezó a orar a una estampita de Fray Leopoldo y estuvo en oración 20 minutos repitiendo las oraciones escritas en la estampa de Fray Leopoldo y pidiéndole el milagro de no ver muerto a su hijo.
Entre tanto llegaron de la parroquia para administrarle la extremaunción, cuando se fue el sacerdote, pudieron observar que el hijo comenzaba a respirar nuevamente ante la sorpresa de todos.
Curiosamente esta historia no termina aquí, al cabo de unas horas el hijo le dice al padre que no veía y este sin perder tiempo, volvió a la habitación continua y volvió a encomendarse a fray Leopoldo para que el hijo volviera a ver. De pronto sintió una voz de la habitación de al lado, era su hijo, diciendo -Papá, el milagro completo: Ya veo igual que antes.
Increíble, no es cierto, pero pienso que estos grandes hombres que han encontrado los cielos aquí en la tierra no se les puede negar nada.
Beatificación
Un tribunal de cinco médicos analizó en el Vaticano el caso de un enfermo que se curó por mediación del fraile capuchino. El tribunal emitió por unanimidad un informe favorable en febrero de 2009.
El 12 de septiembre de 2010 fue declarado de forma solemne beato, tras 49 años de espera, en una multitudinaria misa celebrada por Angelo Amato, Prefecto de la Congregación para las Causas de los Santos, y que terminó con la firma del decreto por el Papa. Su beatificación fue realizada en la Base Área Militar de Armilla con la concelebración de Francisco Javier Martínez, arzobispo de Granada, Carlos Amigo Vallejo, cardenal y arzobispo emérito de Sevilla, Antonio Cañizares, prefecto de la Congregación del Culto Divino y el Superior de la Orden Capuchina.
Al acto asistieron entre 60.000 y 120.000 personas, según las distintas fuentes, que presenciaron la lectura de la misiva extendida por el papa Benedicto XVI, en la que se recoge la inclusión de Fray Leopoldo en el libro de beatos de la Santa Iglesia Católica. Tras dicha lectura por parte de Monseñor Amato, fue llevada a los altares la reliquia del Beato (metatarso del pie derecho) en un ostentorio realizado por el orfebre granadino Miguel Moreno.
Benedicto XVI al hablar de él dice que «testimonió el misterio de Jesucristo crucificado con el ejemplo y la palabra, al ritmo humilde y orante de la vida cotidiana y compartiendo y aliviando las preocupaciones de los pobres y afligidos».
Carta Apostólica de Beatificación:
Nos, acogiendo el deseo de Nuestro Hermano Francisco Javier Martínez Fernández, Arzobispo de Granada, así como de otros muchos hermanos en el Episcopado y de numerosos fieles, después de haber consultado el parecer de la Congregación para las Causas de los Santos, con Nuestra Autoridad Apostólica, concedemos que el Venerable Siervo de Dios Leopoldo de Alpandeire, de la Orden de los Hermanos Menores Capuchinos, que testimonió el misterio de Jesucristo crucificado con el ejemplo y la palabra, al ritmo humilde y orante de la vida cotidiana y compartiendo y aliviando las preocupaciones de los pobres y afligidos, de ahora en adelante pueda ser llamado Beato y que se pueda celebrar su fiesta en los lugares y, según las normas establecidas por el Derecho, el 9 de febrero de cada año, día de su nacimiento para el cielo.
En el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo.
Dado en Roma, junto a San Pedro el día 8 de septiembre del año del Señor 2010, sexto de Nuestro Pontificado.
Benedictus, PP. XVI



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