11
DE FEBRERO - SÁBADO –
5ª
-SEMANA DEL T.O.-A
Bienaventurada
Virgen María de Lourdes
Evangelio según san Marcos 8, 1-10
Uno de aquellos días, como
había mucha gente y no tenían qué comer, Jesús llamó a sus discípulos y les
dijo:
"Me da lástima de
esta gente; llevan ya tres días conmigo y no tienen qué comer, y si los despido
a sus casas en ayunas, se van a desmayar por el camino.
Además, algunos han venido
desde lejos". Le replicaron sus discípulos:
"¿Y de dónde se puede
sacar pan, aquí, en despoblado, para que se queden satisfechos?"
Él les preguntó:
“¿Cuántos panes tenéis?"
Ellos contestaron:
"Siete'.
Mandó que la gente se
sentara en el suelo: tomó los siete panes, pronunció la Acción de Gracias, los
partió y los fue dando a sus discípulos para que los sirvieran.
Ellos los sirvieron a la
gente.
Tenían también unos
cuantos peces: Jesús los bendijo, y mandó que los sirvieran también.
La gente comió hasta quedar
satisfecha, y de los trozos que sobraron llenaron siete canastas; eran unos
cuatro mil.
Jesús los despidió, luego
se embarcó con sus discípulos y se fue a la región de Dalmanuta.
1. Este nuevo relato de la multiplicación de los
panes recoge, obviamente, la preocupación de Jesús por el hambre en el
mundo.
A
Jesús -tal como lo presentan los evangelios- le preocupa más la falta de alimentación
que la falta de devoción, de piedad o, en definitiva, de religión. Por eso, los
sentimientos de Jesús -tal como de eso hablan los evangelios- son, ante todo,
sentimientos
profundamente humanos, que
se producen ante situaciones humanas: pobreza, hambre, enfermedad, situaciones
límite de toda clase de personas.
2. Los evangelios recurren con frecuencia, para
hablar de los sentimientos de Jesús, al verbo "splagchnizomai", que
significa "compadecerse" o "tener misericordia". Pero es
importante tener en cuenta que, en realidad, este verbo se refiere a algo más
humano y más hondo. Se trata de un verbo que viene del sustantivo
"splagchnon", que quiere decir las "vísceras": las
entrañas, el corazón, el anhelo entrañable (N. Walter).
Así
se describe la reacción del buen samaritano (Lc 10, 30 s) o del padre ante el
hijo extraviado, en la parábola del hijo pródigo (Lc 15, 11 ss).
La
misma reacción tuvo Jesús ante la gente hambrienta (Mc 6, 34; 8, 2; Mt 9, 36;
14, 14; 15, 32; Mc 10, 52; Lc 7, 13).
3. La
conmoción de las vísceras, lo que hace a una persona verdaderamente "entrañable",
eso no necesita justificación alguna. Ni tampoco explicación. Es lo más humano. Y la manifestación de nuestra humanidad.
Así es el Dios que presenta Jesús. Porque así fue, antes que nada, Jesús mismo.
Una persona sensible al dolor de los otros. Y también a cuanto puede hacerlos
felices. Es una manera de ser que mucha gente tiene reprimida. Porque nos han
enseñado una idea extraña de la "entereza", de la
"fortaleza", de la "pureza" o de no se sabe cuántas
tonterías por el estilo. Y es que, en definitiva, nos han educado más, para el
orgullo y el puritanismo estúpido, que para la humanidad entrañable, que es lo
más grande que nos ha dado la vida.
Bienaventurada Virgen María de Lourdes
Memoria de la
Bienaventurada Virgen María de Lourdes. Cuatro años después de la proclamación
de su Inmaculada Concepción, la Santísima Virgen se apareció en repetidas
ocasiones a la humilde joven santa María Bernarda Soubirous en los montes
Pirineos, junto al río Gave, en la gruta de Massabielle, de la población de
Lourdes, y desde entonces aquel lugar es frecuentado por muchos cristianos, que
acuden devotamente a rezar.
Vida de Bienaventurada Virgen
María de Lourdes
Sucedió en las
cercanías de los Pirineos franceses. Fue un hecho impensado y nada previsto que
acabó revolucionando las conciencias y pasó con elegancia por encima de las
mentes un tanto cegatas para lo sobrenatural por la corriente racionalista y
anticlerical de aquellos franceses. El mismo día en que se celebraba en la
liturgia de la iglesia la fiesta de la Anunciación se reveló con la sencillez
de las cosas grandes que aquella aparición repetida tantas veces era nada menos
que la misma Virgen María. Sí, la visita era grandiosa por la dignidad y
asombrosa por lo inusitado. La muchacha que se afirmaba como vidente ni
siquiera sabía pronunciar bien el término "concepción" las primeras
veces y el dogma como tal hacía muy poco tiempo que se había proclamado en Roma
por el Papa. Pero Bernardita o Bernardette, que así se llamaba, refirió que la
aparición había dicho: "Yo soy la Inmaculada Concepción". La primera
aparición fue el 11 de febrero de 1858. Luego se fueron repitiendo hasta
dieciocho veces y no sin dificultades, burlas, expresiones altivas y otras
cosas. Pues buenos eran aquellos listillos escépticos, algunos bastante
engreídos por los conocimientos de las ciencias humanas. Hubo de superar
aquella pobre analfabeta y con poca salud, hija de una familia pobre arruinada
y miserable en aquellos días todas las trabas imaginables, incluidas las que
puso la misma autoridad eclesiástica. Pero lo que es documentación, hay toda y
seria; examinada desde todos los ángulos que puede contemplarse y someterse a
crítica un documento que pertenece a la Historia; declaraciones, procesos,
dictámenes técnicos, pruebas, cartas y réplicas. Las pruebas de los hechos
están exhaustivamente estudiadas: unas yerbas comidas, la tierra arañada,
fuente que brota y gente curada; aluviones imparables de gente con ganas de rezar
y que tiene ansias de curación; junto a algún iluminado y escéptico excéntrico,
multitudes agradecidas y enfervorizadas. Pidió la Señora que se le edificara
una iglesia por lo pequeño, capilla y se hiciera procesión. Los actos
multitudinarios fueron varias veces prohibidos y el recinto de la cueva
cerrado; hasta que llegó la esposa del almirante Bruat, institutriz de los
hijos del emperador, coincidente en el día con la que hizo el mismo polemista
Luis Veuillot, y se pudo informar de modo adecuado a Napoleón III que mandó
levantar la prohibición. El obispo de Tarbes inició el proceso que duró dos
años, hasta que el 18 de enero de 1862, en carta pastoral firmada por él
afirmaba: "Juzgamos que la Inmaculada Virgen María, Madre de Dios, se
apareció realmente a Bernardetta Soubirous el 11 de febrero de 1858 y días
siguientes, en número de 18 veces, en la gruta de Massabielle, cerca de la
ciudad de Lourdes; que tal aparición contiene todas las características de la
verdad y que los fieles pueden creerla por cierto... Para conformarnos con la
voluntad de la Santísima Virgen, repetidas veces manifestada en su aparición,
nos proponemos levantar un santuario en los terrenos de la gruta". Aún así
hubo restricciones por parte de las autoridades locales, pero trabajaron los
arquitectos, las brigadas de obreros se pusieron en marcha y el 18 de mayo de
1866 pudo consagrarse la cripta, cimiento de la futura capilla. Comenzaron las
peregrinaciones masivas y organizadas en el 1873. En el 1876 se pudo consagrar
la basílica.
La iglesia del
Rosario, consagrada en 1901, se levanta para suplir las deficiencias de espacio
de la primitiva basílica, que pronto fueron palpables por la afluencia de
peregrinos. En 1958, consagra el cardenal Roncalli que más tarde será el papa
Juan XXIII la basílica subterránea dedicada a san Pío X; bien merecido porque
este papa fue quien extendió la devoción a toda la Iglesia. Lourdes es un sitio
privilegiado para la devoción cristiana. Oración, silencio para el
recogimiento. Abundantes actos de culto que facilitan la piedad. Muchos
rosarios en las manos de los fieles por los espacios descubiertos e iglesias.
Gente enfervorizada de rodillas. Culto público y multitudinario en tantas
ocasiones para atender las necesidades espirituales de los peregrinos que
acuden en masa.
Vía Crucis o
Chemin de la Croix que se recorre entre empinadas pendientes con las estaciones
de la Pasión para facilitar seguir los principales momentos de Jesús sufriente
por la humanidad. Y dos actos cumbres diarios. La procesión con el Santísimo a
primera hora de la tarde, con filas de peregrinos y multitud de enfermos
adorantes que reciben su bendición entre súplicas, lágrimas y actos de fe ¡de
esperanza! Porque de vez en cuando pasa que lo que se pide se alcanza. Es el
milagro que hace falta probar, examinar, discutir, mirar y remirar hasta que se
pueda publicar. La procesión de antorchas por la noche. Cantos, honra,
alabanzas en todos los idiomas pronunciadas, unión de corazones en las
avemarías del Rosario; luminarias de fe.
¿Lo más grande?
El enfermo, atendido, asistido, y hasta mimado; los más tristes y desesperados
casos se pueden ver en cualquier rincón de Lourdes; perfectamente cuidados,
llevados y traídos por un generoso voluntariado internacional y multirracial
que con delicadeza ve a otro Cristo en el cuerpo a veces tan descompuesto de la
camilla que empuja o arrastra
¡Y lo más
admirable! La humanidad doliente atendida, esa que suplica salud para el cuerpo,
está pletórica de esperanza, de consuelo; se percibe a simple vista alegría en
la aceptación de la enfermedad, del sufrimiento. Limitación sosegada y alegre
con dulce resignación.
¿Más? Sí. No
sería completo el panorama descrito si no hubiera oportunidades para curar el
alma. Igual que hay una piscina para los cuerpos, por si a la Virgen Santísima
le pareciera bien devolver la salud, hay confesionarios para enjugar las almas,
con la certeza firme de obtener siempre el perdón solicitado en al sacramento
de la reconciliación; y abundan los huecos para los confesores, con facilidad
para idiomas... miles de perdones y gracias.
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