jueves, 2 de febrero de 2017

Párate un momento: El Evangelio del dia 3 DE FEBRERO - VIERNES – 4ª - SEMANA DEL T.O.-A San Blas y San Oscar, Obispos



3 DE FEBRERO - VIERNES –
4ª - SEMANA DEL T.O.-A
San Blas y San Oscar, Obispos

Evangelio según san Marcos 6, 14-29
      En aquel tiempo, como la fama de Jesús se había extendido, el rey Herodes oyó hablar de él.
Unos decían:
"Juan Bautista ha resucitado, y por eso los ángeles actúan en él".
Otros decían:
"Es Elías".
Otros:
"Es un profeta como los antiguos".
Herodes, al oírlo, decía:
"Es Juan, a quien yo decapité, que ha resucitado".
Es que Herodes había mandado prender a Juan y lo había metido en la cárcel encadenado.
El motivo era que Herodes se había casado con Herodías, mujer de su hermano Felipe, y Juan le decía que no era lícito tener la mujer de su hermano.
Herodías aborrecía a Juan y quería quitarlo de en medio; no acababa de conseguirlo, porque Herodes respetaba a Juan, sabiendo que era un   hombre honrado y santo, y lo defendía.
En muchos asuntos seguía su parecer y lo escuchaba con gusto.
La ocasión llegó cuando Herodes, por su cumpleaños, dio un banquete a sus magnates, a sus oficiales y la gente principal de Galilea. La hija de Herodías entró y danzó, gustando mucho a Herodes y a los convidados.
El rey le dijo a la joven:
"Pídeme lo que quieras, que te lo doy".
Y le juró:
"Te daré lo que me pidas, aunque sea la mitad
    de mi reino”.
Ella salió a preguntarle a su madre:
“¿Qué le pido?"
La madre le contestó:
"La cabeza de Juan el Bautista".
Entró enseguida, a toda prisa, se acercó al rey y le pidió:
"Quiero que ahora mismo me des en una bandeja la cabeza de Juan el Bautista".
El rey se puso muy triste; pero por el juramento a los convidados no quiso desairarla.
Enseguida le mandó a uno de los guardias que trajese la cabeza de Juan. Fue, lo decapitó en la cárcel, trajo la cabeza en una bandeja y se la entregó a la joven; la joven se la entregó a la madre.
Al enterarse sus discípulos, fueron a recoger el cadáver y lo enterraron.

1.  Este relato es el ejemplo vivo de lo que es el poder despótico. Y también el precio que tiene la libertad profética. El poder despótico carece de ética. La libertad profética termina pagando con la vida el riesgo y el atrevimiento de lo que significa ser libre y actuar con libertad y coherencia.
Es la ley del poder. Y también la ley de la libertad frente a los abusos del poder. Así ocurría en los tiempos antiguos. Y exactamente lo mismo sigue ocurriendo en la actualidad, en este preciso momento.

2.  Pero hay algo, muy serio, que nunca conviene olvidar. La eficacia del poder es inmediata, como lo demuestra el encarcelamiento de Juan y el asesinato del que fue víctima. Por el contrario, la eficacia de la profecía es lenta, hasta dar la impresión de que, a veces, al profeta lo matan, lo entierran y no pasa nada, todo sigue igual.
La muerte de Juan Bautista, como la de Jesús, como la de tantos hombres y mujeres que han dado sus vidas por ser fieles a su conciencia, son una fuerza de cambio incontenible. Pero un cambio a largo plazo.

3.  Pero, mientras que el poder despótico de los tiranos se recuerda con desprecio, el dolor y el fracaso de los profetas es el motor de la historia.
Si hoy la sociedad es menos inhumana que en tiempos de
 Herodes y Pilatos, eso se debe a que han existido legiones de esclavos anónimos, de víctimas desconocidas, de personas ejemplares que han dado lo mejor de sí mismas, para que haya menos abusos y más humanidad.

San Blas y San Oscar, Obispos

San Blas (año 316) y San Oscar, (año 865)
Blas significa: "arma de la divinidad".(año 316) San Blas fue obispo de Sebaste, Armenia (al sur de Rusia).
Al principio ejercía la medicina, y aprovechaba de la gran influencia que le daba su calidad de excelente médico, para hablarles a sus pacientes en favor de Jesucristo y de su santa religión, y conseguir así muchos adeptos para el cristianismo.
Al conocer su gran santidad, el pueblo lo eligió obispo.
Cuando estalló la persecución de Diocleciano, se fue San Blas a esconderse en una cueva de la montaña, y desde allí dirigía y animaba a los cristianos perseguidos y por la noche bajaba a escondidas a la ciudad a ayudarles y a socorrer y consolar a los que estaban en las cárceles, y a llevarles la Sagrada Eucaristía.
Cuenta la tradición que a la cueva donde estaba escondido el santo, llegaban las fieras heridas o enfermas y él las curaba. Y que estos animales venían en gran cantidad a visitarlo cariñosamente. Pero un día él vio que por la cuesta arriba llegaban los cazadores del gobierno y entonces espantó a las fieras y las alejó y así las libró de ser víctimas de la cacería.
Entonces los cazadores, en venganza, se lo llevaron preso. Su llegada a la ciudad fue una verdadera apoteosis, o paseo triunfal, pues todas las gentes, aun las que no pertenecían a nuestra religión, salieron a aclamarlo como un verdadero santo y un gran benefactor y amigo de todos.
El gobernador le ofreció muchos regalos y ventajas temporales si dejaba la religión de Jesucristo y si se pasaba a la religión pagana, pero San Blas proclamó que él sería amigo de Jesús y de su santa religión hasta el último momento de su vida.
Entonces fue apaleado brutalmente y le desgarraron con garfios su espalda. Pero durante todo este feroz martirio, el santo no profirió ni una sola queja. El rezaba por sus verdugos y para que todos los cristianos perseveraran en la fe.
El gobernador, al ver que el santo no dejaba de proclamar su fe en Dios, decretó que le cortaran la cabeza. Y cuando lo llevaban hacia el sitio de su martirio iba bendiciendo por el camino a la inmensa multitud que lo miraba llena de admiración y su bendición obtenía la curación de muchos.
Pero hubo una curación que entusiasmó mucho a todos. Una pobre mujer tenía a su hijito agonizando porque se le había atravesado una espina de pescado en la garganta. Corrió hacia un sitio por donde debía pasar el santo. Se arrodilló y le presentó al enfermito que se ahogaba. San Blas le colocó sus manos sobre la cabeza al niño y rezó por él. Inmediatamente la espina desapareció y el niñito recobró su salud. El pueblo lo aclamó entusiasmado.
Le cortaron la cabeza (era el año 316). Y después de su muerte empezó a obtener muchos milagros de Dios en favor de los que le rezaban. Se hizo tan popular que en sólo Italia llegó a tener 35 templos dedicados a él. Su país, Armenia, se hizo cristiano pocos años después de su martirio.
En la Edad Antigua era invocado como Patrono de los cazadores, y las gentes le tenían gran fe como eficaz protector contra las enfermedades de la garganta. El 3 de febrero bendecían dos velas en honor de San Blas y las colocaban en la garganta de las personas diciendo: "Por intercesión de San Blas, te libre Dios de los males de garganta". Cuando los niños se enfermaban de la garganta, las mamás repetían: "San Blas bendito, que se ahoga el angelito".
A San Blas, tan amable y generoso, pidámosle que nos consiga de Dios la curación de las enfermedades corporales de la garganta, pero sobre todo que nos cure de aquella enfermedad espiritual de la garganta que consiste en hablar de todo lo que no se debe de hablar y en sentir miedo de hablar de nuestra santa religión y de nuestro amable Redentor, Jesucristo.
San Oscar (año 865)
Este gran misionero fue el evangelizador y primer obispo de los países escandinavos, o sea: Dinamarca, Suecia y Noruega. Murió muy joven, agotado de tanto misionar y de tanto trabajar por extender el reino de Cristo. Su muerte sucedió el 3 de febrero del año 865.

Propósito: Pediré a Dios que me conceda su gran fortaleza para ser fiel creyente hasta el final de la vida. Si no pido esta gracia quizás no la reciba, pero si la pido muchas veces la voy a conseguir, porque Jesús prometió: "Todo el que pide, recibe".

No hay comentarios:

Publicar un comentario