domingo, 12 de febrero de 2017

Párate un momento<. El Evangelio del dia 13 DE FEBRERO - LUNES – 6ª - SEMANA DEL T.O.-A San Benigno, presbítero y mártir




Evangelio según san Marcos 8, 11-13
      En aquel tiempo, se presentaron los fariseos y se pusieron a discutir con Jesús para ponerlo a prueba, le pidieron un signo del cielo.
Jesús dio un profundo suspiro y dijo:
"¿Por qué esta generación reclama un signo?
Os aseguro que se le dará un signo a esta generación".
Los dejó, se embarcó de nuevo y fue a la otra orilla.

1.  La petición de los fariseos, de que Jesús les diera un "signo", es decir, una "señal" que demostrase que él era el profeta "que tenía que venir", está atestiguada varias veces en los evangelios (Mt 12, 38-42; 16, 1. 2-4; Mc 8, 11-12; Lc 11, 16. 29-32; cf. Jn 6, 30). Dado que, de Jesús se decía que era un profeta (Mt 16, 13-14 par), es lógico que le pidieran una "señal" para probar que eso era verdad. Sobre todo, sabiendo que, en aquellos mismos años, andaban por Galilea predicadores ambulantes  de los que se decía que eran "profetas  de
señales": Teudas y el llamado "el Egipcio" (Josefo, Ant. 20, 97; De Bello, 2. 261).
Tales "señales" consistían en "milagros", hechos prodigiosos.

2.  Jesús se negó a ofrecer "señales". Por tanto, lo más seguro que hay en esta tradición evangélica es que Jesús no quiso realizar hechos prodigiosos ("milagros") para demostrar que él era el enviado de Dios.
Entonces, ¿qué sentido tienen los numerosos relatos de hechos extraordinarios de los que nos informan los evangelios?
La "señal de Jonás", de la que hablan los otros sinópticos (Mt 12, 39; Lc 11, 29), se refiere obviamente a la predicación de aquel profeta
que cambió la vida de los habitantes de Nínive. Por tanto, parece lo más lógico que el sentido de "lo extraordinario", que realizó Jesús, tiene el sentido de que, efectivamente, lo que hizo Jesús fue cambiar la vida de mucha gente.
Pero, ¿qué significa esto más en concreto?

3.  No significa que Jesús fue un mago o un curandero. Jesús le cambió (y le sigue cambiando) la vida a mucha gente, pero no por los milagros que hace, sino por la humanidad que tiene.
El "milagro", el "misterio" y la "autoridad"
son los instrumentos que, según el gran Inquisidor de Dostoievski, utilizó la Iglesia para cambiar el mensaje de Jesús y ponerlo a su servicio.
Jesús no quiere nada de eso. Porque lo que de verdad cambia la vida de la gente es la bondad, es la humanidad, es la humildad.
El problema de fondo, que hay en todo esto, está en que tenemos mal situado a Dios. El Dios de Jesús no se sitúa en "lo prodigioso", sino en "lo bondadoso", es decir, en "lo verdaderamente humano".

San Benigno, presbítero y mártir


Sobre la historia de san Benigno poco puede decirse de cierto. Alban Butler sólo se atreve a que fue un misionero romano que sufrió el martirio en Dijon, «probablemente en el reinado de Aureliano». Pero aun esto es demasiado, ya que no sabemos dónde nació san Benigno, y la fecha que Butler fija es, probablemente, bastante posterior. No es imposible que san Benigno haya sido discípulo de san Ireneo de Lyon y que le hayan martirizado en Epagny. Aunque más tarde empezó a venerársele en Dijon, lo cierto es que, a principios del siglo VI, no se le conocía allí. San Gregorio de Tours dice que, en aquella época, los habitantes de Dijon veneraban una tumba, y que su bisabuelo san Gregorio, obispo de Langres, opinaba que en ella estaba enterrado un pagano; pero un ángel le reveló milagrosamente en sueños que era el sepulcro del mártir san Benigno. Así pues, Gregorio de Langres restauró el sepulcro y construyó una basílica sobre él. El obispo no sabía nada sobre la vida del mártir, pero ciertos peregrinos que venían de Italia le regalaron una copia de «La pasión de San Benigno». Es muy poco probable que tal documento haya sido redactado en Roma, ya que, en realidad, el estilo de esa obra indica más bien que fue escrita por un contemporáneo de Gregorio de Langres en Dijon y es enteramente espuria.
La «Pasión de San Benigno» refiere que san Policarpo de Esmirna, tras la muerte de San Ireneo (quien en realidad murió cincuenta años después de san Policarpo), vio una aparición del santo. A raíz de ella, envió a dos sacerdotes, Benigno y Adoquio, así como al diácono Tirso, a predicar el Evangelio en las Galias. Tras un naufragio en Córcega, donde se unió al grupo san Andéolo, los misioneros desembarcaron en Marsella y se dirigieron a la Costa de Oro. En Autun los hospedó un tal Fausto, y san Benigno bautizó a san Sinforiano, el hijo de su huésped. Los misioneros se separaron allí. San Benigno convirtió en Langres a Santa Leonila y a sus tres nietos gemelos. Después se trasladó a Dijon, donde predicó con gran éxito y obró muchos milagros. Al estallar la persecución, el juez Terencio denunció a Benigno ante el emperador Aureliano, quien estaba entonces en la Galia (por consiguiente, el martirio de san Benigno tuvo lugar unos cien años después de la muerte de san Policarpo). El santo misionero fue aprehendido en Epagny, cerca de Dijon. Tras sufrir numerosos tormentos y pruebas, a las que opuso otros tantos milagros no menos extraordinarios, el verdugo le deshizo la cabeza con una barra de hierro y le perforó el corazón. El cadáver fue sepultado en una tumba que semejaba un monumento pagano para engañar a los perseguidores.
Mons. Duchesne ha demostrado que esta leyenda constituye el primer eslabón de una cadena de novelas religiosas, escritas a principios del siglo VI, con el objeto de describir los orígenes de las diócesis de Autun, Besançon, Langres y Valence (los santos Andoquio y Tirso, Ferréolo y Ferrucio, Benigno, Félix, Aquileo y Fortunato). Tales obras no merecen el menor crédito, y aun la existencia histórica de algunos de los mártires es dudosa.



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