19 DE AGOSTO - SÁBADO –
19ª - SEMANA
DEL T. O. - A
Evangelio según san Mateo 19, 13-15
En aquel tiempo, le presentaron unos niños a Jesús para que les
impusiera las manos y rezara por ellos, pero los discípulos les regañaban.
Jesús dijo:
"Dejadlos, no impidáis a los niños
acercarse a mí; de los que son como ellos es el Reino de los Cielos".
Les impuso las manos y se marchó de allí.
1. No se debe trivializar este breve relato,
como si se tratara de un simple incidente, en el sentido de que los niños
acudían a ver a Jesús y, con tal motivo, causaban las lógicas molestias y el
consiguiente alboroto. No.
El problema que aquí
se plantea es mucho más serio y de grandes consecuencias.
En las sociedades mediterráneas
del s. I, "esclavos, viudas y niños" eran los tres grupos más
característicos de las personas marginales. Porque eran personas sin derechos.
Personas, por tanto, que carecían de importancia y eran vistos como insignificantes
socialmente.
2. Cuando los discípulos regañan a quienes quieren
acercar los niños a Jesús, no hacen sino manifestar lo que era la mentalidad
común de aquella sociedad.
Los discípulos
pensaban que, en las cuestiones tan serías que planteaba Jesús y, sobre todo,
en el gran proyecto del reinado de Dios, las personas que carecen
de significación o relevancia social no podían
sino estorbar y, por supuesto, tales gentes no servían para nada.
Jesús, sin embargo,
veía las cosas exactamente al
revés. Para Jesús, en efecto, el proyecto que
él vino a traer a este mundo solamente se puede realizar en los que renuncian a
ser importantes e influyentes. Y solo lo llevan a cabo los que están abajo en
la sociedad y en la historia.
3. Esto no es una exaltación de los inútiles, de
los tarados, de los mediocres o de quienes están al límite de la normalidad.
Este proyecto de
Jesús no se entiende mirando hacia abajo (a los que están abajo), sino mirando
hacia arriba (a los que deciden y gestionan este mundo).
Es evidente que si ellos son los que gestionan
un mundo tan loco, tan perdido, tan injusto y tan violento, sin duda alguna, es
que la solución a este mundo no puede venir de quienes nos han conducido hasta donde
estamos, al borde mismo de la auto-destrucción. Y metidos de lleno en un
proceso de descomposición cuyo hedor se nos hace insoportable. Porque es hedor
a odio ya muerte.
Para sanear esto,
tenemos que recuperar el frescor, la sencillez, la transparencia de los niños.
Pero, sobre todo, hay que organizar las cosas de forma que no manden los que
ambicionan estar arriba, sino quienes ni se imaginan que pueden servir para ser
importantes. Porque el virus de la corrupción está en el honor y la dignidad de
los prepotentes.
San Juan Eudes
Fundador -Año 1680
Este
santo compuso una frase que se ha hecho famosa entre los creyentes. Dice así:
"Para ofrecer bien una Eucaristía se necesitarían tres eternidades: una
para prepararla, otra para celebrarla y una tercera para dar gracias".
Nació en
un pueblecito de Francia, llamado Ri (en Normandía) en el año 1601. Sus padres
no tenían hijos e hicieron una peregrinación a un santuario de Nuestra Señora y
Dios les concedió este hijo, y después de él otros cinco.
Ya desde
pequeño demostraba gran piedad, y un día cuando un compañero de la escuela lo
golpeó en una mejilla, él para cumplir el consejo del evangelio, le presentó la
otra mejilla.
Estudio
en un famoso seminario de París, llamado El Oratorio, dirigido por un gran
personaje de su tiempo, el cardenal Berulle, que lo estimaba muchísimo.
Al
descubrir en Juan Eudes una impresionante capacidad para predicar misiones
populares, el Cardenal Berulle lo dedicó apenas ordenado sacerdote, a predicar
por los pueblos y ciudades. Predicó 111 misiones, con notabilísimo éxito. Un
escritor muy popular de su tiempo, Monseñor Camus, afirmaba: "Yo he oído a
los mejores predicadores de Italia y Francia y puedo asegurar que ninguno de
ellos conmueve tanto a las multitudes, como este buen padre Juan Eudes".
Las
gentes decían de él: "En la predicación es un león, y en la confesión un cordero".
San Juan
Eudes se dio cuenta de que para poder enfervorizar al pueblo y llevarlo a la
santidad era necesario proveerlo de muy buenos y santos sacerdotes y que para
formarlos se necesitaban seminarios donde los jóvenes recibieran muy esmerada
preparación. Por eso se propuso fundar seminarios en los cuales los futuros
sacerdotes fueran esmeradamente preparados para su sagrado ministerio. En
Francia, su patria, fundó cinco seminarios que contribuyeron enormemente al
resurgimiento religioso de la nación.
Con los
mejores sacerdotes que lo acompañaban en su apostolado fundó la Congregación de
Jesús y María, o padres Eudistas, comunidad religiosa que ha hecho inmenso bien
en el mundo y se dedica a dirigir seminarios y a la predicación.
En sus
misiones lograba el padre que muchas mujeres se arrepintieran de su vida de
pecado, pero desafortunadamente las ocasiones las volvían a llevar otra vez al
mal. Una vez una sencilla mujer, Magdalena Lamy, que había dado albergue a
varias de esas convertidas, le dijo al santo al final de una misión:
"Usted se vuelve ahora a su vida de oración, y estas pobres mujeres se
volverán a su vida de pecado; es necesario que les consiga casas donde se
puedan refugiar y librarse de quienes quieren destrozar su virtud". El
santo aceptó este consejo y fundó la Comunidad de las Hermanas de Nuestra
Señora del Refugio para encargarse de las jóvenes en peligro. De esta
asociación saldrá mucho después la Comunidad de religiosas del Buen Pastor que
tienen ahora en el mundo 585 casas con 7,700 religiosas, dedicadas a atender a
las jóvenes en peligro y rehabilitar a las que ya han caído.
Este
santo propagó por todo su país dos nuevas devociones que llegaron a ser
sumamente populares: La devoción al Corazón de Jesús y la devoción al Corazón
de María. Y escribió un hermoso libro titulado: "El Admirable Corazón de
la Madre de Dios", para explicar el amor que María ha tenido por Dios y
por nosotros. Él compuso también un oficio litúrgico en honor del corazón de
María, y en sus congregaciones celebraba cada año la fiesta del Inmaculado
Corazón.
Otro de sus Libros se titula:
"La devoción al Corazón de Jesús". Por eso el Papa San Pío X llamaba
a San Juan Eudes: "El apóstol de la devoción a los Sagrados
Corazones".
Redactó
también dos libros que han hecho mucho bien a los sacerdotes: "El buen
Confesor", y "El predicador apostólico".
Murió el
19 de agosto de 1680. Su gran deseo era que de su vida y de su comportamiento
se pudiera repetir siempre lo que decía Jesús: "Mi Padre celestial me ama,
porque yo hago siempre lo que a Él le agrada".
No hay comentarios:
Publicar un comentario