8
DE AGOSTO - MARTES –
18ª
- SEMANA DEL T.O.-A
Evangelio según san Mateo 15, 1-2. 10-14
En aquel tiempo, se
acercaron a Jesús unos fariseos y letrados de Jerusalén y le preguntaron:
"¿Por qué tus discípulos desprecian la
tradición de nuestros mayores y no se lavan las manos antes de comer?
Y, llamando a la gente, les dijo:
"Escuchad y entended: No mancha al
hombre lo que entra por la boca, sino lo que sale de/a boca, eso es lo que mancha
al hombre'.
Se acercaron los discípulos y le dijeron:
"¿Sabes que los fariseos se han
escandalizado al oírte?"
Respondió él:
"La planta que no haya plantado mi Padre
del cielo, será arrancada de raíz. Dejadlos, son ciegos, guías de ciegos. Y si
un ciego guía a otro ciego, los dos caerán en el hoyo".
1. "La tradición de los mayores"
consistía en "ciertas regulaciones transmitidas por generaciones
anteriores y no recogidas en la Ley de Moisés". Así
explica lo que eran tales tradiciones Flavio
Josefo (Ant. 13.297).
En la historia de las
religiones, ocurre que se imponen observancias y prohibiciones que no constan
en los libros sagrados originales. Pero, con frecuencia, esas observancias y
esas prohibiciones son más determinantes que lo que pueda mandar o prohibir el
mismo Dios. Sin ir más lejos, en la Iglesia ocurre que se les da más importancia
a ciertas normas rituales que a la palabra del Evangelio.
- ¿Por
qué ocurre esto tantas veces?
- ¿Por
qué será que incluso esta contradicción se ve y se vive como la cosa más
natural del mundo?
2. El cristianismo nació a partir de una innovación
tan asombrosa como sorprendente, que no fue posible mantener por mucho tiempo.
La novedad del cristianismo estuvo en que Dios se reveló y se dio a conocer en
un hombre, Jesús de Nazaret. O sea, en Jesús, Dios se nos comunicó, de tal
manera que, en la medida en que seguimos a Jesús: y nos identificamos con el
modo de vida de Jesús, en esa misma medida es como encontramos a Dios.
Esto quiere decir que
a Dios no lo encontramos -ni nos
relacionamos con Él-, primordialmente y
esencialmente, ni en la fidelidad a unas verdades, ni en la observancia de unas
normas, ni mediante el cumplimiento de unos rituales, ni en el ámbito de lo
sagrado, ni en la sumisión a unas jerarquías.
Por esto, y porque
los dirigentes religiosos del tiempo de Jesús y de la sociedad en que vivió
Jesús, no
entendieron esto ni toleraron esto, por este
motivo se produjo el gran conflicto.
El conflicto que relatan los evangelios, que
fue el conflicto de Jesús con la religión. Con el Templo, con los sumos
sacerdotes, con la observancia del sábado, con los ayunos y la amistad con los
pecadores, las tensiones con los maestros de la Ley... Un conflicto que se
agravó hasta el extremo de terminar en la pasión y la muerte.
3. Retomando el evangelio de hoy, lo que daña al
ser humano no es lo que come o deja de comer, sino las acciones y convicciones
que brotan de sus deseos más profundos, es decir, de su corazón.
El fariseísmo sigue
vivo, a veces demasiado vivo, entre nosotros. Porque las observancias cumplidas
con rigor producen tranquilidad y sentimientos de cierto orgullo religioso
inconfesable. Todo eso es pura ceguera. Y enseñar eso es actuar como
"guías de ciegos", según afirma el propio Jesús. Además, una
religiosidad así se hace odiosa y hace intolerable la religión, aleja a la
gente de Dios y no mejora la conducta de las personas. Este tipo de observancias
son el cáncer de la religión y es lo que rechazó Jesús.
Santo
DOMINGO DE GUZMAN
Nació en
Caleruega (Burgos) en 1170, en el seno de una familia profundamente creyente y
muy encumbrada. Sus padres, don Félix de Guzmán y doña Juana de Aza, parientes
de reyes castellanos y de León, Aragón, Navarra y Portugal, descendían de los
condes-fundadores de Castilla. Tuvo dos hermanos, Antonio y Manés.
Durante
siete años fue educado por su tío el Arcipreste don Gonzalo de Aza, hasta los
catorce años en que fue a vivir a Palencia: seis cursos estudiando Artes
(Humanidades superiores y Filosofía); cuatro, Teología; y otros cuatro como
profesor del Estudio General de Palencia. Al terminar la carrera de Artes en
1190, recibida la tonsura, se hizo Canónigo Regular en la Catedral de Osma. Fue
en el año 1191, ya en Palencia, cuando en un rasgo de caridad heroica vende sus
libros, para aliviar a los pobres del hambre que asolaba España.
Santo
Domingo vivió una época de cambio con numerosos desafíos a los que intentó dar
respuesta
Al finalizar sus cuatro cursos de
docencia y Magisterio universitario, con veintiocho años, se recogió en su
Cabildo, en el que enseguida, por sus relevantes cualidades intelectuales y
morales, el Obispo le encomienda la presidencia de la comunidad de canónigos y
del gobierno de la diócesis en calidad de Vicario General de la misma.
En 1205,
por encargo del Rey Alfonso VIII de Castilla, acompaña al Obispo de Osma,
Diego, como embajador extraordinario para concertar en la corte danesa las
bodas del príncipe Fernando. Con este motivo, tuvo que hacer nuevos viajes, y
en sus idas y venidas a través de Francia, conoció los estragos que en las
almas producía la herejía albigense. De acuerdo con el Papa Inocencio III, en
1206, al terminar las embajadas, se estableció en el Langüedoc como predicador
de la verdad entre los cátaros. Rehúsa a los obispados de Conserans, Béziers y
Comminges, para los que había sido elegido canónicamente.
Para
remediar los males que la ignorancia religiosa producía en la sociedad, en 1215
establecen en Tolosa la primera casa de su Orden de Predicadores, cedida a
Domingo por Pedro Sella, quien con Tomás de Tolosa se asocia a su obra. En 1215
asiste al Concilio de Letrán donde solicita la aprobación de su Orden. Será un
año después, el 22 de Diciembre de 1216, cuando reciba del Papa Honorio III la
Bula “Religiosam Vitam” por la que confirma la Orden de Frailes Predicadores.
Al año
siguiente retorna a Francia y en el mes de agosto dispersa a sus frailes,
enviando cuatro a España y tres a París, decidiendo marchar él a Roma. Meses
después enviará los primeros Frailes a Bolonia.
En la
Fiesta de Pentecostés de 1220 asiste al primer Capítulo General de la Orden,
celebrado en Bolonia. En él se redactan la segunda parte de las Constituciones.
Un año después, en el siguiente Capítulo celebrado también en Bolonia, acordará
la creación de ocho Provincias.
Con su
Orden perfectamente estructurada y más de sesenta comunidades en
funcionamiento, agotado físicamente, tras breve enfermedad, murió el 6 de
agosto de 1221, a los cincuenta y un años de edad, en el convento de Bolonia,
donde sus restos permanecen sepultados. En 1234, su gran amigo y admirador, el
Papa Gregorio IX, lo canonizó.
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