21
DE AGOSTO - LUNES –
20ª
- SEMANA DEL T. O. - A
Evangelio según san Mateo 19, 16-22
En aquel tiempo, se acercó uno a Jesús y le preguntó:
Maestro, ¿qué tengo que hacer de bueno para
obtener la vida eterna?"
Jesús le contestó:
"¿Por qué me preguntas qué es bueno?
Uno solo es Bueno.
Mira, si quieres entrar en la vida, guarda
los mandamientos"
Él le preguntó:
"¿Cuáles?"
Jesús le contestó:
"No matarás, no cometerás adulterio, no
robarás, no darás falso testimonio, honra a tu padre y a tu madre, y ama a tu
prójimo como a ti mismo".
El muchacho le dijo:
"Todo eso lo he cumplido.
¿Qué me falta?"
Jesús le contestó:
"Si quieres llegar hasta el final, vende
lo que tienes, da el dinero a los pobres -así tendrás un tesoro en el cielo- y
luego vente conmigo".
Al oír esto, el joven se fue triste, porque era
rico".
1. Para comprender el
significado de este relato -tantas veces repetido y explicado en los
ambientes cristianos-, lo primero que
se ha de tener presente es que el "joven" (neanískos) (Mt 19, 20),
que pregunta a Jesús, no es un cristiano que quiere ser mejor, sino un judío
que quiere ser discípulo de Jesús.
Por tanto, lo que
aquí está en juego no es el tema de la "perfección" cristiana, que,
sobre todo a partir del s. III, desarrollaron los anacoretas y los cenobitas,
que fueron el origen de la vida religiosa. Nada de eso. Lo que aquí se plantea
no es el tema y el proyecto de la "perfección cristiana", el problema
de "los perfectos", los religiosos y religiosas, los consagrados,
extensivo a sacerdotes y obispos.
Lo que, en el relato
del joven rico, se plantea es el tema del "discipulado de Jesús". O
sea, el tema de lo básicamente cristiano. ¿Quién es un discípulo de Jesús? El
que sigue a Jesús.
2. Formar parte de quienes son discípulos de
Jesús no es algo que se tiene por el solo hecho de "cumplir los
mandamientos". Eso es lo que tenía (y tiene) que hacer un buen israelita.
Tampoco es lo
específico del discipulado la "observancia de las normas y rituales de la
religión". De esto, ni se habla en este relato. No viene al caso.
Entonces, - ¿cuál es
la condición indispensable
para alcanzar la perfección de lo que Jesús
propone?
Desprenderse de todo
lo que se tiene y darlo a los pobres. Solo el que hace eso, está capacitado
para
seguir a Jesús.
Es decir, para vivir
con Jesús. Y para vivir como vivió Jesús.
O sea, realizar en
este mundo el proyecto de Jesús.
3. El cristianismo no es una comunidad o un
movimiento de mendigos.
Cristianos son —según
la teología de los evangelios— los que asumen y hacen propio en la vida, no el
principio de la propiedad intocable, sino el proyecto de la igualdad posible. Y
esto, realizado y vivido, no meramente reducido a una "ideología",
que solo sirve para satisfacer la conciencia del que tiene esa ideología.
Porque entonces, la codicia (inconfesable) y las razones
"apostólicas" (engañosamente seductoras) terminan justificando la situación
esperpéntica de los que renuncian a los bienes, teniendo (al mismo tiempo) propiedades, capitales, inversiones
financieras..., que hacen posibles todos los "apostolados",
garantizan todas las "seguridades" y hasta propician las condiciones
básicas para la "lucha social", la
"defensa de los Derechos Humanos" o incluso para la "experiencia
mística".
Por no hablar de los
que tienen que "levantar
templos", construir "casas de
retiros" o "costear los gastos" que necesita la evangelización.
Seamos sinceros y
honestos: en el mejor de los casos, - ¿qué seguimiento de Jesús es posible en
ese embrollo de
"desprendimiento"
sustentado por "posesiones" que no estamos dispuestos a
abandonar?
San
Pio X, papa
Nació en la aldea de Riese, situada en la región
véneta, el año 1835. Primero ejerció santamente como presbítero, más tarde fue
obispo de Mantua y luego patriarca de Venecia. El año 1903 fue elegido papa.
Adoptó como lema de su pontificado: «Instaurare omnia in Christo», consigna por
la que trabajó intensamente con sencillez de espíritu, pobreza y fortaleza,
dando así un nuevo incremento a la vida de la Iglesia. Tuvo que luchar también
contra los errores doctrinales que en ella se filtraban. Murió el día 20 de
agosto del año 1914.
"Era uno de esos hombres elegidos, de los que hay
pocos, con una personalidad irresistible. Todos tenían que sentirse conmovidos
por su absoluta sencillez y su bondad angelical. Sin embargo, era algo más lo
que le hacía entrar en todos los corazones; ese "algo" se puede
definir mejor al observar que todo aquél que fue admitido a su presencia salió
con la profunda convicción de haber estado frente a un santo. Y, entre más se
sabe sobre él, mayor fuerza adquiere esta convicción".
-Baron von Pastor, historiador, sobre el Papa Pío X:
Nuestro Papa nació en 1835 con el nombre de Giuseppe
(José) Sarto, hijo de un humilde cartero, en la ciudad de Riese, en el Veneto.
Fue el segundo de diez hijos de la pobre familia. Asistió a la escuela elemental
de Riese y, gracias a las instancias del cura párroco, pasó a la escuela
superior de Castelfranco, a una distancia de ocho kilómetros, que el chico
recorría a pié dos veces al día. Más tarde, en virtud de una beca que se obtuvo
para él, pudo asistir al seminario de Padua. Por dispensa especial, se le
ordenó sacerdote a la edad de veintitrés años y, desde aquel momento, se
entregó completamente al ministerio pastoral; al cabo de dieciséis años,
ascendió a canónigo en Treviso, donde prosiguió con mayor ahínco su dura y
generosa tarea sacerdotal.
En 1884, fue consagrado obispo de Mántua, diócesis
que se hallaba en bajas condiciones morales, debido a su clero negligente hasta
el extremo de haber provocado un cisma en dos poblaciones. Fue tan limpio y brillante
el triunfo que obtuvo el obispo en el desempeño de aquel cargo plagado de
dificultades que, en 1892, el Papa León XIII consagró a Mons. Sarto como
cardenal sacerdote de San Bernardo de los Baños y, casi inmediatamente, lo
elevó a la sede metropolitana de Venecia, que comprende el título honorífico de
patriarca. Ahí se transformó en un verdadero apóstol para toda la región del
Veneto y puso de manifiesto el valor de su sencillez y su rectitud, en una sede
que se ufanaba de su magnificencia y de su pompa.
A la muerte de León XIII, en 1903, era creencia
general que habría de sucederle en la cátedra de San Pedro el cardenal Rampolla
del Tíndaro; las tres primeras votaciones del cónclave indicaron que la opinión
general estaba en lo cierto; pero entonces, el cardenal Puzyna, arzobispo de
Cracovia, comunicó a la asamblea de electores que el emperador Francisco José
de Austria imponía el veto formal contra la elección de Rampolla. El anuncio
causó una profunda conmoción; los cardenales protestaron con energía por la
intervención del emperador y las cosas llegaron al punto de efervescencia,
cuando Rampolla, con mucha dignidad, retiró su candidatura. (Actualmente se
afirma que Rampolla no habría sido elegido de ningún modo).
Al cabo de otras cuatro votaciones, resultó elegido
el cardenal Giuseppe Sarto. Así llegó a la cátedra de Pedro un hombre de
humilde cuna, sin relevantes dotes intelectuales, sin experiencia en las
diplomacias eclesiásticas, pero con un corazón tan grande que no le cabía en el
pecho, y tan bueno que parecía irradiar gracias: "un hombre de Dios que
conocía los infortunios del mundo y las penurias de la existencia y, en la
grandeza de su corazón, solo quería arreglarlo todo y consolar a todos".
Uno de los primeros actos del nuevo Papa fue el de
recurrir a la constitución "Commissum nobis", a fin de terminar, de
una vez por todas, con cualquier supuesto derecho de cualquier poder civil para
interferir en una elección papal, por el veto u otro procedimiento. Más
adelante, dio un paso cauteloso pero definitivo hacia la reconciliación entre
la Iglesia y el Estado, en Italia, al levantar prácticamente el "Non
Expedit". Su manera de hacer frente a la muy crítica situación que no
tardó en presentarse en Francia fue directa y tan efectiva como cualquiera de
los medios diplomáticos en uso. En 1905, luego de numerosos incidentes, el
gobierno francés denunció el concordato de 1801, decretó la separación de la
Iglesia y el Estado y emprendió una campaña agresiva contra la Iglesia. El
gobierno propuso crear una organización para que se preocupara de las
propiedades eclesiásticas, bajo el nombre de "associations
cultuelles", a la que muchos de los prominentes personajes católicos de
Francia deseaban someterse por vías de ensayo; pero, tras una serie de
consultas con los obispos franceses, el Papa Pío X emitió un par de
declaraciones enérgicas y dignas, por las que condenaba la ley de separación y
calificaba la "asociación" de anticanónica. A los que se quejaban de
que había sacrificado todas las posesiones de la Iglesia en Francia, les
respondió: "Aquellos se preocupaban demasiado por los bienes materiales y
muy poco por los espirituales". La separación ofreció la ventaja de que, a
partir de entonces, la Santa Sede pudo nombrar directamente a los obispos
franceses, sin la nominación previa de los poderes civiles.
El obispo de Nevers, Mons.Gauthey dijo del Papa:
"Pío X, nos emancipó de la esclavitud al costo del sacrificio de nuestras
propiedades. Que Dios le bendiga por siempre, por no haber titubeado en
imponernos ese sacrificio". La severa actitud del Papa causó tantos
trastornos y dificultades al gobierno francés que, veinte años más tarde, se
avino a concertar un nuevo acuerdo, dentro de los cánones, para la
administración de las propiedades de la Iglesia.
Contra
el Modernismo
El nombre de Pío X se vincula generalmente y con toda
razón, al movimiento que purgó a la Iglesia de ese "resumen de todas las
herejías", al que alguno tuvo la ocurrencia de llamar
"Modernismo". Un decreto del Santo Oficio fechado en 1907, condenó a
ciertos escritores y ciertas ideas; muy pronto le siguió la carta encíclica
"Pascendi dominici gregis", en la que se indicaban peligrosas
tendencias de alcance imprevisible, se señalaban y condenaban las
manifestaciones del modernismo en todos los campos. Pero también se adoptaron
medidas enérgicas y, a pesar de que hubo furiosas oposiciones, el modernismo en
la Iglesia fue desenmascarado. Ya había conquistado bastante terreno entre los
católicos y, sin embargo, no fueron pocos quienes opinaron que la condena del
Papa había sido excesiva y obscurantista.
Cinco años después, en 1910, la encíclica del Papa
sobre San Carlos Borromeo fue mal interpretada y se ofendieron los protestantes
en Alemania. Pío X publicó la explicación oficial del párrafo mal interpretado
en el Osservatore Romano y ahí mismo recomendó a los obispos alemanes que no
hiciesen más comentarios ni publicidad en torno a la encíclica, en el púlpito o
en la prensa.
Renovarlo
todo en Cristo: Eucaristía y Palabra
En su primera encíclica Pío X anunciaba que su meta
primordial era la de "renovarlo todo en Cristo" y, sin duda que con
ese propósito en mente, redactó y aprobó sus decretos sobre el sacramento de la
Eucaristía. Por ellos, recomendaba y encomiaba la comunión diaria, si fuese posible;
que los niños se acercaran a recibirla al llegar a la edad de la razón, y que
se facilitara el suministro de la comunión a los enfermos. (En la Edad Media y, posteriormente en la
época del jansenismo, los fieles católicos comulgaban rarísima vez. La comunión
diaria o muy frecuente se consideraba como algo extraordinario y aun indebido.)
También el Papa se preocupó por la Palabra, puesto
que instaba a la diaria lectura de la Biblia, aunque en este caso las
recomendaciones del Papa no fueron tan ampliamente aceptadas. Desde 1903, y con
el objeto de aumentar el fervor en el culto divino, emitió motu proprio una
serie de instrucciones sobre la música sacra, destinadas a terminar con los
abusos al respecto y a restablecer el uso del canto llano en la Iglesia. Dio
alientos a los trabajos de la comisión para la codificación de las leyes
canónicas y fue él quien llevó a cabo la completa reorganización de los
tribunales, oficinas y congregaciones de la Santa Sede. También estableció Pío
X una comisión correctora y revisora del texto Vulgata de la Biblia (este
trabajo les fue encomendado a los monjes benedictinos) y, en 1909, fundó el
Instituto Bíblico para el estudio de las Escrituras y lo dejó a cargo de la
Compañía de Jesús.
A favor
de los Pobres
Siempre consagró sus preocupaciones y actividades a
los débiles y los oprimidos. Con inusitada energía, denunció los malos tratos a
que eran sometidos los indígenas en las plantaciones de caucho del Perú. Creó y
organizó una comisión de ayuda a los damnificados, tras el desastroso terremoto
de Messina y, por cuenta propia, acogió a numerosos refugiados en el hospicio
de Santa Marta, junto a San Pedro. Sus caridades, en todas las partes del mundo
donde se necesitaban socorros, eran tan abundantes y frecuentes, que las gentes
de Roma y de toda Italia se preguntaban de dónde saldría tanto dinero. La
sencillez de sus hábitos personales y la santidad de su carácter se ponían de
manifiesto en su costumbre de visitar cada domingo, alguno de los patios,
rinconadas o plazuelas del Vaticano, para predicar, explicar y comentar el
Evangelio de aquel día, a todo el que acudiera a escucharle. Era evidente que
Pío X se sentía desconcertado y tal vez un poco escandalizado, ante la pompa y
la magnificencia del ceremonial en la corte pontificia. Cuando era patriarca de
Venecia, prescindió de una buena parte de la servidumbre y no toleró que nadie,
fuera de sus hermanas, le preparase la comida; como Pontífice, eliminó la
costumbre de conferir títulos de nobleza a sus familiares. "Por disposición
de Dios, solía decir, mis hermanas son hermanas del Papa. Eso debe
bastarles". En una ocasión, antes de cierta ceremonia, exclamó ante un
viejo amigo suyo: "¡Mira cómo me han vestido!" y se echó a llorar. A
otro de sus amigos, le confesó: "No cabe duda de que es una penitencia
verse obligado a aceptar todas estas prácticas. ¡Me condujeron entre soldados,
como a Jesús cuando le apresaron en Getsemaní!".
Estas anécdotas describen la grandeza de corazón y la
sencillez de la bondad de Pío X. A un joven inglés, protestante convertido al
catolicismo y que deseaba ser monje, pero sentía el escrúpulo de haber
estudiado muy poco, le dijo el Papa: "Para alabar a Dios bien, no se
necesita ser sabio". Un escritor de Mántua publicó un libro de carácter
sensacionalista en el que lanzaba infames acusaciones contra Pío X; éste no
quiso emprender ninguna acción legal, pero, en cuanto supo que el calumniador
se hallaba en bancarrota, el Papa le envió ayuda: "Un hombre tan
desdichado, comentó, necesita oraciones más que castigos".
Aún durante su vida, Dios utilizó al Papa Pío X como
instrumento de sus milagros y, hasta en esos casos sobrenaturales, se puso de
manifiesto su perfecta modestia y sencillez. Durante una audiencia pública, uno
de los asistentes mostró su brazo paralizado al tiempo que decía:
"¡Cúrame, Santo Padre!" El Papa se acercó sonriente, tocó el brazo
tumefacto y dijo amablemente: "Si, sí". Y, el hombre quedó curado. En
otra audiencia privada, una niña de once años que estaba paralítica pidió lo
mismo. "¡Quiera Dios concederte lo que deseas!", dijo el Pontífice.
La niña se levantó y anduvo por sí misma. Una monja que sufría de una
tuberculosis muy avanzada, le pidió la salud. "Sí", fue todo lo que
repuso Pío X, mientras ponía las manos sobre la cabeza de la religiosa. Aquella
tarde, el médico declaró que estaba completamente sana.
Primera
Guerra Mundial
El 24 de junio de 1914, la Santa Sede firmó un
concordato con Serbia; cuatro días más tarde, el archiduque Francisco de
Austria y su esposa fueron asesinados en Sarajevo; a la medianoche del 4 de
agosto, Alemania, Francia, Austria, Rusia, Gran Bretaña, Serbia y Bélgica
estaban en guerra. Era el undécimo aniversario de la elección del Papa. Pío X
no solo había vaticinado aquella guerra europea, como otros muchos, sino que
profetizó que estallaría definitivamente para el verano de 1914. Aquel
conflicto fue para el Papa un golpe fatal. "Esta será la última aflicción que
me mande el Señor. Con gusto daría mi vida para salvar a mis pobres hijos de
esta terrible calamidad". Pocos días más tarde sufrió una bronquitis; al
día siguiente, 20 de agosto, murió. Fue, en verdad, víctima de la Guerra.
"Nací pobre, he vivido en la pobreza y quiero morir
pobre", dijo en su testamento. Demostró la verdad de aquellas palabras: su
pobreza era tanta que hasta la prensa anticlerical quedó admirada.
Después del funeral en la basílica de San Pedro,
Mons. Cascioli, escribió lo siguiente: "No tengo la menor duda de que este
rincón de la cripta se convertirá, muy pronto, en un santuario, un centro de
peregrinación . . . Dios glorificará ante el mundo a este Papa cuya triple
corona fue la pobreza, la humildad y la bondad". Y así fue, por cierto. El
Pontificado de Pío X no fue tranquilo y el Papa mostró resolución en su
política. Hubo muchos que le criticaron,
lo mismo dentro que fuera de la Iglesia. Pero, al morir, todas las voces fueron
una; desde todas partes, desde todas las clases surgió un llamado para que se
reconociera la santidad de Pío X, el que fuera Giuseppe Sarto, hijo del
cartero.
En 1923, los cardenales de la curia decretaron que se
había abierto su causa, firmada por veintiocho prelados. En 1954, el Papa Pío
XII canonizó solemnemente a su predecesor ante una enorme multitud que llenaba
la Plaza de San Pedro, en Roma. Aquel fue el primer Papa al que se canonizaba
desde Pío V, en 1672.
No hay comentarios:
Publicar un comentario