22 DE AGOSTO - MARTES –
20ª - SEMANA DEL T. O. - A
Evangelio según san Mateo19, 23-30
En aquel tiempo, dijo Jesús
a sus discípulos:
"Creedme: difícilmente entrará un rico
en el Reino de los Cielos.
Lo repito: Más fácil le es a un camello pasar
por el ojo de una aguja, que a un rico entrar en el Reino de los Cielos".
Al oírlo, los discípulos dijeron espantados:
"Entonces, ¿quién puede salvarse?"
Jesús se les quedó mirando y les dijo:
para los hombres es imposible, pero Dios lo puede
todo".
Entonces le dijo Pedro:
"Pues nosotros lo hemos dejado todo y te
hemos seguido.
-
¿Qué nos va a tocar?"
Jesús les dijo:
"Creedme, cuando llegue la renovación, y
el Hijo del Hombre se siente en el trono de su gloria, también vosotros, los
que me habéis seguido, os sentaréis en doce tronos, para regir a las doce
tribus de Israel.
El que por mí deja casa, hermanos o hermanas,
padre o madre, mujer, hijos o tierras, recibirá cien veces más, y heredará la
vida eterna.
Muchos primeros serán últimos y muchos
últimos serán primeros".
1. Este diálogo de Jesús con sus discípulos es
la continuación del relato conocido del joven rico, que no fue capaz de
renunciar a su riqueza para seguir a Jesús.
En tal situación, la
sentencia de Jesús es muy dura: a los ricos les resulta imposible entrar en el
reinado de Dios. Lo cual es perfectamente comprensible: el reinado de Dios
supone, por lo menos, no querer para los demás lo que uno no quiere para sí
mismo.
Ahora bien, tal como funciona
este mundo, hay pobres porque hay ricos: Es decir, hay mucha gente que se muere
de hambre porque hay algunos que tienen de sobra y despilfarran en la
abundancia.
El Evangelio es el
proyecto que pretende cambiar de raíz este "desorden institucional"
en el que vivimos y del que muchos nos aprovechamos.
El ejemplo más
elocuente, que estamos viviendo ahora mismo,
es la contradicción en que vive Europa. El continente, en el que primero se expandió
el cristianismo, en el que está el
centro de gestión del cristianismo, en
el que se ha configurado la cultura y la tradición cristiana, los
Derechos Humanos, la Ilustración, la Modernidad..., es el continente de las
guerras mundiales, de la industria de la violencia y el latrocinio (América,
África, gran parte de Asia...).
- ¿Qué hemos hecho
con Jesús y su Iglesia?
- ¿Qué ha hecho la Iglesia
con nosotros?
2. Pero aquí tropezamos con la natural inclinación
humana a poseer y acumular. Porque eso nos da seguridad, satisface nuestros
deseos y caprichos, y nos da prestigio y estima ante mucha gente. Por eso se comprende
la negativa del joven aquel para seguir a Jesús. Y por eso se entiende también
el espanto de los discípulos cuando Jesús aseguró que los ricos no pueden
entrar en el Reino de Dios.
3. Por eso Jesús afirma que para Dios es posible
lo que para nosotros resulta imposible.
La ética de la
igualdad para todos, supera lo que da de sí la condición humana. Por eso, cuando vemos que el Evangelio
insiste tanto en la ética que privilegia a los pequeños y a los últimos, a los
que sufren y a los pobres, eso no significa que el Evangelio es un mero
proyecto social.
El proyecto social y
ético del Evangelio, si no es a base de una experiencia religiosa muy honda y
de una mística consecuente, no es posible.
Esto es capital para
entender el Evangelio.
Stª. María Reina
"La Virgen Inmaculada
... asunta en cuerpo y alma a la gloria celestial fue ensalzada por el Señor
como Reina universal, con el fin de que se asemejase de forma más plena a su
Hijo, Señor de señores y vencedor del pecado y de la muerte".
(Conc. Vat. II, Const.
dogm. Lumen gentium, n.59).
El pueblo cristiano, movido de un certero
instinto sobrenatural, siempre reconoció la regia dignidad de la Madre del
"Rey de reyes y Señor de señores".
Padre y Doctores, Papas y teólogos se hicieron eco de ese reconocimiento
y la misma halla sublime expresión en los esplendores del arte y en la
elocuente catequesis de la liturgia.
Al ser Madre de Dios, María vióse adornada por
Él con todas las gracias, prescas y títulos más nobles. Fue constituida Reina y
Señora de todo lo creado, de los hombres y aún de los ángeles. Es tan Reina
poderosa como Madre cariñosa, asociada como se halla en la obra redentora y a
la consiguiente mediación y distribución de las gracias.
Quiere la Iglesia que oigamos la voz de María
pregonando agradecida a Dios los singulares privilegios de que la colmó. El
Evangelio anuncia el Reino de Cristo, de donde fluye también el reinado
universal de María.
Esta fiesta litúrgica fue instituida por Pío
XII, y se celebra ahora en la octava de la Asunción, para manifestar claramente
la conexión que existe entre la realeza de María y su asunción a los cielos. La
piedad del medievo fue la que comenzó en Occidente a saludar con el título de
Reina a la Santísima Virgen Madre de Dios, invocándola con las palabras: Salve,
Reina caelorum; Reina caeli, laetare. Dios todopoderoso, que nos has dado como
Madre y como Reina a la Madre de tu Unigénito, concédenos que, protegidos por
su intercesión, alcancemos la gloria de tus hijos en el reino de los cielos.
Por nuestro Señor Jesucristo. Amén.
SALVE
Dios te salve, Reina y Madre de misericordia,
vida, dulzura y esperanza nuestra; Dios te salve. A Tí llamamos los desterrados
hijos de Eva; a Tí suspiramos, gimiendo y llorando en este valle de lágrimas.
Ea, pues, Señora, abogada nuestra, vuelve a nosotros esos tus ojos
misericordiosos; y después de este destierro muéstranos a Jesús, fruto bendito
de tu vientre. ¡Oh clementísima, oh piadosa, oh dulce Virgen María!
V. Ruega por nosotros, Santa Madre de Dios.
R. Para que seamos dignos de alcanzar las promesas de Nuestro Señor
Jesucristo. Amén.
HIMNO
Reina y Madre, Virgen pura,
que sol y cielo pisáis,
a vos sola no alcanzó
la triste herencia de Adán.
¿Cómo en vos, Reina de todos,
si llena de gracia estáis,
pudo caber igual parte
de la culpa original?
De toda mancha estáis libre:
¿y quién pudo imaginar
que vino a faltar la gracia
en donde la gracia está?
Si los hijos de sus padres
Toman el fuero en que están,
¿cómo pudo ser cautiva
quien dio a luz la libertad? Amén.
ORACIÓN
Dios todopoderoso, que nos has dado como Madre
y como Reina a la Madre de tu Unigénito, concédenos que, protegidos por su
intercesión, alcancemos la gloria de tus hijos en el reino de los cielos.
Reina dignísima del mundo, María Virgen
perpetua, intercede por nuestra paz y salud, tú que engendraste a Cristo Señor,
Salvador de todos.
Por nuestro Señor Jesucristo. Amén.
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