19 de Noviembre -Domingo –
33º Semana del T.O.- A
Lectura del libro de los Proverbios
(31,10-13.19-20.30-31):
Una mujer
hacendosa, ¿quién la hallará? Vale mucho más que las perlas. Su marido se fía
de ella, y no le faltan riquezas. Le trae ganancias y no pérdidas todos los
días de su vida. Adquiere lana y lino, los trabaja con la destreza de sus
manos. Extiende la mano hacia el huso, y sostiene con la palma la rueca. Abre
sus manos al necesitado y extiende el brazo al pobre.
Engañosa es la gracia, fugaz la hermosura, la que teme al Señor
merece alabanza. Cantadle por el éxito de su trabajo, que sus obras la alaben en
la plaza.
Salmo:127,1-2.3.4-5
R/. Dichoso el que teme al Señor
Dichoso el
que teme al Señor
y sigue
sus caminos.
Comerás
del fruto de tu trabajo,
serás
dichoso, te irá bien. R/.
Tu mujer,
como parra fecunda,
en medio
de tu casa; tus hijos,
como
renuevos de olivo,
alrededor
de tu mesa. R/.
Ésta es la
bendición del hombre que teme al Señor.
Que el
Señor te bendiga desde Sión,
que veas
la prosperidad de Jerusalén
todos los
días de tu vida. R/.
Lectura de la primera carta del apóstol san Pablo
a los Tesalonicenses (5,1-6):
En lo
referente al tiempo y a las circunstancias no necesitáis, hermanos, que os
escriba. Sabéis perfectamente que el día del Señor llegará como un ladrón en la
noche. Cuando estén diciendo: «Paz y seguridad», entonces, de improviso, les
sobrevendrá la ruina, como los dolores de parto a la que está encinta, y no
podrán escapar. Pero vosotros, hermanos, no vivís en tinieblas, para que ese
día no os sorprenda como un ladrón, porque todos sois hijos de la luz e hijos
del día; no lo sois de la noche ni de las tinieblas, Así, pues, no durmamos
como los demás, sino estemos vigilantes y despejados.
Lectura del santo evangelio según san Mateo
(25,14-30):
En aquel
tiempo, dijo Jesús a sus discípulos esta parábola:
«Un hombre, al irse de viaje, llamó a sus empleados y los dejó
encargados de sus bienes: a uno le dejó cinco talentos de plata, a otro dos, a
otro uno, a cada cual según su capacidad; luego se marchó.
El que recibió cinco talentos fue en seguida a negociar con
ellos y ganó otros cinco. El que recibió dos hizo lo mismo y ganó otros dos. En
cambio, el que recibió uno hizo un hoyo en la tierra y escondió el dinero de su
señor.
Al cabo de mucho tiempo volvió el señor de aquellos empleados y
se puso a ajustar las cuentas con ellos. Se acercó el que había recibido cinco
talentos y le presentó otros cinco, diciendo:
"Señor, cinco talentos me dejaste; mira, he ganado otros
cinco."
Su señor le dijo:
"Muy bien. Eres un empleado fiel y cumplidor; como has sido
fiel en lo poco, te daré un cargo importante; pasa al banquete de tu
señor."
Se acercó luego el que había recibido dos talentos y dijo:
"Señor, dos talentos me dejaste; mira, he ganado otros
dos."
Su señor le dijo:
"Muy bien. Eres un empleado fiel y cumplidor; como has sido
fiel en lo poco, te daré un cargo importante; pasa al banquete de tu
señor."
Finalmente, se acercó el que había recibido un talento y dijo:
"Señor, sabía que eres exigente, que siegas donde no
siembras y recoges donde no esparces, tuve miedo y fui a esconder mi talento
bajo tierra. Aquí tienes lo tuyo."
El señor le respondió:
"Eres un empleado negligente y holgazán. ¿Con que sabías
que siego donde no siembro y recojo donde no esparzo? Pues debías haber puesto
mi dinero en el banco, para que, al volver yo, pudiera recoger lo mío con los
intereses. Quitadle el talento y dádselo al que tiene diez. Porque al que tiene
se le dará y le sobrará, pero al que no tiene, se le quitará hasta lo que
tiene. Y a ese empleado inútil echadle fuera, a las tinieblas; allí será el
llanto y el rechinar de dientes."»
El empleado miedoso y la empresaria modelo.
La parábola del domingo
pasado (las diez muchachas) animaba a ser inteligentes y previsores. La de hoy
anima a la acción, a sacar partido de los dones recibidos de Dios. Jesús ha
usado poco antes, en otra parábola, la imagen del señor y sus empleados. Ahora
vuelve a hacerlo, pero usando el contexto de la cultura urbana y
pre-capitalista. La riqueza del señor no consiste en tierras, cultivos y
rebaños de vacas y ovejas. Consiste en millones contantes y sonantes, porque
los famosos “talentos” no tienen nada que ver con la inteligencia. El talento
era una cantidad de plata que variaba según los países, oscilando entre los 26
kg en Grecia, 27 en Egipto, 32 en Roma y 59 en Israel. Por consiguiente, los
tres administradores reciben, aproximadamente, 300, 120 y 60 kg de plata.
La parábola
…Un hombre,
al irse de viaje, llamó a sus empleados y los dejó encargados de sus bienes: a
uno le dejó cinco talentos de plata, a otro dos, a otro uno, a cada cual según
su capacidad; luego se marchó…
El empleado
miedoso, negligente y holgazán
Los dos primeros duplican
esa cantidad negociando con el dinero que les han confiado. Pero la parábola se
detiene en el tercero, que se molesta en buscar un sitio escondido, cava un
hoyo, y entierra el talento. El lector actual, conocedor de tantos casos
parecidos, se pregunta quién ha sido el más inteligente. ¿Es preferible colocar
el capital en acciones arriesgadas o guardarlo en una caja fuerte? En cambio,
el propietario de la parábola lo tiene claro: había que invertir el dinero y
sacarle provecho, como hicieron los dos primeros empleados.
¿Por qué no ha hecho igual
el tercero? Él mismo lo dice: porque conoce a su señor, le tiene miedo, y
prefirió no correr riesgo. Y termina con un lacónico: “Aquí tienes lo tuyo”.
Sin embargo, el señor no
comparte esa excusa ni esa actitud. Lo que ha movido al empleado no ha sido el
miedo, sino la negligencia y la holgazanería. Le traen sin cuidado su señor y
sus intereses. Y toma una decisión que, actualmente, habría provocado
manifestaciones y revueltas de todos los sindicatos: lo mete en la cárcel
(“echadlo fuera, a las tinieblas”).
Aplicándonos el cuento
Los sindicatos llevarían razón, y conseguirían que
readmitieran al empleado, incluso con un gran resarcimiento por daños y
perjuicios. Pero el Señor de la parábola no depende de sindicatos ni tribunales
del trabajo. Tiene pleno derecho a pedirnos cuentas a cada uno del tesoro que
nos ha encomendado.
Como
ocurría con el aceite en la parábola de las muchachas, los talentos se han
prestado a múltiples interpretaciones: cualidades humanas, don de la fe, misión
dentro de la iglesia, etc. Ninguna de ellas excluye a las otras. La parábola
ofrece una ocasión espléndida para realizar un autoexamen: ¿qué he recibido de
Dios, a todos los niveles, humano, religioso, familiar, profesional, eclesial?
¿Qué he hecho con ello? ¿Ha quedado escondido en un cajón? ¿Ha sido útil para
los demás? Como se dice en el mismo evangelio de Mateo: ¿Ha resplandecido mi
luz ante los hombres para que glorifiquen al Dios del cielo? Pienso que será
suficiente decirle: “Aquí tienes lo tuyo”.
Una
moraleja desconcertante
La parábola,
termina con unas palabras muy extrañas:
“Al que
tiene se le dará, y al que no tiene se le quitará hasta lo que tiene”.
¿En qué quedamos?
¿Tiene o no tiene? Pero la frase no se debe al error de un copista, se
encuentra así en los tres evangelios sinópticos (Mt 13,12; Mc 4,25; Lc 19,26).
Es posible que el mismo Jesús intentara aclararla más tarde mediante la
historia de un señor que encomienda su capital a tres empleados. El sentido de
la frase resulta ahora más claro: “Al que produzca se le dará,
y al que no produzca se le quitará lo que tiene”.
Esa parábola terminó en
dos versiones bastante distintas, la de Mateo, que se lee hoy, y la de Lucas
19,11-27. Lucas, para no provocar las iras de los sindicatos, no mete al
empleado holgazán en la cárcel, se limita a quitarle el denario.
La empresaria modelo (1ª lectura)
En el contexto económico de la parábola encaja
perfectamente la imagen de la mujer empresaria de la que habla el libro de los
Proverbios. La liturgia traduce “mujer hacendosa”. Pero el texto sugiere mucho
más. Habla de una mujer que es, al mismo tiempo, excelente empresaria (cosa que
quedaría más clara si la liturgia no hubiera mutilado el texto), generosa con
los necesitados y con las personas a su servicio, preocupada por sus hijos y su
marido, gozando del respeto y estima de sus conciudadanos, porque ella misma
respeta al Señor. Es interesante esta imagen propuesta por un libro bíblico
hace veintitrés o veinticuatro siglos, tan distinta de nuestro proverbio: “La
mujer casada, la pata quebrada… y en casa”.
Una mujer
hacendosa, ¿quién la hallará? Vale mucho más que las perlas. Su marido se
fía de ella, y no le faltan riquezas. Le trae ganancias y no pérdidas
todos los días de su vida. Adquiere lana y lino, los trabaja con la
destreza de sus manos. Extiende la mano hacia el huso, y sostiene con la
palma la rueca. Abre sus manos al necesitado y extiende el brazo al
pobre. Engañosa es la gracia, fugaz la hermosura, la que teme al Señor
merece alabanza. Cantadle por el éxito de su trabajo, que sus obras la
alaben en la plaza.
Quien lee el poema entero (se encuentra en Proverbios
31,10-31) advierte la enorme actividad que esta mujer desarrolla desde la
mañana temprano hasta avanzada la noche. El capital recibido de Dios (sean
cinco talentos, dos o uno) ha sabido invertirlo perfectamente.
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