miércoles, 22 de noviembre de 2017

Parate un momento: El Evangelio del dia 23 DE NOVIEMBRE -JUEVES 33ª- SEMANA DEL T.O.-A SAN CLEMENTE – I





23  DE NOVIEMBRE -JUEVES
33ª- SEMANA DEL T.O.-A
SAN CLEMENTE – I

Lectura del santo evangelio según san Lucas 9, 41-44
      En aquel tiempo, al acercarse Jesús a Jerusalén y ver la ciudad, le dijo llorando:
"¡Si al menos tú comprendieras en este día lo que conduce a la paz! Pero no: está escondido a tus ojos.
Llegará un día en que tus enemigos te rodearán de trincheras, te sitiarán, apretarán el cerco, te arrasarán con tus hijos dentro, y no dejarán piedra sobre piedra. Porque no reconociste el momento de mi venida".

1.  Como es fácil entender, este evangelio se presta a la duda: ¿Jesús pronunció estas palabras realmente así, como aquí se dice? ¿No será esto un "vaticinium ex evento", es decir, una profecía que se le atribuye a Jesús "después de saber lo que había ocurrido en Jerusalén"? Téngase en cuenta que la caída de Jerusalén sucedió el año 70, pero esta redacción definitiva del evangelio de
Lucas es posterior a ese año.
En todo caso, la cuestión que aquí se plantea es
esta: ¿Pronunció Jesús realmente unas palabras    semejantes a las que aquí se recogen, o quizá en términos menos específicos?

2.  Hay indicios de que esto se dijo antes de lo que pasó en el cerco y la invasión de la ciudad. Parece que, si esto se hubiera escrito después del desastre bélico, se podría haber aludido a las trincheras cavadas por los romanos (Josefo, De Bell. 5, 11, 4), a la circunvalación de la ciudad con una muralla de más de dos kilómetros (De Bell. 5, 12, 2), al incendio de las puertas del templo
(De Bell. 6, 4, 1) o a la demolición de la torre Antonia (De Bell. 6, 1, 3) (J. A. Fitzmyer).
El silencio sobre estos datos, y la generalidad de lo que se pone en boca de Jesús, ambas cosas parecen favorecer la autenticidad del lamento de Jesús.

3.   En todo caso, hay que admitir que, por lo menos, lo que este episodio nos revela es que Jesús, al llegar a Jerusalén, se preocupa, sobre todo, no por el fin dramático que la aguarda a él, sino por el destino dramático que le espera a la ciudad. Y con la ciudad, al pueblo entero, su patria y su pueblo.
Jesús, hasta el final, centrado más en el sufrimiento de los otros que en el sufrimiento propio. Es una de las características fundamentales del Evangelio. Pero, en todo caso, digamos (una vez más) que, ante estos pasajes de denuncia ante Israel, debemos ser sumamente cuidadosos. Para no culpar al pueblo como tal. Eso sería una falsedad. Y no serviría sino para fomentar el anti-semitismo.   Cualquier forma de intolerancia religiosa no está de acuerdo con el Evangelio.

SAN CLEMENTE – I
IV - Papa de la Iglesia Católica

Martirologio Romano: San Clemente I, papa y mártir, tercer sucesor del apóstol san Pedro, que rigió la Iglesia romana y escribió una espléndida carta a los corintios, para fortalecer entre ellos los vínculos de la paz y la concordia. Hoy se celebra el sepelio de su cuerpo en Roma († c. 101).

Breve Biografía
La comunidad cristiana de Corinto, radicada en una de las ciudades más cosmopolitas, dio -mezclados con muchas alegrías-, algunos motivos de preocupación; ya en tiempos del apóstol Pablo que adoctrinó a los primeros hubo problemas con algunos cristianos que perdían su fuerza por la boca y se mostraron indisciplinados. Años después se repitió la historia de los carismáticos que no aceptaban someterse a la autoridad de los legítimos pastores. El papa Clemente tuvo que intervenir en esos episodios poco agradables, molestos y preocupantes; era preciso corregir la desunión y evitar el peligro cismático.
Clemente I, obispo de Roma durante diez años, mandó a aquellos fieles una espléndida carta que llevaron Claudio Efebo, Valerio y Fortunato. Está escrita en griego, que era entonces el idioma oficial, y transportaba a Corinto la paternal recomendación de practicar la caridad fraterna. No figura en el escrito el nombre de su autor, pero el análisis interno induce a pensar casi con certeza que el autor, al ser obispo y de Roma, debe ser el papa Clemente, el cuarto papa, tercer sucesor de Pedro, después de Lino y Cleto, por eso se le atribuye con toda probabilidad. De hecho, así lo entendieron Eusebio de Cesarea que califica la carta como "universalmente admitida, larga y admirable", Orígenes y el resto de los escritores eclesiásticos.
Clemente está incluido en el Canon de la Misa y aparece mencionado en los antiguos calendarios.
Algunas Actas legendarias -con toda probabilidad falsas- lo presentan emparentado con la familia imperial, como si fuera primo de Domiciano, o pariente de aquel Flavio Clemente al que mandó matar el emperador por el crimen de "ateísmo". Otros testimonios aducen su condición de liberto de la casa Flavia; unos afirman que procedía del paganismo, mientras que otros lo presentan con ascendencia judía. Hay quien lo quiere identificar con el homónimo mencionado por al Apóstol Pablo en la carta a los filipenses como colaborador suyo, y hasta afirma alguno más que fue convertido en Roma por la predicación de Pedro.
Sea como fuere, a través del escrito se ve la fina figura de un papa conocedor del Antiguo y Nuevo Testamento y bien experimentado en el espíritu de oración. Habla de forma arrebatada de la fe, origen de la disposición humilde de donde nace la aceptación de la autoridad; expone -con la seguridad que dan las disposiciones divinas y no las componendas humanas- la existencia de la autoridad jerárquica proveniente de la voluntad fundacional de Cristo, y llama a la comunidad universal de los creyentes "cuerpo de Cristo" y "rebaño"; no falta el recurso a la "tradición recibida" para llegar a la concordia de la fe y recuperar la paz.
Es admirable descubrir con nitidez la conciencia de su autoridad y de su obligación universal al intervenir en uno de los primeros conflictos, en virtud de su suprema autoridad. Con tono dignísimo y de gran solicitud paternal, Roma ordenó y fue obedecida.
La carta se considera tan autorizada por los destinatarios que sesenta años más tarde aún se leía a los fieles, en la asamblea dominical, según consta por testimonio de Dionisio de Corinto.
Párrafos de la carta de Clemente dan a entender que se escribió al finalizar una de las persecuciones, probablemente la de Domiciano, emperador al que el poder lo cambió inesperadamente de pacífico a cruel.

Clemente ¿murió mártir al final del siglo I?.
En torno a su muerte tampoco falta el relato imaginativo de las actas tardías (s. IV) configuradas con una frondosa literatura que intenta realzar la figura del santo. Suponen que el emperador Trajano le desterró al Quersoneso, en Crimea, condenándole a trabajos forzados en una cantera, por negarse a dar culto a los ídolos. La leyenda referirá abundancia de hechos prodigiosos como el haber sido arrojado al agua en el mar Negro con un ancla atada a su cuello; pero un ángel enviado por Dios hizo en el fondo del mar un magnífico sepulcro de mármol; cada aniversario de su muerte podían los fieles visitarlo a pie seco y cuando una madre olvidó en una ocasión allí a su hijo, lo encontró al año siguiente vivo.
El ancla que está presente en su iconografía más bien nos sugiere la firmeza de la fe y la seguridad de la unidad de las que fue Clemente eminente campeón con su enérgica defensa al mantener el principio de la autoridad primacial de la sede romana. En medio de las persecuciones, es el obispo de Roma la indiscutible voz suprema del magisterio.



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