lunes, 27 de noviembre de 2017

Párate un momento: El Evangelio del dia 28 DE NOVIEMBRE - MARTES 34ª - SEMANA DEL T. O.-A Stª- Catalina Labouré





28  DE NOVIEMBRE  -  MARTES
34ª - SEMANA DEL T. O.-A

Lectura del santo evangelio según san Lucas 21, 5-11
      En aquel tiempo, algunos ponderaban la belleza del templo, por la calidad de la piedra y los exvotos.
Jesús les dijo:
"Esto que contempláis, llegará un día en que no quedará piedra sobre piedra: todo será destruido".
Ellos le preguntaron:
"Maestro, ¿cuándo va a ser esto?, ¿y cuál será la señal de que todo eso está para suceder?"
Él contestó:
"Cuidado con que nadie os engañe. Porque muchos   vendrán usando mi nombre, diciendo: "Yo soy", o bien "el momento está cerca"; no vayáis tras ellos. Cuando oigáis noticias de guerras y de revoluciones, no tengáis pánico. Porque eso tiene que ocurrir primero, pero el final no vendrá enseguida".
Luego les dijo:
"Se alzará pueblo contra pueblo y reino contra reino, habrá grandes terremotos, y en diversos países epidemias y hambre. Habrá también espantos y grandes signos en el cielo".

1.  Lo primero que Jesús anuncia, en este evangelio, es la destrucción del boato, la ostentación y la suntuosidad como signos de la presencia de Dios y como   medios para relacionarse con Dios. Es la destrucción de la idea según la cual lo mejor, lo más valioso, lo má rico y refinado, debe ser para el Señor: para adornar su templo, su sagrario, sus imágenes... O también para el
esplendor de los representantes de Dios en la tierra: el esplendor del Papa y sus cardenales, la excelencia de los palacios episcopales, el lujo de no pocas liturgias... Todo eso, que en otros tiempos impresionaba a la gente, cada día impresiona menos. Y ya hay muchas personas para quienes toda esa farándula produce los efectos de un vomitivo.

2.  También habla Jesús de los agoreros que van por ahí anunciando el fin del mundo o poco menos.  El papa Juan XXIII, en su discurso de apertura del conocido Vaticano II, se lamentaba de "quienes en los   tiempos modernos no ven otra cosa que prevaricación y ruina". Y el Papa añadía:  "Nos parece necesario decir disentimos de esos profetas de calamidades que siempre están anunciando adustos sucesos".
Jesús no fue un "profeta de calamidades". Al contrario, les dijo a sus discípulos: "Cuidado con que nadie os engañe'. Hoy abundan los fundamentalistas apocalípticos, que ven ruina y devastación en todo lo que no cuadra con su personal visión de las cosas. Eso no es "evangelio". Eso es "fanatismo" intolerante.

3.  El anuncio de guerras, terremotos, calamidades   y epidemias, no es sino el ropaje de los profetas de Israel, cuando en el destierro de Babilonia anuncian la caída del poder opresor, de donde resultará un viraje en la historia "Jer 4, 20-23; Ez 32, 7 s; cf. Joel 2, 10; 3, 4; 4, 15; Am 8, 9) (J. Mateos).
Jesús no amenaza con desgracias, sino que abre puertas a la esperanza. Y así motiva incesantemente a la utopía del reinado de Dios: el triunfo de la humanidad sobre la deshumanización. Tal tiene que ser el talante de los discípulos de Jesús.

Stª- Catalina Labouré

Religiosa - Año 1876

Oh María sin pecado concebida:
Ruega por nosotros que recurrimos a Ti.
Santa Catalina Labouré. Esta fue la santa que tuvo el honor de que la Stma. Virgen se le apareciera para recomendarle que hiciera la Medalla Milagrosa.
Nació en Francia, de una familia campesina, en 1806. Al quedar huérfana de madre a los 8 años le encomendó a la Stma. Virgen que le sirviera de madre, y la Madre de Dios le aceptó su petición.
Como su hermana mayor se fue de monja vicentina, Catalina tuvo que quedarse al frente de los trabajos de la cocina y del lavadero en la casa de su padre, y por esto no pudo aprender a leer ni a escribir.
A los 14 años pidió a su papá que le permitiera irse de religiosa a un convento pero él, que la necesitaba para atender los muchos oficios de la casa, no se lo permitió. Ella le pedía a Nuestro Señor que le concediera lo que tanto deseaba: ser religiosa. Y una noche vio en sueños a un anciano sacerdote que le decía: "Un día me ayudarás a cuidar a los enfermos". La imagen de ese sacerdote se le quedó grabada para siempre en la memoria.
Al fin, a los 24 años, logró que su padre la dejara ir a visitar a la hermana religiosa, y al llegar a la sala del convento vio allí el retrato de San Vicente de Paúl y se dio cuenta de que ese era el sacerdote que había visto en sueños y que la había invitado a ayudarle a cuidar enfermos. Desde ese día se propuso ser hermana vicentina, y tanto insistió que al fin fue aceptada en la comunidad.
Siendo Catalina una joven monjita, tuvo unas apariciones que la han hecho célebre en toda la Iglesia. En la primera, una noche estando en el dormitorio sintió que un hermoso niño la invitaba a ir a la capilla. Lo siguió hasta allá y él la llevó ante la imagen de la Virgen Santísima. Nuestra Señora le comunicó esa noche varias cosas futuras que iban a suceder en la Iglesia Católica y le recomendó que el mes de Mayo fuera celebrado con mayor fervor en honor de la Madre de Dios. Catalina creyó siempre que el niño que la había guiado era su ángel de la guarda.
      Santa Catalina y la Santísima Virgen. Pero la aparición más famosa fue la del 27 de noviembre de 1830. Estando por la noche en la capilla, de pronto vio que la Stma. Virgen se le aparecía totalmente resplandeciente, derramando de sus manos hermosos rayos de luz hacia la tierra. Y le encomendó que hiciera una imagen de Nuestra Señora, así como se le había aparecido y que mandara hacer una medalla que tuviera por un lado las iniciales de la Virgen MA, y una cruz, con esta frase "Oh María, sin pecado concebida, ruega por nosotros que recurrimos a Ti". Y le prometió ayudas muy especiales para quienes lleven esta medalla y recen esa oración.
Catalina le contó a su confesor esta aparición, pero él no le creyó. Sin embargo, el sacerdote empezó a darse cuenta de que esta monjita era sumamente santa, y se fue donde el Sr. arzobispo a consultarle el caso. El Sr. arzobispo le dio permiso para que hicieran las medallas, y entonces empezaron los milagros.
Las gentes empezaron a darse cuenta de que los que llevaban la medalla con devoción y rezaban la oración "Oh María sin pecado concebida, ruega por nosotros que recurrimos a Ti", conseguían favores formidables, y todo el mundo comenzó a pedir la medalla y a llevarla. Hasta el emperador de Francia la llevaba y sus altos empleados también.
En París había un masón muy alejado de la religión. La hija de este hombre obtuvo que él aceptara colocarse al cuello la Medalla de la Virgen Milagrosa, y al poco tiempo el masón pidió que lo visitara un sacerdote, renunció a sus errores masónicos y terminó sus días como creyente católico.
      La Medalla Milagrosa. Catalina le preguntó a la Stma. Virgen por qué de los rayos luminosos que salen de sus manos, algunos quedan como cortados y no caen en la tierra. Ella le respondió: "Esos rayos que no caen a la tierra representan los muchos favores y gracias que yo quisiera conceder a las personas, pero se quedan sin ser concedidos porque las gentes no los piden". Y añadió: "Muchas gracias y ayudas celestiales no se obtienen porque no se piden".
Después de las apariciones de la Stma. Virgen, la joven Catalina vivió el resto de sus años como una cenicienta escondida y desconocida de todos. Muchísimas personas fueron informadas de las apariciones y mensajes que la Virgen Milagrosa hizo en 1830. Ya en 1836 se habían repartido más de 130,000 medallas. El Padre Aladel, confesor de la santa, publicó un librito narrando lo que la Virgen Santísima había venido a decir y prometer, pero sin revelar el nombre de la monjita que había recibido estos mensajes, porque ella le había hecho prometer que no diría a quién se le había aparecido. Y así mientras esta devoción se propagaba por todas partes, Catalina seguía en el convento barriendo, lavando, cuidando las gallinas y haciendo de enfermera, como la más humilde e ignorada de todas las hermanitas, y recibiendo frecuentemente maltratos y humillaciones.
En 1842 sucedió un caso que hizo mucho más popular la Medalla Milagrosa y sucedió de la siguiente manera: el rico judío Ratisbona, fue hospedado muy amablemente por una familia católica en Roma, la cual como único pago de sus muchas atenciones, le pidió que llevara por un tiempo al cuello la medalla de la Virgen Milagrosa. Él aceptó esto como un detalle de cariño hacia sus amigos, y se fue a visitar como turista el templo, y allí de pronto frente a un altar de Nuestra Señora vio que se le aparecía la Virgen Santísima y le sonreía. Con esto le bastó para convertirse al catolicismo y dedicar todo el resto de su vida a propagar la religión católica y la devoción a la Madre de Dios. Esta admirable conversión fue conocida y admirada en todo el mundo y contribuyó a que miles y miles de personas empezaran a llevar también la Medalla de Nuestra Señora (lo que consigue favores de Dios no es la medalla, que es un metal muerto, sino nuestra fe y la demostración de cariño que le hacemos a la Virgen Santa, llevando su sagrada imagen).
Desde 1830, fecha de las apariciones, hasta 1876, fecha de su muerte, Catalina estuvo en el convento sin que nadie se le ocurriera que ella era a la que se le había aparecido la Virgen María para recomendarle la Medalla Milagrosa. En los últimos años obtuvo que se pusiera una imagen de la Virgen Milagrosa en el sitio donde se le había aparecido (y al verla, aunque es una imagen hermosa, ella exclamó: "Oh, la Virgencita es muchísimo más hermosa que esta imagen").
Al fin, ocho meses antes de su muerte, fallecido ya su antiguo confesor, Catalina le contó a su nueva superiora todas las apariciones con todo detalle y se supo quién era la afortunada que había visto y oído a la Virgen. Por eso cuando ella murió, todo el pueblo se volcó a sus funerales (quien se humilla será enaltecido).
 Santa Catalina Labouré en su tumba. Poco tiempo después de la muerte de Catalina, fue llevado un niño de 11 años, inválido de nacimiento, y al acercarlo al sepulcro de la santa, quedó instantáneamente curado.
En 1947 el santo Padre Pío XII declaró santa a Catalina Labouré, y con esa declaración quedó también confirmado que lo que ella contó acerca de las apariciones de la Virgen sí era Verdad.




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