17 DE NOVIEMBRE – VIERNES –
32ª -SEMANA DEL T.O.-A
Lectura del santo evangelio según san Lucas 17,
26-37
En aquel
tiempo, dijo Jesús a sus discípulos: "Como sucedió en los días de Noé, así
será también en los días del Hijo del Hombre: comían, bebían y se casaban,
hasta el día que Noé entró en el arca; entonces llegó el diluvio y acabó con todos. Lo mismo sucedió en tiempos de Lot: comían,
compraban, vendían, sembraban, construían; pero el día que Lot salió de Sodoma, llovió fuego y azufre del cielo y
acabó con todos.
Así sucederá el día que se manifieste el Hijo del Hombre. Aquel
día, si uno está en la azotea y tiene sus cosas en casa que no baje por ellas;
si uno está en el campo, que no vuelva.
Acordaos de la mujer de Lot. El que
pretenda guardarse su vida, la perderá; y el que la pierda, la recobrará. Os
digo esto: aquella noche estarán dos en una cama: a uno se lo llevarán y al otro
lo dejarán; estarán dos moliendo juntas: a una se la llevarán y a la otra la
dejarán; estarán dos en el campo: a uno se lo llevarán y al otro lo dejarán.
Ellos le preguntaron:
"¿Dónde, Señor?"
Él contestó:
"Donde está el cadáver se reunirán los buitres".
1. Nos encontramos aquí con uno de los textos
más característicos de la literatura "apocalíptica", que estuvo muy
presente en ciertos momentos y algunos escritos del Nuevo Testamento. Se puede decir
que la "apocalíptica" es la espera de un mundo nuevo, expresada en
escritos secretos que contienen revelaciones divinas; en ese mundo nuevo, Dios
realizará su plan sobre Israel y sobre la creación, frente a la resistencia de
las potencias del mal que dominan el
mundo actual (G. Theissen, A. Merz).
Pero hay que distinguir entre "profecía"
y "apocalíptica". Esto supuesto, Jesús representó una variante en la
espera apocalíptica o espera del mundo nuevo.
Porque la predicación de Jesús unió la "apocalíptica" con la
"profecía".
2. En
esta unión de apocalíptica y profecía, las catástrofes inesperadas sirven de metáfora
para el juicio final. El evangelio de hoy, con el recuerdo de los mitos de Noé
y Lot, es un ejemplo claro en este sentido. Este procedimiento tiene la ventaja de que une
las catástrofes (míticas) primitivas con experiencias de la vida cotidiana: el
trabajo, el descanso, la convivencia. Lo cual ayuda a los lectores del texto
evangélico para avivar el sentido de responsabilidad ante un mundo que es transitorio y vive en
tensión, por su misma transitoriedad, hacia un final que será, al mismo
tiempo el comienzo de un mundo distinto
y radicalmente nuevo.
3. Pero esta forma literaria de plantear una cuestión,
tan problemática y confusa tiene el serio inconveniente de que (quizá de forma
inevitable) presenta una imagen de Dios castigador, con trazos de juicio
vengativo, que en nada se parece al Padre bondadoso del que nos habló Jesús a
lo largo de sus años de predicación anunciando el Reino de Dios.
Por muy importante que sea pensar en el fin del
mundo, lo decisivo es tener siempre muy claro que el Padre-Dios es siempre bueno,
siempre acogedor, siempre comprensivo y jamás castigador o peligroso.
Stª - ISABEL DE HUMGRIA
Viuda - (1207- 1231)
"Que el Señor nos conceda como a su
buena Isabel, el don de un gran desprendimiento para dedicar nuestra vida y nuestros bienes a ayudar a los más
necesitados."
SU VIDA
Isabel, a los 15 años fue dada en matrimonio por su padre el Rey de
Hungría al príncipe Luis VI de Turingia, el matrimonio tuvo tres hijos. Se
amaban tan intensamente que ella llegó a exclamar un día: "Dios mío, si a
mi esposo lo amo tantísimo, ¿Cuánto más debiera amarte a Ti?". Su esposo
aceptaba de buen modo las santas exageraciones que Isabel tenía en repartir a
los pobres cuanto encontraba en la casa. Él respondía a los que criticaban:
"Cuanto más demos nosotros a los pobres, más nos dará Dios a
nosotros".
Cuando apenas de veinte años y con su hijo menor recién nacido, su
esposo, un cruzado, murió en un viaje a defender Tierra Santa. Isabel casi se desespera al oír la noticia,
pero luego se resignó y aceptó la voluntad de Dios. Rechazó varias ofertas de matrimonio
y se decidió entonces a vivir en la pobreza y dedicarse al servicio de los más
pobres y desamparados.
El sucesor de su marido la desterró del castillo y tuvo que huir con
sus tres hijos, desprovistos de toda ayuda material. Ella, que cada día daba de
comer a 900 pobres en el castillo, ahora no tenía quién le diera para el
desayuno. Pero confiaba totalmente en Dios y sabía que nunca la abandonaría, ni
a sus hijos. Finalmente, algunos
familiares la recibieron en su casa, y más tarde el Rey de Hungría consiguió
que le devolvieran los bienes que le pertenecían como viuda, y con ellos
construyó un gran hospital para pobres, y ayudó a muchas familias necesitadas.
Un Viernes Santo, después de las ceremonia, cuando ya habían
desvestido los altares en la iglesia, se arrodilló ante uno y delante de varios
religiosos hizo voto de renuncia de todos sus bienes y voto de pobreza, como
San Francisco de Asís, y consagró su vida al servicio de los más pobres y desamparados.
Cambió sus vestidos de princesa por un simple hábito de hermana franciscana, de
tela burda y ordinaria, y los últimos cuatro años de su vida (de los 20 hasta
los 24 años) se dedicó a atender a los pobres enfermos del hospital que había
fundado. Se propuso recorrer calles y campos pidiendo limosna para sus pobres,
y vestía como las mujeres más pobres del campo. Vivía en una humilde choza
junto al hospital. Tejía y hasta pescaba, con tal de obtener con qué
compararles medicinas a los enfermos.
Tenía un director espiritual que para ayudarla en su camino a la
santidad, la trataba duramente. Ella exclamaba: "Dios mío, si a este
sacerdote le tengo tanto temor, ¿cuánto más te debería temer a Ti, si
desobedezco tus mandamientos?"
Un día, cuando todavía era princesa, fue al templo vestida con los
más exquisitos lujos, pero al ver una imagen de Jesús crucificado pensó:
"¿Jesús en la Cruz despojado de todo y coronado de espinas, y yo con
corona de oro y vestidos lujosos?". Nunca más volvió con vestidos lujosos
al templo de Dios.
Una vez se encontró un leproso abandonado en el camino, y no teniendo
otro sitio en dónde colocarlo por el momento, lo acostó en la cama de su marido
que estaba ausente. Llegó este inesperadamente y le contaron el caso. Se fue
furioso a regañarla, pero al llegar a la habitación, vio en su cama, no el
leproso sino un hermoso crucifijo ensangrentado. Recordó entonces que Jesús
premia nuestros actos de caridad para con los pobres como hechos a Él mismo.
El pueblo la llamaba "la mamacita buena".
Uno sacerdotes de aquella época escribió: "Afirmo delante de
Dios que raramente he visto una mujer de una actividad tan intensa, unida a una
vida de oración y de contemplación tan elevada". Algunos religiosos
franciscanos que la dirigían en su vida de total pobreza afirman que varias
veces, cuando ella regresaba de sus horas de oración, la vieron rodeada de
resplandores y que sus ojos brillaban como luces muy resplandecientes.
El mismo emperador Federico II afirmó: "La venerable Isabel, tan
amada de Dios, iluminó las tinieblas de este mundo como una estrella luminosa
en la noche oscura".
Cuando apenas cumplía 24 años, el 17 de noviembre del año 1231, pasó
de esta vida a la eternidad. A sus funerales asistieron el emperador Federico
II y una multitud tan grande formada por gentes de diversos países y de todas
las clases sociales, que los asistentes decían que no se había visto ni quizá
se volvería a ver en Alemania un entierro tan concurrido y fervoroso como el de
Isabel de Hungría, la patrona de los pobres.
El mismo día de la muerte de la santa, a un hermano lego se le
destrozó un brazo en un accidente y estaba en cama sufriendo terribles dolores.
De pronto vio a parecer a Isabel en su habitación, vestida con trajes
hermosísimos. Él dijo: "¿Señora, Usted que siempre ha vestido trajes tan
pobres, por qué ahora tan hermosamente vestida?". Y ella sonriente le
dijo: "Es que voy para la gloria. Acabo de morir para la tierra. Estire su
brazo que ya ha quedado curado". El paciente estiró el brazo que tenía
totalmente destrozado, y la curación fue completa e instantánea.
Dos días después de su entierro, llegó al sepulcro de la santa un
monje cisterciense el cual desde hacía varios años sufría un terrible dolor al
corazón y ningún médico había logrado aliviarle de su dolencia. Se arrodilló
por un buen rato a rezar junto a la tumba de la santa, y de un momento a otro
quedó completamente curado de su dolor y de su enfermedad.
Estos milagros y muchos más, movieron al Sumo Pontífice a declararla
santa, cuando apenas habían pasado cuatro años de su muerte.
Santa Isabel de Hungría es patrona de la Arquidiócesis de Bogotá.
Una Historia
No faltó quien acusó a la princesa ante el propio duque de estar
dilapidando los caudales públicos y dejar exhaustos los graneros y almacenes.
El margrave Luis quería a su esposa con delirio, pero no pudo resistir, sin
duda, el acoso de sus intendentes y les pidió una prueba de su acusación.
-- Espera un poco -le dijeron- y verás salir a la señora con la
faltriquera llena.
Efectivamente, poco tuvo que esperar el duque para ver a su mujer que
salía, como a hurtadillas, de palacio cerrando cautelosamente la puerta.
Violentamente la detuvo y la preguntó con dureza:
-- ¿Qué llevas en la falda?
-- Nada..., son rosas -contestó Isabel tratando de disculparse, sin
recordar que estaba en pleno invierno-.
Y, al extender el delantal, rosas eran y no mendrugos de pan lo que
Isabel llevaba, porque el Señor quiso salir fiador de la palabra de su sierva.
ORACIÓN
Oh Dios misericordioso, alumbra los corazones
de tus
fieles; y por las súplicas gloriosas de Santa Isabel, haz que despreciemos las
prosperidades mundanales, y gocemos siempre de la celestial consolación. Por
nuestro Señor Jesucristo. Amén.
No hay comentarios:
Publicar un comentario