2 DE NOVIEMBRE - JUEVES –
TODOS LOS FIELES DIFUNTOS
Lectura del santo evangelio según san Juan 17, 24-26
En aquel tiempo, elevando los ojos al cielo,
Jesús oró diciendo:
"Padre, este es mi deseo: que los que me confiaste estén
contigo, donde yo estoy, y contemplen mi gloria, la que me diste porque me amabas,
antes de la fundación del mundo.
Padre justo, si el mundo no te ha
conocido, yo te he conocido, y estos han conocido que tú me enviaste. Les he
dado a conocer y les daré a conocer tu Nombre, para que el amor que me tenías
esté en ellos, como también yo estoy en ellos'.
1. Es
inevitable que el día de los difuntos
recordemos a los que murieron, especialmente a quienes, por vínculos de
sangre, amistad o admiración, representan algo importante en la vida. Sin
embargo, lo que más importa en este día, no es mirar a lo que ya pasó, sino
centrar nuestra atención en lo que todos
tenemos
que afrontar: el problema del futuro, de nuestro futuro, en la muerte y después
de la muerte.
2. Para
poner algo de claridad en este asunto, lo primero debe ser esto: el ser humano
no es un compuesto de dos elementos, el cuerpo y el alma.
Esta distinción no tiene su fundamento en la Biblia.
Ni tampoco en el pensamiento griego antiguo, anterior al s. V.
El pensamiento bíblico no es dualista, sino unitario.
Y en el pensamiento griego más original el "alma" no era prisionera
del cuerpo; era la vida o el espíritu del cuerpo (N. K. Chadwick).
El ser humano implica esencialmente
corporalidad, es decir, se constituye por un cuerpo animado por el espíritu.
3. La
consecuencia lógica, que se sigue de lo dicho, es que la muerte no consiste en la
separación del alma y el cuerpo. La muerte no es una separación, sino una
transformación
de nuestra existencia entera.
Si creemos que Jesús Resucitado es EL VIVIENTE,
de nuestra fe en la resurrección
tendríamos que deducir que el día de los difuntos es el día de la esperanza y,
por tanto, de LA VIDA.
2 de
noviembre día de los Difuntos
Sentido del día
Esta fiesta responde a una larga tradición de fe en la Iglesia:
orar por aquellos fieles que han acabado su vida terrena y que se encuentran
aún en estado de purificación en el Purgatorio. El Catecismo de la Iglesia
Católica nos recuerda que los que mueren en gracia y amistad de Dios pero no
perfectamente purificados, pasan después de su muerte por un proceso de
purificación, para obtener la completa hermosura de su alma.
La Iglesia llama "Purgatorio" a esa purificación; y
para hablar de que será como un fuego purificador, se basa en aquella frase de
San Pablo que dice: "La obra de cada uno quedará al descubierto, el día en
que pasen por fuego. Las obras que cada cual ha hecho se probarán en el
fuego". (1Cor. 3, 14).
La práctica de orar por los difuntos es sumamente antigua. El
libro 2º de los Macabeos en el Antiguo Testamento dice: "Mandó Juan
Macabeo ofrecer sacrificios por los muertos, para que quedaran libres de sus
pecados" (2Mac. 12, 46); y siguiendo esta tradición, la Iglesia desde los
primeros siglos ha tenido la costumbre de orar por los difuntos.
Al respecto, San Gregorio Magno afirma: "Si Jesucristo dijo
que hay faltas que no serán perdonadas ni en este mundo ni en el otro, es señal
de que hay faltas que sí son perdonadas en el otro mundo. Para que Dios perdone
a los difuntos las faltas veniales que tenían sin perdonar en el momento de su
muerte, para eso ofrecemos misas, oraciones y limosnas por su eterno
descanso". Estos actos de piedad son constantemente alentados por la
Iglesia.
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