6 DE NOVIEMBRE - LUNES
31ª - SEMANA DEL
T.O.-A
SAN PEDRO
POVEDA
Lectura del santo evangelio según san Lucas 14,
12-14
En aquel tiempo, decía Jesús a uno de los
principales fariseos que le había invitado:
"Cuando des una comida o una cena, no invites a tus amigos
ni a tus hermanos ni a tus parientes ni a los vecinos ricos; porque
corresponderán invitándote y quedarás pagado.
Cuando des un banquete, invita a pobres, lisiados, cojos y ciegos;
dichoso tú, porque no pueden pagarte; te pagarán cuando resuciten los
justos".
1. Jesús
habla aquí, no ya de la "comida", sino de la "comensalía".
La comida es llenar el estómago para quitarse el hambre. La comensalía es compartir la
comida
con otros. El problema de la alimentación es espantosamente grave en el mundo, ya
que hay ahora mismo más de mil
doscientos millones de seres humanos
que no pueden recibir las calorías diarias para seguir viviendo.
Pero, relacionado con la alimentación, hay otro
problema que es más grave, en cuanto que es un problema global. Se trata de la
alimentación vivida como comensalía.
Damos limosna para que otros coman, pero jamás los sentamos en nuestra
mesa. Es decir, no estamos dispuestos a compartir la fuente de la
vida.
Por tanto, no estamos dispuestos a compartir la vida.
2. Jesús
dice aquí que la "ayuda" a otros no debe ser nunca un "negocio".
Invitar para luego ser invitado, eso es indigno.
La comensalía es auténtica cuando es desinteresada.
Por eso tiene tanto valor y tanta ejemplaridad la comensalía con quienes sabes
que no pueden pagarte con nada.
Entonces -y solo entonces- es posible
"la cena que recrea y enamora" (Juan de la Cruz).
3. A
partir de lo dicho, se comprende el valor y la significación que tiene el hecho
y el gesto de compartir mesa y mantel, no con cualquiera, sino precisamente con
los pobres. Nunca haciendo eso como gesto de humildad o de mortificación, ya
que eso sería humillar más a los que ya están demasiado humillados. Sino
haciendo eso a partir del convencimiento de que tienen que desaparecer los estratos sociales, con vistas a un mundo
utópico, que anticipa ese futuro soñado, en el que todos los
humanos (cada cual en su oficio y según sus talentos) comparte la vida
con los otros, sean quienes sean.
Si el Evangelio no llega a esto, el Evangelio puede
ser una fuente de engaño: nos hace pensar que creemos en él, cuando en realidad estamos demasiados
lejos de su ideal más alto: la comensalía como gran símbolo de la vida.
Los primeros cristianos le llamaron a esto la
"fracción del pan", la "cena del Señor", la
"eucaristía".
4. Una sociedad,
en la que se dicen tantas misas y se organizan procesiones del Corpus, en la
que la Iglesia tiene una presencia palpable e incluso destacada, tendría que
ser una sociedad muy distinta de esta sociedad que tenemos en España, en
Europa, en los países cristianos de tradiciones seculares.
Una sociedad como la nuestra tendría que
gestionarse sobre la base de unas leyes y unas autoridades, que deberían
cuidar, ante todo, de los más desamparados.
Con unas leyes laborales y empresariales consecuentes. En todo caso, lo que no cabe en cabeza humana
es que los que más vamos a la Iglesia, seamos los que consintamos leyes y gobernantes
que roben a quienes menos tienen. Y si no llegamos a esto, ¿de qué
nos
sirve creer en el Evangelio?
San Pedro Poveda nació en Linares,
el 3 de diciembre de 1874. Murió el 28 de julio de 1936 en el inicio de la
guerra civil española. Dio testimonio de su fe cristiana y de su ser sacerdote
hasta el último momento. Fue canonizado por el Papa Juan Pablo II el 4 de mayo
de 2003.
Pedro Poveda es un santo para
nuestros días. Su vida es la del creyente que vive la fe en el día a día y que
no vacila en confesarla, aún en medio de la dificultad.
“Mi creencia y mi fe, no es
vacilante, es firme inquebrantable¨.
Son palabras suyas en 1920.
Palabras vividas desde su juventud y en las difíciles circunstancias en las que
le tocó vivir.
Cuando las escribió, Poveda estaba
a punto de trasladarse a Madrid con un nombramiento de Capellán de la Casa
Real. En la capital (1921-1936), Poveda se relacionó con las principales asociaciones
y personalidades de la vida intelectual y pedagógica que, desde la orilla
creyente, se esforzaban por defender la autonomía de la labor docente en medio
del ambiente de descristianización programada del país.
Su presencia activa, era al mismo
tiempo serena, tolerante. Quienes le trataron entonces han escrito que “la
santidad del P. Poveda resplandecía en apoyar resueltamente toda obra de Dios
especialmente educativa, partiera de quien partiera la iniciativa".
Su actividad no se quedó en
palabras. Sus esfuerzos por afianzar su Obra, la Institución Teresiana, no
mermaron su apoyo a otras propuestas educativas y proyectos. Él ofreció
alternativas para los católicos que querían vivir su fe sin disociarla de su
tarea profesional. Estaba convencido de que “Creer bien y enmudecer, no es
posible".
Pedro Poveda Impulsor del laicado
Reconocido por la UNESCO, en su
centenario, como Humanista y Pedagogo, fue un promotor de la acción de los
laicos, medio siglo antes de que el Concilio Vaticano II reconociera su llamada
a la santidad desde el ejercicio de su tarea profesional en medio de la
sociedad.
Convencido del papel insustituible
de las mujeres en la sociedad futura, confió a mujeres jóvenes su proyecto
educativo. En una época en que la mujer accedía por primera vez a los estudios
superiores en España, quiso entre sus colaboradoras personas que mostraran “con
los hechos que la ciencia hermana bien con la santidad de vida”.
Con los más pobres
Poveda había iniciado su labor
evangelizadora en el barrio de las cuevas que rodean la ciudad de Guadix (sur
de España), al inicio del siglo XX, donde un grupo de personas, los “cueveros”,
vivían al margen de una de las diócesis más antiguas del país. Gitanos, obreros
sin cualificar, parados, alfareros, formaban un mundo aparte, en el que rara
vez entraba un accitano del centro de la ciudad. El joven Poveda, aún
seminarista, inició una labor de acercamiento a aquél mundo marginal, conquistó
el corazón de los cueveros, y fundó para ellos las Escuelas del Sagrado Corazón
que aún perduran.
En Guadix fue ordenado sacerdote en 1897 y permaneció allí hasta
1905.
Guadix 1903Una acción educativa
coordinada
Nombrado canónigo del Santuario de Covadonga, atalaya hacia el
panorama español y europeo, se dedicó a la oración y al estudio durante siete
años. Contemplando a la Santina y mirando hacia Europa, vislumbró el desafío
que plantearía a España una educación para todos y propuso una acción unificada
de los católicos en el campo pedagógico. Impulsó numerosas iniciativas y
publicó folletos y artículos en la prensa para llamar la atención sobre el
problema.
Primera academia en Oviedo 1911De nuevo, empezó haciendo. En
Oviedo, en 1911, inició la primera Academia. Un centro educativo residencial
para jóvenes que accedían a los estudios del Magisterio y después ocuparían sus
puestos en la enseñanza estatal. Lo mismo hizo en Linares (1912).
En 1913 se trasladó a Jaén, donde
fue canónigo de la Catedral, se hizo Maestro y trabajó como profesor del
Seminario y de las Escuelas Normales. Allí conoció a María Josefa Segovia, a
quien pidió dirigir una Academia en la ciudad, (1913), convirtiéndola en su
principal colaboradora. Ella fue la primera Directora General de la Institución
Teresiana. Desde Jaén Poveda impulsó la extensión de su Obra a otras ciudades
de España. En 1914 fundó en Madrid la primera residencia universitaria femenina
de España.
Poveda con niños en Guadix 1902Encarnación y
humanismo cristiano
En 1917, la Institución Teresiana
quedó inscrita en el registro de asociaciones civiles de Jaén según la vigente
Ley de Asociaciones y fue aprobada entre las asociaciones diocesanas, según el
Código de Derecho Canónico recién promulgado. Quedó constituida desde el
principio como una institución laical con diversas asociaciones. Se acogía a la
titularidad de Teresa de Jesús, en quien Poveda encontró un modelo de verdadero
humanismo centrado en Dios, mujer de oración y de acción. Porque los asociados
no vivirían en conventos sino en medio de la sociedad, les propuso como estilo
de vida el de los primeros cristianos, siendo luz y sal en medio de las gentes.
En 1924 la Obra de Poveda fue
reconocida a perpetuidad por el Papa Pío XI. Cuatro años después, la Asociación
impulsó la presencia de sus miembros fuera de España: en América (1928) y en
Italia (1934).
La primera iglesia dedicada a San Pedro Poveda se encuentra en
India.
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