domingo, 5 de noviembre de 2017

Parate un momento: El Evangelio del dia 6 DE NOVIEMBRE - LUNES 31ª - SEMANA DEL T.O.-A SAN PEDRO POVEDA




6  DE NOVIEMBRE -  LUNES
31ª - SEMANA  DEL  T.O.-A
SAN  PEDRO  POVEDA

Lectura del santo evangelio según san Lucas 14, 12-14
      En aquel tiempo, decía Jesús a uno de los principales fariseos que le había invitado:
"Cuando des una comida o una cena, no invites a tus amigos ni a tus hermanos ni a tus parientes ni a los vecinos ricos; porque corresponderán invitándote y quedarás pagado.    Cuando des un banquete, invita a pobres, lisiados, cojos y ciegos; dichoso tú, porque no pueden pagarte; te pagarán cuando resuciten los justos".

1.  Jesús habla aquí, no ya de la "comida", sino de la "comensalía". La comida es llenar el estómago para quitarse el hambre.  La comensalía es compartir la
comida con otros. El problema de la alimentación es espantosamente grave en el mundo, ya que hay ahora   mismo más de mil doscientos millones de seres humanos   que no pueden recibir las calorías diarias para seguir viviendo.
Pero, relacionado con la alimentación, hay otro problema que es más grave, en cuanto que es un problema global. Se trata de la alimentación vivida como comensalía.  Damos limosna para que otros coman, pero jamás los sentamos en nuestra mesa. Es decir, no estamos dispuestos a compartir la fuente de la
vida. Por tanto, no estamos dispuestos a compartir la vida.

2.  Jesús dice aquí que la "ayuda" a otros no debe ser nunca un "negocio".
Invitar para luego ser invitado, eso es indigno. La   comensalía es auténtica cuando es desinteresada. Por eso tiene tanto valor y tanta ejemplaridad la comensalía con quienes sabes que no pueden pagarte   con nada. Entonces -y solo entonces-  es posible "la cena que recrea y enamora" (Juan de la Cruz).

3.  A partir de lo dicho, se comprende el valor y la significación que tiene el hecho y el gesto de compartir mesa y mantel, no con cualquiera, sino precisamente con los pobres. Nunca haciendo eso como gesto de humildad o de mortificación, ya que eso sería humillar más a los que ya están demasiado humillados. Sino haciendo eso a partir del convencimiento de que tienen que desaparecer  los estratos sociales, con vistas a un mundo utópico, que anticipa ese futuro soñado, en el que todos  los  humanos (cada cual en su oficio y según sus talentos) comparte la vida con los otros, sean quienes sean.
Si el Evangelio no llega a esto, el Evangelio puede ser una fuente de engaño: nos hace pensar que creemos   en él, cuando en realidad estamos demasiados lejos de su ideal más alto: la comensalía como gran símbolo de la vida.
Los primeros cristianos le llamaron a esto la "fracción del pan", la "cena del Señor", la "eucaristía".

4.  Una sociedad, en la que se dicen tantas misas y se organizan procesiones del Corpus, en la que la Iglesia tiene una presencia palpable e incluso destacada, tendría que ser una sociedad muy distinta de esta sociedad que tenemos en España, en Europa, en los países cristianos de tradiciones seculares. 
Una sociedad como la nuestra tendría que gestionarse sobre la base de unas leyes y unas autoridades, que deberían cuidar, ante todo, de los más     desamparados.
Con unas leyes laborales y empresariales consecuentes.  En todo caso, lo que no cabe en cabeza humana es que los que más vamos a la Iglesia, seamos los que consintamos leyes y gobernantes que roben a quienes menos tienen. Y si no llegamos a esto, ¿de qué
nos sirve creer en el Evangelio?

San Pedro Poveda nació en Linares, el 3 de diciembre de 1874. Murió el 28 de julio de 1936 en el inicio de la guerra civil española. Dio testimonio de su fe cristiana y de su ser sacerdote hasta el último momento. Fue canonizado por el Papa Juan Pablo II el 4 de mayo de 2003.
Pedro Poveda es un santo para nuestros días. Su vida es la del creyente que vive la fe en el día a día y que no vacila en confesarla, aún en medio de la dificultad.
“Mi creencia y mi fe, no es vacilante, es firme inquebrantable¨.
Son palabras suyas en 1920. Palabras vividas desde su juventud y en las difíciles circunstancias en las que le tocó vivir.
Cuando las escribió, Poveda estaba a punto de trasladarse a Madrid con un nombramiento de Capellán de la Casa Real. En la capital (1921-1936), Poveda se relacionó con las principales asociaciones y personalidades de la vida intelectual y pedagógica que, desde la orilla creyente, se esforzaban por defender la autonomía de la labor docente en medio del ambiente de descristianización programada del país.
Su presencia activa, era al mismo tiempo serena, tolerante. Quienes le trataron entonces han escrito que “la santidad del P. Poveda resplandecía en apoyar resueltamente toda obra de Dios especialmente educativa, partiera de quien partiera la iniciativa".
Su actividad no se quedó en palabras. Sus esfuerzos por afianzar su Obra, la Institución Teresiana, no mermaron su apoyo a otras propuestas educativas y proyectos. Él ofreció alternativas para los católicos que querían vivir su fe sin disociarla de su tarea profesional. Estaba convencido de que “Creer bien y enmudecer, no es posible".
Pedro Poveda Impulsor del laicado
Reconocido por la UNESCO, en su centenario, como Humanista y Pedagogo, fue un promotor de la acción de los laicos, medio siglo antes de que el Concilio Vaticano II reconociera su llamada a la santidad desde el ejercicio de su tarea profesional en medio de la sociedad.
Convencido del papel insustituible de las mujeres en la sociedad futura, confió a mujeres jóvenes su proyecto educativo. En una época en que la mujer accedía por primera vez a los estudios superiores en España, quiso entre sus colaboradoras personas que mostraran “con los hechos que la ciencia hermana bien con la santidad de vida”.
Con los más pobres
Poveda había iniciado su labor evangelizadora en el barrio de las cuevas que rodean la ciudad de Guadix (sur de España), al inicio del siglo XX, donde un grupo de personas, los “cueveros”, vivían al margen de una de las diócesis más antiguas del país. Gitanos, obreros sin cualificar, parados, alfareros, formaban un mundo aparte, en el que rara vez entraba un accitano del centro de la ciudad. El joven Poveda, aún seminarista, inició una labor de acercamiento a aquél mundo marginal, conquistó el corazón de los cueveros, y fundó para ellos las Escuelas del Sagrado Corazón que aún perduran.
En Guadix fue ordenado sacerdote en 1897 y permaneció allí hasta 1905.
Guadix 1903Una acción educativa coordinada
Nombrado canónigo del Santuario de Covadonga, atalaya hacia el panorama español y europeo, se dedicó a la oración y al estudio durante siete años. Contemplando a la Santina y mirando hacia Europa, vislumbró el desafío que plantearía a España una educación para todos y propuso una acción unificada de los católicos en el campo pedagógico. Impulsó numerosas iniciativas y publicó folletos y artículos en la prensa para llamar la atención sobre el problema.
       Primera academia en Oviedo 1911De nuevo, empezó haciendo. En Oviedo, en 1911, inició la primera Academia. Un centro educativo residencial para jóvenes que accedían a los estudios del Magisterio y después ocuparían sus puestos en la enseñanza estatal. Lo mismo hizo en Linares (1912).
En 1913 se trasladó a Jaén, donde fue canónigo de la Catedral, se hizo Maestro y trabajó como profesor del Seminario y de las Escuelas Normales. Allí conoció a María Josefa Segovia, a quien pidió dirigir una Academia en la ciudad, (1913), convirtiéndola en su principal colaboradora. Ella fue la primera Directora General de la Institución Teresiana. Desde Jaén Poveda impulsó la extensión de su Obra a otras ciudades de España. En 1914 fundó en Madrid la primera residencia universitaria femenina de España.
Poveda con niños en Guadix 1902Encarnación y humanismo cristiano
En 1917, la Institución Teresiana quedó inscrita en el registro de asociaciones civiles de Jaén según la vigente Ley de Asociaciones y fue aprobada entre las asociaciones diocesanas, según el Código de Derecho Canónico recién promulgado. Quedó constituida desde el principio como una institución laical con diversas asociaciones. Se acogía a la titularidad de Teresa de Jesús, en quien Poveda encontró un modelo de verdadero humanismo centrado en Dios, mujer de oración y de acción. Porque los asociados no vivirían en conventos sino en medio de la sociedad, les propuso como estilo de vida el de los primeros cristianos, siendo luz y sal en medio de las gentes.
En 1924 la Obra de Poveda fue reconocida a perpetuidad por el Papa Pío XI. Cuatro años después, la Asociación impulsó la presencia de sus miembros fuera de España: en América (1928) y en Italia (1934).
La primera iglesia dedicada a San Pedro Poveda se encuentra en India.


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