4 DE NOVIEMBRE - SÁBADO
30ª - SEMANA DEL T.O.-A
Lectura del santo evangelio según san Lucas 14,
1.7-11
En aquel
tiempo, entró Jesús un sábado en casa de uno de los principales fariseos para
comer, y ellos le estaban espiando. Notando que los convidados escogían los
primeros puestos, les propuso este ejemplo:
"Cuando te conviden a una boda, no te sientes en el puesto
principal, no sea que hayan convidado a otro de más categoría que tú; y vendrá
el que os convidó a ti y al otro, y te dirá:
"Cédele el puesto a este".
Entonces, avergonzado, irás a ocupar el último puesto.
Al revés, cuando te conviden, vete a sentarte en el último
puesto, para que, cuando venga el que te convidó, te diga:
"Amigo, sube más arriba'.
Entonces quedarás muy bien ante todos los comensales.
Porque todo el que se enaltece será humillado; y el que se
humilla será enaltecido".
1. Ya se
ha dicho que, en las sociedades mediterráneas del s. I, el valor supremo (y lo
que más apreciaba la gente) era el honor, bastante más que el dinero.
En nuestro tiempo -especialmente ahora cuando
más aprieta la crisis económica- se suele decir que la felicidad de las
personas depende sobre todo del
dinero
que tienen o ganan. Sin embargo, esto es solo una verdad a medias.
Porque los ingresos representan mucho más que
un medio para comprar cosas. También utilizamos nuestros ingresos, mediante su comparación
con los de los demás, como una medida de cómo somos valorados. De ahí que la única
situación en la que estamos dispuestos a aceptar un recorte de nuestro sueldo
es cuando a los demás les pasa lo mismo (R.
Layard).
2. Así
somos los mortales. Lo que más apetecemos es estar los primeros, ocupar los
puestos de honor y privilegio, poder situarnos por encima de los demás.
Y
cada cual va por la vida colocando esa apetencia donde puede.
Unos la ponen en el apellido que llevan, otros
en el cargo que ocupan, otros en el dinero que ganan, otros en la ejemplaridad
de su conducta, etc. Pero, cuando en todo este asunto entra en juego la
religión, entonces el problema está en que las "apetencias de honor"
se disfrazan de "apetencias de amor a la Iglesia" o de
"apetencias de eficacia apostólica". Y así se produce la ridícula
contradicción del "club de los selectos" erigido en el "grupo de
los elegidos", para ser los más evangélicos, los que dan más gloria a Dios
y otras fórmulas por el estilo.
3. Jesús
comprendió el enorme peligro que todo esto entraña. Y por eso se opuso a esta
tendencia (o manía) como lo más peligroso que nos acecha.
La solución de Jesús es radical: aunque fueras
el primero, ponte siempre el último. O sea, no quieras estar nunca por encima
de alguien. Solo así podrás entender a Jesús.
SAN CARLOS
BORROMEO
San Carlos Borromeo, un santo que tomó
muy en serio las palabras de Jesús; "Quien ahorra su vida, la pierde, pero
el que gasta su vida por Mí, la ganará".
Era de familia muy rica. Su hermano
mayor, a quien correspondía la mayor parte de la herencia, murió repentinamente
al caer de un caballo. El consideró la muerte de su hermano como un aviso
enviado por el cielo, para estar preparado porque el día menos pensado llega
Dios por medio de la muerte a pedirnos cuentas. Renunció a sus riquezas y fue
ordenado sacerdote y más tarde arzobispo de Milán. Aunque no faltan las
acusaciones de que su elección fue por nepotismo (era sobrino del Papa), sus
enormes frutos de santidad demuestran que fue una elección del Espíritu Santo.
Como obispo, su diócesis que reunía a
los pueblos de Lombardía, Venecia, Suiza, Piamonte y Liguria. Los atendía a
todos. Su escudo llevaba una sola palabra: "Humilitas",
humildad. El, siendo noble y riquísimo,
vivía cerca del pueblo, privándose de lujos. Fue llamado con razón "padre
de los pobres"
San Carlos Borromeo Decía que un obispo demasiado cuidadoso de su
salud no consigue llegar a ser santo y que a todo sacerdote y a todo apóstol
deben sobrarle trabajos para hacer, en vez de tener tiempo de sobra para
perder.
Para con los necesitados era
supremamente comprensivo. Para con sus colaboradores era muy amigable y atento,
pero exigente. Y para consigo mismo era exigentísimo y severo.
Fue el primer secretario de Estado del
Vaticano (en el sentido moderno).
Fue blanco de un vil atentado,
mientras rezaba en su capilla, pero salió ileso, perdonando generosamente al
agresor.
Fundó seminarios para formar
sacerdotes bien preparados, y redactó para esos institutos unos reglamentos tan
sabios, que muchos obispos los copiaron para organizar según ellos sus propios
seminarios.
Fue amigo de San Pío V, San Francisco
de Borja, San Felipe Neri, San Félix de Cantalicio y San Andrés Avelino y de
varios santos más.
Murió joven y pobre, habiendo
enriquecido enormemente a muchos con la gracia. ……murió diciendo: "Ya voy,
Señor, ya voy". En Milán casi nadie durmió esa noche, ante la tremenda
noticia de que su queridísimo Cardenal arzobispo, estaba agonizando.
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