29 DE NOVIEMBRE -
MIÉRCOLES
34ª - SEMANA DEL T.O.-A
Lectura del santo evangelio según san Lucas 21,
12-19
En aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos:
"Os echarán mano, os perseguirán, entregándoos a los
tribunales y a la cárcel, y os harán comparecer ante reyes y gobernadores por
causa de mi nombre: así tendréis ocasión de dar testimonio.
Haced propósito de no preparar vuestra defensa; porque yo os daré
palabras y sabiduría a las que no podrán hacer frente ni contradecir ningún
adversario vuestro. Y hasta vuestros padres, y parientes, y hermanos, y amigos
os traicionarán, y matarán a algunos de vosotros, y todos os odiarán por causa
de mi nombre. Pero ni un cabello de vuestra cabeza perecerá; con vuestra
perseverancia salvaréis vuestras almas'.
1.
Hablar de persecución es hablar de violencia. De ahí que la lectura de
este texto plantea una pregunta lógica y necesaria: - ¿por qué se va a ejercer
tanta violencia contra los discípulos de Jesús?
Si el Evangelio es un mensaje de rectitud
ética, de generosidad, de libertad y de esperanza, ¿qué hay de
malo
en todo eso como para perseguir a muerte a quienes trasmiten tal mensaje?
Es más, ¿por qué los portadores de un mensaje
anti-violento van a tener que soportar la violencia, el abandono y hasta el
odio de todos, incluidos los familiares y amigos más íntimos?
2. La
violencia es un fenómeno complejo y, por eso mismo, difícil de explicar. Porque
son muy diversos los factores que desencadenan la violencia de unos seres humanos contra otros. En el texto de este
evangelio, Jesús se refiere a la violencia que procede de dos frentes:
1) El frente político ("reyes y
gobernadores");
2) El frente de la familia y los amigos.
Esto supuesto, se puede asegurar que Jesús
pensaba en la violencia que proviene de quienes amenazan o alteran el
"orden establecido".
Toda sociedad organizada se mantiene como tal
sobre la base del "orden". Pero el "orden" es posible
solamente en la medida en que se vence el "caos". Lo que supone que
quienes tienen el poder (político o familiar), por eso mismo se sienten con el
derecho y el deber de someter y castigar a quien altera el orden.
Ahora bien, tal como somos los humanos, esto
significa que "el proyecto del orden ha traído a los
hombres
un aumento sin fin de la violencia" (W. Sofsky).
3. Así
las cosas, si el mensaje del Evangelio se toma en serio, se asume
responsablemente y de él se extraen las debidas consecuencias, es inevitable la
persecución y la violencia. Porque la "utopía" del Evangelio no
encaja en el "orden" que se sustenta sobre la base del poder que,
mediante el miedo, domina, castiga o excluye a todo el que no se le
somete.
Los insumisos al orden son los marginales, que,
por ser marginales, son estigmatizados, recluidos o excluidos. La cárcel, el
desprestigio y la soledad son el precio de la libertad. Un precio que, a veces,
lleva a los excluidos hasta la tumba. Jesús fue así el "jefe de fila"
de los creyentes.
San Saturnino
Saturnino, obispo de Tolosa, es uno de
los santos más populares en Francia y en España. La Passio Saturnini es ante
todo un documento muy importante para el conocimiento de la antigua Iglesia de
la Galia. Según el autor de la Pasión, escrita entre el 430 y el 450, Saturnino
fijó su residencia en Tolosa en el 250, bajo el consulado de Decio y Grato. En
ese tiempo, refiere el autor, en Galia había pocas comunidades cristianas, con
escaso número de fieles, mientras los templos paganos se llenaban de fieles que
sacrificaban a los ídolos.
Saturnino, que había llegado desde
hacía poco a Tolosa, probablemente de África (el nombre es efectivamente
africano) o de Oriente, como se lee en el Missale Gothicum, había ya reunido
los primeros frutos de su predicación, atrayendo a la fe en Cristo a un buen
número de ciudadanos. El santo obispo, para llegar a un pequeño oratorio de su
propiedad, pasaba todas las mañanas frente al Capitolio, es decir, el principal
templo pagano, dedicado a Júpiter Capitolino, en donde los sacerdotes paganos
ofrecían en sacrificio al dios pagano un toro para obtener las gracias que
pedían los fieles.
Parece que la presencia de Saturnino
volvía mudos a los dioses y de esto los sacerdotes paganos acusaron al obispo
cristiano, cuya irreverencia habría irritado la susceptibilidad de las
divinidades paganas. Un día la multitud rodeó amenazadora a Saturnino y le
impuso que sacrificara un toro sobre el altar de Júpiter. Ante el rechazo del
obispo de sacrificar el animal, que poco después se convertiría en el
instrumento inconsciente de su martirio, y sobre todo por lo que consideraban
los paganos un ultraje a la divinidad, pues Saturnino dijo que no les tenía
miedo a los rayos de Júpiter, ya que era impotente porque no existía, lo
agarraron enfurecidos y lo ataron al cuello del toro, al que picaron para que
corriera escaleras abajo del Capitolio arrastrando al obispo.
Saturnino, con el cuerpo despedazado,
murió poco después y su cuerpo quedó abandonado en la calle, de donde lo
recogieron dos piadosas mujeres y le dieron sepultura «en una fosa muy
profunda». Sobre esta tumba, un siglo después, San Hilario construyó una
capilla de madera que pronto fue destruida y se perdió por algún tiempo su
recuerdo, hasta cuando en el siglo VI el duque Leunebaldo, volviendo a
encontrar las reliquias del mártir, hizo edificar en ese lugar la iglesia
dedicada a San Saturnino, en francés Saint-Sernin-du-Taur, que en el
Trescientos tomó el actual nombre de Notre-Dame du Taur.
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