12 DE DICIEMBRE - MARTES
2ª - SEMANA DE ADVIENTO –
B
Nuestra Señora de
Guadalupe
Lectura del santo evangelio según san Mateo 18,
12-14
En aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos:
'2 Qué os parece? Suponed que un hombre tiene cien ovejas; si una se le pierde,
¿no deja a las noventa y nueve y va en busca de la perdida? Y si la encuentra,
os aseguro que se alegra más por ella que por las noventa y nueve que no se
habían extraviado. Lo mismo vuestro Padre del Cielo no quiere que se pierda ni
uno de estos pequeños'.
1. Hay
autores autorizados que piensan que Mateo, en este discurso, lo que recoge es
la idea o el proyecto de la comunidad de ayuda mutua (Warren
Carter).
Los seguidores de Jesús tenemos que
organizarnos de manera que nos agrupemos en comunidades de ayuda constante en todo y
siempre. Por
eso,
a quien Jesús denuncia y censura aquí es a los dirigentes religiosos, los
sacerdotes a los que había denunciado tan severamente Ez 34.
Aquel profeta censuró a los sacerdotes por
haber faltado a su deber extraviando y agobiando al pueblo. Justamente lo que
ahora ocurre con tanta frecuencia: sacerdotes que viven su ministerio como un
"oficio" del que viven, no como una "vocación" para la que
viven.
2. Por
eso, si es que de verdad queremos la renovación de la Iglesia, tal renovación
tiene que empezar por los sacerdotes,
por los obispos, por los "hombres de Iglesia".
En muchas parroquias, el cura se centra y se
contenta con los fieles que vienen al templo.
- ¿Y con los que no vienen nunca?
- ¿Qué hacemos con ellos? - ¿Quién los busca?
No se trata de conseguir que todos los vecinos
del
barrio
o del pueblo sean unos "beatos". Se trata de que quienes no son
buenas personas lo sean, y los que hacen sufrir a otros, dejen de ser mala
gente. Los que no son buenos ciudadanos, se porten con honradez y transparencia
en la vida pública y privada.
3.
Tenemos que cambiar el modelo de sacerdote. Y para eso, tendríamos que
empezar por pensar los seminarios de otra manera. Empezando por la idea que
tenemos
de "vocación".
En la Iglesia antigua, se aceptaba como
personas con vocación, no a "los que querían" ser curas, sino a los
que "no querían". Esto era así porque ponerse a presidir en la
comunidad cristiana era una cosa que, si se quería hacer bien, exigía tal
ejemplaridad, que muchos no se atrevían. Lo que importa para actuar como
ministro de una comunidad no es ser hombre (y no mujer), estar soltero (y no
casado), aprobar unos estudios en un seminario (aunque no se sepa explicar el
Evangelio...).
Lo único verdaderamente indispensable, para ser ministro de una
comunidad y renovar la Iglesia, es "seguir" a Jesús y
"creer" en Jesús. Lo demás es secundario.
Tenemos que ser valientes y decir, como decían
los concilios antiguos, que las vocaciones que servían eran las vocaciones
invitus (el que no quiere) et coactus (el que se ve forzado) (Y. Congar).
Hombres así, son conscientes de la
responsabilidad que asumen. Confieso que yo no me siento capaz de asumirla.
Nuestra Señora de Guadalupe
Un sábado
de 1531 a principios de diciembre, un indio llamado Juan Diego, iba muy de
madrugada del pueblo en que residía a la ciudad de México a asistir a sus
clases de catecismo y a oír la Santa Misa. Al llegar junto al cerro llamado
Tepeyac amanecía y escuchó una voz que lo llamaba por su nombre.
Él subió a
la cumbre y vio a una Señora de sobrehumana belleza, cuyo vestido era brillante
como el sol, la cual con palabras muy amables y atentas le dijo: "Juanito:
el más pequeño de mis hijos, yo soy la siempre Virgen María, Madre del
verdadero Dios, por quien se vive. Deseo vivamente que se me construya aquí un
templo, para en él mostrar y prodigar todo mi amor, compasión, auxilio y
defensa a todos los moradores de esta tierra y a todos los que me invoquen y en
Mí confíen. Ve donde el Señor Obispo y dile que deseo un templo en este llano.
Anda y pon en ello todo tu esfuerzo".
De regresó
a su pueblo Juan Diego se encontró de nuevo con la Virgen María y le explicó lo
ocurrido. La Virgen le pidió que al día siguiente fuera nuevamente a hablar con
el obispo y le repitiera el mensaje. Esta vez el obispo, luego de oír a Juan
Diego le dijo que debía ir y decirle a la Señora que le diese alguna señal que
probara que era la Madre de Dios y que era su voluntad que se le construyera un
templo.
De
regreso, Juan Diego halló a María y le narró los hechos. La Virgen le mandó que
volviese al día siguiente al mismo lugar pues allí le daría la señal. Al día
siguiente Juan Diego no pudo volver al cerro pues su tío Juan Bernardino estaba
muy enfermo. La madrugada del 12 de diciembre Juan Diego marchó a toda prisa
para conseguir un sacerdote a su tío pues se estaba muriendo. Al llegar al
lugar por donde debía encontrarse con la Señora prefirió tomar otro camino para
evitarla. De pronto María salió a su encuentro y le preguntó a dónde iba.
El indio
avergonzado le explicó lo que ocurría. La Virgen dijo a Juan Diego que no se
preocupara, que su tío no moriría y que ya estaba sano. Entonces el indio le
pidió la señal que debía llevar al obispo. María le dijo que subiera a la
cumbre del cerro donde halló rosas de Castilla frescas y poniéndose la tilma,
cortó cuantas pudo y se las llevó al obispo.
Una vez
ante Monseñor Zumarraga Juan Diego desplegó su manta, cayeron al suelo las
rosas y en la tilma estaba pintada con lo que hoy se conoce como la imagen de
la Virgen de Guadalupe. Viendo esto, el obispo llevó la imagen santa a la
Iglesia Mayor y edificó una ermita en el lugar que había señalado el indio.
Pio X la
proclamó como "Patrona de toda la América Latina", Pio XI de todas
las "Américas", Pio XII la llamó "Emperatriz de las
Américas" y Juan XXIII "La Misionera Celeste del Nuevo Mundo" y
"la Madre de las Américas".
La imagen
de la Virgen de Guadalupe se venera en México con grandísima devoción, y los
milagros obtenidos por los que rezan a la Virgen de Guadalupe son
extraordinarios.
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