30 DE DICIEMBRE SÁBADO
OCTAVA DE NAVIDAD
Santa Judit
Lectura del santo evangelio según san Lucas
2, 36-40
En aquel tiempo, había una profetisa, Ana, hija de Fanuel, de la
tribu de Aser.
Era una mujer muy anciana. De jovencita había vivido siete años casada,
y llevaba ochenta y cuatro de viuda; no se apartaba del Templo día y noche,
sirviendo a Dios con ayunos y oraciones. Acercándose en aquel momento, daba
gracias a Dios y hablaba del niño a todos los que aguardaban la liberación de
Israel. Y cuando cumplieron todo lo que prescribía la Ley del Señor se
volvieron a Galilea, a su ciudad de Nazaret. El niño iba creciendo y
robusteciéndose, y se llenaba de sabiduría, y la gracia de Dios lo acompañaba.
1. La
devoción, la piedad, el fervor religioso de la profetisa Ana es ejemplar:
siempre en el Templo, dedicada a la oración, mortificándose con ayunos. Y así,
durante más de ochenta años.
Cuando la piedad religiosa es auténtica,
produce
personas ejemplares, profundamente
buenas. Necesitamos cultivar el
espíritu, la paz interior, la oración. Así nos liberamos de las tensiones y el
desgaste que producen los afanes de la vida.
2. La
oración, la contemplación, el silencio interior, en el sosiego de un espacio
adecuado, ya sea el templo, ya sea la soledad del campo o la montaña, nos
rehacen, nos liberan de crispaciones y ansiedades. Y así se ponen las
condiciones para ver y enjuiciar nuestros problemas como normalmente no los solemos ver.
3. La
oración y la austeridad han sido, durante miles de años, mediaciones
privilegiadas para el encuentro de cada cual con su verdadera humanidad.
Y, mediante eso, para el encuentro con Dios. La oración y la austeridad
fueron determinantes para Jesús, hasta el momento mismo de su muerte.
El peligro, que pueden tener estas formas de
vida, es que nos alejen de la realidad, de los problemas que se viven en la
sociedad, del sufrimiento de los que padecen, no porque ellos quieren
sacrificarse, sino porque la economía y la política los machacan. Las personas que viven en monasterios, en la
clausura del convento, en la seguridad económica del que no tiene ni que pensar
en el dinero (porque lo tiene seguro y asegurado), tales personas tienen que
vivir más en contacto con la realidad y ser más sensibles a los problemas que
vive la mayoría de la gente.
Heroína Israelita
Esta es una heroína
famosa que expuso valientemente su vida con tal de obtener la libertad para su
patria, Israel, y la libertad para su santa religión.
Uno de los libros más
emocionantes de la S. Biblia es el de Judit. Allí se narra lo siguiente.
El general Holofernes,
enviado por el rey Nabucodonosor rodeó la ciudad israelita de Betulia con un
ejército de 120,000 hombres. Toda la gente de Israel se dedicó a orar a Dios
con gran fervor. Los sacerdotes ofrecían sacrificios en el templo de Jerusalén.
El pueblo sabía muy bien que sólo un favor especial de Dios podía librarlos de
aquel gran peligro.
Holofernes preguntó a sus
consejeros qué debía hacer para poder apoderarse de la nación de Israel. Y
Ajior, jefe de los amonitas le dijo: "Este pueblo de Israel es muy
favorecido por Dios. Cuando se dedican a comportarse mal los abandona y los
deja en poder del enemigo; pero cuando cumplen bien sus santos mandamientos,
Dios hace prodigios para defenderlos. Así que yo aconsejo: averígüese bien,
pues si se están portando mal o han olvidado a Dios, los podemos atacar y los
derrotaremos. Pero si están observando buena conducta y obedecen a Dios, no los
ataquemos, porque Dios luchará por ellos y nos derrotará a nosotros". A
Holofernes y a sus seguidores no les agradó nada esto que dijo Ajior y lo
desterraron de allí.
Holofernes se propuso
sitiar a Betulia y vencer a sus gentes por hambre y sed. Tapo todos los caminos
y cortó las fuentes de agua que la abastecían. Después de 33 días de asedio en
Betulia se acabó totalmente el agua, y las gentes caían desmayadas de hambre y
de sed. El pueblo se reunió junto a su sacerdote y a sus jefes y les pidieron
que se rindieran ante los ejércitos de Holofernes para no perecer de hambre y
de sed. El sacerdote Ozías les dijo: "Esperen cinco días y en ese plazo
decidiremos qué debemos hacer".
Entonces se presentó ante
Ozías y los jefes una mujer llamada Judit. Se había quedado viuda hacía tres
años y medio y estaba dedicada a orar, y a ayudar a los necesitados y hacía
muchos sacrificios. Era muy hermosa y simpática y nadie podía criticar nada
contra ella, porque su vida era la de una persona que tiene mucho temor de
ofender a Dios.
Judit les dijo:
-"Dios nos está probando pero no nos ha abandonado. Yo voy a hacer en
estos días algo cuyo recuerdo se prolongará por muchos siglos. Esta noche
saldré de la ciudad y luego Dios hará por mi mano algo que ahora no les puedo
contar". Luego se postró ante Dios y le rogó que bendijera su plan y la
ayudara. El sacerdote y los demás jefes le dijeron: "Vete en paz y que el
Señor te proteja y te guíe".
Judit se adornó con sus
mejores joyas y se puso sus más hermosos vestidos y acompañada de su criada
salió de Betulia y se dirigió hacia el campo de los enemigos. Estaba
hermosísima.
Un grupo de centinelas la
vio y le preguntó a dónde iba. Ella les dijo que estaba huyendo de Betulia y
quería entrevistarse con el general Holofernes. Ellos la llevaron hacia el
cuartel del jefe. Cuando Holofernes y sus generales la vieron se quedaron
admirados de su gran hermosura.
Judit le pidió a
Holofernes que le permitiera quedarse unos días allí en el campamento y que
diera órdenes a sus guardias para que la dejaran salir cada madrugada a un
campo vecino a orar a Dios. El general aceptó su petición y ordenó que le
ofrecieran los mejores alimentos, pero ella dijo que su criada había llevado
provisiones para varios días y que esto les bastaba. Le fue señalada una
habitación.
Holofernes se enamoró de
la belleza extraordinaria de Judit y organizó un gran banquete en su honor; e
invitó a sus mejores generales. Judit llegó al banquete adornada con sus
mejores joyas y supremamente hermosa. El general encantado ante su presencia
bebió esa noche más que nunca, y cuando los generales lo vieron totalmente
borracho lo dejaron allí solo, frente a Judit que estaba a la mesa cenando
también.
Cuando Judit vio que
todos se habían ido y que ella había quedado completamente sola frente a
Holofernes que estaba totalmente borracho y dormido a causa de su borrachera,
pidió fortaleza a Dios y tomando la espada del general le cortó la cabeza y la
echó entre un costal, y la pasó a su criada. Y como los guardias tenían orden
de dejarla salir al campo durante la noche a rezar, la dejaron pasar sin
decirle nada. Nadie sospechaba lo que había sucedido. Ella había preferido
entre dos males el menor. Un mal era que moriría todo el pueblo de Israel a
manos de los soldados de Holofernes, el otro era que muriera Holofernes, pero
que el pueblo se salvara. Y Judit escogió este segundo medio.
Judit llegó a Betulia y
anunció a Ozías y a los demás jefes lo que había hecho y los mostró la cabeza
de Holofernes. La gente se llenó de entusiasmo y empezó a gritar de alegría.
Al amanecer los ayudantes
de Holofernes fueron a su habitación y lo encontraron muerto. Y esta noticia
causó una alarma tan espantosa que sus soldados se lanzaron a la dispersión,
huyendo cada uno por su lado y dejaron libre la ciudad de Betulia y no la
destruyeron, y en cambio le dejaron en sus alrededores grandes riquezas que no
tuvieron tiempo de llevarse al salir huyendo.
El Sumo Sacerdote de
Jerusalén y el senado de la nación fueron hacia Betulia a felicitar a Judit y
le dijeron: "Tú eres la gloria de Jerusalén, el orgullo de Israel. Bendita
seas por el Señor Omnipotente por todos los siglos". Y el pueblo
respondió: "Amén".
Y Judit entonó un canto
de acción de gracias a Dios diciendo: "Alabad a mi Dios con instrumentos
musicales. Elevad al Señor cantos de acción de gracias. Porque el Señor es el
único que es capaz de evitar las guerras. Bendito sea por siempre. Amén".
Judit vivió en Betulia
hasta la edad de cien años. Nunca quiso volverse a casar, y era estimadísima
por toda la población. Las riquezas que su marido le había dejado las repartió
entre los que lo necesitaban, y después de haber libertado tan valientemente a
su pueblo, adquirió un nombre famoso para siempre aquí en la tierra y un puesto
en el cielo por sus buenas obras y su gran virtud.
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