7 DE DICIEMBRE – JUEVES
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1ª- SEMANA DE
ADVIENTO - B
Lectura del santo evangelio según san Mateo 7,21.
24-27
En aquel tiempo dijo Jesús a sus discípulos:
"No todo el que me dice: ¡Señor, Señor!, entrará en el
Reino de los Cielos, sino el que cumple la voluntad de mi Padre que está en el
cielo.
El que escucha estas palabras mías y las pone en práctica se
parece a aquel hombre prudente que edificó su casa sobre roca. Cayó la lluvia,
se salieron los ríos, soplaron los vientos y descargaron contra la casa, pero
no se hundió, porque estaba cimentada sobre roca.
El que escucha estas palabras mías y no las pone en práctica se
parece a aquel hombre necio que edificó su casa sobre arena. Cayó la lluvia, se
salieron los ríos, soplaron los vientos y rompieron contra la casa, y se hundió
totalmente'.
1. Los
cristianos nos tenemos que convencer de que lo que le importa a Dios no es que
invoquemos su santo nombre, sino que hagamos lo que Él quiere.
La invocación puede ser un simple desahogo. La
acción es un deber apremiante.
La devoción piadosa tranquiliza la conciencia,
hace que el devoto se sienta satisfecho y además muchos piadosos se suelen ver a sí mismos mejores
que los pecadores, los agnósticos y los ateos. Es la mentalidad típica del
fariseo, un tipo de persona que los evangelios rechazan con insistencia. Un
tipo de persona tan "religiosa" como "satisfecha" de sí
misma y además una
clase
de gente que va por la vida "despreciando" a quienes no son como
ellos.
Dios no tolera eso. Prefiere al que es
"despreciado" y al que se ve a sí mismo "sin salida" en la
vida. El que no ve más salida que pedir que se tenga compasión con él (Lc 18,
9-14).
2. El
Sermón del Monte termina diciendo que hay hombres inteligentes y hombres
necios.
Inteligente es el que escucha lo que dice Jesús
y lo pone en práctica. Necio es el que escucha el Evangelio, seguramente se lo
cree, lo tiene por verdadero, lo acepta sin dudar, pero no lo pone en
práctica. En la Iglesia
hay
más necios que inteligentes. Porque en ella estamos demasiados hombres que
escuchamos (y explicamos) el Evangelio y luego hacemos exactamente lo
contrario: apetecemos dinero, poder,
dignidades, fama...
3. La
coherencia en la fe es edificar la casa sobre roca.
La fe da consistencia, estabilidad y solidez a
la persona. La incoherencia en la fe es edificar la casa
sobre
arena. Es vivir en un peligro constante, por más que se tenga la apariencia de
un edificio bien construido. Pero ¡atención!, para Jesús, "creer" no
es
simplemente
"tener por verdadero" lo que dice el Evangelio.
"Creer" es "poner en
práctica" lo que dice el Evangelio. Por tanto, creer es perdonar siempre,
dar sin pedir nada, poner la otra mejilla cuando te pegan una bofetada en la cara, ser bueno siempre con
todos... El que no hace eso y vive así, por más que asegure que el Evangelio es
verdad, si no vive como vivió y murió Jesús, se tiene que preguntar a fondo si
tiene o no tiene fe.
4. Aquí
conviene recordar lo que, según el mismo evangelio de Mateo (16,18-19), le dijo
Jesús a Pedro, al referirse a lo de "edificar la Iglesia sobre roca",
sobre una piedra firme y sólida. Se discute, entre los teólogos, si eso se
refiere a que la Iglesia será fiel y obediente al Papa. Y eso es importante.
Pero lo más importante es que la Iglesia sea fiel al Evangelio.
Cuando los cristianos hacemos lo que dijo Jesús
en el Sermón del Monte, entonces es
cuando edificamos
una
Iglesia firme, fuerte y como Dios quiere.
SAN AMBROSIO
Arzobispo de Milán - Año 397
San Ambrosio: que, así como tu palacio de Arzobispo estaba siempre
abierto para que entraran todos los necesitados de ayudas materiales o
espirituales, que así también cada uno de nosotros estemos siempre disponibles
para hacer
todo el mayor
bien posible a los demás.
San Ambrosio: Ambrosio significa "Inmortal".
Este santo es uno de los más famosos doctores que la Iglesia de
occidente tuvo en la antigüedad (junto con San Agustín, San Jerónimo y San
León).
Nació en Tréveris (sur de Alemania) en el año 340. Su padre que era
romano y gobernador del sur de Francia, murió cuando Ambrosio era todavía muy
niño, y la madre volvió a Roma y se dedicó a darle al hijo la más exquisita
educación moral, intelectual, artística y religiosa. El joven aprendió griego,
llegó a ser un buen poeta, se especializó en hablar muy bien en público y se
dedicó a la abogacía.
Las defensas que hacía de los inocentes ante las autoridades romanas
eran tan brillantes, que el alcalde de Roma lo nombró su secretario y ayudante
principal. Y cuando apenas tenía 30 años fue nombrado gobernador de todo el
norte de Italia, con residencia en Milán. Cuando su formador en Roma lo
despidió para que fuera a posesionarse de su alto cargo dijo: "Trate de
gobernar más como un obispo que como un gobernador". Y así lo hizo.
En la gran ciudad de Milán, Ambrosio se ganó muy pronto la simpatía
del pueblo. Más que un gobernante era un padre para todos, y no negaba un favor
cuando en sus manos estaba el poder hacerlo. Y sucedió que murió el Arzobispo
de Milán, y cuando se trató de nombrarle sucesor, el pueblo se dividió en dos
bandos, unos por un candidato y otros por el otro. Ambrosio temeroso de que
pudiera resultar un tumulto y producirse violencia se fue a la catedral donde
estaban reunidos y empezó a recomendarles que procedieran con calma y en paz. Y
de pronto una voz entre el pueblo gritó: "Ambrosio obispo, Ambrosio
obispo". Inmediatamente todo aquel gentío empezó a gritar lo mismo:
"Ambrosio obispo". Los demás obispos que estaban allí reunidos y
también los sacerdotes lo aclamaron como nuevo obispo de la ciudad. Él se
negaba a aceptar (pues no era ni siquiera sacerdote), pero se hicieron
memoriales y el emperador mandó un decreto diciendo que Ambrosio debía aceptar
ese cargo.
Desde entonces no piensa sino en instruirse lo más posible para
llegar a ser un excelente obispo. Se dedica por horas y días a estudiar la S.
Biblia, hasta llegar a comprenderla maravillosamente. Lee los escritos de los
más sabios escritores religiosos, especialmente San Basilio y San Gregorio
Nacianceno, y una vez ordenado sacerdote y consagrado obispo, empieza su gran
tarea: instruir al pueblo en su religión.
Sus sermones comienzan a volverse muy populares. Entre sus oyentes
hay uno que no le pierde palabra: es San Agustín (que todavía no se ha
convertido). Éste se queda profundamente impresionado por la personalidad
venerable y tan amable que tiene el obispo Ambrosio. Y al fin se hace bautizar
por él y empieza una vida santa.
Nuestro santo era prácticamente el único que se atrevía a oponerse a
los altos gobernantes cuando estos cometían injusticias. Escribía al emperador
y a las altas autoridades corrigiéndoles sus errores. El emperador Valentino le
decía en una carta: "Nos agrada la valentía con que sabe decirnos las
cosas. No deje de corregirnos, sus palabras nos hacen mucho bien". Cuando
la emperatriz quiso quitarles un templo a los católicos para dárselo a los
herejes, Ambrosio se encerró con todo el pueblo en la iglesia, y no dejó entrar
allí a los invasores oficiales.
El emperador de ese tiempo era Teodosio, un creyente católico, gran
guerrero, pero que se dejaba llevar por sus arrebatos de cólera. Un día los
habitantes de la ciudad de Tesalónica mataron a un empleado del emperador, y
éste envió a su ejército y mató a siete mil personas. Esta noticia conmovió a
todos. San Ambrosio se apresuró a escribirle una fuerte carta al mandatario
diciéndole: "Eres humano y te has dejado vencer por la tentación. Ahora
tienes que hacer penitencia por este gran pecado". El emperador le
escribió diciéndole: "Dios perdonó a David; luego a mí también me
perdonará". Y nuestro santo le contestó: "Ya que has imitado a David
en cometer un gran pecado, imítalo ahora haciendo una gran penitencia, como la
que hizo él".
Teodosio aceptó. Pidió perdón. Hizo grandes penitencias, y en el día
de Navidad del año 390, San Ambrosio lo recibió en la puerta de la Catedral de
Milán, como pecador arrepentido. Después ese gran general murió en brazos de
nuestro santo, el cual en su oración fúnebre exclamó: "siendo la primera
autoridad civil y militar, aceptó hacer penitencia como cualquier otro pecador,
y lloró su falta toda la vida. No se avergonzó de pedir perdón a Dios y a la
Santa Iglesia, y seguramente que ha conseguido el perdón".
San Ambrosio componía hermosos cantos y los enseñaba al pueblo.
Cuando tuvo que estarse encerrado con todos sus fieles durante toda una semana
en un templo para no dejar que se lo regalaran a los herejes, aprovechó esas
largas horas para enseñarles muchas canciones religiosas compuestas por él
mismo. Después los herejes lo acusaban de que les quitaba toda la clientela de
sus iglesias, porque con sus bellos cantos se los llevaba a todos para la
catedral de Milán. Sabía ejercitar su arte para conseguirle más amigos a Dios.
Este gran sabio compuso muy bellos libros explicando la S. Biblia, y
aconsejando métodos prácticos para progresar en la santidad. Especialmente
famoso se hizo un tratado que compuso acerca de la virginidad y de la pureza.
Las mamás tenían miedo de que sus hijas charlaran con este gran santo porque
las convencía de que era mejor conservarse vírgenes y dedicarse a la vida
religiosa (Él exclamaba: "en toda mi vida nunca he visto que un hombre
haya tenido que quedarse soltero porque no encontró una mujer con la cual
casarse"). Pero además de su sabiduría para escribir, tenía el don de
poner las paces entre los enemistados. Así que muchísimas veces lo llamaron del
alto gobierno para que les sirviera como embajador para obtener la paz con los
que deseaban la guerra, y conseguía muy provechosos armisticios o tratados de
paz.
El viernes santo del año 397, a la edad de 57 años, murió
plácidamente exclamando: "He tratado de vivir de tal manera que no tenga
que sentir miedo al presentarme ante el Divino Juez" (San Agustín decía
que le parecía admirable esta exclamación).
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