miércoles, 6 de diciembre de 2017

Párate un momento: El Evangelio del dia 7 DE DICIEMBRE – JUEVES - 1ª- SEMANA DE ADVIENTO - B SAN AMBROSIO




7 DE DICIEMBRE – JUEVES -
1ª- SEMANA DE  ADVIENTO - B

Lectura del santo evangelio según san Mateo 7,21. 24-27
      En aquel tiempo dijo Jesús a sus discípulos:
"No todo el que me dice: ¡Señor, Señor!, entrará en el Reino de los Cielos, sino el que cumple la voluntad de mi Padre que está en el cielo.
El que escucha estas palabras mías y las pone en práctica se parece a aquel hombre prudente que edificó su casa sobre roca. Cayó la lluvia, se salieron los ríos, soplaron los vientos y descargaron contra la casa, pero no se hundió, porque estaba cimentada sobre roca.
El que escucha estas palabras mías y no las pone en práctica se parece a aquel hombre necio que edificó su casa sobre arena. Cayó la lluvia, se salieron los ríos, soplaron los vientos y rompieron contra la casa, y se hundió totalmente'.

1.  Los cristianos nos tenemos que convencer de que lo que le importa a Dios no es que invoquemos su santo nombre, sino que hagamos lo que Él quiere.
La invocación puede ser un simple desahogo. La acción es un deber apremiante.
La devoción piadosa tranquiliza la conciencia, hace que el devoto se sienta satisfecho y además muchos     piadosos se suelen ver a sí mismos mejores que los pecadores, los agnósticos y los ateos. Es la mentalidad típica del fariseo, un tipo de persona que los evangelios rechazan con insistencia. Un tipo de persona tan "religiosa" como "satisfecha" de sí misma y además una
clase de gente que va por la vida "despreciando" a quienes no son como ellos.
Dios no tolera eso. Prefiere al que es "despreciado" y al que se ve a sí mismo "sin salida" en la vida. El que no ve más salida que pedir que se tenga compasión con él (Lc 18, 9-14).

2.  El Sermón del Monte termina diciendo que hay hombres inteligentes y hombres necios.
Inteligente es el que escucha lo que dice Jesús y lo pone en práctica. Necio es el que escucha el Evangelio, seguramente se lo cree, lo tiene por verdadero, lo acepta sin dudar, pero no lo pone en práctica.  En la Iglesia
hay más necios que inteligentes. Porque en ella estamos demasiados hombres que escuchamos (y explicamos) el Evangelio y luego hacemos exactamente lo contrario:  apetecemos dinero, poder, dignidades, fama...

3.  La coherencia en la fe es edificar la casa sobre roca.
La fe da consistencia, estabilidad y solidez a la persona. La incoherencia en la fe es edificar la casa
sobre arena. Es vivir en un peligro constante, por más que se tenga la apariencia de un edificio bien construido. Pero ¡atención!, para Jesús, "creer" no es
simplemente "tener por verdadero" lo que dice el Evangelio.
"Creer" es "poner en práctica" lo que dice el Evangelio. Por tanto, creer es perdonar siempre, dar sin pedir nada, poner la otra mejilla cuando te pegan una   bofetada en la cara, ser bueno siempre con todos... El que no hace eso y vive así, por más que asegure que el Evangelio es verdad, si no vive como vivió y murió Jesús, se tiene que preguntar a fondo si tiene o no tiene fe.

4.  Aquí conviene recordar lo que, según el mismo evangelio de Mateo (16,18-19), le dijo Jesús a Pedro, al referirse a lo de "edificar la Iglesia sobre roca", sobre una piedra firme y sólida. Se discute, entre los teólogos, si eso se refiere a que la Iglesia será fiel y obediente al Papa. Y eso es importante. Pero lo más importante es que la Iglesia sea fiel al Evangelio.
Cuando los cristianos hacemos lo que dijo Jesús en  el Sermón del Monte, entonces es cuando edificamos
una Iglesia firme, fuerte y como Dios quiere.

SAN   AMBROSIO
Arzobispo de Milán - Año 397

San Ambrosio: que, así como tu palacio de Arzobispo estaba siempre abierto para que entraran todos los necesitados de ayudas materiales o espirituales, que así también cada uno de nosotros estemos siempre disponibles para hacer
todo el mayor bien posible a los demás.

San Ambrosio: Ambrosio significa "Inmortal".
Este santo es uno de los más famosos doctores que la Iglesia de occidente tuvo en la antigüedad (junto con San Agustín, San Jerónimo y San León).
Nació en Tréveris (sur de Alemania) en el año 340. Su padre que era romano y gobernador del sur de Francia, murió cuando Ambrosio era todavía muy niño, y la madre volvió a Roma y se dedicó a darle al hijo la más exquisita educación moral, intelectual, artística y religiosa. El joven aprendió griego, llegó a ser un buen poeta, se especializó en hablar muy bien en público y se dedicó a la abogacía.
Las defensas que hacía de los inocentes ante las autoridades romanas eran tan brillantes, que el alcalde de Roma lo nombró su secretario y ayudante principal. Y cuando apenas tenía 30 años fue nombrado gobernador de todo el norte de Italia, con residencia en Milán. Cuando su formador en Roma lo despidió para que fuera a posesionarse de su alto cargo dijo: "Trate de gobernar más como un obispo que como un gobernador". Y así lo hizo.
En la gran ciudad de Milán, Ambrosio se ganó muy pronto la simpatía del pueblo. Más que un gobernante era un padre para todos, y no negaba un favor cuando en sus manos estaba el poder hacerlo. Y sucedió que murió el Arzobispo de Milán, y cuando se trató de nombrarle sucesor, el pueblo se dividió en dos bandos, unos por un candidato y otros por el otro. Ambrosio temeroso de que pudiera resultar un tumulto y producirse violencia se fue a la catedral donde estaban reunidos y empezó a recomendarles que procedieran con calma y en paz. Y de pronto una voz entre el pueblo gritó: "Ambrosio obispo, Ambrosio obispo". Inmediatamente todo aquel gentío empezó a gritar lo mismo: "Ambrosio obispo". Los demás obispos que estaban allí reunidos y también los sacerdotes lo aclamaron como nuevo obispo de la ciudad. Él se negaba a aceptar (pues no era ni siquiera sacerdote), pero se hicieron memoriales y el emperador mandó un decreto diciendo que Ambrosio debía aceptar ese cargo.
Desde entonces no piensa sino en instruirse lo más posible para llegar a ser un excelente obispo. Se dedica por horas y días a estudiar la S. Biblia, hasta llegar a comprenderla maravillosamente. Lee los escritos de los más sabios escritores religiosos, especialmente San Basilio y San Gregorio Nacianceno, y una vez ordenado sacerdote y consagrado obispo, empieza su gran tarea: instruir al pueblo en su religión.
Sus sermones comienzan a volverse muy populares. Entre sus oyentes hay uno que no le pierde palabra: es San Agustín (que todavía no se ha convertido). Éste se queda profundamente impresionado por la personalidad venerable y tan amable que tiene el obispo Ambrosio. Y al fin se hace bautizar por él y empieza una vida santa.
Nuestro santo era prácticamente el único que se atrevía a oponerse a los altos gobernantes cuando estos cometían injusticias. Escribía al emperador y a las altas autoridades corrigiéndoles sus errores. El emperador Valentino le decía en una carta: "Nos agrada la valentía con que sabe decirnos las cosas. No deje de corregirnos, sus palabras nos hacen mucho bien". Cuando la emperatriz quiso quitarles un templo a los católicos para dárselo a los herejes, Ambrosio se encerró con todo el pueblo en la iglesia, y no dejó entrar allí a los invasores oficiales.
El emperador de ese tiempo era Teodosio, un creyente católico, gran guerrero, pero que se dejaba llevar por sus arrebatos de cólera. Un día los habitantes de la ciudad de Tesalónica mataron a un empleado del emperador, y éste envió a su ejército y mató a siete mil personas. Esta noticia conmovió a todos. San Ambrosio se apresuró a escribirle una fuerte carta al mandatario diciéndole: "Eres humano y te has dejado vencer por la tentación. Ahora tienes que hacer penitencia por este gran pecado". El emperador le escribió diciéndole: "Dios perdonó a David; luego a mí también me perdonará". Y nuestro santo le contestó: "Ya que has imitado a David en cometer un gran pecado, imítalo ahora haciendo una gran penitencia, como la que hizo él".
Teodosio aceptó. Pidió perdón. Hizo grandes penitencias, y en el día de Navidad del año 390, San Ambrosio lo recibió en la puerta de la Catedral de Milán, como pecador arrepentido. Después ese gran general murió en brazos de nuestro santo, el cual en su oración fúnebre exclamó: "siendo la primera autoridad civil y militar, aceptó hacer penitencia como cualquier otro pecador, y lloró su falta toda la vida. No se avergonzó de pedir perdón a Dios y a la Santa Iglesia, y seguramente que ha conseguido el perdón".
San Ambrosio componía hermosos cantos y los enseñaba al pueblo. Cuando tuvo que estarse encerrado con todos sus fieles durante toda una semana en un templo para no dejar que se lo regalaran a los herejes, aprovechó esas largas horas para enseñarles muchas canciones religiosas compuestas por él mismo. Después los herejes lo acusaban de que les quitaba toda la clientela de sus iglesias, porque con sus bellos cantos se los llevaba a todos para la catedral de Milán. Sabía ejercitar su arte para conseguirle más amigos a Dios.
Este gran sabio compuso muy bellos libros explicando la S. Biblia, y aconsejando métodos prácticos para progresar en la santidad. Especialmente famoso se hizo un tratado que compuso acerca de la virginidad y de la pureza. Las mamás tenían miedo de que sus hijas charlaran con este gran santo porque las convencía de que era mejor conservarse vírgenes y dedicarse a la vida religiosa (Él exclamaba: "en toda mi vida nunca he visto que un hombre haya tenido que quedarse soltero porque no encontró una mujer con la cual casarse"). Pero además de su sabiduría para escribir, tenía el don de poner las paces entre los enemistados. Así que muchísimas veces lo llamaron del alto gobierno para que les sirviera como embajador para obtener la paz con los que deseaban la guerra, y conseguía muy provechosos armisticios o tratados de paz.
El viernes santo del año 397, a la edad de 57 años, murió plácidamente exclamando: "He tratado de vivir de tal manera que no tenga que sentir miedo al presentarme ante el Divino Juez" (San Agustín decía que le parecía admirable esta exclamación).




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